lunes, 16 de enero de 2012

La verdad sobre el magnicidio de Carrero Blanco, al descubierto: Peculiaridades posteriores al atentado (5 de 7)


Alerta Digital

Rey

El entonces príncipe heredero da el pésame a la viuda de Carrero Blanco durante su sepelio.

José María Manrique/Matías Ros (Autores del libro ‘El magnicidio de Carrero Blanco’).- Franco, cuando se enteró, dijo: “han sido los masones” [1]. Según Ricardo de la Cierva, la caja fuerte en la que Carrero, metódico y ordenado, guardaba sus papeles en el despacho de Presidencia del Gobierno (Paseo de la Castellana, nº 3) fue inexplicablemente vaciada momentos después del asesinato, desapareciendo los documentos y las notas personales; de esta forma, nunca sabremos con certeza sobre qué hablaron él y Kissinger.

El mismo historiador comenta que, sobrecogedoramente, aquel despacho tenía una antesala en la que figuraban los retratos de Prim, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato, cuatro Presidentes de Gobierno asesinados por la masonería. Con relación a los papeles en sí, alguien muy próximo al almirante le dijo a su viuda que los tenía Laureano López Rodó [2].

Torcuato Fernández Miranda, el político más próximo al rey, convocó al Gobierno a las 11 de la mañana; el Ministro de Exteriores, López Rodó, se empeñó en que lo más urgente era redactar una nota para las embajadas; el primer telegrama que se envió casualmente lo fue a Kissinger. El Secretario de Estado de EE. UU. informó inmediata y personalmente a Nixon del asesinato de Carrero, con el que se había entrevistado 24 horas antes del atentado y lo hizo en el memorándum secreto 6720, frío y escueto, que escribió con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional: La muerte del presidente Carrero Blanco esta mañana elimina la mitad de la doble sucesión que Franco había organizado para sustituirle. Carrero iba a continuar como Jefe del Gobierno y el Príncipe Juan Carlos, que había sido designado heredero en 1969, iba a convertirse en Jefe del Estado después de la muerte o incapacidad de Franco [3].

Desde un piso franco, ETA estuvo grabando las conversaciones por radio de la policía desde los primeros momentos del atentado; las mismas se reprodujeron en el libro “Operación Ogro”.

Sobre las 10’15 la portera del inmueble de la calle Mirlo subió a sus inquilinos los bocadillos que le habían pedido, porque supuestamente se iban de viaje, percatándose que llevaba armas (González-Mata, “Cisne”, pag. 332).

A las 11’30, los hombres del Comisario General de Investigación Criminal, Lorenzo Benito, descubrieron los cables que partían del semisótano y se dedujo que había sido un atentado. En el registro del inmueble aparecieron pintadas de ETA, como se puede apreciar en las fotografías. Posteriormente, en el piso de la calle Mirlo, en un registro con todas las formalidades legales y dos testigos del vecindario, apareció el teléfono del eventual escondite madrileño del dirigente comunista Simón Sánchez Montero (en el interior de un envoltorio de un medicamento) [4].

El “falangista” [5] Torcuato Fernández Miranda no declaró el estado de excepción, cuando por la muerte del inspector Melitón Manzanas, y sucesos posteriores, rigió desde el 24 de enero al 21 de marzo de 1969; no se tomaron medidas en las carreteras, ni en las fronteras, ni en los aeropuertos; de ello dejaron constancia escrita muchas personas de distinta condición e ideología (Fernando Múgica, Juan María Bandrés, Pilar Careaga).

Únicamente el General Carlos Iniesta Cano dio las órdenes tajantes que los planes previstos contemplaban (“Operación Lucero”), pero fue rápidamente y drásticamente desautorizado por Fernández Miranda y tuvo que retirarlas pronto; Díez Alegría [6], desde luego, influyó en Fernández Miranda y Arias para que se retiraran tales órdenes, y éste último, impulsó a Pita da Veiga (Ministro de Marina y temporalmente del Ejército) y, posteriormente, él mismo y Fernández Miranda forzaron a Iniesta, quien, vencida la tarde, delegó en su jefe de estado mayor, el entonces Coronel José Antonio Sáenz de Santamaría, la contraorden. Lo que es menos conocido, recordó Blas Piñar en la conferencia anteriormente aludida, es que Sáenz de Santamaría no llegó a cursar la orden inicial de Iniesta; así lo declaró posteriormente el propio Sáenz de Santamaría, siendo ya Teniente General en la reserva y “asesor contra el terrorismo” del Ministro del Interior socialista, a la periodista Ana R. Cañil (diario “El Periódico” de 26-XI-1995): que se había equivocado de bando en la guerra. Sáenz de Santamaría había sido alférez provisional, con 17 años y como falangista, durante la Guerra de Liberación.

Carmen Carrero, hija del asesinado, dijo: Es que es muy gordo, matar a un Presidente de Gobierno y que no haya pasado nada, como si no hubiera pasado nada; claro que se dejó hacer, estoy convencidísima de ello [7].

Antonio García López, un político asiduo de la embajada americana y señalado como hombre de la CIA, telefoneó a Santiago Carrillo, para decirle de parte del General Díez Alegría que esté tranquilo, que no va a haber una noche de los cuchillos largos [8]; desde luego, aquella llamada fue más que significativa: se hizo a un despacho no oficial, apenas una hora después del atentado y antes de que Radio Nacional diera ninguna noticia; poco antes otra llamada “interna” había anunciado el magnicidio. El responsable del genocidio de Paracuellos valoró por entonces el atentado en el sentido de que … independientemente de quien haya sido el autor (… es) un acto muy positivo por sus consecuencias (…) puede decirse que (es) un buen uso del terrorismo [9].

