A ojos de la izquierda abertzale, el Gobierno de Mariano Rajoy ha pasado de «bloquear» el proceso de paz a actuar con «sadismo», disfrutando del «sufrimiento ajeno» y ante el «silencio» cómplice de los socialistas y del PNV.
Lo expresaron así ayer los dirigentes radicales Pernando Barrena y Joseba Permach, para quienes sólo la antigua Batasuna está avanzando hacia la «reconciliación» -con gestos como el que llevó al diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, a su primer homenaje a una víctima de ETA-, mientras el PP sigue con su «estrategia de guerra».
Y enumeraron: más «detenciones»; «otro grave accidente» de tráfico de los familiares de un preso «como consecuencia de la dispersión»; las amenazas constantes de ilegalización; y, finalmente, la situación del recluso Josu Uribetxeberria Bolinaga, carcelero de Ortega Lara, acercado esta semana al País Vasco por su grave estado de salud.
La invitación a que la ciudadanía vasca se movilice contra este supuesto ataque a los «derechos humanos» en torno al elemento aglutinador de los presos se tradujo por la tarde en una manifestación que recorrió las calles de San Sebastián y en la que la izquierda abertzale puso tres condiciones a la consolidación de la paz: el fin de la dispersión, la excarcelación de los etarras gravemente enfermos y la eliminación de la «tenebrosa» doctrina Parot.
Éste fue el mensaje que el entorno radical lanzó al Ejecutivo popular al final de la protesta en apoyo a los presos de ETA, y en especial a Uribetxeberria Bolinaga, para el que se exigió su puesta en libertad.
La marcha, en la que participaron miles de personas, contó con la presencia de algunos de los dirigentes más significados de la izquierda abertzale como los citados Permach y Barrena, junto a Iñigo Iruin y Rufi Etxeberria, además del diputado Martin Garitano y del alcalde donostiarra, Juan Karlos Izagirre. No acudieron dirigentes del resto de partidos que integran la coalición Bildu.
En la manifestación no se exhibieron fotografías de los reclusos ni se corearon lemas alusivos a ETA. Temerosos de la vigilancia a la que les somete el Ministerio del Interior y ante el riesgo de posibles ilegalizaciones, los organizadores se esforzaron para que las únicas pancartas fueran las que encabezaron la marcha. Vigilados por cuatro furgonetas de la Ertzaintza durante todo el recorrido, exigieron la libertad para Uribetxeberria y los otros 13 presos de ETA que se encuentran gravemente enfermos. Los participantes corearon gritos en favor de la amnistía para los internos de la banda, a favor de su regreso al País Vasco y de apoyo a su lucha: «Presoak borrokan, gu ere bai!» (Los presos en lucha, nosotros también).
El recorrido estuvo plagado de carteles de apoyo a Uribetxeberria en los que se podía leer una misiva en la que el preso de ETA explicaba las razones que le han llevado a declararse en huelga de hambre (una vez trasladado al Hospital Donostia). Expresaba su deseo de «morir con dignidad» y de acceder a someterse a las pruebas médicas que se le requieran si con ello se le concede la libertad. La manifestación finalizó con la lectura de un comunicado en el que los convocantes recordaron que cada vez más presos de ETA se están sumando a la huelga de hambre. «Están aplicando la venganza», denunció el orador del acto.
48 en huelga, una sólo ayer y una tramposa
Ayer, 35 presos de ETA se unieron a la huelga de hambre en apoyo a su compañero Josu Uribetxeberria, el 'carcelero' de Ortega Lara, que reclama su excarcelación por motivos de salud, ya que afirma ser un enfermo terminal. Con ellos, ya son 48 los reclusos etarras que oficialmente están en huelga de hambre en distintas cárceles, según informaron fuentes penitenciarias a la agencia Europa Press. Otros dos lo han hecho, pero sólo 'a medias': uno sólo un día y el otro, con trampas.
