Recientemente, a raíz del atentado terrorista contra Charlie Hebdo, el inefable Willy Toledo publicó un mensaje en Facebook sugiriendo, más o menos, que aquello era un montaje. Ese mensaje de Willy Toledo corrió como la pólvora por las redes sociales, y en muy poco tiempo cosechó centenares de comentarios, que estaban divididos más o menos al cincuenta por ciento: la mitad de los lectores insultaban a Willy o le preguntaban qué había fumado; la otra mitad de los intervinientes apoyaban la peregrina afirmación, aportando alambicadas teorías sobre cómo los servicios secretos americanos e israelíes se dedican a montar sangrientas farsas disfrazadas de terrorismo. Según esa mitad de lectores de Willy, el 11-S, el atentado de Londres e incluso el grupo terrorista ISIS no serían otra cosa que montajes destinados a justificar la agresión imperialista de Occidente contra los musulmanes en general, y contra los palestinos en particular.
Pero lo más llamativo de aquellas contestaciones de apoyo a Willy era... aquello de lo que no osaban hablar: ninguno de aquellos cientos de predicadores de la conspiración se atrevía a mencionar el 11-M como ejemplo, ni para bien ni para mal.
¿Tendríamos, de acuerdo con eso, que llegar a la conclusión de que, para una parte de la izquierda española, todos los atentados islamistas del mundo mundial son falsos, salvo el 11-M, que sí que sería el único atentado verdadero cometido por Al Qaeda en toda su historia? En realidad, no. Simplemente, el 11-M se ha convertido en un tema tabú para ese sector de la izquierda española.
Y no solo para ese sector. El 11-M no existe para la clase política española, tampoco para la mayoría de la clase periodística. Se ha convertido en un secreto de familia que todos han aprendido a no mencionar.
Déjenme que les ponga un ejemplo, que ilustra perfectamente hasta dónde alcanza el pacto de silencio:
Como ya saben ustedes, en el 11-M desaparecieron TODAS las pruebas materiales recogidas en los escenarios del crimen. Los propios escenarios del crimen (los trenes atacados) se empezaron a desguazar a las pocas horas de la masacre. Y en paralelo con esa labor de destrucción de pruebas, dieciocho horas después de la masacre aparecía en una comisaría, de forma milagrosa e inexplicada, un artefacto sin explosionar: la famosa mochila de Vallecas. Y sin tener la más mínima prueba de que ese artefacto proviniera de los trenes se construyó a partir de él toda la versión oficial del 11-M.
Es decir: en lugar de analizar la escena del crimen y deducir a partir de ahí cómo estaban hechas las bombas, se plantó en una comisaría de policía una bomba confeccionada por sabe Dios quién y se nos dijo: "Las bombas de los trenes eran como ésta".
Pues bien, hace ya siete años que publicamos en Libertad Digital el testimonio de Carmen Baladía, la forense encargada de coordinar las autopsias de las víctimas del 11-M, que declaró que, a diferencia en de lamochila de Vallecas (que contenía cientos de clavos y tornillos como metralla), EN NINGUNO DE LOS CUERPOS DE LAS VÍCTIMAS del 11-M había metralla de origen terrorista.
Ese solo dato bastaba para demostrar que es físicamente imposible que las bombas que estallaron en los trenes fueran como la mochila de Vallecas. Es decir, ese solo dato bastaba para invalidar como prueba la prueba sobre la que descansaba TODO el sumario del 11-M.
Pues bien, el único medio que publicó aquellas declaraciones de la forense del 11-M fue... Libertad Digital. Ningún otro medio (y digo bien: ninguno, ni siquiera El Mundo) se hizo eco de aquel dato que tiraba por tierra todo el sumario del 11-M y que demostraba, más allá de toda duda razonable, que la versión oficial del 11-M solo era una chapucera estafa.
No se engañen ustedes: todos lo saben. Todos saben que el 11-M no fue un atentado de Al Qaeda. Tampoco de ETA. Todos saben que el 11-M no fue sino un sangriento episodio de esa sucia guerra de cloacas que lleva tanto tiempo desarrollándose en España. Todos saben que el sumario del 11-M es una porquería de principio a fin.
Todos ellos lo saben. Pero todos callan.
Porque todos saben también que el día en que se abra el tarro de las mentiras acabaremos todos nadando en mierda.