Aquella misma noche Radio París anunció que ETA reivindicaba el atentado. Por su parte, Radio Nacional de España, una de cuyas sedes era vecina de la embajada americana, dijo durante aquella jornada que “la noticia del día es la lluvia pertinaz”.
Otro inquietante dato a tener en cuenta con relación al Partido Comunista y su nexo con los hechos es que, cuando la policía logró entrar en el domicilio que resultó ser el refugio que aquella noche había escogido Sánchez Montero, porque éste tardó en abrir la puerta, encontraron en un retrete restos de documentos que el comunista había intentado hacer desaparecer.

Pues bien, entre ellos había uno que sólo podía haber salido de la caja fuerte del Secretario del Ministerio del Ejército. Se detuvo a un soldado, pero pronto fue puesto en libertad por no poder demostrarse absolutamente nada contra él. El cargo de Secretario lo ocupaba una persona que después resultó muy conocida: el entonces Coronel Interventor Sabino Fernández Campo, el cual estuvo en el mismo puesto veinte años con siete Ministros del Ejército, y luego fue durante otros dieciséis Secretario General de la Casa del Rey. San Martín, demostrando buena fe, escribió en sus memorias: algún “soldadito” de la Secretaría le jugó una mala pasada, pues los “papeles” que la policía cogió a Sánchez Montero, y que se refería a algunas “órdenes secretas” y unos cuantos nombres de miembros del servicio, a los dos o tres días del asesinato del almirante, no podían haber salido más que se su mesa de despacho, o de la caja fuerte … Todo ello se puso en conocimiento de CESIBE, pero aun estamos esperando el resultado de la investigación. No eran fotocopias, sino copias y anotaciones extraídas de los originales [10]. San Martín dejó escrito también que Sabino indispuso al Ministro Coloma Gallegos en contra de él y del SECED. Sánchez Montero era judío, miembro del Comité Central del Partido Comunista y el “hombre de Carrillo en el interior”.

En relación con las conexiones del Partido Comunista y el Ejército es revelador decir que, tras el atentado de la calle Correo, se encontró en una de las casas de Eva Forest, además de los originales mecanografiados de “Operación Ogro” con correcciones de su puño y letra, tarjetas en blanco del DNI y otras militares del Ejército de Tierra en blanco, firmadas por el General Subsecretario [11].

Hasta nosotros han llegado insistentes rumores de que la policía, además de los antedichos papeles, encontró, en la solapa de una caja de cerillas, un número de teléfono que resultó ser el de un alto dirigente del Sindicato Nacional del Espectáculo.
Durante la detención de Sánchez Montero un malentendido acarreó la muerte de Pedro Barrios, un camarero de 19 años a quien la policía confundió con Ezquerra. Se rumoreó que era un mensajero enviado por Eva Forest (http://www.e-defensor.com/seccions/firmas/juanm_perez/marzo06/firma_juanm_perez(31-03).asp). El viernes 21 se recibió en la embajada española en París, por parte del Director General de la Seguridad francesa, una oferta urgente de entregar, extraoficial, rápida y discretamente, a tres destacados etarras (Ezquerra, Wilson y Ezcubi) implicados en el atentado [12]. El Embajador, Pedro Cortina Mauri, se negó incluso a firmar el telegrama solicitando órdenes a Madrid, a pesar de la insistencia con que se lo presentaba el Ministro Plenipotenciario, Álvarez de Sotomayor; finalmente, varias horas después, después de serios enfrentamientos y casi al pié de la escalerilla del avión que le iba a conducir a unas imprevistas vacaciones en España, a las que se oponía el Ministro de Exteriores López Rodó, lo firmó cuando ya era ineficaz. ¿Con qué respaldo contaba el embajador para negarse a hacer las gestiones que llevaran a la detención del comando? ¿Tan importante era quien le protegía que ni siquiera obedeció al Ministro? ¿Fue su actuación de entonces la que mereció que unos días después fuera él quien ocupara la cartera de Exteriores del Gobierno de Arias Navarro? El telegrama cifrado mencionado no pudo trasmitirse a tiempo, pero, vía los agregados militares de la embajada, llegó copia del mismo a los servicios de información militares, alguno de cuyos miembros lo recuerda.

Con relación a Cortina Mauri hay publicada otra curiosa historia (A. Baeza en “ETA nació en …”, pag 558 y 562): a don Pedro los servicios secretos de La Piscina gala le contaron parte importante de lo que ellos sabían de Chacal y, cuando se fue “de vacaciones” a España, al parecer, portaba un importante conjunto de documentos supuestamente obtenidos a cambio de direcciones de miembros de la OAS en España. Pero, como en otros casos, parece más una intoxicación etarra para enmascarar la verdadera identidad de Chacal, porque Baeza dice a continuación que el embajador “volvió rápidamente a París para montar un operativo de seguimiento a los comandos etarras”, cosa que, a todas luces, no parece cierta.

El entierro fue la tarde del 21 y en él se vio a Franco llorar en público por primera vez. A la salida del féretro de Presidencia, según testimonió el Padre Martín Patino, el General Gutiérrez Mellado, quien en su juventud dijo haber pertenecido a Falange, increpó violentamente a los militares que cantaban el “Cara al Sol” e hizo un ademán como de ponerse violento con ellos. Por su parte, el General Díez Alegría envió un helicóptero a sobrevolar a muy baja altura el grupo que encabezaba el Teniente General García Rebull y Blas Piñar en el lugar del atentado, intimidándolo y haciendo imposible, con su ruido, el que se pudieran decir discursos o consignas [13].

