martes, 10 de julio de 2012

Rosa Díez: "Si queréis, podemos resistir y podemos ganar"









Hace 15 años ETA secuestró y - unos días después - asesinó a Miguel Ángel Blanco, concejal del Partido Popular en Ermua. Aquel crimen bárbaro movilizó como nunca a la sociedad española, que compartió el sufrimiento y la angustia de su familia, amigos y compañeros y los transformó en acción política: los ciudadanos se echaron a la calle con la firme voluntad de resistir y de vencer. Aquella movilización social permitió, primero, un sentimiento de comunidad sin precedentes en un país tan dividido como España; y, segundo, empujó a los partidos mayoritarios - siempre remisos a ejercer el liderazgo - a firmar el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y elaborar la Ley de Partidos, los instrumentos políticos y legales más fructíferos en la lucha contra ETA.

Quince años después, aquel sentimiento de comunidad y aquella voluntad política se han desvanecido. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero traicionó a los españoles con una negociación vergonzosa con los terroristas. El Partido Popular mantuvo una actitud crítica que hacía suponer que cambiarían de dirección al llegar al poder, pero no ha sido así. El PP se ha sumado al “nuevo tiempo”: se ha negado a instar la ilegalización de Bildu y Amaiur, como pedía Unión Progreso y Democracia; ha puesto en marcha un plan de reinserción que altera la política penitenciaria llevada a cabo hasta ahora (hoy mismo informa el diario El Mundo de la redención de condenas propuesta por Interior a algunos asesinos acogidos a la llamada “vía Nanclares”); y ha mantenido la politización del Tribunal Constitucional, que explica por qué ETA está hoy en las instituciones. En el País Vasco, la esperanza que se abrió con el gobierno de PSE y PP se ha cerrado con un rotundo fracaso: nada esencial ha cambiado, ni siquiera la política lingüística discriminatoria impuesta por el nacionalismo durante décadas. Socialistas y populares no se han atrevido a tocar el régimen intervencionista instaurado por el PNV, un régimen excluyente que prima lo identitario sobre cualquier otra consideración y que reconviene al terrorismo con la boca pequeña mientras recoge las nueces a dos manos. Parafraseando a Churchill, PP y PSE eligieron el deshonor para mantener el poder y ahora, según las encuestas, tendrán el deshonor y perderán el poder. Entre tanto, ETA, que estaba moribunda gracias a la ley, la acción policial y a muchos jueces, renueva su chantaje y su amenaza. Toda la verborrea de sus panfletos se resume en un mensaje simple: “si no hacéis lo que queremos, volveremos a matar”.

De este panorama se podría desprender que todo está perdido, pero no es así. La gran mentira que nos han querido vender desde el poder es que la batalla había terminado y que habíamos ganado. Ni la hemos ganado, ni la batalla ha terminado. Y, por tanto, nada está perdido. Ahora, como hace quince años, es el momento de la resistencia democrática. El gobierno y los partidos mayoritarios cuentan con que nadie hará nada, con que el espíritu de Ermua caducó y con que, en realidad, a poca gente le importa ya el resultado de la batalla contra el terrorismo. El pasado 30 de junio se celebró en Vitoria una asamblea de afiliados de UPyD con motivo de la elección de los cabezas de lista y de Gorka Maneiro como candidato a lehendakari de cara a las próximas elecciones autonómicas. Como afiliada vasca del partido acudió Rosa Díez, portavoz en el Congreso de los Diputados. Pidió la palabra e improvisó una intervención en la que explicó el valor de la resistencia democrática, dejando claro que hay personas que no van a darse por vencidos. El suyo fue un llamamiento a la acción y contra la indiferencia. Ni en el País Vasco ni en España han fracasado el constitucionalismo, la democracia ni la lucha por la libertad, sino las personas y partidos que deberían haberlos liderado. Ahora, como en 1997, la sociedad tiene la posibilidad de obligarlos a hacer lo correcto.

Sábado 14 de Julio a las 12h. En la Plaza del Arca de Vitoria, acto público con Gorka Maneiro y Rosa Díez.

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