La Policía dice que el inspector «no conocía la finalidad» de la llamada de su jefe al Faisán
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. Ballesteros no sabía nada, era «un mero instrumento». Pamies, en cambio, conocía perfectamente «la naturaleza delictiva» de lo que estaba haciendo. Ésos son los roles que el nuevo informe policial enviado a la Audiencia Nacional atribuye al inspector José María Ballesteros y al ex jefe superior del País Vasco Enrique Pamies, imputados en el caso Faisán junto al entonces director general de la Policía Víctor García Hidalgo.Después de acumular un apabullante número de indicios para señalar a Ballesteros como la persona que entregó el móvil del chivatazo al dueño del bar Faisán, el informe ofrece al imputado una clara vía de escape: «Entonces [Ballesteros] no conocía la finalidad de facilitar a Joseba Elosua esa información, constituyéndose en un mero instrumento».
El informe explica que el entonces inspector de Vitoria «desconocía las informaciones operativas restringidas proporcionadas a Elosua». Es decir, que Ballesteros se habría limitado a obedecer la orden de un superior de pasar un teléfono a una persona a la que desconocía, para que su jefe le transmitiera informaciones de las que tampoco tenía noticia, y sin saber que todo aquello era un soplo a ETA.
Esas pocas palabras recogidas en el nuevo informe del equipo investigador, y que no aparecían en informes anteriores, serían una magnífica base de defensa para Ballesteros. Lo serían si él no hubiera negado desde el principio -y de momento sigue haciéndolo- que entregara el móvil a Elosua. Incluso se resistió a reconocer que había estado en el bar hasta que el juez le sacó las imágenes que lo demostraban.
El revés del informe policial se lo lleva el ex jefe superior, al que la Policía acusa con la misma intensidad con la que exonera a Ballesteros. El informe sostiene que Pamies era «consciente de la naturaleza grave y delictiva del acto que va a ejecutar».
El reconocimiento de los hechos por parte de Ballesteros, en los términos que exponen los investigadores, supondría la implicación del ex jefe superior, para quien el informe policial no deja resquicio alguno.
Los investigadores relatan un episodio que, a su juicio, revela la preocupación de Pamies por el devenir judicial de su subordinado. Aún con la causa bajo secreto, el juez exhibió a Elosua fotos de policías para ver si reconocía -no fue así- a quien le pasó el móvil. Unos días después, Pamies llamó al jefe del equipo investigador «para averiguar si se había reconocido a alguna persona».
La posibilidad de que Ballesteros decida acogerse a la vía insinuada en el informe -entregué el teléfono pero yo no sabía nada, obedecí a mi superior- pudo atisbarse en la última pregunta que su defensa le hizo el día en el que el sumario se le vino encima, cuando el juez Ruz le sacó sus fotos saliendo del bar y el fiscal Bautista resolvió pedir para él medidas cautelares. Así consta en el acta de la declaración: «Preguntado por la defensa sobre si recibió una orden de un superior y se limitó a cumplir con su deber, manifiesta que si bien no es un cometido muy común en cuanto a la frecuencia del cometido, sí es normal en Información, ya que es un servicio que a veces hay que hacer con personas de confianza».
En la instrucción de la causa, incluso Pamies llegó a sugerir que había recibido órdenes. Fue cuando, ante el juez, afirmó: «Seguiré haciendo lo que he hecho hasta ahora [...] sin más interferencias políticas que las que se deriven del respeto y la obediencia a las legítimas órdenes de mis superiores jerárquicos». Unas palabras que encajarían perfectamente con lo mantenido por el juez y los investigadores: que el cargo político y superior suyo García Hidalgo fue quien le ordenó el soplo.
Esto ya parece que va más encaminado, esperemos que no se desvíe, y que llegue hasta el que dio la orden.
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