Para ello, los agentes analizaron de nuevo y en secreto miles de horas de grabaciones, declaraciones de testigos y agentes, informes periciales y todo lo relativo al hallazgo de la prueba más polémica: la mochila encontrada en la comisaría de Puente de Vallecas un día después de los atentados. Una bolsa con explosivos que no figuraba en documento policial alguno hasta 24 horas después de los ataques y que se convirtió en la principal prueba del caso. El hilo del que tirar hasta dar con los autores del atentado.
"En su momento y durante años, la actuación policial relacionada con el hallazgo de dicho objeto provocó, además de la preocupación por cómo pudo un artefacto explosivo aparecer en una comisaría, abundantes teorías al respecto. Por ello, la superioridad ordena revisar dicha actuación policial", recoge el informe, cuyo contenido íntegro desvela ahora por primera vez EL ESPAÑOL.
La prueba clave que lo desencadena todo
El informe, analiza a lo largo de 103 páginas la aparición de la mochila, el hecho de que ninguno de los 77 agentes que trabajaron en la estación de El Pozo reparara en ella, que fuera trasladada a Ifema y a dos comisarías sin ser detectada, y que finalmente fuera encontrada en una gran bolsa de basura por policías de Puente de Vallecas a las 2:05 del 12 de marzo, va a hacer ahora 15 años.
Tras ser localizada, la mochila fue la clave que aceleró las detenciones: el tipo de bolsa se vinculó con la explosión controlada en la Estación de Atocha, los detonadores eran similares a los encontrados en una Renault Kangoo abandonada en Alcalá de Henares, la tarjeta SIM y el teléfono móvil sirvieron para dar con los primeros terroristas, para ubicar la casa de Morata de Tajuña y la carga explosiva fue similar a la utilizada por los suicidas de Leganés.
Sin embargo, la mochila de Vallecas alberga todavía muchas preguntas sin respuesta. Algunas, tan importantes como la posibilidad de que alguien colocara la mochila entre las pruebas policiales sin que en realidad estuviera en los trenes. Algo que ni siquiera plantea el informe.
Una bolsa de 30 kilos
Fue a las 2:05 cuando, según la versión oficial, los agentes se dieron cuenta de que una bolsa de basura, guardada en una de las salas de la comisaría contenía una bolsa azul marino que pesaba más de lo normal. Junto a ella, otras bolsas contenían 30 bolsos, 21 mochilas, cinco carteras, cuatro bolsas de mano, un maletín y una bolsa de deportes. Eran objetos que portaban los viajeros del tren que estalló en la estación de El Pozo, pero que los agentes sobre el terreno no lograron identificar con ningún herido o víctima en concreto.
En su declaración, uno de los dos agentes presentes explicó que "al llegar a la bolsa de deportes, lo que hizo fue abrir la cremallera de la misma, sacó el móvil que allí se encontraba y al tenerlo en la mano observó que iba unido a unos cables, con lo que procedió a volver a meterlo en la bolsa".
Llega aquí el primer error de bulto. La primera incógnita sin resolver que ni siquiera se nombra en el informe. Pese a que el agente explica que el teléfono dentro de la bolsa está unido con cables, hay dos pruebas contundentes de lo desmienten. La primera es la declaración de uno de los Tedax que desactivaron la bomba, un artificiero que en su declaración durante el juicio el 23 de marzo de 2007 explicó que los cables del teléfono estaban empalmados pero sin protección, que ambos se juntaron haciendo cortocircuito y que por eso, la bomba nunca explotó.
El 27 de julio de 2004 y tras analizar los Tedax la bomba por medio de una radiografía, el comisario Sánchez Manzano remitió un informe al juzgado en el que explicaba textualmente que "a la vista de la nueva documentación remitida por el juez, se ve con claridad desde la parte superior del artefacto cómo uno de los cables que salen del teléfono se encuentra sin conexión alguna. Es decir: que la bomba no pudo explotar en ningún momento. Lejos de aclarar este punto, el informe elaborado diez años después por la BARC dice todo lo contrario.
Una selección de informes
"Los estudios realizados por la Unidad Central de Desactivación de Explosivos (UCDE-NBQ) de la Comisaría General de Seguridad concluyen que se trata de un "artefacto real, de iniciación eléctrica y activación temporizada, proporcionadas amblas por un teléfono marca Trium." Según el informe secreto del 11-M "de las siete pruebas que realizó UCDE-NBQ para comprobar el dispositivo, todas fueron positivas, es decir, el mecanismo se activó con la consiguiente explosión. En resumen: que la mochila nunca pudo funcionar porque tenía un cable suelto, pero diez años después,los informes policiales siguen manteniendo que sí.
