
ANTONIO RUBIO / Madrid 
El vicepresidente ha dirigido las estrategias contra quienes desvelaban trapos sucios del PSOE y el Gobierno

«Mi  ventaja es que yo sé todo sobre todos». De esa forma tan clara, directa  y contundente se dirigió Alfredo Pérez Rubalcaba -actual ministro del  Interior, portavoz del Ejecutivo y vicepresidente primero del Gobierno-,  a un magistrado del Tribunal Supremo cuando el representante judicial  le indicó que no estaba de acuerdo con la forma en la que estaba  llevando un delicado asunto jurídico desde su cargo de ministro del  Interior. El roce o enfrentamiento entre el ministro y el magistrado del  Alto Tribunal tuvo lugar antes del verano y ahora, simplemente, se  evitan.
Hoy, el ministro y vicepresidente del Gobierno se ha  convertido en el hombre mejor informado del país ya que controla los  tres principales servicios secretos de España: El Centro Nacional de  Inteligencia (CNI), la Policía y la Guardia Civil.
Rubalcaba  también fue un ministro muy bien informado y con mucho poder entre  diciembre de 1994 y marzo de 1996, cuando ejerció de portavoz del  Ejecutivo de Felipe González y de ministro de la Presidencia del  Gobierno y de Relaciones con las Cortes. Rubalcaba utilizó ese  conocimiento y poder que tenía sobre determinados miembros de las  Fuerzas de Seguridad del Estado para controlar e intentar anular a  algunos adversarios del PSOE y del Gobierno que habían provocado toda  una serie de revelaciones periodísticas y judiciales sobre los GAL,  Fondos Reservados y papeles del CESID, entre otros casos de corrupción y  guerra sucia.
Las personas y medios que destaparon todos  aquellos casos de corrupción tuvieron que soportar seguimientos,  controles, presiones y hasta ofertas millonarias para que desistieran de  sus planteamientos o se desdijeran de sus revelaciones. Entre las  personas presionadas se encontraban José Amedo, Michel Domínguez, Juan  Alberto Perote, el magistrado Baltasar Garzón y el director de EL MUNDO,  Pedro J. Ramírez.
BENEGAS
'Txiqui', siempre en primera línea 
Para  llevar a cabo aquellas operaciones de acoso y derribo, Rubalcaba se  sirvió -según las revelaciones y documentación que obra en poder de este  periódico- de los conocimientos y contactos de Txiqui Benegas,  que en aquella época era el Secretario de Relaciones Políticas e  Institucionales del PSOE, y de dos funcionarios del Estado: Carlos  Rubio, entonces inspector jefe en Barcelona, y Emilio Jambrina, teniente  coronel y jefe de operaciones especiales del antiguo Centro Superior de  Información de la Defensa (CESID), hoy Centro Nacional de Inteligencia  (CNI).
La táctica para afrontar aquellos nefastos momentos, tal como reconoce el propio Rubalcaba en el libro La memoria recuperada, de la periodista María Antonia Iglesias, consistió en que Txiqui  Benegas, como representante del PSOE, y él mismo, como cabeza visible  del Gobierno, se coordinaban y unían esfuerzos para minimizar el tsunami  con el que se encontró Felipe González. Rubalcaba recuerda que «existía  una buena coordinación con el Partido, a través, básicamente, de Txiqui Benegas».
Más adelante, el actual vicepresidente también rememora que «cuando había que echar una mano, Txiqui  estaba en primera línea […] era mi homólogo y con el que hablaba casi  todos los días». Rubalcaba reconoce que «era tanta la presión externa,  que nuestras peleas internas quedaban minimizadas […] y era tan fuerte  el aguacero que la gente cerró filas, en el mejor sentido de la  expresión y a la hora de trabajar».
Txiqui Benegas, tal  como reveló EL MUNDO los pasados 27 y 28 de septiembre, ofreció a  finales del año 1995 al ex subcomisario José Amedo 600 millones de  pesetas (3,6 millones de euros) por desdecirse de sus revelaciones  judiciales y periodísticas de diciembre de 1994, en las que implicaba en  toda la trama de los GAL a miembros del Gobierno de González y a altos  dirigentes del PSOE.
Benegas desmintió, mediante carta, esa  información, pero Amedo confirmó los hechos y los documentos que están  en poder de este periódico indican que el dirigente socialista llevó a  cabo los ofrecimientos económicos a través de un intermediario llamado  Joaquín Abascal. El tal Abascal, que cobró un 10% por sus gestiones,  todavía no ha desmentido las informaciones de EL MUNDO, ni que sea suya  la voz que se escucha en unas cintas magnetofónicas que reproducen una  serie de conversaciones con Benegas y Amedo.
