Los restos investigados en la finca de Bretón eran de niños y no de animales
. Dos especialistas privados, dos antropólogos de reconocido prestigio han puesto fin al secreto mejor guardado por José Bretón. Los restos de la finca de Las Quemadillas son humanos.
La Policía no lo había conseguido. Su primer y único informe hablaba de que los huesos localizados en la finca de los padres de Bretón eran de animales. Y el imputado estaba logrando burlar a los investigadores. Ahora, los forenses privados dicen que son niños y acotan que incluso uno de ellos ronda los seis años, justo la edad que tenía Ruth, la hija mayor, cuando desapareció.
La Policía Científica concretó su informe el 10 de noviembre. Los restos fueron localizados el 10 de octubre, apenas dos días después de que desaparecieran los niños Ruth y José.
En aquellas fechas aún no se había producido ningún relevo policial, no se habían celebrado las elecciones generales y la Policía Científica estaba dirigida por uno de los hombres de confianza de Alfredo Pérez Rubalcaba, el comisario Miguel Ángel Santano.
La autora del estudio descartó con rotundidad que esos restos pertenecieran a Ruth y José, y en base a ello estuvo trabajando la Policía hasta que irrumpieron estos dos informes. Los nuevos peritajes han dado un giro de 180 grados a la labor policial sobre este caso.
Además de concretar datos precisos para inculpar a José Bretón, permite a la familia avanzar en un caso que estaba bloqueado y albergar esperanzas de que podrá enterrar a los niños.
En ambos informes se sostiene que los restos localizados en la finca son humanos. Ruth Ortiz, madre de los niños, pidió permiso a la Policía para encargar otro estudio sobre esos restos, que el juez autorizó. Así, el profesor titular de Medicina Legal del País Vasco, Francisco Etxeberria, concluyó el pasado 17 de agosto que los restos pertenecían a «seres humanos inmaduros».
El informe pericial apunta a que el progenitor habría construido un horno crematorio valiéndose de una chapa y de ladrillos para conseguir una temperatura de más de 800 grados centígrados con el fin de pulverizar los cuerpos de los dos pequeños y borrar
huellas
Tras recibir este informe, la propia Policía pidió un tercer informe a José María Bermúdez de Castro, «uno de los mejores expertos del mundo en antropología dental» que ha trabajado en los yacimientos de Atapuerca (Burgos), afirmó el ministro del Interior, Jorge Fernández, durante su comparecencia ante los medios de comunicación para explicar las enormes contradicciones entre los peritajes sobre los restos de Las Quemadillas. Bermúdez de Castro dictaminó el pasado día 22 que los restos corresponden a «al menos un niño de 6,22 años» con margen de error de edad de más o menos 43 días.
El juez ha ordenado nuevas diligencias para comprobar la veracidad de los dos últimos informes que son bastante coincidentes, y así concluir la investigación. «Ante la claridad y contundencia de ese informe de la Policía Científica», los agentes siguieron otras líneas de investigación, encaminadas siempre a buscar a los niños en la finca, «siempre en el mismo sitio», insistió el ministro. El profesor Etxeberria fue quien se ofreció a la familia de los niños desaparecidos para hacer un estudio. Presentó su informe el pasado 17 de agosto.
Ante la contradicción de estos dos informes, el ministro reveló que la Policía encargó un tercer estudio a José María Bermúdez de Castro.
Otro de los puntos coincidentes entre los dos informes de los antropólogos es que la temperatura que alcanzó la hoguera donde se encontraron los restos se situó en los 650 grados y pudo llegar a alcanzar los 800 grados, a lo que pudo contribuir, indicó el ministro, la existencia de una placa metálica. Ninguno de los informes alude a que esta temperatura puede destruir las pruebas de ADN. De confirmarse la veracidad de estos dos informes frente al inicial de la Policía Científica, el ministro dijo: «Estaríamos hablando de un error científico». «Nosotros no estábamos aún en el Ministerio», añadió a continuación sobre la fecha en la que se elaboró este informe policial.
Reveló que la Policía Científica ya ha elaborado un documento sobre el primer informe que firmó una perito de la Comisaría General. Defendió que la Policía nunca ha dejado de indagar sobre el paradero de los niños, que nunca creyó la versión de Bretón, y que desde el principio las sospechas se centraron en la finca familiar, de donde se pensó que «nunca habían salido» los pequeños. La cadena de custodia de los restos no se ha roto en ningún momento. Pese al peritaje realizado por la Policía, los huesos siguieron bajo su custodia, en Canillas. De hecho, el estudio del profesor Extxebarria se llevó a cabo en las propias dependencias policiales.
«Las investigaciones han sido múltiples, intensas y variadas», indicó el ministro que destacó que tras descartar que los restos hallados en la hoguera fueran humanos, la Policía siguió dos pistas telefónicas.
Una de ellas para reconstruir los lugares donde estuvo Bretón hasta su detención y otra sobre las diversas llamadas que hizo Bretón a una empresa estadounidense especializada en adopción de niños.