El Vaticano, a pesar de que el Ministro de Asuntos Exteriores (López Rodó) se lo pidió al Nuncio (Dadaglio) al menos dos veces, no envió ningún telegrama de pésame y mucho menos de condena [14].

El sábado día 22 de diciembre de 1973, la Dirección General de Seguridad anunció que los autores eran seis jóvenes de ETA, dando sus nombres, filiación y fotografías, las cuales habían llegado desde Bilbao la noche del mismo día 20:

José Ignacio Abaitúa Gómez (a) Marquin, de 23 años, constructor de la galería (negó su participación [15]).

Pedro Ignacio Pérez Beotegui (a) Wilson y el inglés, de 25 años, fue uno de los que planeó la acción.

Javier María Larreategui Cuadra (a) Achulo y Carlos, de 27 años, alquiló el sótano.

José Miguel Beñarán Ordeñana (a) Argala, de 24 años, hizo el tendido eléctrico.

José Antonio Urruticoechea Bengoechea (a) Josu Ternera, de 23 años.

Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban (a) Zigor, de 28 años, coordinador de equipo.

Salvo Argala y Achulo, no se tiene la certeza de que los demás participaran materialmente. Diez días después el diario “Hierro” de Bilbao publicó otros seis nombres más como posibles participantes (sin duda procedentes de una filtración de la policía): Jesús Zugarramurdi Huici, José Miguel Lujúa Gorostiola, Javier Aya Zulaica, Ignacio Múgica Arregui, José Manuel Pagoaga Gallastegi y Domingo Iturbe Abaslolo.

El 27 y 28 de diciembre, después de una reunión informal del Consejo del Reino, su presidente, Rodríguez de Valcárcel, propuso insistentemente a Franco que el nuevo Presidente del Gobierno fuera Carlos Arias; el Generalísimo no quiso inicialmente nombrar al responsable último de la inseguridad de Carrero, cediendo sólo al final.

El 9 de enero de 1974 fue dictado auto de procesamiento de 10 etarras por el magnicidio.

En las postrimerías de enero, Quiscur, Argala y Achulo, tras recibir en el sótano de Alcorcón las correspondientes ordenes y detalles a través de la siempre presente Eva Forest, huyeron en el doble fondo de un camión hasta otro escondite próximo a la playa de Fuenterrabía, desde donde se les trasladó por mar a Francia [16]. La versión falsa de la huida hacia Portugal, el mismo día 20, la dieron los propios etarras.

Hubo hasta cuatro jueces encargados de los sumarios que se instruyeron por el asesinato: D. Andrés Martín Sanz, D. Antonio Carretero, D. Luis de la Torre Arredondo, y D. Jesús Valenciano Almoyna.

El primero fue Martín Sánz, del Juzgado nº 8 de Madrid, que estaba de guardia ese día; desde diciembre de 1973, fecha de la división administrativa entre juzgados civiles y penales, se hizo cargo del sumario 142/73 D. Antonio Carretero [17]; en seguida se comprobó que era delito de terrorismo, por lo que debería pasar a la jurisdicción militar, pero se mantuvo en la ordinaria con la intención de no dar excusas a Francia para que no extraditara a los implicados.

Al no producirse procesamientos, fue nombrado Juez Especial con jurisdicción en toda España el Magistrado de la Torre, con setenta años y presidente de la Sección Cuarta de lo Criminal de la Audiencia Provincial de Madrid, quien se hizo cargo del caso a comienzos de 1974; según declaró a la revista Interviú, llevó el sumario también en el Juzgado nº 8; sus autos sirvieron para pedir las extradiciones a Francia, siendo denegadas, incluso después del atentado de la Calle Correo en las que algunos estuvieron implicados [18]; tras el atentado de la calle Correo se procesó también a Eva Forest y Antonio Durán [19]. De la Torre habló [20] de un sumario de 2.654 páginas, en 5 tomos, con declaraciones de 171 personas y 16 procesados; de la instrucción dijo De la Cierva (Ob. Cit. pag. 16) que fue ejemplar, detallada y muy comprometedora. Al magistrado le llegaron rumores de que ETA había actuado al servicio de la CIA; concluyó que ETA actuaba a veces de una forma que parecía estar pagada por elementos no precisamente muy comunistas; también afirmó que la estación de la CIA en Madrid había detectado al comando etarra y lo había comunicado a la policía española, sin que ésta hubiera hecho nada para evitar el atentado. De la Torre dijo que una vez visto que Francia no extraditaba a nadie, se quiso pasar el caso a la jurisdicción militar. Cuestionó la actuación del Capitán General de Madrid, Tomás García Rebull (antiguo falangista), del Fiscal General Herrero Tejedor, del Ministro de Justicia Francisco Ruiz Jarabo y del Jefe Superior de Policía de Madrid Federico Quintero, que se mostraba reticente. Asimismo dijo que le ponían trabas en su camino; por ejemplo, un día el fiscal José Raya le pidió que si resultaba algo contra determinadas personas (uno de los nombres era el etarra Javier Aya Zulaica el trepa) que lo pasara por alto; Raya acabó pidiendo el paso de las actuaciones a la jurisdicción militar y el 29-I-75 De la Torre declaró concluido el sumario.

El Comandante Jurídico Valenciano Almoynase hizo cargo de la entonces denominada causa 73/75 del Juzgado Militar Especial desde mediados de 1975.

