6 de Marzo de 2011 - 11:22:41 - Luis del Pino / Libertad Digital
Editorial del programa Sin Complejos del domingo 6/3/2011
Accedió al cargo de Ministro de Interior después de una masacre terrorista que le costó el puesto a su antecesor, pero ya anteriormente había trabajado en otros ministerios. En total, veinte años en distintos puestos ministeriales, en dos etapas distintas.
Como Ministro de Interior, se jactaba de saberlo todo de todos. No en vano controlaba, a través de la policía, las llamadas telefónicas, los mensajes de Internet o el correo. Las fuerzas de seguridad monitorizaban, por medios legales o ilegales, todas las comunicaciones de personajes relevantes o de simples ciudadanos, para controlar cualquier disidencia o para utilizar la información en caso necesario.
Formaba parte del gobierno en la época más negra de la política del país, en la que no faltaron los asesinatos extrajudiciales y los episodios de tortura.
Está acusado de haber detenido ilegalmente a militantes de la oposición durante manifestaciones.
Se sospecha incluso de su participación en un falso atentado islamista, que el Gobierno habría utilizado en beneficio político propio.
Aún cuando teóricamente trabajaba a las órdenes del presidente, la impresión generalizada es que el hombre fuerte del régimen era él.
Pero ahora, todo eso se acabó: las revueltas vividas en Egipto durante el mes de enero se han cobrado, entre otras, la cabeza de Habib El Adly, todopoderoso Ministro de Interior egipcio durante los últimos catorce años. El 31 de enero, Hosni Mubarak le destituía como ministro, en un último y desesperado intento de aplacar la ira de los ciudadanos, aunque el gesto no le sirvió de nada, porque poco después tendría que abandonar el cargo también él.
Después de su cese, la Justicia egipcia presentó acusación formal contra el ex-ministro y otros tres ex-altos cargos por delitos de corrupción, le retiró el pasaporte y le congeló sus activos financieros.
Ayer sábado, un Habib El Adly vestido de presidiario se sentaba en El Cairo en el banquillo de los acusados, para responder de los cargos relacionados con las posibles prácticas corruptas durante su mandato.
Mientras espera que el juicio finalice, Habib El Adly pasa sus días entre rejas. Cuenta una web egipcia que hace no muchos días, el ex-ministro intentó abrir el grifo de su celda para beber agua, pero el grifo no funcionaba.
"Ahora lo arreglamos", le dijo uno de los guardias al que hasta hace no mucho era su máximo jefe. Pero pasó una hora y el agua seguía sin salir.
"En el Ministerio de Interior, cuando se decía "ahora", quería decir que las cosas sucedían en menos de cinco minutos", gritó un irritado Habib El Adly a sus carceleros.
"Pues eso ya se ha acabado", fue la respuesta.
Hace menos de tres meses, Habib El Adly lo era todo, lo sabía todo y lo podía todo. Y todos lo temían. Ayer, los manifestantes se agolpaban a las puertas del Palacio de Justicia de El Cairo para verle comparecer como acusado y para pedir que lo juzguen también por las violaciones de derechos humanos durante su mandato y por la brutal represión de las manifestaciones de enero. Mientras Habib El Adly respondía dentro de la sala a las acusaciones, los manifestantes solicitaban a gritos en la calle que lo ejecuten.
¿Qué pensará Habib El Adly, viendo hoy a la multitud pedir su cabeza? Pues no lo sé. Supongo que no podrá evitar una cierta sensación de resignación. Porque imagino que, en el fondo, el todopoderoso ex-ministro sabía perfectamente que, antes o después, todos los agraviados terminan pasando sus facturas al cobro.
"Sic transit gloria mundi", dice la locución latina. Así se esfuman las glorias mundanas.
Esto, no se, pero parece que me suena a algo cercano.
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