«No se trata de acusar a nadie, sino de aclarar la verdad de los hechos, no de depurar responsabilidades. En todo caso, cuando un científico hace un informe, lo hace con su buena voluntad». El ministro pidió «no adelantar acontecimientos», ya que aún tienen que aclararse las contradicciones de los tres informes en poder del juez. «Si un informe se equivoca, es un error científico», concluyó.
>Vea hoy en EL MUNDO en Orbyt el videoanálisis de Fernando Lázaro
LORENA CORREA HUELVA
28/08/2012
5
ESPAÑA
Frío, calculador y con un plan diseñado que, finalmente, no le ha valido de nada. Como en un macabro juego de falsas pistas, José Bretón ideó desde el principio un concienzudo diseño de trampas para desorientar a los investigadores. La primera pista falsa fue el fatídico 8 de octubre, cuando denunció que había perdido de vista a los pequeños mientras jugaban en el parque Cruz Conde de Córdoba. José Bretón, que había estado esa mañana en Huelva para recoger a sus hijos, nunca los llevó al parque, como demostraron las imágenes de las cámaras de seguridad. Es más, supuestamente a esa hora los pequeños ya estaban muertos y sus restos habían sido quemados en la finca familiar de Las Quemadillas, donde Bretón permaneció hasta las 17.36 horas.
Cuando salió de la finca, dejó en dos contenedores unas bolsas de basura, pero dio dos versiones diferentes. Por un lado, dijo que había tirado los objetos de los niños que estaban en su coche y, por otro, que era basura de casa de sus padres. La primera versión quedó descartada cuando los análisis determinaron que en el coche estaban los pañuelos y la botella de agua de Ruth con su ADN. Lo más inquietante es que se hallaron restos biológicos del pequeño José en una cinta americana con dos cuchillos y unas cuerdas. Según la Policía, esto se colocó con la intención de desviar la atención.
Sobre la hoguera encontrada en Las Quemadillas, aseguró que le sirvió para deshacerse de objetos de su mujer y de restos de animales que ella utilizaba como bióloga. La Policía Judicial siempre sospechó, porque las llamas alcanzaron 800 grados, una temperatura demasiado elevada para quemar objetos y que requiere horas de preparación.
En los días previos a su entrada en prisión viajó varias veces hasta Las Quemadillas porque era consciente de que los investigadores apuntaban hacia ese lugar para la resolución del caso. Bretón decía que se estaba encargando de regar y acondicionar las plantaciones de sus padres pero el suelo de la parcela estaba seco y la fruta esparcida.
Otro de los movimientos extraños fue la retirada de grandes cantidades de su cuenta bancaria en los días anteriores y posteriores a la desaparición. La hermana de José Bretón, Catalina, también retiró dinero aunque declaró que lo hizo a petición de su hermano. Además, Bretón contactó con varias agencias de adopción de EEUU para hacer ver que los niños podrían estar vivos.
Desde que entró en prisión el 21 de octubre, el presunto asesino ha continuado lanzando mensajes contradictorios valiéndose de su abogado, José María Sánchez de Puerta, y de los medios de comunicación.
El pasado diciembre, su abogado leyó una carta escrita desde la cárcel en la que Bretón agradeció la labor de la Policía en la búsqueda. «Quiero volver a ver sus caritas, escuchar decir a Ruth por las noches 'Papá, dame agua'», llegó a escribir. La última carta fue enviada a un medio de comunicación. El padre de Ruth y José insinuó que los niños estaban vivos, que alguien cuidaba de ellos y que querían hablar con él.
JOSÉ CABRERA FORNEIRO
28/08/2012 ESPAÑA
. Dos especialistas privados, dos antropólogos de reconocido prestigio han puesto fin al secreto mejor guardado por José Bretón. Los restos de la finca de Las Quemadillas son humanos.
La Policía no lo había conseguido. Su primer y único informe hablaba de que los huesos localizados en la finca de los padres de Bretón eran de animales. Y el imputado estaba logrando burlar a los investigadores. Ahora, los forenses privados dicen que son niños y acotan que incluso uno de ellos ronda los seis años, justo la edad que tenía Ruth, la hija mayor, cuando desapareció.
La Policía Científica concretó su informe el 10 de noviembre. Los restos fueron localizados el 10 de octubre, apenas dos días después de que desaparecieran los niños Ruth y José.
En aquellas fechas aún no se había producido ningún relevo policial, no se habían celebrado las elecciones generales y la Policía Científica estaba dirigida por uno de los hombres de confianza de Alfredo Pérez Rubalcaba, el comisario Miguel Ángel Santano.
La autora del estudio descartó con rotundidad que esos restos pertenecieran a Ruth y José, y en base a ello estuvo trabajando la Policía hasta que irrumpieron estos dos informes. Los nuevos peritajes han dado un giro de 180 grados a la labor policial sobre este caso.
Además de concretar datos precisos para inculpar a José Bretón, permite a la familia avanzar en un caso que estaba bloqueado y albergar esperanzas de que podrá enterrar a los niños.