En la apertura del año judicial, el 16 de septiembre de 1974, el Fiscal General del Estado, D. Fernando Herrero Tejedor, dijo que no se descartaba la participación de organizaciones ajenas a ETA en el crimen [21]; al parecer, también envió un largo informe a Franco, hoy también desaparecido. En junio de 1975, Herrero Tejedor, el “Delfín” para suceder a Arias, murió en un oscuro accidente, al ser arrollado su vehículo oficial de Ministro Secretario General del Movimiento por un camión en el kilómetro 108,400 de la Carretera Nacional VI a su paso por Adanero, de forma muy similar a como le ocurrió al General Dlimi, el Jefe de las Fuerzas Armadas Marroquíes y exjefe de sus servicios secretos; se dijo que el conductor del camión que mató a Herrero durmió aquella noche en Francia [22]. Suárez excusó el viaje diciendo que tenía que ir a la Corrida de Beneficencia [23]; el conductor oficial no murió y, al poco, desapareció; el cruce tenía perfecta visibilidad en tres kilómetros.

El 1975 Wilson fue detenido en Barcelona; en 1977 se le indultó y extraditó a Noruega. Por la Ley 46/1977 de 15 de octubre de 1977 (http://www.derecho.com/l/boe/ley-46-1977-amnistia/impresion.html), dentro del total de 1.940 excarcelados gracias a la Amnistía General por los delitos de “intencionalidad política”, fueron amnistiados, sin ni siquiera haber sido juzgados, quienes juraban haber sido los autores del asesinato (téngase en cuenta que amnistía es el olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad penal de sus autores, los cuales, habiendo sido anteriormente declarados culpables pasan ahora a ser inocentes por desaparición del delito cometido, mientras que indulto es la gracia que excepcionalmente concede el jefe del Estado, por la cual perdona total o parcialmente una pena o la conmuta por otra más benigna). Ninguno de los etarras implicados en la realización material del atentado ha hablado claramente nunca ni ha sido interrogado por la policía. Aquella amnistía fue aprobada por la mayoría de los diputados, con un gran aplauso y puestos en pié.

Durante mucho tiempo circuló la versión de que la amnistía fue, principalmente, una herramienta para cerrar la investigación/proceso por el magnicidio.Durante algún tiempo el sumario estuvo desaparecido. Luego apareció una parte del mismo en una caja fuerte del Tribunal Supremo y, de la misma, se desprendía que no se había realizado una investigación a fondo, dándose carpetazo al asunto. En 2003 dejó de ser “formalmente” secreto y la televisión catalana hizo un poco esclarecedor programa sobre él al año siguiente. En cualquier caso, se desconoce dónde puede estar actualmente la totalidad del sumario.

Por otra parte, en el libro “Carrero, las razones ocultas de un asesinato” (pag. 233), se recoge el testimonio del ya mencionado “Coronel C. S.”, el cual estaba en 1973 al frente de una unidad de información del Alto Estado Mayor (sic; el AEM no depende del Ejército de Tierra): a los tres días del magnicidio, el Ministro del Ejército, el General Coloma Gallegos, le encargó una investigación paralela para esclarecer el atentado, la “Operación Cantabria” ya mencionada anteriormente; pues bien, finales de 1978, el Capitán General de Madrid, Guillermo Quintana Laccaci, le llamó a su despacho y le pidió que llevara la copia que conservaba de la operación, destruyéndola directamente en su presencia (aunque C. S. se quedó con una fotocopia).

El que se haría famoso como “el hombre del maletín” tras el 23F, el Capitán de la Guardia Civil Gil Sánchez Valiente, dijo con relación a los atentados de Carrero y la calle Correo que él investigó : …veo cosas rarísimas que no puedo tragar, que no puedo acomodarme a ellas, y me rebelo íntimamente; investigamos y descubrimos quién había sido; tarde, pero lo descubrimos; cogimos a toda la red que los había amparado (Genoveva Forest, etc) y al cabo de dos años los soltaron cuando estábamos a punto de sacar lo que había detrás … no te digo que la embajada americana no supiera nada, pero la soviética (sic: las relaciones diplomáticas con la URSS se establecieron en 1977) seguro que sí [24]. Este oficial estaba destinado en el Grupo de Secretos Operativos y de Información de la Guardia Civil (GOSSI) cuando el magnicidio.

La CIA y otros servicios secretos

Kissinger, en sus memorias, en las que no menciona el asesinato de Carrero, dijo que la contribución estadounidense a la evolución de España durante la década de los setenta ha sido uno de los mayores logros de su política internacional.

Según el ex agente de la CIA, Philip Agee: La CIA fue creada después de la II Guerra Mundial para asegurar la intervención clandestina en áreas de la Europa posfascista (…) Durante más de treinta años, la CIA ha sido el arma utilizada por las sucesivas administraciones de Estados Unidos para intervenir secretamente en países extranjeros e influir en los acontecimientos, principalmente para asegurar que las instituciones de poder estuvieran controladas por personas afines a los intereses comerciales, económicos, estratégicos y políticos. Los objetivos de infiltración y manipulación de la CIA eran los gobiernos, partidos políticos, servicios de seguridad y militares, sociedades culturales y profesionales, y medios de comunicación. El propósito ha sido excluir al máximo las fuerzas de izquierda que combaten los intereses corporativos y gubernamentales de los USA, en particular en los países en que estas fuerzas han surgido con una fuerza relativamente importante de la resistencia antifascista. (…) puedo asegurar que la CIA intervino en 1975 en Portugal para modificar el curso de los acontecimientos (…) No hace falta ser clarividente para imaginar qué instituciones españolas son los objetivos más probables, sea para apoyarlas o para intervenir en ellas de forma destructiva (…) La infiltración, apoyo y manipulación de los servicios secretos de seguridad españoles (con los que cooperó estrechamente la Agencia durante el régimen de Franco) tiene, por supuesto, una gran prioridad [25]. Esas premisas siguen actuales [26].