El viernes, 13 presos ya habían tomado la decisión -todos del Centro Penitenciario Sevilla II y todos a la hora del desayuno-, dos días después que el propio Josu Uribetxeberria. Además, varios militantes de la izquierda 'abertzale' aseguran estar también en huelga de hambre en la calle, entre ellos José Ramón Askasibar, concejal de Bildu en Arrasate, localidad guipuzcoana de la que es natural Uribetxeberria. Los reclusos que se sumaron ayer a este movimiento para presionar al Gobierno pertenecen fundamentalmente a la cárcel de Albolote, en Granada. Diecisiete presos etarras en este centro penitenciario han presentado un escrito a la dirección de la prisión comunicando su decisión, mientras que otra reclusa ha especificado que ella se sumaba a la huelga, pero sólo ayer.
Ella es una de las huelguistas 'a medias'. La otra también es una mujer, presa en la cárcel de Picassent (Valencia), que firmó el escrito úniéndose al movimiento, pero a la que después se le encontraron alimentos del economato. La etarra ha aclarado que ella se había puesto en huelga de hambre de la comida del centro, no de la comida en general. En Picassent sí hay otros siete presos de ETA que se han puesto en huelga de hambre tras firmar el correspondiente escrito. A ellos se suman otros nueve reclusos del centro penitenciario de Castellón II, en Albocasser, y dos más de la cárcel de Alicante II, en la localidad de Villena de la provincia alicantina.
ETA: «No es el carcelero, es el que tiene cáncer»
La banda ya exigió su libertad al Gobierno de Zapatero en la pasada negociación
ETA y la izquierda abertzale llevan pidiendo la libertad de Uribetxeberria Bolinaga por enfermedad grave desde hace unos seis años y, aunque lo más probable es que las autoridades penitenciarias y judiciales esta vez se la concedan, nunca antes estuvo justificada. Se sabe porque su nombre fue el segundo más llamativo de todos cuantos estuvieron encima de la mesa de la pasada negociación entre el Gobierno de Rodríguez Zapatero y ETA. El otro fue el de Iñaki de Juana Chaos quien, a diferencia de Uribetxeberria entonces, sí consiguió su propósito chantajeando al Ejecutivo con una huelga de hambre más que dudosa.
El contenido de la reunión viene recogido en las actas de la banda. ETA había robado 350 pistolas en la localidad francesa de Bovert y el Gobierno convocó una reunión inmediata para advertir de las dificultades que este tipo de delitos podía entrañar para el desarrollo del proceso. Sin embargo, se encontró con una actitud desafiante de los enviados de la organización, que no sólo ninguneaban sus advertencias, sino que le reprochaban el incumplimiento de sus promesas. Y en ese paquete estaba la libertad de Bolinaga.
En vez de suspender el encuentro, los enviados del Gobierno se prestaron a repasar la lista de agravios, después de que los etarras les recordaran que en septiembre se habían comprometido a resolver la situación de los presos enfermos si no en días, en semanas.
«Aguirre Aguiriano podría salir en libertad condicional», señaló el enviado gubernamental; «Bautista Barandaia podría ser trasladado a Pamplona primero y en diciembre podría estar en libertad condicional». «Respecto a Uribetxeberria... ¿es el de Ortega Lara, no?, preguntó el interlocutor del Ejecutivo, y se encontró con el baño de realidad que le había reservado el etarra por prestarse a negociar en sus propios términos: «¿Cómo?», espetó, «Habría que decir que es el que tiene cáncer, no?».
En esos términos se abordó, en 2006, la enfermedad del carcelero de Ortega. Su salida se frustró primero por el robo, luego por el atentado de Barajas. Según una nota del Ministerio del Interior, en 2005 se le había diagnosticado un tumor cancerígeno en el riñón. Fue trasladado a Nanclares, recibió tratamiento y se curó, demostrando que cualquier otra medida de benevolencia habría resultado precipitada. Se le llevó a la cárcel de León en 2009. En julio, le fue detectado otro tumor, con metástasis, y de nuevo se le llevó al centro en el que ejercen los médicos que le habían tratado de su dolencia anterior.
Decir de Uribetxeberria que era el carcelero de Ortega Lara, con ser grave, no describe en su totalidad el talante de este sujeto que tuvo bajo tierra al funcionario durante 532 días. Fue él quien conducía el camión que ocultaba una máquina trucada en la que introdujeron a José Antonio. Fue él quien, alarmado por su desmejoría, reconoció haber preguntado qué debían hacer con él a unos jefes que no pretendían soltarlo vivo.