En ambos informes se sostiene que los restos localizados en la finca son humanos. Ruth Ortiz, madre de los niños, pidió permiso a la Policía para encargar otro estudio sobre esos restos, que el juez autorizó. Así, el profesor titular de Medicina Legal del País Vasco, Francisco Etxeberria, concluyó el pasado 17 de agosto que los restos pertenecían a «seres humanos inmaduros».
El informe pericial apunta a que el progenitor habría construido un horno crematorio valiéndose de una chapa y de ladrillos para conseguir una temperatura de más de 800 grados centígrados con el fin de pulverizar los cuerpos de los dos pequeños y borrar
huellas
Tras recibir este informe, la propia Policía pidió un tercer informe a José María Bermúdez de Castro, «uno de los mejores expertos del mundo en antropología dental» que ha trabajado en los yacimientos de Atapuerca (Burgos), afirmó el ministro del Interior, Jorge Fernández, durante su comparecencia ante los medios de comunicación para explicar las enormes contradicciones entre los peritajes sobre los restos de Las Quemadillas. Bermúdez de Castro dictaminó el pasado día 22 que los restos corresponden a «al menos un niño de 6,22 años» con margen de error de edad de más o menos 43 días.
El juez ha ordenado nuevas diligencias para comprobar la veracidad de los dos últimos informes que son bastante coincidentes, y así concluir la investigación. «Ante la claridad y contundencia de ese informe de la Policía Científica», los agentes siguieron otras líneas de investigación, encaminadas siempre a buscar a los niños en la finca, «siempre en el mismo sitio», insistió el ministro. El profesor Etxeberria fue quien se ofreció a la familia de los niños desaparecidos para hacer un estudio. Presentó su informe el pasado 17 de agosto.
Ante la contradicción de estos dos informes, el ministro reveló que la Policía encargó un tercer estudio a José María Bermúdez de Castro.
Otro de los puntos coincidentes entre los dos informes de los antropólogos es que la temperatura que alcanzó la hoguera donde se encontraron los restos se situó en los 650 grados y pudo llegar a alcanzar los 800 grados, a lo que pudo contribuir, indicó el ministro, la existencia de una placa metálica. Ninguno de los informes alude a que esta temperatura puede destruir las pruebas de ADN. De confirmarse la veracidad de estos dos informes frente al inicial de la Policía Científica, el ministro dijo: «Estaríamos hablando de un error científico». «Nosotros no estábamos aún en el Ministerio», añadió a continuación sobre la fecha en la que se elaboró este informe policial.
Reveló que la Policía Científica ya ha elaborado un documento sobre el primer informe que firmó una perito de la Comisaría General. Defendió que la Policía nunca ha dejado de indagar sobre el paradero de los niños, que nunca creyó la versión de Bretón, y que desde el principio las sospechas se centraron en la finca familiar, de donde se pensó que «nunca habían salido» los pequeños. La cadena de custodia de los restos no se ha roto en ningún momento. Pese al peritaje realizado por la Policía, los huesos siguieron bajo su custodia, en Canillas. De hecho, el estudio del profesor Extxebarria se llevó a cabo en las propias dependencias policiales.
«Las investigaciones han sido múltiples, intensas y variadas», indicó el ministro que destacó que tras descartar que los restos hallados en la hoguera fueran humanos, la Policía siguió dos pistas telefónicas.
Una de ellas para reconstruir los lugares donde estuvo Bretón hasta su detención y otra sobre las diversas llamadas que hizo Bretón a una empresa estadounidense especializada en adopción de niños.
«No se trata de acusar a nadie, sino de aclarar la verdad de los hechos, no de depurar responsabilidades. En todo caso, cuando un científico hace un informe, lo hace con su buena voluntad». El ministro pidió «no adelantar acontecimientos», ya que aún tienen que aclararse las contradicciones de los tres informes en poder del juez. «Si un informe se equivoca, es un error científico», concluyó.
>Vea hoy en EL MUNDO en Orbyt el videoanálisis de Fernando Lázaro
Las trampas que diseñó un hombre calculador
.Frío, calculador y con un plan diseñado que, finalmente, no le ha valido de nada. Como en un macabro juego de falsas pistas, José Bretón ideó desde el principio un concienzudo diseño de trampas para desorientar a los investigadores. La primera pista falsa fue el fatídico 8 de octubre, cuando denunció que había perdido de vista a los pequeños mientras jugaban en el parque Cruz Conde de Córdoba. José Bretón, que había estado esa mañana en Huelva para recoger a sus hijos, nunca los llevó al parque, como demostraron las imágenes de las cámaras de seguridad. Es más, supuestamente a esa hora los pequeños ya estaban muertos y sus restos habían sido quemados en la finca familiar de Las Quemadillas, donde Bretón permaneció hasta las 17.36 horas.
