domingo, 12 de diciembre de 2010

Colaboradores de Zapatero ven candidato a Rubalcaba


MARISA CRUZ / Madrid/ El Mundo

El papel del vicepresidente en el estado de alarma impulsa la hipótesis de que el presidente se retirará si el PSOE sufre una derrota en las municipales

En La Moncloa, colaboradores muy cercanos al presidente ya ven a Alfredo Pérez Rubalcaba como el próximo candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, dando así por hecho que Zapatero desistirá de presentarse a una nueva batalla electoral.

El ahora vicepresidente, portavoz y ministro del Interior afirma que tiene la sensación de «estar recorriendo los últimos metros» de su carrera política y añade que muchas personas saben que piensa en la «salida» desde hace tiempo. Nada de esto es nuevo. Él lo ha repetido en muchas ocasiones. Pero ahora cuesta creer a Pérez Rubalcaba más que nunca porque los hechos -como su reciente papel en la crisis de los controladores- se encargan de desmentirle.

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Zapatero embustero

La hipótesis que ha cobrado fuerza en la última semana, después de que Rubalcaba asumiera todo el protagonismo en el conflicto con los controladores aéreos y supliera al presidente a la hora de explicar a los ciudadanos una medida tan trascendente como la declaración del estado de alarma, es la de que Zapatero anunciará tras las elecciones municipales y autonómicas, y a un año vista de las generales, su decisión de no repetir como candidato socialista.

Aún a sabiendas de que en el PSOE siempre existe la opción de primarias para erigirse como nuevo líder, él señalará con claridad a Rubalcaba como su favorito.

Desde el pasado 20 de octubre, cuando Zapatero presentó la remodelación de su Gobierno, Rubalcaba ha acumulado en sus manos un poder que trasciende la suma de las tres carteras que tiene asignadas -Vicepresidencia primera, Interior y Portavocía- y que le sitúa en el epicentro de las decisiones políticas con plena capacidad de maniobra y con absoluta influencia sobre el resto de los miembros del Ejecutivo.

En Presidencia aseguran que su ascenso al puesto número dos ha sido pensado para «recuperar la conexión perdida con la sociedad» y demostrar que, llegado el caso, «sí hay relevo» para Zapatero.

Con esta estrategia se pretende evitar el caos en el PSOE si finalmente Rodríguez Zapatero decide no repetir como candidato. El hombre ideal sería Rubalcaba: un político de primer nivel capaz de movilizar a las bases sociales y del partido y que, hasta la fecha, cuenta con una buena valoración por parte de los ciudadanos.

Nadie en el PSOE se presta de momento a dudar en público del liderazgo del actual secretario general y presidente del Gobierno. No obstante, resulta cada vez más difícil negar las evidencias.

El presidente del Congreso, José Bono, es uno de los que no cierra los ojos ante la realidad. En su opinión, muchos de los que analizan el poder de Rubalcaba «se quedan cortos». Bono lo certifica: «Tiene mucho poder porque el presidente del Gobierno ha querido que así sea».

Rubalcaba es, de hecho, un vicepresidente plenipotenciario con carta blanca para jugar en todos los terrenos. Un miembro del Ejecutivo asegura tajante: «Es él quien conduce y coordina al Gobierno».

En realidad, el nuevo número dos está ya fagocitando la figura del número uno y lo hace con pleno consentimiento de éste.

Desde hace casi dos meses es Rubalcaba quien, sin excepciones, aparece ante la opinión pública como el hombre que lleva las riendas. Él explica las estrategias económicas, afronta los conflictos exteriores, organiza la acción de los ministros, imparte órdenes y presenta las iniciativas más importantes de cada departamento.

La prueba definitiva de su absoluto protagonismo se manifestó hace una semana cuando llegó a suplir al propio presidente dando la cara en un momento decisivo -explicar a la ciudadanía una medida tan extraordinaria como es decretar el estado de alarma en el país- que parecía reservado en exclusiva al jefe del Ejecutivo.

En Moncloa, las fuentes consultadas se reparten a la hora de interpretar estos movimientos: de un lado, se encuentra el bando que califica al vicepresidente y a alguno de sus más destacados apoyos -el director del gabinete de Zapatero, José Enrique Serrano, es el principal- de auténticos «halcones» que no dudan en controlar el poder. En ese lado de la balanza se encuentran algunos de los que fueron más firmes defensores de De la Vega, la predecesora de Rubalcaba, y que lógicamente se sintieron contrariados con su sustitución.

En la posición opuesta se colocan quienes, sin restarle ambición al nuevo vicepresidente, aseguran que «jamás dirá no» a lo que le pida Zapatero, e insisten en que la fidelidad de Rubalcaba al jefe del Gobierno es «a prueba de bomba». José Bono y el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Bernardino León, se encuentran entre ellos.

Tanto en uno como en otro bando aumentan los que ya ven en Rubalcaba al claro sucesor. Fuentes muy próximas al presidente puntualizan que es un «error» atribuir a Zapatero la etiqueta de «hombre acabado» y añaden que él será quien, en persona y con detalle, planifique su propio final, manejando los tiempos cuidadosamente para lograr el máximo efecto.

Por el momento, añaden, «quiere demostrar con hechos que sigue vivo, pero al mismo tiempo pretende que se sepa que hay dos o tres a su lado que también lo están y que, por tanto, hay relevo».

Cuando se pregunta si entre esos «dos o tres» despunta el nombre de Rubalcaba, la respuesta es: «Evidentemente, sí». Es más, las fuentes añaden que el presidente, tras seis años de Gobierno, no tiene ninguna duda de que Rubalcaba es el único que puede dibujarse con toda claridad como «una figura diferente a él», cosa que no sucedía con María Teresa Fernández de la Vega.

Un miembro destacado del gabinete del presidente argumenta: «Rubalcaba, desde su primera intervención como vicepresidente, ha demostrado que lo suyo es jugar en primera división».

Los planes últimos de Zapatero no los conoce nadie aún, salvo probablemente el propio Rubalcaba, a quien el jefe del Gobierno ha decidido dar todas las facilidades para que despliegue sin cortapisas su poder, y el vicesecretario general del PSOE, José Blanco.

Al vicepresidente, de hecho, no le faltan apoyos en La Moncloa, hasta el punto de que la cúpula tiene ahora los vértices que a él le convienen: José Enrique Serrano y Ramón Jáuregui.

El primero, cabeza pensante y conocedor experto de los entramados del poder, y el segundo, hombre fiel, de espíritu dialogante e imagen amable, dispuesto a ejercer de mediador con talante ante una opinión pública cada vez más descontenta y unas fuerzas parlamentarias cada día más levantiscas. La cúspide del triángulo es Rubalcaba.

Y mientras tanto, Zapatero se desdibuja y parece un personaje cada vez más lejano, tanto para los ciudadanos como para el propio partido. En los medios de comunicación, que actúan de canal entre el Gobierno y la opinión pública, cotizan al alza los pronunciamientos del vicepresidente primero, en tanto que los de Zapatero empiezan a considerarse prescindibles.

Dentro de la Moncloa, a Rubalcaba se le adjudica ya el papel de «conductor» del Gobierno; a Serrano, el de «motor de arranque» de las iniciativas y a Jaúregui, el de «correa de transmisión» con las fuerzas parlamentarias, esencialmente el PNV, que es ahora el apoyo básico del Ejecutivo en el Congreso.

1 comentario:

  1. Despés de decir que se íba de la política (mentira como siempre), ahora se hace querer, y encima le auguran ser el sucesor, del talante con taras. Pues nada, ahora ya las mentiras tendrán otro talante más alto si cabe.
    No nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).

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