En su libro “Secuestro del socialismo”, el ex diputado socialista Antón Saavedra escribió: Se trataba (con la transición) de la planificación postfranquista desde Norteamérica, perfectamente llevada a la práctica por su agente en Europa, Willy Brand. Saavedra cita siempre la planta 72 del rascacielos 666 de Nueva York, de donde salen las órdenes [27].

Kissinger casualmente también se encontraba en Roma momentos antes de que las Brigadas Rojas secuestraran, y posteriormente mataran (el 9 de mayo de 1978, 54 días después del rapto), a Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, siete veces presidente de gobierno y catorce ministro, cuando se dirigía al Congreso para proponer una alianza con los comunistas; ambos, como en el caso de Carrero, habían tenido una entrevista poco antes y Moro (en la práctica un “hombre de Moscú” en Roma), entre sollozos contó a su mujer que fue amenazado por el secretario de estado americano. Según Fernández Ardanaz), Gianni Agnelli, verdadero rey de Italia, dijo en una ocasión: los brigadistas … son los ejecutores, pero los verdaderos protagonistas… viven, viven … unos en Italia, otros en la otra ribera (Estados Unidos) … su política no gustaba a alguien muy potente; en este sentido, el 15 de julio de 1993 el juez de Palmi (Calabria), Agostino Córdova, afirmó, con documentos en la mano (entre otros, una lista secreta de los miembros de la Logia secreta “P-2”), que desde el secuestro de Moro a la caída de Leone y a la desintegración de la Democracia Cristiana, nada había sucedido en Italia sino por decisión de una triada de poderes: CIA, mafia y masonería; Córdova volvió a abrir la investigación sobre Aldo Moro y pidió interrogar a Kissinger, para corroborar la versión de un encuentro, en la embajada italiana de Nueva York, ocurrido pocos meses antes de su muerte, entre Aldo Moro, George Bush y Kissinger, y donde, supuestamente, fue amenazado si continuaba con su estrategia de domar al Partido Comunista y hacerlo entrar en el gobierno; Pablo VI, en su funeral, llegó a decir, entre lágrimas, por qué has permitido (Señor) que los poderes ocultos vencieran..?; esta expresión, “poderes ocultos”, era precisamente la que Aldo Moro incluía en todas sus cartas durante su cautiverio, junto a los nombres de “los que podían liberarlo”: Cossiga (Ministro de Interior), Andreotti y el Gobierno Norteamericano; la cartera que Moro llevaba consigo apareció, 20 años después, en Norteamérica; y el juez Córdova fue ascendido por Consiga y no volvió a dar que hablar [28]. El asesinato de Moro podría haber sido obra por la masonería italiana y unas Brigadas Rojas profundamente infiltradas por la CIA.

El ministro Laureano López Rodó declaró en su día: … Kissinger estuvo un día antes, exactamente veintitrés horas antes, con el Almirante Carrero y residió en la embajada norteamericana; entonces me parece que los servicios de inteligencia de la embajada también podrían haber detectado que algo ocurría en la Calle Claudio Coello, porque incluso podía afectar al propio Kissinger, que estuvo dos días en España … no menos sorprendente resulta que tampoco hubieran detectado una excavación que se realizaba a menos de 100 m de la embajada de los EE.UU [29]. Sin duda pensaba que la CIA tenía sismógrafos para evitar posibles butrones. También dijo don Laureano: ¿Que fue una operación absolutamente planeada?, desde luego; ¿Que no fue planeada únicamente por los pistoleros de la banda terrorista ETA?, parece muy probable.

Pero, como dice Grimaldos, los documentos desclasificados de la CIA y del Departamento de Estado que tienen que ver con el asunto apenas proporcionan alguna luz: la mayor parte de los párrafos están tachados.

Para los varias veces citados Montánchez y Canales, los responsables de los servicios de información militares y de la policía sostuvieron que la luz verde para hacer “volar” a Carrero la dio el propio Kissinger, cuando constató la divergencia de fondo entre el diseño de transición política propiciado por Washington y el continuismo tozudo del almirante.

En los servicios de espionaje españoles circuló la tesis, que se plasmó, supuestamente, en el informe entregado al Fiscal General Herrero Tejedor [30], de la llegada a la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) de diez minas antitanque procedentes de Fort Bliss; estas sofisticadas minas, modelo perfeccionado del que ya había sido empleado en Vietnam (en Quang Tri), iban provistas de mando a distancia y sensores acústicos extremadamente sensibles, capaces de activarlas por control remoto tras detectar determinado sonido; el destino y paradero de las minas no se pudo concretar, especulándose con la posibilidad de que fuesen destinadas a atentar contra altas personalidades, incluido el Jefe del Estado, pero sin mencionar a Carrero Blanco; tras el atentado, esos mismos servicios secretos sospecharon que alguna de ellas pudo haber ido a parar al túnel etarra para reforzar la carga convencional y la exactitud del mecanismo de iniciación. Álvaro Baeza también menciona tres minas antitanque en su libro “ETA nació en …” (pag. 510 y 566). Por cierto, nada ha trascendido nunca del examen pericial que los artificieros militares, por entonces únicos encargados de estos temas, debieron hacer de los restos de la explosión; como en el 11M.