Cuando salió de la finca, dejó en dos contenedores unas bolsas de basura, pero dio dos versiones diferentes. Por un lado, dijo que había tirado los objetos de los niños que estaban en su coche y, por otro, que era basura de casa de sus padres. La primera versión quedó descartada cuando los análisis determinaron que en el coche estaban los pañuelos y la botella de agua de Ruth con su ADN. Lo más inquietante es que se hallaron restos biológicos del pequeño José en una cinta americana con dos cuchillos y unas cuerdas. Según la Policía, esto se colocó con la intención de desviar la atención.
Sobre la hoguera encontrada en Las Quemadillas, aseguró que le sirvió para deshacerse de objetos de su mujer y de restos de animales que ella utilizaba como bióloga. La Policía Judicial siempre sospechó, porque las llamas alcanzaron 800 grados, una temperatura demasiado elevada para quemar objetos y que requiere horas de preparación.
En los días previos a su entrada en prisión viajó varias veces hasta Las Quemadillas porque era consciente de que los investigadores apuntaban hacia ese lugar para la resolución del caso. Bretón decía que se estaba encargando de regar y acondicionar las plantaciones de sus padres pero el suelo de la parcela estaba seco y la fruta esparcida.
Otro de los movimientos extraños fue la retirada de grandes cantidades de su cuenta bancaria en los días anteriores y posteriores a la desaparición. La hermana de José Bretón, Catalina, también retiró dinero aunque declaró que lo hizo a petición de su hermano. Además, Bretón contactó con varias agencias de adopción de EEUU para hacer ver que los niños podrían estar vivos.
Desde que entró en prisión el 21 de octubre, el presunto asesino ha continuado lanzando mensajes contradictorios valiéndose de su abogado, José María Sánchez de Puerta, y de los medios de comunicación.
El pasado diciembre, su abogado leyó una carta escrita desde la cárcel en la que Bretón agradeció la labor de la Policía en la búsqueda. «Quiero volver a ver sus caritas, escuchar decir a Ruth por las noches 'Papá, dame agua'», llegó a escribir. La última carta fue enviada a un medio de comunicación. El padre de Ruth y José insinuó que los niños estaban vivos, que alguien cuidaba de ellos y que querían hablar con él.
Bretón
Nadie ha quedado indiferente ante las últimas noticias que asignan la
existencia de restos óseos humanos de un menor en la hoguera que la
policía investigó ya hace muchos meses en la finca de los padres de
Bretón. Todos sospechábamos que nada bueno podía salir de este caso, y
aunque la esperanza es lo último en perderse, la realidad se impone
siempre con fiereza sobre nuestras ilusiones.
Si los informes finalmente dan por buena la existencia de dichos restos humanos en el ya tristemente famoso horno improvisado de Bretón, «blanco y en botella», tendremos que rendirnos a la evidencia del fallecimiento violento de ambos niños.
Y ahora es la hora de reflexionar sobre la conducta humana en toda su crudeza: ¿Es capaz un ser humano, un padre, de matar a sus hijos y destruirlos con el fuego? Y lo que es más inquietante. ¿Y todo ello manteniendo una apariencia de frialdad, pasividad y hasta insolencia con la sociedad que le apunta con el dedo? La respuesta es lamentablemente sí. La historia de la humanidad nos demuestra persistentemente que el ser humano es en sus peores momentos cruel, despiadado, innecesariamente violento y sobre todo rencoroso hasta el extremo. Y entonces la gente se pregunta: «¿Cómo es posible?», y sobre todo: «¿En qué cabeza cabe?».
Porque en el fondo existe una enorme angustia ante el hecho de que por la calle existan personas que puedan hacer cosas tan excesivas, y esa angustia sólo puede mitigarse si el psiquiatra de turno expone un diagnóstico de trastorno mental, y así todos tranquilos. Pues en el caso de bretón el tema es más complejo. Ninguno de los médicos forenses, psiquiatras y psicólogos que le han valorado han llegado a ninguna conclusión patológica, es decir, es completamente imputable de su conducta, y distingue a la perfección el bien del mal, el blanco del negro y lo justo de lo injusto. Y esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿cómo es entonces una persona capaz de hacer lo que se presume que ha hecho?
Y es en la respuesta a esta cuestión que aparecen palabras como rencor, odio, celos, venganza, perversión, etc.; todas ellas con un gran calado pero alejadas del léxico psiquiátrico, es decir: ¡Se puede matar por odio, por venganza, por celos, por rencor,…o incluso por simple maldad!
Bretón no es un hombre para nada excepcional, ni posee una extremada inteligencia, ni tiene una frialdad glacial del villano de las películas, Bretón es simplemente un pequeño hombre que se equivocó de época para nacer, y en vez de aparecer en las Cuevas de Altamira (donde por cierto no hubiera sobrevivido), vino en el paso de los siglos XX y XXI, creyéndose con la autoridad de la posesión de su hembra como si de un objeto se tratara, y de paso sobre sus hijos, a los que utilizó descarnadamente como piedra para herir a su esposa.
