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CARMEN REMÍREZ DE GANUZA / Gijón / El Mundo
Enviada especial
Y es que el acto de ayer tenía dos objetivos: sacar pecho frente al todavía favorito en las encuestas, y dar nombre definitivo, tantas veces olvidado por el propio Rajoy, a la nueva y aún desconocida cara electoral. Claro que, para no volver a equivocarse, el presidente del PP obvió el todavía escurridizo apellido, Pérez Espinosa: «Isabel tiene garra, tiene fuerza, tiene el apoyo del PP, y el mío, tiene el mío personal».
El primero de los objetivos lo cumplió sin nombrar en ningún momento al que durante tantos años fue su compañero en el Gobierno de Aznar y su secretario general en el partido. Pero no le hizo falta. Todo el mundo entendió que se refería a Cascos cuando dijo: «Se acabaron las marchas atrás, eso ya no existe. Nosotros estamos en el futuro, y el futuro es el cambio: un Gobierno del PP aquí y en España». De esta manera no sólo asociaba a Cascos con el pasado sino que subrayaba el localismo de su aventura política, frente a la mejor defensa de los intereses asturianos por parte de un partido de ámbito nacional y europeo. Además, fue fácil traducir su «nadie puede hacer nada solo» como un desafío al personalismo de Cascos. Pero aún introdujo un cuarto mensaje, el del voto útil frente al PSOE: «La única garantía de cambio aquí y en España es el PP», afirmó. Y un quinto, especialmente aplicable desde Génova al perfil político de Cascos: «Queremos un Gobierno con el que nos podamos entender (desde La Moncloa), que sea moderado, que dialogue... Asturias necesita un Gobierno de gente normal». Por último, el hombre que desafió las encuestas en Asturias vino a recordar que su estrategia es no movilizar a la izquierda -lo que según su equipo podría haber ocurrido con Cascos- y, más aún, atraer al electorado desengañado del PSOE: «Éste es un partido grande, que está recibiendo, con los brazos abiertos, a los desencantados del socialismo... Aquí caben todos».
El general secretario, les va a fastidiar la victoria en Asturias al pp, son cosas que suelen pasar por malos entendimientos y mucha prepotencia.
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