JAVIER ESPINOSA / Ras Lanuf / El Mundo
Enviado especial
Cuando se apercibió de la presencia del periodista comenzó a referirle a trompicones la amenaza a la que se refería. «¡Tenemos 10.000 toneladas de etanol en esos tanques y si estallan como pasó con el petróleo de Sider arrasarán cinco kilómetros a la redonda! ¡Un kilo de etanol tiene el poder explosivo de ocho kilos de TNT! ¡Si explota estamos muertos, usted y yo!».
La alarma del experto respondía a la cercanía de los combates que se libraban en la población de Ras Lanuf -un complejo de viviendas a menos de cinco kilómetros de la estratégica planta que exporta etanol, gas y petróleo, entre otros productos- y que al cierre de esta edición habían recuperado las fuerzas de Muamar Gadafi, que parecen imparables en su avance hacia Bengasi. Es un golpe mayúsculo a los alzados, que vieron cómo les arrebataban uno de los enclaves petroleros más importantes en su poder, junto con Brega, y se abría una brecha en su dominio en el este.
La brutal ofensiva de las tropas del coronel -que utilizó aviones, tanques, lanzaderas de misiles y navíos de la marina- obligó a recular a los inexpertos jóvenes, que morían o caían heridos por decenas.
Amparado por su superioridad bélica incontestable, el régimen parece preparar una arremetida general contra el este del país, según reconoció el propio hijo de Gadafi, Saif al Islam. «Ha llegado el momento de la liberación, de la acción. Nos estamos moviendo. Le dimos dos semanas (para negociar)», declaró el vástago del autócrata en una entrevista a Reuters. «Nunca nos rendiremos. Éste es nuestro país. La población libia no quiere aquí a la OTAN o los americanos. Libia no es un pedazo de pastel», añadió. Las palabras de Saif al Islam se traducían a media mañana en Ras Lanuf en oleada tras oleada de cohetes. Muchos de ellos caían ya en la villa abandonada y frecuentada sólo por guerrilleros dislocados que intentaban replicar en vano con sus ametralladoras y algún cohete antitanque.
Ninguno era consciente de que luchaban en las inmediaciones de una bomba devastadora en potencia. Como aclaró Al Sherif, Ras Lanuf no sólo no ha conseguido vaciar los depósitos de etanol -«quemarlo llevaría meses y no hay ningún barco que se atreva a acercarse para llevárselo», le secundó Tarik el Sahli, uno de sus compañeros-, sino tampoco los de gas, que mantienen cerca de 50.000 toneladas de este producto, y nueve tanques repletos de petróleo.
«La situación es crítica no sólo por los bombardeos. El etanol tiene que mantenerse a menos 100 grados bajo cero y sólo tenemos cuatro personas en toda la planta, cuando lo normal es que sean 3.000. El abastecimiento de electricidad está al mínimo, rozando el 20%, y si no hay electricidad perderíamos el manejo de los controles y nuestra capacidad para enfriar el etanol.
Al Sherif intentaba hacer comprender a los rebeldes el riesgo que corrían. Les pedían que se pusieran a cubierto. Pero estos seguían dominados por su mesianismo revolucionario y cantaban melodías contrarias al dictador conformando un escenario que rayaba el surrealismo. «Gadafi está loco. Sabe que está acabado y quiere destruir el país. No le quepa duda va a quemarlo todo si la comunidad internacional no hace algo», precisó Al Sherif antes de huir ante la imposibilidad de hacer recapacitar a los milicianos.
No lejos de allí, el caos se había apoderado de la entrada a la urbe de Ras Lanuf. Los cohetes y obuses de tanques levantaban continuas columnas de humo en torno a la carretera, que se convirtió en un circuito disparatado donde los vehículos eludían a la muerte. Los doctores y los propios heridos del hospital de la población tuvieron que huir en medio de escenas de pánico después de que varios proyectiles estallaran cerca del edificio.
Las tropas de Gadafi habían desbordado la línea defensiva de los alzados y avanzaban desde el desierto, por la playa y desde la dirección de Sider, donde todavía se alzaba una ingente fumata de humo negro procedente del combustible que ardía. El jefe de la compañía petrolera libia, Choukri Ghanem, intentó minimizar los daños causados a Sider por la aviación del régimen y dijo que sólo había sido destruida «una pequeña instalación de almacenamiento» que contenía 200.000 barriles de diesel. Para chavales como Naji Yaswy, de 25 años, el completo desbarajuste en el que se desarrollaba la defensa de Ras Lanuf no parecía preocuparle. Como otros muchos semejaba estar dominado por una convicción casi suicida. «Gadafi está luchando con aviones y tanques, pero tendrá que enviar tropas para controlar Ras Lanuf. Aquí les esperamos. ¿Sabe como capturé el cuartel de Bengasi? Armado con un arpón y un cóctel molotov. Si fuimos capaces entonces ahora también les derrotaremos», contaba. «Y si no, moriremos», añadió con determinación.
Los ataques de la jornada no se redujeron a Ras Lanuf. Un avión bombardeó también a metros de la entrada del recinto de Brega, que junto a Sider y Ras Lanuf conforman el eje central de las instalaciones petroleras del llamado Golfo de Sirte. «Sólo por Sider y Ras Lanuf salía el 30% del petróleo libio. Será un desastre para nosotros y la comunidad internacional», apuntó Tarik el Sahli.
Otro foco sin intervenir nadie, menos mal que tienen petróleo, que si no hubiera nada, mejor dejarlo y todos contentos.
ResponderEliminar