El Sr. Bretón es a todos los efectos la muestra de un electroencefalograma plano, de un muerto en vida, que no transmite nada, con un probable sentimiento de pequeñez e inferioridad que le envenenó la vida poco a poco hasta que la rabia le consumió y en esa rabia proyectó sobre sus hijos toda su agresividad.
Su apariencia es de una notoria frialdad, es a los efectos humanos como una careta en movimiento, sin expresividad, sin gestos de sentimiento, como si le faltara el calor que nos hace humanos para bien o para mal. Ni siquiera puede acogerse al arrebato, o a la obcecación, no podrá esconderse en la ira incontrolada ya que su vida en estos últimos meses ha sido del máximo control, ni podrá meter la cabeza en el agujero de la indefensión ya que sus contradicciones permanentes le han ido delatando, y sólo le defenderá del clamor popular el Estado de Derecho, que nos defiende a todos, incluidos los malos.
El Sr. Bretón se ha quedado sin ases en la manga, y el escenario en que proyectó una historia inverosímil para defender lo indefendible se ha venido abajo, y así la huida hacia adelante que había diseñado, se ha encontrado de bruces con los rescoldos de una hoguera en la que presumiblemente quemó «lo único realmente importante que hizo en su vida»: sus dos hijos. ¿Dónde están los frenos de la especie ante la muerte de unos hijos? ¿Qué ha fallado en la mente de este hombre para destruir a parte de sí mismo? Y así la vida, de esos niños, que es el mayor bien que poseemos, se acabó probablemente por una decisión malsana de o conmigo o contra mí.
El Sr. Bretón nunca hizo nada de importancia en su vida, no puede alardear de ningún acto de valor, ni siquiera a estas alturas sabemos si alguien fue su amigo, y en la única relación afectiva que mantuvo en su poco gratificante vida, su matrimonio, se vio fracasar, y no lo pudo soportar. El sentimiento pues de rabia hacia sí mismo, y hacia el mundo, ante ese fracaso, acabó con la poca dignidad que tenía, y lo debió tener claro: «si son míos puedo hacer con ellos lo que quiera, ya que son mi propiedad, y ¡si no lo son, pues más a mi favor!» El Juez hoy está más cerca de la verdad, y todos estaremos más tranquilos cuando la sentencia aparte a este hombre de nuestras vidas, por lo menos por un tiempo lo más largo posible.
José Cabrera es Psiquiatra Forense
TERESA GUERRERO MADRID
28/08/2012 ESPAÑA
Si los informes finalmente dan por buena la existencia de dichos restos humanos en el ya tristemente famoso horno improvisado de Bretón, «blanco y en botella», tendremos que rendirnos a la evidencia del fallecimiento violento de ambos niños.
Y ahora es la hora de reflexionar sobre la conducta humana en toda su crudeza: ¿Es capaz un ser humano, un padre, de matar a sus hijos y destruirlos con el fuego? Y lo que es más inquietante. ¿Y todo ello manteniendo una apariencia de frialdad, pasividad y hasta insolencia con la sociedad que le apunta con el dedo? La respuesta es lamentablemente sí. La historia de la humanidad nos demuestra persistentemente que el ser humano es en sus peores momentos cruel, despiadado, innecesariamente violento y sobre todo rencoroso hasta el extremo. Y entonces la gente se pregunta: «¿Cómo es posible?», y sobre todo: «¿En qué cabeza cabe?».
Porque en el fondo existe una enorme angustia ante el hecho de que por la calle existan personas que puedan hacer cosas tan excesivas, y esa angustia sólo puede mitigarse si el psiquiatra de turno expone un diagnóstico de trastorno mental, y así todos tranquilos. Pues en el caso de bretón el tema es más complejo. Ninguno de los médicos forenses, psiquiatras y psicólogos que le han valorado han llegado a ninguna conclusión patológica, es decir, es completamente imputable de su conducta, y distingue a la perfección el bien del mal, el blanco del negro y lo justo de lo injusto. Y esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿cómo es entonces una persona capaz de hacer lo que se presume que ha hecho?
Y es en la respuesta a esta cuestión que aparecen palabras como rencor, odio, celos, venganza, perversión, etc.; todas ellas con un gran calado pero alejadas del léxico psiquiátrico, es decir: ¡Se puede matar por odio, por venganza, por celos, por rencor,…o incluso por simple maldad!
Bretón no es un hombre para nada excepcional, ni posee una extremada inteligencia, ni tiene una frialdad glacial del villano de las películas, Bretón es simplemente un pequeño hombre que se equivocó de época para nacer, y en vez de aparecer en las Cuevas de Altamira (donde por cierto no hubiera sobrevivido), vino en el paso de los siglos XX y XXI, creyéndose con la autoridad de la posesión de su hembra como si de un objeto se tratara, y de paso sobre sus hijos, a los que utilizó descarnadamente como piedra para herir a su esposa.
