miércoles, 11 de marzo de 2015

Todos lo saben



Luis del Pino
 Libertad digital-11años del 11-M
Recientemente, a raíz del atentado terrorista contra Charlie Hebdo, el inefable Willy Toledo publicó un mensaje en Facebook sugiriendo, más o menos, que aquello era un montaje. Ese mensaje de Willy Toledo corrió como la pólvora por las redes sociales, y en muy poco tiempo cosechó centenares de comentarios, que estaban divididos más o menos al cincuenta por ciento: la mitad de los lectores insultaban a Willy o le preguntaban qué había fumado; la otra mitad de los intervinientes apoyaban la peregrina afirmación, aportando alambicadas teorías sobre cómo los servicios secretos americanos e israelíes se dedican a montar sangrientas farsas disfrazadas de terrorismo. Según esa mitad de lectores de Willy, el 11-S, el atentado de Londres e incluso el grupo terrorista ISIS no serían otra cosa que montajes destinados a justificar la agresión imperialista de Occidente contra los musulmanes en general, y contra los palestinos en particular.
Pero lo más llamativo de aquellas contestaciones de apoyo a Willy era... aquello de lo que no osaban hablar: ninguno de aquellos cientos de predicadores de la conspiración se atrevía a mencionar el 11-M como ejemplo, ni para bien ni para mal.
¿Tendríamos, de acuerdo con eso, que llegar a la conclusión de que, para una parte de la izquierda española, todos los atentados islamistas del mundo mundial son falsos, salvo el 11-M, que sí que sería el único atentado verdadero cometido por Al Qaeda en toda su historia? En realidad, no. Simplemente, el 11-M se ha convertido en un tema tabú para ese sector de la izquierda española.
Y no solo para ese sector. El 11-M no existe para la clase política española, tampoco para la mayoría de la clase periodística. Se ha convertido en un secreto de familia que todos han aprendido a no mencionar.
Déjenme que les ponga un ejemplo, que ilustra perfectamente hasta dónde alcanza el pacto de silencio:
Como ya saben ustedes, en el 11-M desaparecieron TODAS las pruebas materiales recogidas en los escenarios del crimen. Los propios escenarios del crimen (los trenes atacados) se empezaron a desguazar a las pocas horas de la masacre. Y en paralelo con esa labor de destrucción de pruebas, dieciocho horas después de la masacre aparecía en una comisaría, de forma milagrosa e inexplicada, un artefacto sin explosionar: la famosa mochila de Vallecas. Y sin tener la más mínima prueba de que ese artefacto proviniera de los trenes se construyó a partir de él toda la versión oficial del 11-M.
Es decir: en lugar de analizar la escena del crimen y deducir a partir de ahí cómo estaban hechas las bombas, se plantó en una comisaría de policía una bomba confeccionada por sabe Dios quién y se nos dijo: "Las bombas de los trenes eran como ésta".
Pues bien, hace ya siete años que publicamos en Libertad Digital el testimonio de Carmen Baladía, la forense encargada de coordinar las autopsias de las víctimas del 11-M, que declaró que, a diferencia en de lamochila de Vallecas (que contenía cientos de clavos y tornillos como metralla), EN NINGUNO DE LOS CUERPOS DE LAS VÍCTIMAS del 11-M había metralla de origen terrorista.
Ese solo dato bastaba para demostrar que es físicamente imposible que las bombas que estallaron en los trenes fueran como la mochila de Vallecas. Es decir, ese solo dato bastaba para invalidar como prueba la prueba sobre la que descansaba TODO el sumario del 11-M.
Pues bien, el único medio que publicó aquellas declaraciones de la forense del 11-M fue... Libertad Digital. Ningún otro medio (y digo bien: ninguno, ni siquiera El Mundo) se hizo eco de aquel dato que tiraba por tierra todo el sumario del 11-M y que demostraba, más allá de toda duda razonable, que la versión oficial del 11-M solo era una chapucera estafa.
No se engañen ustedes: todos lo saben. Todos saben que el 11-M no fue un atentado de Al Qaeda. Tampoco de ETA. Todos saben que el 11-M no fue sino un sangriento episodio de esa sucia guerra de cloacas que lleva tanto tiempo desarrollándose en España. Todos saben que el sumario del 11-M es una porquería de principio a fin.
Todos ellos lo saben. Pero todos callan.
Porque todos saben también que el día en que se abra el tarro de las mentiras acabaremos todos nadando en mierda.

