Año tras año. Lustro tras lustro. Década tras década. La izquierda abertzale, ETA y sus satélites han creado un colectivo que ha vivido inmerso en el odio, que entendía que la violencia era la vía, la única vía, para alcanzar sus objetivos, que justificaba y aplaudía los coches bomba que segaban la vida a hombres, mujeres y niños... Muchos años sembrando odio y violencia en los corazones de tantos y tantos jóvenes vascos y navarros, y que ahora está generando serios problemas a sus promotores. Porque esa actitud violenta que fomentaron se vuelve ahora contra ellos, contra los miembros de la izquierda abertzale que ahora tratan de separarse de los históricos métodos de sangre y fuego.
Ahora no toca. Ahora, los abertzales, que evitan siempre condenar la violencia o siquiera cuestionar mínimamente la crueldad de ETA, han apostado por apartarse. Pero tienen un serio problema: sus juventudes, aquellos cachorros adiestrados permanentemente entre pistolas, coches bomba, gasolina y cócteles molotov no cumplen las órdenes de «sus mayores». No son capaces de controlar su propia violencia.
Y los incidentes, hasta el momento de baja intensidad, han empezado a multiplicarse. Ni siquiera los nuevos galones políticos han logrado reconducir a las juventudes de la izquierda abertzale para que contengan ahora sus intenciones y sus habituales métodos violentos.
Los protagonistas de todos los incidentes no son precisamente recién llegados al movimiento radical, pero aun así no cumplen las instrucciones de sus superiores. Esta situación ha levantado temores en el seno de la izquierda abertzale, que no sabe muy bien cómo contener los ímpetus violentos de sus cachorros.
Cada vez temen más actuaciones en solitario, al margen de cualquiera de las consignas que les suministran. Y temen mucho, cada vez más, que en algunos de esos episodios incontrolados se produzca un grave altercado con resultados fatales.
Según analistas de la lucha antiterrorista consultados por este periódico, la izquierda abertzaleoficial está especialmente preocupada por la violencia de sus más jóvenes, a los que no pueden controlar y que empiezan a ejercer acciones de violencia por cuenta propia.
Las alarmas ya saltaron durante las huelgas generales convocadas por sindicatos nacionalistas en Navarra durante 2012 y 2013 (29M, 26S y 30M). En ellas, grupos especialmente jóvenes de la izquierda vasca radical protagonizaron incidentes de inusitada violencia contra hosteleros, comerciantes, trabajadores y mobiliario urbano, que los propios miembros de la izquierda abertzale no pudieron controlar.
La violencia de estos jóvenes se extendió a las fiestas de diversos barrios y pueblos monopolizados por los radicales vascos.
Preocupados por esta situación, la izquierda abertzale convocó el 16 de mayo en Pamplona una rueda de prensa en la que veladamente amenazaba a sus miembros íscolos de expulsarlos del movimiento popular. Concretamente, señalaron que si se detectaba la presencia de miembros de la izquierda abertzale en ataques radicales, sexistas y homófobos quedarían apartados y excluido de todas las actividades del colectivo, incluidas las herriko tabernas, bajeras, gaztetxes o peñas.
Los expertos en seguridad entienden que durante los últimos 30 años toda la expresión violenta en Navarra y el País Vasco ha estado acaparada por la izquierda abertzale. En el momento en el que ésta se aparta de ese camino violento, la gente que está en ese mundo sale por donde puede hacia grupos de extrema derecha o izquierda. Quedan elementos desorientados que comienzan a actuar por su cuenta.
Ahora no toca. Ahora, los abertzales, que evitan siempre condenar la violencia o siquiera cuestionar mínimamente la crueldad de ETA, han apostado por apartarse. Pero tienen un serio problema: sus juventudes, aquellos cachorros adiestrados permanentemente entre pistolas, coches bomba, gasolina y cócteles molotov no cumplen las órdenes de «sus mayores». No son capaces de controlar su propia violencia.
Y los incidentes, hasta el momento de baja intensidad, han empezado a multiplicarse. Ni siquiera los nuevos galones políticos han logrado reconducir a las juventudes de la izquierda abertzale para que contengan ahora sus intenciones y sus habituales métodos violentos.
Los protagonistas de todos los incidentes no son precisamente recién llegados al movimiento radical, pero aun así no cumplen las instrucciones de sus superiores. Esta situación ha levantado temores en el seno de la izquierda abertzale, que no sabe muy bien cómo contener los ímpetus violentos de sus cachorros.
Cada vez temen más actuaciones en solitario, al margen de cualquiera de las consignas que les suministran. Y temen mucho, cada vez más, que en algunos de esos episodios incontrolados se produzca un grave altercado con resultados fatales.
Según analistas de la lucha antiterrorista consultados por este periódico, la izquierda abertzaleoficial está especialmente preocupada por la violencia de sus más jóvenes, a los que no pueden controlar y que empiezan a ejercer acciones de violencia por cuenta propia.
Las alarmas ya saltaron durante las huelgas generales convocadas por sindicatos nacionalistas en Navarra durante 2012 y 2013 (29M, 26S y 30M). En ellas, grupos especialmente jóvenes de la izquierda vasca radical protagonizaron incidentes de inusitada violencia contra hosteleros, comerciantes, trabajadores y mobiliario urbano, que los propios miembros de la izquierda abertzale no pudieron controlar.
La violencia de estos jóvenes se extendió a las fiestas de diversos barrios y pueblos monopolizados por los radicales vascos.
Preocupados por esta situación, la izquierda abertzale convocó el 16 de mayo en Pamplona una rueda de prensa en la que veladamente amenazaba a sus miembros íscolos de expulsarlos del movimiento popular. Concretamente, señalaron que si se detectaba la presencia de miembros de la izquierda abertzale en ataques radicales, sexistas y homófobos quedarían apartados y excluido de todas las actividades del colectivo, incluidas las herriko tabernas, bajeras, gaztetxes o peñas.
Los expertos en seguridad entienden que durante los últimos 30 años toda la expresión violenta en Navarra y el País Vasco ha estado acaparada por la izquierda abertzale. En el momento en el que ésta se aparta de ese camino violento, la gente que está en ese mundo sale por donde puede hacia grupos de extrema derecha o izquierda. Quedan elementos desorientados que comienzan a actuar por su cuenta.
Estos malnacidos, por mucho que parezcan o aparenten lo que no sienten ni son, son lo que son, malnacidos.
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