Días antes de liberar a Ortega, los agentes de la Guardia Civil seguían sus pasos desde un monte cercano. Según la versión oficial, las letras bol habían salido en un documento de ETA incautado un año antes y esa sílaba de su apellido fue la que les llevó hasta él. Le veían entrar en el almacén del secuestro con una barra de pan a pesar de haber comido y de que no tenía perro. Tras detenerle, le llevaron allí. Aguantó la noche sin delatarse sabiendo que si los agentes no encontraban al funcionario, éste iba a morir de hambre.
Fueron los guardias civiles quienes perseveraron mientras el juez se desanimaba. «Aquí hay un respiradero, hay platos sucios en el fregadero, tiene que estar», dijeron. Bolinaga callaba. Al final, un agente levantó a pulso un cilindro y encontró debajo un agujero y unas armas. Sólo entonces, a las 6.45 horas, reveló el mecanismo de apertura. «¿Está ahí?», preguntaron los agentes. «Sí, está ése, está sólo», respondió con desprecio y sufriendo un desmayo.
Ortega había estado sin salir de ese agujero todo ese tiempo, rodeado de tierra, humedad condensada y frío; durmiendo en un plástico en el suelo y haciendo sus necesidades en una bolsa. Sin comida y sabiendo que el mecanismo de oxigenación sólo funcionaba si la bombilla permanecía encendida y si el río cercano no lo inundaba todo.
Bolinaga justificó su aspecto alegando que era muy delicado con la comida y después pidió un médico porque estaba empezando a sentir un fuerte dolor. Lo atribuyó al estrés. Quizás era el cáncer.
El artículo 104. 4 del Reglamento Penitenciario señala que «los penados enfermos muy graves podrán ser clasificados en tercer grado» por Interior. Si el penado está en trance de muerte, la Ley de Enjuiciamiento Criminal permite al juez tomar la decisión directamente y la abogada de Uribetxeberria lo pidió hace 10 días. De Juana Chaos se benefició del artículo 508 de esa norma para cumplir la prisión en casa, informa Joaquín Manso. Y el Gobierno de Rodríguez Zapatero aplicó el 100.2 del Reglamento para aliviar la enfermedad a una decena de etarras. Ésas son las opciones en cuanto los médicos indiquen la situación del enfermo, que también podría quedarse en prisión si así lo determinan.
Ése es el tipo elegido por los abertzales para abanderar sus reivindicaciones y para intentar resolver, presionando al Gobierno, el mayor problema que tienen en estos momentos: un cese definitivo de ETA sin una salida para sus reclusos. Ése es el tipo que les define, sobre el que Garitano alabó su «humanidad».
ETA y la izquierda abertzale llevan pidiendo la libertad de Uribetxeberria Bolinaga por enfermedad grave desde hace unos seis años y, aunque lo más probable es que las autoridades penitenciarias y judiciales esta vez se la concedan, nunca antes estuvo justificada. Se sabe porque su nombre fue el segundo más llamativo de todos cuantos estuvieron encima de la mesa de la pasada negociación entre el Gobierno de Rodríguez Zapatero y ETA. El otro fue el de Iñaki de Juana Chaos quien, a diferencia de Uribetxeberria entonces, sí consiguió su propósito chantajeando al Ejecutivo con una huelga de hambre más que dudosa.
El contenido de la reunión viene recogido en las actas de la banda. ETA había robado 350 pistolas en la localidad francesa de Bovert y el Gobierno convocó una reunión inmediata para advertir de las dificultades que este tipo de delitos podía entrañar para el desarrollo del proceso. Sin embargo, se encontró con una actitud desafiante de los enviados de la organización, que no sólo ninguneaban sus advertencias, sino que le reprochaban el incumplimiento de sus promesas. Y en ese paquete estaba la libertad de Bolinaga.
En vez de suspender el encuentro, los enviados del Gobierno se prestaron a repasar la lista de agravios, después de que los etarras les recordaran que en septiembre se habían comprometido a resolver la situación de los presos enfermos si no en días, en semanas.