AMEDO
Cobró 35 millones del PSOE
Además,  Amedo mantiene que el propio Benegas le hizo el siguiente ofrecimiento  en un chalé del pueblo madrileño de Villanueva de la Cañada: «Cambias tu  declaración, te cargas a Pedro J. y a Garzón, te damos el indulto y te  resolvemos la vida». Amedo, finalmente, cobró entre enero y febrero de  1996 unos 35 millones de pesetas (211.000 euros) de las arcas del PSOE,  pero no cambió sus primeras declaraciones inculpatorias.
En  aquel mismo chalé, siempre según la versión de Amedo, un intermediario  del ex policía recibió una nueva oferta para que su representado  asumiera la desaparición y muerte de los presuntos etarras José Lasa e  Ignacio Zabala. Esa última reunión, según las informaciones del ex  subcomisario, tuvo lugar a finales de 1995 y entre los presentes estaban  el propio Benegas, el general Rodríguez Galindo (que posteriormente fue  condenado por las muertes), un abogado del PSOE y Alfredo Pérez  Rubalcaba. El actual ministro del Interior envió una carta a EL MUNDO  desmintiendo tales afirmaciones y calificó a Amedo de «delincuente».
Tras  las declaraciones judiciales de Amedo y Domínguez, diciembre 1994, ante  el magistrado Baltasar Garzón -que había dejado la política y había  regresado a su juzgado de la Audiencia Nacional-, la maquinaria del PSOE  y del Gobierno, coordinada por Txiqui Benegas y Alfredo Pérez Rubalcaba, se puso en marcha.
Amedo  y Domínguez también señalaron dentro de la trama de los GAL a Ricardo  García Damborenea, dirigente de los socialistas vascos, y a Julián  Sancristóbal, ex director de la Seguridad del Estado. Posteriormente  Damborenea declaró ante el juez que en La Moncloa se creó una «especie  de directiva» para «controlar el caso y tomar las medidas convenientes» y  que estaba formada por Felipe González, Narcís Serra, Txiqui Benegas, Juan Alberto Belloch y Alfredo Pérez Rubalcaba.
CARLOS RUBIO
El comisario dirige la 'operación Veritas' contra Garzón 

En el plan de acoso y derribo, diseñado por ese 
gabinete de crisis  contra los supuestos adversarios del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba  cumplía el papel de cabeza pensante. Él analizaba y dirigía, mientras  que Benegas se encargaba de ejecutar sus planes. La simbiosis entre  ambos funcionó a la perfección.
Uno de los primeros trabajos que  Rubalcaba encargó al entonces ministro de Justicia e Interior, Juan  Alberto Belloch, fue que intentara anular al juez Baltasar Garzón  buscando los puntos más vulnerables del que fuera número dos del PSOE  por Madrid en las elecciones generales de 1993.
Para llevar a  cabo esa operación se desplazó desde Barcelona a Madrid, en secreto, el  inspector jefe Carlos Rubio al mando de un grupo de policías de su total  confianza. Una vez en la capital los agentes elaboraron un informe  contra el juez Garzón y otros políticos y periodistas que recibió el  nombre en clave de operación Veritas.
Una «Nota  Informativa» interna de la Policía, clasificada con el número 51 y  revelada por este periódico en febrero de 1995, decía: «Un reducido  grupo de policías, junto a confidentes y conocidos relacionados con el  narcotráfico […] se organiza con el fin de corromper y consecuentemente  controlar a determinados jueces, políticos, empresarios e incluso a  algunos periodistas».
El informe también recoge que «uno de  los jueces a los que consiguen corromper es a Baltasar Garzón,  conocedores de su obsesión por las mujeres, por aparentar y por la buena  vida […] se le introduce en orgías donde puede disfrutar de dos y hasta  tres mujeres, se consume droga […] y se hacen filmaciones en vídeo  aprovechando el estado de ánimos desenfadados de los participantes».
Ese  informe, en el que dos súbditas marroquíes indicaban que habían  mantenido relaciones sexuales con Garzón, fue trasladado al Juzgado de  Instrucción número 46 de Madrid, que abrió las diligencias secretas  7.214. Posteriormente se demostró que todo era un montaje para eliminar  profesionalmente al magistrado, que tras su abandono de la política  había reactivado el caso de los GAL.
