lunes, 29 de marzo de 2010

Veinte años no es nada



29 de Marzo de 2010 - 10:54:29 - Luis del Pino
Entradilla al programa Sin complejos del domingo 28/3/2010:

Hoy se cumplen 20 años de aquel congreso que aupó a José María Aznar a la presidencia del Partido Popular, la formación que aglutina a la derecha española.

Iniciaba así el PP un viaje que habría de llevar a Aznar 6 años después a la Moncloa, tras haber fracasado sucesivamente en el empeño tanto Manuel Fraga como Antonio Hernández Mancha.

Como dice el tango, "20 años no es nada", pero hay que ver la de cosas que han pasado en este tiempo, tanto dentro del PP como en nuestra maltrecha patria.

José María Aznar cogió un partido dividido, incapaz de levantar la cabeza frente al polanco-felipismo, y lo transformó en una maquinaria electoral bien engrasada y aparentemente homogénea, capaz de poner contra las cuerdas a González en las elecciones de 1993, con una oposición a cara de perro; capaz de ganar por mayoría simple en 1996 y capaz de conseguir la mayoría absoluta en 2000.

Aznar cogió un país que no cumplía ninguno de los criterios necesarios para entrar en el euro y consiguió que España ingresara por méritos propios en la Unión Monetaria, con unos resultados superiores a los de la propia Francia.

Aznar llegó al poder con un país sumido en el descrédito de la corrupción y el crimen de estado, donde cada día nos desayunábamos con un nuevo escándalo, y consiguió normalizar relativamente la vida pública. Con lo que los españoles pudimos pasar de discutir sobre la corrupción a discutir sobre el papel de España en el mundo.

Aznar accedió a la Moncloa con un grave problema de terrorismo y contraterrorismo y supo aplicar la Ley, y sólo la Ley, hasta poner a ETA contra las cuerdas y asegurarse el respaldo de esa comunidad internacional que tantas veces nos había vuelto la espalda en nuestra lucha contra la banda que lleva 40 años asesinando españoles.

Cierto es que Aznar pudo tener sus fallos (¿quién no los tiene?), pero, echando la vista atrás, resulta espectacular el avance que España experimentó durante el tiempo en que Aznar estuvo pilotando la nave del PP.

Y en esto llegó el 11-M y con él el reflujo.

Y si espectaculares son los avances experimentados entre aquel año 1990 y 2004, no menos espectaculares son los retrocesos vividos desde que alguien, aún no identificado, volara cuatro trenes de cercanías, matando a 193 personas.

Si Aznar consiguió poner a ETA contra las cuerdas, la actuación del gobierno Zapatero ha conseguido revivirla. Y de nuevo son las víctimas y no los verdugos, las ignoradas por quienes tienen la obligación de protegernos y no lo hacen.

Si la corrupción dejó de ser con Aznar el tema principal de las portadas, ahora no hay día que no nos desayunemos con un nuevo escándalo que afecta a tal o cual partido, y el descrédito de la Justicia, de los partidos y en general de la política, ha vuelto a alcanzar cotas que no veíamos hace 14 años.

Si Aznar logró que entráramos en la Unión Monetaria por la puerta grande, Zapatero está a punto de conseguir que nos expulsen del euro por la puerta de servicio.

Y si Aznar hizo del PP un partido unido, fuerte y con criterio, los españoles nos vemos ahora sometidos a la maldición de contar simultáneamente con el peor gobierno imaginable y con la peor oposición posible.

Si tuviéramos que resumir gráficamente el cambio sufrido, podríamos decir que España ha pasado de poner las botas encima de la mesa de Bush a limpiarle los zapatos a Obama.

Éramos un país de tres al cuarto y Aznar consiguió que comenzáramos a creernos capaces de grandes cosas. Pero Zapatero se ha encargado de convertirnos otra vez, en sólo seis años, en un país de tres al cuarto, que invierte toda su energía en rozamiento interno, en lugar de emplearla en algo útil.

Sin embargo, como ya saben ustedes, lo mío es el optimismo patológico. Así que, en lugar de dejarme vencer por la nostalgia o por el derrotismo, permítanme que me quede con lo positivo.

Si la etapa de Aznar sirvió para demostrar algo, ese algo es que España y los españoles son, en efecto, capaces de hacer grandes cosas. Demostró que el nivel de España y de los españoles está muy por encima del nivel medio de su clase política. Demostró que España y los españoles atesoran unas energías creativas y una capacidad de ilusión que tan sólo están esperando, para florecer, a que se den las condiciones adecuadas.

Lo cual quiere decir, por supuesto, que existe margen para la esperanza.

Yo no sé si mañana o pasado mañana surgirá otro Aznar que permita que los españoles podamos, de nuevo, levantar la cabeza para mirar con orgullo y esperanza hacia el futuro.
Pero lo que sí sé es que, cuanto más trabajemos, cuanto más perseveremos, antes se darán las condiciones necesarias para que eso suceda.

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