Lo anterior nos lo confirma Ismael Medina (“Del 20D al 11M”): Las muy precisas informaciones de la CIA sobre los preparativos del atentado, así como los avisos de algunos jesuitas y de la Embajada de Italia, fueron bloqueadas a determinados niveles de los servicios de seguridad del Estado (…) Ante la inutilidad de los avisos, el mando superior de la CIA resolvió que sus agentes facilitaran el atentado, una vez que a nuestras instituciones no parecía importarles la muerte de su presidente de gobierno y éste convenía a sus previsiones políticas para democratizar España una vez que Franco desapareciera. Fue así como un mercenario especializado en los más sofisticados ingenios explosivos, el mismo que terminó con la vida de lord Mountbatten, introdujo por Torrejón dos minas de última generación y las colocó sobre la parrilla dispuesta por ETA. Me refiero a Johny Maxwell, más conocido con el apodo de “El Afortunado”, que habitualmente residió en Panamá.

Para otros, las minas fueron detectadas en Torrejón por los servicios franceses, quienes temieron un atentado contra el príncipe [31]. Incluso se habló de la posible utilización de un satélite espía gringo para el control y ejecución de la acción. Las minas fueron citadas por el diario Informaciones el día siguiente del magnicidio.

En todo caso, llama la atención la precisión con que se produjo la explosión; una fracción de segundo antes o después y el vehículo, en lugar de verticalmente, se habría elevado inclinadamente hacia delante o para atrás. Esto último es lo que cabría esperar con un mecanismo de activación manual, a través de cables de más de 50 metros y con una visión oblicua y alejada por parte de Argala. Como comprobación de lo anterior, en la película “Operación Ogro” el director Gillo Pontecorvo y el famoso maquetista Emilio Ruiz se vieron obligados a hacer muchos ensayos para conseguir que el modelo del coche en miniatura repitiera el salto espectacular que dio el verdadero, es decir, rozar la cornisa superior del edificio, dañándola superficialmente, y caer dentro del patio del convento; esto no se consiguió con ningún explosivo, fue con aire comprimido; un tubo colocado en el punto por donde tenía que pasar el coche y ligeramente inclinado hacia el sitio a donde tenía que impactar expulsaba el aire comprimido a seis atmósferas de presión justas, si no, no funcionaba (http://tertre-rouge.iespana.es/films/Operacion%20ogro.htm). Pero, además, el razonamiento de González-Mata tiene mucho peso e introduce una nueva duda (“Cisne”, pag. 337): los etarras escribieron en la página 129 de “Operación Ogro” que utilizaron dos pilas de 1,5 voltios y es fácil demostrar que la corriente producida por dos pilas de 1,5 voltios, con un doble conductor eléctrico de 2,5 mm de sección y varias decenas de metros de longitud (de 70 a 80, según las estimaciones), pierde en su recorrido la casi totalidad de la intensidad.

El propio Argala no debió estar muy seguro de la eficacia de la explosión porque, según “Golpe Mortal” [32], en el sumario consta que se le reconoció en el lugar de la explosión horas después y acompañado de una mujer. Este reconocimiento debió ser “a posteriori”, pues las fotos de los etarras llegaron de Bilbao la noche del magnicidio.

José Luis de Vilallonga en su biografía del rey, se pregunta hablando con él: … ¿Por qué razón desaparecieron de las aceras todos los coches de la embajada americana como si se supiera? (…) así que yo (Vilallonga) creo que estaban mezclados probablemente los servicios americanos, probablemente, probablemente la CIA. Se da la circunstancia de que Vilallonga quiso escribir un libro sobre los enigmas no resueltos por “Operación Ogro”, pero su editor recibió una llamada del Ministerio de Interior francés rogándole que desistiese; el mismo recibiría, tiempo después, la confirmación de lo anterior por parte del propio Ministro Poniatowsky [33].

La agencia soviética TASS, en un despacho del día 9 de febrero de 1981, acusó a la CIA de haber colaborado con ETA porque Carrero se oponía a la entrada de España en la OTAN [34]. Lo mismo hizo Carrillo, llegando a afirmar que no fue ETA la autora del asesinato [35]: si se piensa que el día anterior a la muerte de Carrero, el secretario de Estado norteamericano Kissinger visitó Madrid y que estuvo en la Embajada americano, muy cerca de donde moriría Carrero horas después, hay que pensar que los servicios de seguridad españoles y americanos peinaron la zona; para mi (Carrillo) que había mucha gente interesada, aparte de ETA, en que desapareciera Carrero. El ex ministro Enrique Barón, por entonces defensor de los acusados en el “Proceso 1.001”, dijo: … no sé, a mí me parece más grave no la fecha sino el lugar exacto, en la misma esquina de la embajada americana y un día después de la visita de Kissinger.

Incluso algún dirigente comunista recuerda el rumor de que la embajada americana habló de atentado antes que la policía; por supuesto, el asesino de Paracuellos ha negado siempre todo enlace del PC con ETA en relación al atentado, a pesar de que las implicaciones de muchos comunistas en la red de apoyo a la misma quedaron demostradas por las investigaciones posteriores al “Atentado de la Calle Correo” (Boletín de Informativo nº 45/1974 de la DGS y por las denuncias de Lidia Falcón (en su libro “Viernes y 13 en la calle Correo”).