El inspector jefe Rubio,  que en más de una ocasión se ha jactado antes sus compañeros de ser  amigo de Rubalcaba, volvió a la Ciudad Condal, ascendió de categoría y  fue nombrado comisario jefe de la Brigada Provincial de la Policía  Judicial de Barcelona. Su carrera meteórica prosiguió y en 2005 fue  nombrado jefe superior de Cantabria, lugar de nacimiento de Rubalcaba.  Dos años más tarde, cuando el actual vicepresidente ya era ministro del  Interior, el comisario ascendió a jefe superior de la Comunidad  Valenciana.
El 31 de julio de 2008, cuando todo el mundo se  iba de vacaciones, Rubio se hizo cargo de la Jefatura Superior de  Policía de Madrid. Cuando el juez Garzón supo que su controlador  había ascendido a jefe de Madrid juró en arameo y en otras muchas  lenguas. Recientemente, Rubio ha dejado su cargo como jefe superior de  Madrid y ha sido fichado por el Banco Santander para su estructura de  seguridad, «ganando 240.00 euros anuales», según confirmó Alfredo  Perdiguero, secretario provincial de la Unión Federal de Policías (UFP).
Se  da la circunstancia de que poco después de que Carlos Rubio fuera  nombrado jefe superior de Policía de la Comunidad Valenciana las  investigaciones sobre el caso Gürtel se incrementaron. También  ocurrió algo parecido con esas investigaciones cuando Rubio fue  ascendido desde jefe de Valencia a jefe de Madrid.
JAMBRINA
EL hombre de Rubalcaba en el CESID 
Y  tras el ex policía Amedo y el juez Garzón le llegó el turno al entonces  coronel Juan Alberto Perote, jefe de la Agrupación de Operaciones y  Misiones Especiales del CESID. Perote, que fue acusado de sustraer  documentos clasificados del centro, denunció que en los GAL también  habían participado directa e indirectamente los servicios secretos, que  el sello reivindicativo de los grupos parapoliciales se mandó hacer en  las dependencias del centro y que algunos miembros de La Casa,  como se conocía popularmente a las dependencias centrales de los espías,  habían actuado de manera irregular contra ETA. Según Perote, el  comandante Emilio Jambrina fue uno de los que supervisó y clasificó las  notas informativas sobre la guerra sucia contra ETA.
Jambrina  también fue señalado por sus ex compañeros en el CESID como uno de los  jefes que estuvo al tanto de la preparación y puesta en marcha de lo que  se llamó operación Menguele u operación Shuto, que  consistió en la aplicación de un anestésico a unos mendigos para más  tarde estudiar los efectos y llevar a cabo en el sur de Francia el  secuestro del dirigente etarra Josu Ternera.
Emilio  Jambrina, que en la actualidad ya tiene el grado de coronel y se  encuentra destacado en una embajada en Sudamérica, también fue señalado  por EL MUNDO en febrero de 1995 como el jefe del CESID que recibió el  encargo del Gobierno de Felipe González de buscar un grupo de los  servicios especiales de la Guardia Civil para que asumiera, a cambio de  dinero y refugio en otro país, que los GAL eran la continuación del  Batallón Vasco Español (BVE) y que fue montado en la época en que Adolfo  Suárez era presidente del Gobierno.
Jambrina se querelló  contra este periódico por esa y otras informaciones sobre su persona y  varios asuntos turbios que llevó cuando era jefe de Operaciones  Especiales. La Justicia siempre dictaminó que las informaciones de EL  MUNDO eran veraces.
En 1995, mientras Benegas le ofrecía 600  millones a Amedo y el comisario Rubio montaba una operación de  desprestigio contra Garzón, Jambrina y el entonces ministro de la  Presidencia y portavoz del Gobierno se veían con cierta regularidad en  Madrid. Sus encuentros se llevaron a cabo en el pub Seis Peniques, en la  calle Estébanez Calderón, detrás del Ministerio de Defensa, y en unos  apartamentos que utilizaba el CESID como cobertura, situados entre las  calles Orense y Capitán Haya. A algunos de esos encuentros también  asistió Benegas. Los servicios secretos todavía tienen pruebas de aquellos momentos y de los temas que allí se trataron.
Se  da la circunstancia de que en plena campaña electoral de las generales  de marzo de 1996, el entonces general Félix Miranda, director del CESID,  fue destituido de su cargo porque mantuvo un serio enfrentamiento con  el ministro de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba (Ver EL MUNDO del  18 de marzo de 1996).
En enero de 1997, Perote presentó una  denuncia ante el fiscal general por filtración de documentos internos  contra su persona y argumentó que en mayo de 1995 el CESID montó una  campaña de difamación contra él con informes falsos que había elaborado  el coronel López Fernández, que en aquellos momentos era el jefe de  Jambrina. Perote fue más lejos e indicó que esos documentos llegaron  hasta la revista Tiempo y el diario El País a través de Jambrina y otros miembros de los servicios secretos.