El Sr. Bretón es a todos los efectos la muestra de un electroencefalograma plano, de un muerto en vida, que no transmite nada, con un probable sentimiento de pequeñez e inferioridad que le envenenó la vida poco a poco hasta que la rabia le consumió y en esa rabia proyectó sobre sus hijos toda su agresividad.
Su apariencia es de una notoria frialdad, es a los efectos humanos como una careta en movimiento, sin expresividad, sin gestos de sentimiento, como si le faltara el calor que nos hace humanos para bien o para mal. Ni siquiera puede acogerse al arrebato, o a la obcecación, no podrá esconderse en la ira incontrolada ya que su vida en estos últimos meses ha sido del máximo control, ni podrá meter la cabeza en el agujero de la indefensión ya que sus contradicciones permanentes le han ido delatando, y sólo le defenderá del clamor popular el Estado de Derecho, que nos defiende a todos, incluidos los malos.
El Sr. Bretón se ha quedado sin ases en la manga, y el escenario en que proyectó una historia inverosímil para defender lo indefendible se ha venido abajo, y así la huida hacia adelante que había diseñado, se ha encontrado de bruces con los rescoldos de una hoguera en la que presumiblemente quemó «lo único realmente importante que hizo en su vida»: sus dos hijos. ¿Dónde están los frenos de la especie ante la muerte de unos hijos? ¿Qué ha fallado en la mente de este hombre para destruir a parte de sí mismo? Y así la vida, de esos niños, que es el mayor bien que poseemos, se acabó probablemente por una decisión malsana de o conmigo o contra mí.
El Sr. Bretón nunca hizo nada de importancia en su vida, no puede alardear de ningún acto de valor, ni siquiera a estas alturas sabemos si alguien fue su amigo, y en la única relación afectiva que mantuvo en su poco gratificante vida, su matrimonio, se vio fracasar, y no lo pudo soportar. El sentimiento pues de rabia hacia sí mismo, y hacia el mundo, ante ese fracaso, acabó con la poca dignidad que tenía, y lo debió tener claro: «si son míos puedo hacer con ellos lo que quiera, ya que son mi propiedad, y ¡si no lo son, pues más a mi favor!» El Juez hoy está más cerca de la verdad, y todos estaremos más tranquilos cuando la sentencia aparte a este hombre de nuestras vidas, por lo menos por un tiempo lo más largo posible.
José Cabrera es Psiquiatra Forense
El fuego siempre deja huella
Las técnicas forenses permiten obtener información incluso de restos óseos calcinados
. El fuego es uno de los métodos más utilizados por los asesinos para intentar borrar las huellas de sus crímenes. Aunque identificar un cuerpo humano a partir de restos quemados sigue siendo una tarea muy compleja (y en ocasiones imposible), el avance de las técnicas forenses y la colaboración de los antropólogos está permitiendo resolver crímenes que hace unos años hubiera sido imposible cerrar con éxito.
«Cuando los restos no están quemados hay muchas más técnicas que la antropología puede aplicar para identificarlos. Pero aunque las temperaturas a las que hayan sido sometidos sean muy altas, siempre quedan fragmentos, restos de dientes, etc. que permiten obtener información. Por ejemplo, cuántos individuos había o su edad aproximada», explica Eugenia Cunha, catedrática de Antropología de la Universidad de Coimbra (Portugal) y presidenta de la Sociedad Antropológica Forense de Europa (Fase). «Cuando hay una intención clara de esconder un crimen, estudiar los restos es un proceso muy difícil, aunque el fuego nunca llega a ocultarlo todo», afirma en conversación telefónica.
En el caso de los restos calcinados hallados en la finca de Córdoba de la familia de los niños Ruth y José, se realizaron tres informes que aportaron distintos resultados. Pese a que el primero de ellos, elaborado por la Policía Científica, concluyó que los huesos pertenecían a animales, los otros dos estudios, firmados por los prestigiosos antropólogos Francisco Etxeberría y José María Bermúdez de Castro, revelaron que eran humanos.
¿Cómo logran los científicos distinguir un hueso animal de otro humano cuando está calcinado? ¿Se puede identificar a una persona a partir de restos quemados? «Todo depende del grado de conservación y de lo que encontremos, si se trata de un esqueleto completo o de restos. No todos los huesos se queman igual», explica María José Melián, directora del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas de Gran Canaria. «El primer paso es limpiar los huesos y hacer un estudio morfológico, ya que el aspecto externo nos sirve en ocasiones para averiguar si se trata de huesos humanos o de animales». Si no es posible diferenciarlo, se lleva a cabo el estudio genético, con el que los forenses tienen la certeza absoluta de que se trata de un animal o una persona. Para poder llevarlo a cabo, es necesario obtener una muestra de ADN, un proceso que, cuando se trata de restos quemados, es lento y muy laborioso: «A veces el ADN se destruye por el fuego, o la cantidad que se obtiene no es suficiente para identificar». Las piezas dentales son una de las mejores zonas para extraerlo, aunque sirve cualquier célula viva.