domingo, 8 de marzo de 2015

El tecnociudadano Sánchez Manzano, jefe de los TEDAX del 11-M


Público.es

08 mar 2015
  
Comunidad Editorial 4º Poder en Red
Once años después del atentado del 11-M ya nadie duda de la autoría del mismo. Sin embargo, tuvo que pasar una década desde los dramáticos acontecimientos para despejar todas las incógnitas sobre quién había perpetrado la brutal acción. Una sorprendente paradoja, sobre todo, si se considera que la misma mañana del atentado los Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Policía Nacional ya habían desechado la autoría de ETA, al descartar que fuera Titadine la dinamita utilizada en el atentado (y que habitualmente empleaba la banda). En la misma tarde del día 11, los propios TEDAX ya estaban en condiciones de asegurar que se trataba de una acción terrorista del radicalismo islámico.
¿Qué ocurrió entonces? Durante una década, el periodismo inmundo, junto a una serie de políticos que no lo son menos, construyeron y fomentaron una teoría de la conspiración sobre la autoría del atentado. Contaminaron deliberadamente la esfera pública y contribuyeron a confundir a la opinión pública. Elaboraron y reformularon a su antojo una pseudoteoría que nació de la confluencia de unos intereses políticos y comerciales espurios. Se apoyaron en una gran mentira de origen. Protagonizaron la mayor (des)vergüenza política y periodística de la España contemporánea. Sus actos les invalidan como portavoces públicos. Provocan sonrojo o náusea.
Tras más de una década, hoy puede afirmarse con rotundidad que el Gobierno de José María Aznar ocultó y manipuló información clave a los ciudadanos con fines electorales. Y que medios de comunicación como El Mundo, Libertad Digital o Cope hicieron de la tragedia un negocio. Quebrantaron todos los principios de la ética periodística. Publicaron informaciones sin contrastar ni rigor, en el mejor de los casos; mintiendo sin escrúpulos, en el peor.
El resultado fueron diez años de tergiversación de los hechos, de oscurantismo y de falsas ambigüedades. El Mundo promovió la teoría, el PP la alimentó, y el PSOE guardó silencio. Pero les faltó hilvanar una hebra: las multitudes online desafiaron la versión oficial aquel 13 de marzo de 2004, en lo que se denominó “la noche de los teléfonos móviles”. Y algunos tecnociudadanos, con determinación, recogieron el guante de la ética periodística prostituida por los grandes medios. Han dado una lección de ciudadanía y compromiso con la verdad. Es el caso de Juan Jesús Sánchez Manzano, jefe de los TEDAX durante el 11-M.
¿Qué es un tecnociudadano? 
Es aquel ciudadano que tiene conocimientos y destrezas tecnológicas suficientes para autorrepresentarse en la esfera pública sirviéndose de medios digitales. Como quedó ejemplificado con los indignados del 15-M, los ciudadanos han demostrado —y demuestran continuamente— que es posible romper el monopolio de los grandes medios convencionales, desde esa periferia compuesta por esferas públicas digitales. Ello ha permitido, como con el caso de la teoría de la conspiración del 11-M, desmentir versiones falaces, poner en evidencia negligencias (políticas y periodísticas), emplear la Red como un mecanismo orientado al bien común, y dignificar la profesión periodística, promoviendo prácticas sustentadas en valores cívicos.
¿Por qué Sánchez Manzano es ejemplo de ello?
Juan Jesús Sánchez Manzano fue el jefe de los TEDAX cuando ocurrió el 11-M, por lo que era el máximo responsable en explosivos dentro de la Policía Nacional. Desde la misma mañana del atentado supo y notificó a las autoridades “competentes” que aquellos explosivos no eran Titadine, el utilizado habitualmente por ETA. Una verdad que él siempre ha defendido, y que se ha intentado silenciar, incluso con querellas tan estrambóticas como la que le interpuso la Asociación Ayuda a Víctimas del 11-M (archivada en firme por la Audiencia Provincial de Madrid).