Pero es que hay indicios concretos. Estévez y Mármol recogen en su libro (página 139) las afirmaciones del Coronel C. S., jefe de “una unidad de élite” del servicio de información del Alto Estado Mayor, quien comunicó a sus superiores que los norteamericanos habían detectado cosas extrañas en las inmediaciones de su embajada durante bastante tiempo.

Concretamente les dijo: … Eso fue cuatro o cinco meses antes de producirse el atentado … Sí, sí, había una comunicación de los servicios de la CIA y además yo conocía al jefe de los servicios de la CIA, que era muy amigo mío (…) aquellos individuos sospechosos vestidos con mono azul que operaban en la calle Claudio Coello, fueron descubiertos, pero no identificados, una semana antes del atentado contra Carrero Blanco (…) esta persona, que era jefe de seguridad de la embajada, contactó conmigo (…) y yo se lo dije a la policía, el jefe superior de policía (sic) era de Federico Quintero Morente (de quien se ha dicho que fue el último que habló por teléfono con el Almirante; reaparecerá en la Operación Galaxia y el 23F).

Lo anterior concuerda con lo que escribieron los investigadores de El País en “Golpe Mortal” (pag. 44): siete días antes del asesinato, tanto la Guardia Civil como los servicios de Presidencia tuvieron noticia de que ETA se proponía secuestrar al Presidente del Gobierno y a su esposa, aprovechando cualquiera de las salidas en coche de ambos.

Sin embargo, Agustín Herrero Sanz, jefe de los escoltas que acompañaban a Carrero, declaró en alguna ocasión que jamás le dieron la menor información del peligro que acechaba al almirante; también afirmó que la protección del Presidente dependía del Director General de Seguridad, y éste, el Coronel Eduardo Blanco, se justificó alegando que era Arias, Ministro de la Gobernación, quien debía valorar las informaciones que recibía de su estado mayor [36]. Está claro que no era el propio almirante el que tenía que hacer el trabajo del jefe de su escolta, ni darle personalmente los medios y la información necesaria.

En el piso de los etarras de la calle Mirlo, tras un segundo y más minucioso examen de la policía, aparecieron sofisticados micrófonos espías. Este dato es revelador, pues demuestra que, como dice González Mata, a los terroristas les seguía la pista de cerca, desde mucho meses atrás, al menos un servicio secreto capaz de utilizar aquellos aparatos. Los autores contamos con el testimonio, reservado, de alguien muy próximo a aquel registro.

Pero no sólo la nítida sombra de la CIA estaba presente en tan sensible zona. Dicen Estévez y Mármol en su libro (pag. 215): El mismo día y a la misma hora que el Presidente fue asesinado, muy cerca de él (al parecer en la calle Hermanos Bécquer, la misma en la que tenía su domicilio y una de las circundantes de la embajada norteamericana), y sin él saberlo, se encontraba un coche camuflado ocupado por agentes de la Unidad Operativa (del Servicio de Información) del AEM; cuando el coche de Carrero salta por los aires, la unidad de inteligencia recibe la orden de volver a su Centro de Operaciones Especiales y no hacer acto de presencia en la zona, y cuando los integrantes del equipo cruzan la puerta del citado centro comentan: “Nos lo hemos llevado puesto, menudo agujero hemos hecho”; estas palabras, que se prestan a pocas interpretaciones, han sido recogidas literalmente de quien nos lo ha contado, alguien que se encontraba en ese lugar en aquel momento. El AEM estaba entonces mandado, desde 1970 y hasta 1975, año en que fue cesado por una entrevista con Santiago Carrillo en Rumanía, por el Teniente General Manuel Díez Alegría, al que postulaban algunos informes secretos norteamericanos como sucesor de Carrero; en 1977, el rey envió a Manuel Díez Alegría (con el conocimiento y aprobación del Presidente Arias[37]), por entonces embajador de España en El Cairo, como emisario a Bucarest. Para entender mejor la figura de Díez Alegría, quien “olvidó” citar la misión de defensa del orden institucional por las Fuerzas Armadas en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1975, hay que recordar que, si bien un hermano (Luis) suyo fue Jefe de la Guardia del Generalísimo, otro (José María) fue el famoso jesuita comunista que “llegó a conocer a Cristo a través de Marx” y fue expulsado de la orden; y también que Manuel, uno de los hijos del teniente general, fue candidato, por parte del partido comunista, a la presidencia del Colegio de Abogados de Madrid.
Aunque la más trascendental revelación la dio, forzadamente, el Comandante de Infantería José Luis Cortina Prieto algunos años después. Alfredo Grimaldos relata, en “La CIA en España” (pag.126), que, en el transcurso del Consejo de Guerra del 23F, el Comandante Cortina (entonces jefe de los servicios especiales -AOME- del CESID), es sometido a un duro interrogatorio por el fiscal, que le acorrala con sus preguntas sin dejarle escapatoria (…) es la hora de comer y se hace un pequeño receso (…) Cortina sale disparado hacia el teléfono y marca un número con ansiedad; un miembro de los servicios de información controla la conversación; en determinado momento, indignado, el comandante procesado le dice a su interlocutor: “Como siga este tío así, saco a relucir lo de Carrero”; y a partir de ese momento la cosa cambia por completo.

El Presidente del Consejo de Guerra del 23F, Teniente General Federico Gómez de Salazar, decidió no repartir las actas del mismo, como procedía, a las partes personadas en él; por esta irregularidad es muy difícil saber lo que realmente se dijo en el juicio por la Causa 2/81, pero una copia acabó llegando a manos de uno de los defensores de un caso conexo [38], gracias a lo cual se han sabido los siguientes detalles.