Si se confirma que son restos humanos, el siguiente paso es comparar la muestra de ADN con la de sus padres. Cuando no es posible, puede cotejarse con el de otros familiares, pero el proceso se ralentiza. Si son cenizas, continúa Melián, «a veces quedan restos de los que se puede aislar ADN, pero no es lo habitual».
Cuando no es posible obtener una muestra genética, como parece haber sido el caso de los niños de Córdoba, no se puede corroborar su identidad. Sin embargo, los forenses sí son capaces de obtener información sobre los cadáveres o la causa de la muerte si se conservan fragmenos de huesos. Las trabéculas (la forma en la que se distribuyen las células óseas) pueden revelar, por ejemplo, si son niños o ancianos.
La temperatura de 800º C que, según los forenses, alcanzó la hoguera de Córdoba es similar a la de algunos hornos de cremación, lo que demuestra que los restos de los niños se quemaron a conciencia. No la suficiente, sin embargo, para borrar todas las huellas. Para María José Melián, que destaca el alto nivel que hay en España en genética forense, «no hay crimen perfecto sino mal investigado».. M. ALONSO SAN SEBASTIÁN
28/08/2012 ESPAÑA
Fue él quien en 1995 dio con el paradero de los etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala secuestrados 12 años antes por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Etxeberria identificó los cadáveres de los dos jóvenes que fueron torturados antes de ser enterrados a cal viva para dificultar su identificación en un paraje de Busot, en Alicante. Este forense actuó por encargo de las madres de los dos etarras, que tuvieron conocimiento de la existencia de dos cuerpos sin identificar desde hacía una década en el depósito de la capital alicantina.
Subdirector del Instituto Vasco de Criminología, Etxeberria también se ha destacado por sus denuncias de las torturas a las que han sido sometidos los etarras durante sus detenciones. «Las torturas se acabarán cuando se les pueda imputar a los jueces», aseveró en su día en una entrevista al diario abertzale Gara.
Con la aprobación de la ley de la Memoria Histórica de 2007, ha tenido un papel clave en la exhumación de desaparecidos durante la Guerra Civil, siendo el forense que más fosas del franquismo ha abierto en España. En el año 2000 lideró la primera excavación científica realizada en el Estado más de siete décadas después de la contienda bélica, en la provincia de León. Desde entonces, se ha convertido en un referente indiscutible en esta tarea, exhumando más de 5.000 cuerpos en un centenar largo de fosas abiertas. «Mientras los familiares quieran, los buscaremos», ha defendido. Su labor no pasó desapercibida para el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que le incluyó en la nómina de especialistas designados en su auto de 2008 para formar parte del Grupo de Expertos que iba a asesorarle en su fallida investigación por los crímenes del franquismo.
En mayo del pasado año, Etxeberria formó parte del equipo forense que participó en la exhumación de los restos de Salvador Allende y concluyó que el ex presidente chileno no fue asesinado sino que se suicidó. También investigó las causas de la muerte del cantante Víctor Jara.
En el ámbito vasco, Etxeberria ha negado recientemente que existiese una supuesta trama de bebés robados durante el franquismo. El Gobierno vasco le condecoró en 2007 con el Premio Derechos Humanos.
T. G. MADRID
28/08/2012 ESPAÑA
. El fuego es uno de los métodos más utilizados por los asesinos para intentar borrar las huellas de sus crímenes. Aunque identificar un cuerpo humano a partir de restos quemados sigue siendo una tarea muy compleja (y en ocasiones imposible), el avance de las técnicas forenses y la colaboración de los antropólogos está permitiendo resolver crímenes que hace unos años hubiera sido imposible cerrar con éxito.
«Cuando los restos no están quemados hay muchas más técnicas que la antropología puede aplicar para identificarlos. Pero aunque las temperaturas a las que hayan sido sometidos sean muy altas, siempre quedan fragmentos, restos de dientes, etc. que permiten obtener información. Por ejemplo, cuántos individuos había o su edad aproximada», explica Eugenia Cunha, catedrática de Antropología de la Universidad de Coimbra (Portugal) y presidenta de la Sociedad Antropológica Forense de Europa (Fase). «Cuando hay una intención clara de esconder un crimen, estudiar los restos es un proceso muy difícil, aunque el fuego nunca llega a ocultarlo todo», afirma en conversación telefónica.
En el caso de los restos calcinados hallados en la finca de Córdoba de la familia de los niños Ruth y José, se realizaron tres informes que aportaron distintos resultados. Pese a que el primero de ellos, elaborado por la Policía Científica, concluyó que los huesos pertenecían a animales, los otros dos estudios, firmados por los prestigiosos antropólogos Francisco Etxeberría y José María Bermúdez de Castro, revelaron que eran humanos.