El año pasado, cuando la teoría de la conspiración empezaba a decaer, Sánchez Manzano publicó Las bombas del 11-M: Relato de los hechos en primera persona. Un libro fundamental para comprender qué pasó entonces, y que revela hechos claves que desmontan y desmienten dicha teoría. El exjefe de los TEDAX (hoy comisario principal, jefe de Móstoles) decidió además liberar el libro en la Red, y poner con ello al descubierto las miserias de los periodistas inmundos. Tan metafórico como cierto. Mientras éstos alentaron informaciones no contrastadas con el fin de aumentar la audiencia, Sánchez Manzano destina todo beneficio económico originado por el libro a la Fundación Huérfanos del Cuerpo Nacional de Policía.
¿Cómo se restituye el Cuarto Poder? 
Periodistas como Pedro J. Ramírez o Federico Jiménez Losantos (contra quien Sánchez Manzano se querelló por injurias) difundieron desde sus medios una teoría de la conspiración que más que exponer la verdad buscaba polarizar y crispar. Pero, ante todo, era falsa y se fue inventando y reinventando como parte de una gran operación político-mediática.
Tanto los gobiernos del PP como del PSOE no estaban interesados en desmentir la pseudoteoría de la conspiración, aun sabiendo de su falsedad. Al tiempo que tampoco ofrecieron crédito a las informaciones técnicas que, desde los primeros días del atentado, fue proporcionando Sánchez Manzano. El PP buscaba exculparse de sus negligencias en materia de defensa y seguridad. Mientras que el PSOE quería arrogarse una victoria antibelicista, con su postura en Irak. Esperaba, además, que la derecha terminara atrapada en su propia mentira (eso explica por qué ni el presidente J.L. Rodríguez Zapatero ni sus  ministros de Interior quisieron reunirse con Sánchez Manzano, por más que éste insistió).
Esta operación mediática surgió de la unión de políticos involucrados de forma directa en la manipulación informativa entre el 11 y 14 de marzo de 2004: Ángel Acebes (entonces ministro del Interior) y Eduardo Zaplana (portavoz del Gobierno). Junto con los medios y periodistas antes citados, verdaderos brazos propagandísticos de la conspiración, enfangaron el propio Congreso de los Diputados. El PP llegó a presentar más de 400 preguntas parlamentarias sobre cuestiones relacionadas con dicha teoría.
Este periodismo inmundo —enfatizamos el calificativo y volvemos a pedir que se le vete en los campus de Periodismo— no sólo antepuso el interés privado-comercial de vender periódicos frente al bien público de la información veraz. No dudó en cuestionar el proceso judicial que se siguió por el 11-M, sin aportar ninguna prueba que condujese a determinar las responsabilidades. Construyeron mediáticamente determinadas víctimas y estigmatizaron a otras… Acabaron enfrentándolas. Pagaron para adulterar las versiones de los testigos o intentaron amedrentar a los expertos, como fue el caso del propio Sánchez Manzano.
Frente a todo ello, el exjefe de los Tedax ha dado un ejemplo de compromiso con la verdad, destapando las vergüenzas de quienes construyeron la teoría conspirativa. Contribuyó como tecnociudadano a restituir el valor clásico de ese Cuarto Poder que, hoy en Red, aplica (y demanda) un periodismo acorde a unos públicos que se reclaman sujetos políticos y comunicativos de pleno derecho.
*Para acceder al libro de J.J. Sánchez Manzano y otros documentos, se pueden consultar en Dropbox en este enlace.