SANCRISTÓBAL
TVE entra en la cárcel 
Amedo,  Perote, Garzón, Pedro J. y EL MUNDO. Todos los objetivos y enemigos del  Gobierno han sido perfectamente señalados y atacados tanto por  Rubalcaba como por Txiqui Benegas. Ahora era el turno de Julián  Sancristóbal y de los servicios informativos de TVE. El ex director de  la Seguridad del Estado estaba en la cárcel porque había sido señalado  por Amedo como parte de los GAL. Él, a su vez, había elevado el listón y  marcado al ex ministro del Interior José Barrionuevo y al ex secretario  de Estado Rafael Vera como responsables de la guerra sucia contra ETA.
En  enero de 1995, Sancristóbal estaba agobiado. Entonces recibió el  mensaje de que tenía que dar un paso atrás, escuchó el aviso y dio el  visto bueno para que las cámaras lo grabaran diciendo que todo era una  conspiración del juez Garzón, que quería «presionar y derribar al  presidente Felipe González».
Sancristóbal, incluso, indicó que  detrás de todo aquella trama había otros personajes: «Espero que en  esta trama haya algún juez que pueda investigar y poner de manifiesto  quién es el señor Z [en el organigrama de los GAL, Garzón colocó una X  en la cabeza de los grupos parapoliciales] que ha movido esta  conspiración». Ese comentario del ex director de la Seguridad del Estado  sobre el «señor Z» iba dirigido al director de EL MUNDO, Pedro J.  Ramírez.
Detrás de la exclusiva de TVE estaba Alfredo  Pérez Rubalcaba, que a partir de aquel día fue bautizado entre la  profesión periodística con el apelativo de «el jefe mediático de los  GAL». La directora de los servicios informativos de TVE en aquella época  era María Antonia Iglesias.
JAVIER BLEDA
Señala a Pérez Rubalcaba 
La  figura de Alfredo Pérez Rubalcaba siguió apareciendo en fechas  posteriores a todos los sucesos narrados hasta ahora. En marzo de 1998  Javier Bleda, que había sido director del diario Ya cuando el ex  abogado Emilio Rodríguez Menéndez era su propietario, le manifestó al  difunto Antonio Herrero en la cadena Cope que detrás del montaje del  vídeo sexual contra Pedro J. Ramírez estaba Rafael Vera, que «era el  contacto con el Estado Mayor».
Más adelante el periodista, que  trabajaba para Rodríguez Menéndez y otros, confesó que el objetivo era  desacreditar al director de EL MUNDO porque «era uno de los baluartes  que había contra el tema de los GAL». Entonces Antonio Herrero preguntó a  Bleda: «¿Por qué decía usted que el señor Pérez Rubalcaba estaba al  tanto de todas esas cosas, si usted no ha estado nunca con Rubalcaba?» Y  el periodista respondió: «No, yo no he estado nunca con Rubalcaba, pero  tengo dos datos. Primero, que en consejo de administración (se refería  al del diario Ya) delante de veintitantas personas, Emilio  Rodríguez Menéndez lo contaba y decía: 'Me ha puesto Rafael Vera en  contacto con Pérez Rubalcaba y ya nos van a dar el dinero'».
A continuación, Bleda desarrolló el segundo dato que establecía una línea directa con Rubalcaba: «Poco antes de mi salida del Ya  colocaron de director a Juan de Justo, secretario de Rafael Vera en  Interior y que según el sumario repartía los fondos reservados. Entonces  Juan de Justo me dijo que había que hacer una auditoría porque si  queríamos que el PSOE entrase en el periódico, que como iba a tener una  reunión con Pérez Rubalcaba, que le había dicho que necesitaba llevar  una auditoría».
El libro La memoria recuperada de María  Antonia Iglesias es un excelente trabajo que nos permite recuperar  momentos de aquellos tensos, duros, oscuros y sucios años. En la página  681, el actual vicepresidente del Gobierno, portavoz del Ejecutivo y  ministro del Interior recuerda que «fue una época muy convulsa, y muchos  comportamientos de aquella época tienen más que ver con individuos  saltando en busca de un salvavidas que con malvados».
Y  sentencia el químico Alfredo Pérez Rubalcaba: «Yo creo que di la cara  todo lo que tenía que darla, cumplí con mi conciencia y he hecho una  especie de paréntesis. Hay cosas que se me han ido olvidando».