domingo, 10 de febrero de 2013

«Entiendo que las víctimas penséis que soy un monstruo»


  • PEDRO SIMÓN JOAQUÍN MANSO MADRID
  • 10/02/2013 ESPAÑA/El Mundo


  • El cara a cara en prisión entre Trashorras y un herido en los atentados del 11-M

    El PSOE trata por todos los medios de impedir que el PP logre la recuperación económica, lo que le eternizaría en La Moncloa, y está dispuesto a emplear CUALQUIER MEDIO para impedirloSentados frente a frente a dos metros de distancia en sendas sillas, la escena tiene algo de duelo de western y de sesión de psicoterapia.

    No hay ni un elemento en la sala que distraiga de lo sustancial: los ojos que Suárez Trashorras baja a cada poco y la mirada que levanta Jesús Ramírez como un mástil.

    El hombre cuyos tímpanos reventó el 11-M viene a escuchar. El hombre atrapado entre hierros quiere liberarse. El hombre que ardió como una antorcha desea aliviar las quemaduras. El hombre que durante meses fue incapaz de escribir trae un cuestionario de preguntas elaboradas: lleva nueve años esperando y hoy se entrevista con el hombre que le destrozó la vida.

    -¿Puedes darme una razón para no detestarte?
    -Entiendo que penséis que soy un monstruo.
    La cita duró tres horas y tuvo lugar el 1 de febrero en el penal de El Dueso (Cantabria), con la misma filosofía de los encuentros restaurativos que el Gobierno habilitó con los terroristas de la vía Nanclares. Sentarse frente a frente -no de igual a igual- junto a mediadores profesionales y tratar de restaurar el daño.
    Los dos llevaban vaqueros y una camisa. Los dos se dieron la mano al inicio y encontraron un pez frío. No hay más cosas en común entre ellos: el minero condenado por vender los 200 kilos de explosivos con los que se cometió el mayor atentado de España y el funcionario de Hacienda que vio su vida truncada con la pirotecnia del horror en El Pozo.
    EL MUNDO ha reconstruido extractos de la conversación íntima de la mano de la víctima, Jesús Ramírez, que fue presidente de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo y que -como condición para su encuentro- exigió que el preso que está pagando 34.715 años de prisión no tuviera ningún beneficio por ello.
    La sala -cuenta- es un alarde de asepsia carcelaria, con las paredes de rosa suave. La temperatura es agradable. No hay ni un solo adorno. En el silencio referido pesan los 192 muertos de aquel día y los 1.843 heridos. Son las cinco de la tarde. Si existiera una ventana y la abriesen, escucharían el sonido del mar.
    Ramírez.- Hola.
    Trashorras.- Hola.
    [Se dan la mano]
    R.- Solicité este encuentro porque tengo numerosas preguntas para las que no tengo respuesta. He estado con muchos psiquiatras. Pero hay respuestas que sólo tienes tú.
    T.- Yo también tenía una necesidad. Me gustaría saber cómo estás.
    R.- [Jesús detalla el atentado] Me levanté a las 6.45 y fui a la estación. Cuando llegó el tren, subí a la segunda planta. Cuando me iba a sentar, se produjo una primera explosión. Luego se produjo una segunda. Ahí perdí el conocimiento... Cuando entró en el hospital, mi hija no me reconocía de las quemaduras que tenía...
    [Jesús para. Se pone a llorar].
    Sufrí lesiones en los oídos, en la columna, en las piernas, sufrí daños mentales importantes... Era incapaz de leer una línea ni de entender nada... El psicólogo me enseñaba seis cartas con frutas, me las tapaba y yo sólo recordaba el nombre de dos...
    T.- [Baja la cabeza] Lo siento. Muchas veces pienso en el dolor...
    R.- Una de las cosas que te queda es la sensación de que nada merece la pena y de que habría sido mejor que todo acabara allí [Jesús cayó en una depresión y aún sigue en tratamiento psiquiátrico].
    (...)
    R.- ¿Puedes darme una razón para no detestarte?
    T.- Entiendo que las víctimas penséis que soy un monstruo.
    R.- ¿Sabías que se iba a hacer un atentado?
    T.- No.
    R.- Vendiste 200 kilos de explosivos. ¿Qué esperabas que pasase?
    T.- No sabía que era para aquello. En Asturias se utiliza para muchas cosas. Pesca ilegal, tirar barrancos... Pensaba que a lo mejor la querían para Marruecos... Si hubiera sabido para qué era, no lo habría hecho.
    R.- ¿Piensas en las víctimas?
    T.- Tengo pesadillas. Hay noches en las que doy vueltas y vueltas y en la celda me dicen que pare. Tengo todos los recortes de los muertos y los leo cada poco. Libros, periódicos. Lamento el dolor, pero es algo con lo que tendré que vivir.
    R.- El daño que has cometido no hay forma de repararlo.
    T.- Lo sé. Hace un par de años, gracias a la ayuda de especialistas, fui consciente. No puedo dejar de pensar en el 11-M en cada momento, a cada rato. Todos los días se repiten.
    R.- Yo también estoy enredado en una cárcel, y mi cárcel es mucho más compleja que la tuya. Tú algún día saldrás de tu prisión, yo jamás. Yo tengo estrés postraumático. Duermo peor que tú.
    (...)
    R.- ¿Qué pensaste aquella mañana de los atentados?
    T.- Yo no me enteré hasta el día siguiente. Ese mañana me dije: 'A ver si va a tener que ver con lo mío'. A los tres días ya sí lo supe, cuando llamé a el Chino y me confirmó la que había armado. Ahí fue cuando se me vino el mundo encima.
    R.- ¿Tú en mi lugar perdonarías?
    T.- [Baja la cabeza]
    R.- Te vi allí. ¿Qué pensabas cuando viste a las víctimas en el juicio?
    T.- Iba hasta arriba de tranquilizantes, iba drogado, para no darme cuenta de nada. Porque uno no deja de pensar en las muertes.
    R.- ¿Qué relación tenías con los miembros de la banda?
    T.- [Trashorras tiene un discurso exculpatorio] Con el Chino y Zougam me iba de putas y cocaína. Por eso pensaba que no eran radicales. Porque no creo que ese sea el comportamiento de un musulmán... Es verdad que un día discutí con ellos. Hablando del 11-S en Morata, el Chino dijo: «Nosotros teníamos que hacer lo mismo aquí en España». Yo le salté con una cosa y nos liamos.
    R.- ¿Qué persona puede entrar en un tren y dejar una bomba?
    T.- [Baja la cabeza].
    (...)
    Cuando Jesús salga, Angelines encontrará más ligero al esposo y de bufanda le pondrá un abrazo.
    En El Dueso hay un preso que se queda y un prisionero que es libre. Escribir ahora que Jesús aún tiene metralla dentro no es una metáfora final. Escribir ahora que Jesús aún tiene metralla dentro es un dato médico: pequeños pedazos de aquel tren.
    T.- Perdón por haberte arruinado la vida. Perdón por haberte jodido. No quiero que me respondas, pero quiero que lo sepas. Y que le pidas perdón a tu mujer y a tus hijos.
    R.- No soy quién para perdonarte. Bastante tienes que no podrás perdonarte tú

    1 comentario:

    1. Otro bobo que paga lo de los de la kgb. Los golpes de estado siempre lo paga la gente del pueblo, en este caso, bobos como el trashorras, moros confidentes de las cloacas del estado, y afines.
      España no perdona lo imperdonable, espero que la justicia divina les pase factura, porque lo que es la terrenal, hace tiempo que pasó a mejor vida.

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