¿Cómo logran los científicos distinguir un hueso animal de otro humano cuando está calcinado? ¿Se puede identificar a una persona a partir de restos quemados? «Todo depende del grado de conservación y de lo que encontremos, si se trata de un esqueleto completo o de restos. No todos los huesos se queman igual», explica María José Melián, directora del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas de Gran Canaria. «El primer paso es limpiar los huesos y hacer un estudio morfológico, ya que el aspecto externo nos sirve en ocasiones para averiguar si se trata de huesos humanos o de animales». Si no es posible diferenciarlo, se lleva a cabo el estudio genético, con el que los forenses tienen la certeza absoluta de que se trata de un animal o una persona. Para poder llevarlo a cabo, es necesario obtener una muestra de ADN, un proceso que, cuando se trata de restos quemados, es lento y muy laborioso: «A veces el ADN se destruye por el fuego, o la cantidad que se obtiene no es suficiente para identificar». Las piezas dentales son una de las mejores zonas para extraerlo, aunque sirve cualquier célula viva.
Si se confirma que son restos humanos, el siguiente paso es comparar la muestra de ADN con la de sus padres. Cuando no es posible, puede cotejarse con el de otros familiares, pero el proceso se ralentiza. Si son cenizas, continúa Melián, «a veces quedan restos de los que se puede aislar ADN, pero no es lo habitual».
Cuando no es posible obtener una muestra genética, como parece haber sido el caso de los niños de Córdoba, no se puede corroborar su identidad. Sin embargo, los forenses sí son capaces de obtener información sobre los cadáveres o la causa de la muerte si se conservan fragmenos de huesos. Las trabéculas (la forma en la que se distribuyen las células óseas) pueden revelar, por ejemplo, si son niños o ancianos.
La temperatura de 800º C que, según los forenses, alcanzó la hoguera de Córdoba es similar a la de algunos hornos de cremación, lo que demuestra que los restos de los niños se quemaron a conciencia. No la suficiente, sin embargo, para borrar todas las huellas. Para María José Melián, que destaca el alto nivel que hay en España en genética forense, «no hay crimen perfecto sino mal investigado».. M. ALONSO SAN SEBASTIÁN
FRANCISCO ETXEBERRIA Antropólogo forense
Desenterró a Lasa y Zabala
. No es la primera vez, y seguramente tampoco será la última, que el antropólogo y criminólogo vasco Francisco Etxeberria (Beasain, Guipúzcoa, 1957) deja en evidencia a la Policía y provoca un revuelo social de dimensiones considerables. Porque este profesor titular de Medicina Legal y Forense de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV) está acostumbrado a lidiar con la polémica. De reconocida y premiada trayectoria dentro y fuera de España, su labor despierta tanto elogios como antipatías.Fue él quien en 1995 dio con el paradero de los etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala secuestrados 12 años antes por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Etxeberria identificó los cadáveres de los dos jóvenes que fueron torturados antes de ser enterrados a cal viva para dificultar su identificación en un paraje de Busot, en Alicante. Este forense actuó por encargo de las madres de los dos etarras, que tuvieron conocimiento de la existencia de dos cuerpos sin identificar desde hacía una década en el depósito de la capital alicantina.
Subdirector del Instituto Vasco de Criminología, Etxeberria también se ha destacado por sus denuncias de las torturas a las que han sido sometidos los etarras durante sus detenciones. «Las torturas se acabarán cuando se les pueda imputar a los jueces», aseveró en su día en una entrevista al diario abertzale Gara.
Con la aprobación de la ley de la Memoria Histórica de 2007, ha tenido un papel clave en la exhumación de desaparecidos durante la Guerra Civil, siendo el forense que más fosas del franquismo ha abierto en España. En el año 2000 lideró la primera excavación científica realizada en el Estado más de siete décadas después de la contienda bélica, en la provincia de León. Desde entonces, se ha convertido en un referente indiscutible en esta tarea, exhumando más de 5.000 cuerpos en un centenar largo de fosas abiertas. «Mientras los familiares quieran, los buscaremos», ha defendido. Su labor no pasó desapercibida para el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que le incluyó en la nómina de especialistas designados en su auto de 2008 para formar parte del Grupo de Expertos que iba a asesorarle en su fallida investigación por los crímenes del franquismo.
En mayo del pasado año, Etxeberria formó parte del equipo forense que participó en la exhumación de los restos de Salvador Allende y concluyó que el ex presidente chileno no fue asesinado sino que se suicidó. También investigó las causas de la muerte del cantante Víctor Jara.
En el ámbito vasco, Etxeberria ha negado recientemente que existiese una supuesta trama de bebés robados durante el franquismo. El Gobierno vasco le condecoró en 2007 con el Premio Derechos Humanos.
J. M. BERMÚDEZ DE CASTRO Paleoantropólogo
Uff, bueno, por lo menos ya se sabe algo. Lo que no llego a entender, que es lo que está pasando por andalucía. Hay muchas lagunas en investigaciones de casos importantes y relevantes en la sociedad, que no llegan al término de la verdad y poder castigar a los culpables. Posiblemente como dicen algunos médicos, habría que mirarlo antes de que se enquiste y sea peor el remedio que la enfermedad.
ResponderEliminares bueno gracias haora sacare buena nota gracias a ustedes
ResponderEliminaramii tambien me sirbio
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