"En definitiva, el artefacto contaba con todos y cada uno de los elementos necesarios para el correcto funcionamiento y todas las pruebas realizadas al efecto fueron satisfactorias, así que respecto a la cuestión de por qué no funcionó el artefacto, en su momento, no es posible establecer unas circunstancias determinadas, suficientemente concluyentes. La propia confección artesanal del artefacto, con la siguiente ausencia de rigor industrial en su fabricación, conlleva que existan tanto posibilidades de que funcione como de que no lo haga", refleja el informe.
El documento de la Brigada de Resolución de Casos se hace eco además de otro informe de los Tedax. Un estudio en el que los artificieros reflejan que el teléfono que se usó para la supuesta bomba, "se recepcionó apagado y tras su estudio se pudo comprobar que tenía activadas las funciones de despertador, concretamente a las 7:40 horas, y de vibración como señal de salida".
Sobre el papel, los terroristas activaron la tarjeta de Amena que había dentro del teléfono en las inmediaciones de la casa de Morata de Tajuña, la finca donde se prepararon los explosivos. Sin embargo, esa tarjeta telefónica -el elemento que sirvió para localizar a todos y que marcó el rumbo de la investigación- era innecesaria. Tanto que el teléfono móvil estaba apagado cuando fue encontrado, ya que la detonación de los explosivos no se haría por una llamada telefónica, si no por medio de la activación de la alarma. Y para eso, no hace falta que el terminal tenga una SIM.
Según el plan, el detonador del explosivo estaba unido al teléfono por la placa electrónica que activa el sistema de vibración del terminal. En teoría, al llegar a las 7:40, saltaría la alarma y el teléfono empezaría a vibrar, transimitiendo un pulso eléctrico por el cable que unía el teléfono al detonador. Eso haría explotar la carga sin necesidad de llamada alguna, siempre que los cables estuvieran conectados. Algo que no sucedió.
Una batería que deja el teléfono sin memoria
Aparece así otro de los grandes enigmas en torno a la mochila que nunca explotó. Algo que tampoco refleja el informe elaborado diez años después. ¿Cómo pudo saber la Policía la hora exacta a la que debía explotar la bomba? La pregunta parece obvia (encendiendo el teléfono y mirando la hora), pero tiene que ver con las características propias del terminal utilizado.
Para montar la bomba, los yihadistas emplearon diez terminales Trium T-110 de Motorola que tienen una particularidad: si les quitas la batería, pierden necesariamente la información sobre la hora. La prueba quedó patente en un peritaje elaborado por el diario El Mundo para defender sus informaciones frente a una querella presentada por el entonces comisario jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, que fue archivada por la Justicia al considerarlas veraces.
En las investigaciones sobre el 11-M, el jefe de los Tedax remitió un informe al juez Del Olmo en el que explicaba, según las crónicas periodísticas, que después de sacar la tarjeta SIM para que fuera analizada, su equipo comprobó que la hora fijada para la alarma eran las 7:40, y que el teléfono estaba perfectamente configurado a la hora actual. Algo que según el peritaje posterior encargado por el periódico es técnicamente imposible por las características del teléfono. Según la misma fuente, el hecho de que si se quitaba la batería el teléfono perdía la configuración horaria, se incluía en las propias instrucciones del terminal
La existencia de metralla
La existencia de metralla en la mochila de Vallecas es otra de las incógnitas donde no se detiene la BARC. Sin embargo, tal y como declaró en 2011 la forense Carmen Baladía, que dirigió las autopsias tras los atentados, en ninguno de los cuerpos se encontraron restos de metralla.
Lo que sí hicieron en 2014 los agentes de la Brigada de Resolución de Casos es elaborar unas conclusiones en las que queda de manifiesto tanto la descordinación policial como la falta de pesquisas concretas sobre la mochila: "No ha quedado registrada en ningún archivo policial la identidad de todas las personas que intervinieron en la estación de El Pozo. Ni siquiera la de los miembros del Cuerpo Nacional de Policía", explica el documento.
"Hubo tres momentos en los que se pasó por alto la existencia, supervisión y control de la bolsa de deportes que albergaba el artefacto: en la extracción de los efectos de los vagones, en la colocación de la bolsa en un montón de objetos sin que su contenido hubiera sido revisado por el EDEX y en el instante en el que se introduce en un bolsón de basura sin comprobar su interior, a pesar de su peso excesivo".
"Se ha documentado la actuación de setenta miembros del CNP en los diversos escenarios en los que estuvo el artefacto. En la Comisaría General de Policía Judicial únicamente ha quedado registrada la entrega voluntaria de ADN para cotejo por parte de cinco de ellos".
Con estos datos, o pese a ellos, el informe concluye finalmente que "entre el artefacto hallado en la Comisaría de Puente de Vallecas y otros escenarios relacionados con los hechos existen elementos comunes que indican que fue depositado en el tren por los terroristas".