lunes, 11 de febrero de 2013

El sacerdote de las víctimas






Autor: Arzobispado castrense


BÁRBARA BARÓN 21/01/2013

 Corrían los años 80, los asesinados por ETA se contaban por decenas 
al mes y la mayor parte de la sociedad vasca no se inmutaba al ver el 
cuerpo de un policía con un tiro en nuca.

Los obispos de entonces no hicieron mucho por aliviar el sufrimiento 
de las víctimas. Mujeres, padres e hijos tenían que enterrar a sus seres 
queridos de forma casi clandestina. En las misas jamás se nombraba 
la causa de la muerte y solo se pronunciaban las iniciales del fallecido
 (eso cuando se dignaban a oficiar una misa, que muchos curas, 
empezando por el arzobispo Setién, se negaban a oficiar funerales 
de policias y militares, pero perdía el culo por oficiar el de los etarras, 
cuando se daba el caso). Para muchos, el asesinato iba incluido en el 
sueldo.

En medio de esta situación vivió Javier Mendizabal. Era sacerdote en 
la iglesia de San Nicolás, en el Casco Viejo de Bilbao. Fue el único 
párroco que dio a las víctimas lo que hasta entonces se les 
había negado: dignidad.

Celebró los funerales de todos a los que los terroristas arrebataron 
su vida. Pronunció sus nombres completos y afirmó sin miedo que 
eran héroes. Y como tales los trató.

Esto fue más de lo que el obispo de Bilbao pudo soportar. Le 
apartó de su parroquia y le recluyó en su casa. Las víctimas 
reaccionaron pronto. La Policía, la Guardia Civil y el Ejército le 
acogieron y se convirtió así en el "Páter", en el que oficiaba todas las 
misas para estos Cuerpos.

Se le veía por los pasillos de las comisarías, con sotana, 
txapela y las condecoraciones al valor que se había ganado a pulso, 
siempre con una palabra de aliento y consuelo para los que no se 
atrevían a tender su uniforme en lugar visible por miedo a ser 
identificados y asesinados por la espalda.

Javier Mendizabal murió el viernes 18 de enero de 2013, en Bilbao. 
La parroquia de San José se llenó hasta los topes de gente que no ha 
olvidado que él fue el sacerdote de las víctimas. El que alzó la voz 
para denunciar lo que estaba pasando, para despreciar a los que 
asesinaban a inocentes, para ofrecer su hombro al que sufría por 
culpa del terrorismo. Un hombre generoso y valiente que dejó 
un recuerdo imborrable entre los que luchaban por España y por la 
Libertad en el Pais Vasco.

ETA está acabada, pero no debe desaparecer a cualquier precio. 
Muchos están intentando pervertir la palabra “víctima”. Igualar al 
que muere asesinado al que lo hace porque la bomba que iba a 
poner debajo del coche de un inocente estalla antes de tiempo.

Quizá la historia de este sacerdote sirva para no olvidar que no 
todos los muertos son iguales, nunca lo fueron.  Para recordar a cada 
hombre que dio la vida por defender la libertad. Para entregar a las 
víctimas lo que nunca les debió ser arrebatado: dignidad y justicia.

1 comentario:

  1. Yo también le conocí, era la "oveja negra" de la Iglesia vasca, era un hombre "raro" entre sus colegas de sotana, donde las ovejas blancas que dominaban el cotarro eran todos unos hijos de la gran puta; unos porque lo atestiguaban a diario con sus palabras y sus actos, otros porque callaban y se escondían.
    Lo raro es que le hayan dejado morir de viejo y no lo hayan asesinado los salvapatrias.
    Por si alguno de los que lo conocían no se enteró. D.E.P. Se lo merece.

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