«Aguirre Aguiriano podría salir en libertad condicional», señaló el enviado gubernamental; «Bautista Barandaia podría ser trasladado a Pamplona primero y en diciembre podría estar en libertad condicional». «Respecto a Uribetxeberria... ¿es el de Ortega Lara, no?, preguntó el interlocutor del Ejecutivo, y se encontró con el baño de realidad que le había reservado el etarra por prestarse a negociar en sus propios términos: «¿Cómo?», espetó, «Habría que decir que es el que tiene cáncer, no?».
En esos términos se abordó, en 2006, la enfermedad del carcelero de Ortega. Su salida se frustró primero por el robo, luego por el atentado de Barajas. Según una nota del Ministerio del Interior, en 2005 se le había diagnosticado un tumor cancerígeno en el riñón. Fue trasladado a Nanclares, recibió tratamiento y se curó, demostrando que cualquier otra medida de benevolencia habría resultado precipitada. Se le llevó a la cárcel de León en 2009. En julio, le fue detectado otro tumor, con metástasis, y de nuevo se le llevó al centro en el que ejercen los médicos que le habían tratado de su dolencia anterior.
Decir de Uribetxeberria que era el carcelero de Ortega Lara, con ser grave, no describe en su totalidad el talante de este sujeto que tuvo bajo tierra al funcionario durante 532 días. Fue él quien conducía el camión que ocultaba una máquina trucada en la que introdujeron a José Antonio. Fue él quien, alarmado por su desmejoría, reconoció haber preguntado qué debían hacer con él a unos jefes que no pretendían soltarlo vivo.
Días antes de liberar a Ortega, los agentes de la Guardia Civil seguían sus pasos desde un monte cercano. Según la versión oficial, las letras bol habían salido en un documento de ETA incautado un año antes y esa sílaba de su apellido fue la que les llevó hasta él. Le veían entrar en el almacén del secuestro con una barra de pan a pesar de haber comido y de que no tenía perro. Tras detenerle, le llevaron allí. Aguantó la noche sin delatarse sabiendo que si los agentes no encontraban al funcionario, éste iba a morir de hambre.
Fueron los guardias civiles quienes perseveraron mientras el juez se desanimaba. «Aquí hay un respiradero, hay platos sucios en el fregadero, tiene que estar», dijeron. Bolinaga callaba. Al final, un agente levantó a pulso un cilindro y encontró debajo un agujero y unas armas. Sólo entonces, a las 6.45 horas, reveló el mecanismo de apertura. «¿Está ahí?», preguntaron los agentes. «Sí, está ése, está sólo», respondió con desprecio y sufriendo un desmayo.
Ortega había estado sin salir de ese agujero todo ese tiempo, rodeado de tierra, humedad condensada y frío; durmiendo en un plástico en el suelo y haciendo sus necesidades en una bolsa. Sin comida y sabiendo que el mecanismo de oxigenación sólo funcionaba si la bombilla permanecía encendida y si el río cercano no lo inundaba todo.
Bolinaga justificó su aspecto alegando que era muy delicado con la comida y después pidió un médico porque estaba empezando a sentir un fuerte dolor. Lo atribuyó al estrés. Quizás era el cáncer.
El artículo 104. 4 del Reglamento Penitenciario señala que «los penados enfermos muy graves podrán ser clasificados en tercer grado» por Interior. Si el penado está en trance de muerte, la Ley de Enjuiciamiento Criminal permite al juez tomar la decisión directamente y la abogada de Uribetxeberria lo pidió hace 10 días. De Juana Chaos se benefició del artículo 508 de esa norma para cumplir la prisión en casa, informa Joaquín Manso. Y el Gobierno de Rodríguez Zapatero aplicó el 100.2 del Reglamento para aliviar la enfermedad a una decena de etarras. Ésas son las opciones en cuanto los médicos indiquen la situación del enfermo, que también podría quedarse en prisión si así lo determinan.
Ése es el tipo elegido por los abertzales para abanderar sus reivindicaciones y para intentar resolver, presionando al Gobierno, el mayor problema que tienen en estos momentos: un cese definitivo de ETA sin una salida para sus reclusos. Ése es el tipo que les define, sobre el que Garitano alabó su «humanidad».
Esperemos que sea verdad y el desgobierno que tenemos, no les haga ni puto caso. Aunque conociéndolos, dan una de cal y otra de arena en este tema, puesto que siguen la hoja de ruta de zetaparo.
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