El letrado Rogelio García Villalonga, en nombre de su defendido, Cortina, pidió al Capitán García Almenta que le confirmara [39]: (…) el hecho de que vehículos del personal perteneciente al organismo al que está adscrito hayan coincidido con acontecimientos de tan suma gravedad como los del asesinato del Almirante Carrero o del atentado contra el General Esquivias. No conocemos la respuesta, pero sí otras declaraciones textuales del Comandante Cortina en el juicio del 23F : (…) En esto tenemos una larga historia que en este caso creo que habría quienes podrían declarar que algún equipo había participado en el asesinato del Almirante Carrero Blanco, en el cual coincidieron, lo cual es muy frecuente: es muy frecuente y de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones que en acontecimientos trágicos y señalados como fue el asesinato del Almirante Carrero Blanco y en el intento de asesinato o atentado contra el General Esquivias, existen siempre medios propios próximos y después se comenta, más o menos, llamémosle, más o menos, de una forma ligera, el que pues sí, lo hemos hecho nosotros, o sí, hemos participado en aquellos, pero, sin que, en fin, a aquello se le pueda dar otro alcance [40].

Y una última confirmación, Ricardo Pardo Zancada, en la presentación su libro “La pieza que falta”, dijo que (…) sonó como un trallazo cuando Cortina, al ser preguntado por la presencia de coches de los servicios en aquella tarde en las inmediaciones del Congreso, respondió: también el día del asesinato de Carrero había coches en la calle; tras esta declaración, que sonaba a clara amenaza, ningún miembro del Tribunal siguió insistiendo en el tema y Cortina resultó absuelto de todos sus cargos ante el asombro de todos [41].

Cortina, que fue el único absuelto del juicio del 23F, era de la misma “promoción” del Ejército de Tierra que el Rey y amigo suyo, que estuvo vinculado en los años cincuenta al grupo FORJA del comunista Padre Llanos y el coronel Luis Pinilla, que siempre estuvo muy unido a la CIA desde sus tiempos de fundador de los Servicios Especiales del AEM en los que estaba destinado en 1973, que era gran conocedor y “creador” de partidos políticos (colaboró en la creación de GODSA, el laboratorio de ideas de Manuel Fraga y germen de Alianza Popular, luego PP), fue quien, entre otras muchas cosas relativas al “golpe” del 23F, había urdido las reuniones del Teniente Coronel Tejero con el General Miláns del Boch y las de éste con Armada, así como dado órdenes y proporcionado enlaces, vehículos y transmisiones.

NOTAS

[1] Aniversario desde el fango, I Medina, “El Alcázar” 20-XII-77, http://www.march.es/ceacs/biblioteca/proyectos/linz/Documento.asp?Reg=R-42399.

[2] Los Pecados de La Monarquía, por Julio Merino; Editorial G. Del Toro (1976).

[3] La CIA en España, de A. Grimaldos, Pag. 119. Martín Pozuelo, Eduardo: Tras el asesinato de Carrero, http://www.nodo50.org/foroporlamemoria/documentos/2005/epozuelo_26082005.htm.

[4] Información y servicios …de Campo V., Pag. 53/4; las pintadas las cita “un dirigente de ETA” a la revista “La Calle” nº 77, Pag. 6, 1973.

San Martín, en sus memorias (Pag. 90), e I. Fuente (“Golpe Mortal”, Pag. 226) localizan el hallazgo en el piso de la calle Mirlo la tarde del día 20, pero, en cambio, dan otros detalles: el envase era de Buscapina (un analgésico en supositorios), el número el 2755570 y la vivienda estaba en la calle Conde de Peñalver 47, pero compartiendo teléfono con un piso-refugio en Alonso Heredia 13.

[5] Prohibió, siendo Secretario General del Movimiento, un acto de Fuerza Nueva en homenaje al primer caído de Falange, (en Zalamea de la Serena, en 1933), previsto para el 20 de febrero de 1972; curiosamente, mandaba la fuerza de la Guardia Civil que lo impidió el Teniente Antonio Tejero Molina. Lo testimonia Blas Piñar, en Escrito para la Historia (Tomo I), Pag. 140, Editorial Fuerza Nueva, Madrid, 2000. Torcuato había sido preceptor del príncipe.

[6] Fuente (Ismael): Golpe Mortal, página 167. Iniesta Cano escribió (Memorias y Recuerdos, Barcelona 1984) que él, personalmente, entregó una copia del telex con sus órdenes a Arias, quien inicialmente no le dijo nada y las aceptó, teniendo que pasar tres cuartos de hora para que le llamara y, en presencia de Pita da Veiga (quien como accidental Ministro del Ejército poco pintaba en cuestiones de Interior), ambos le instaran a retirarla. La orden se dictó, aproximadamente, a las 12 y se anuló a las 18. Curiosidades de la vida, a Pita da Veiga, con una fama de liberal que puede verse reflejada en la acción que relatamos, le tocó sufrir la legalización del Partido Comunista años después, siendo el único ministro militar que dimitió.

[7] Estévez y Mármol, Ob. Cit. Pag. 161 y 170/2. Campo Vidal, Ob. Cit. Pag. 45/48.

[8] Fuente (Ismael): Golpe Mortal, Pag. 191. Grimaldos: La CIA en España, Pag. 26.

[9] De la Cierva en “en “¿Dónde está el sumario”, Pag. 156.

[10] San Martín en Servicio Especial, Pag. 108 y 207. En el Boletín Informativo de la DGS nº 46 (3-XII-74) se relacionan, entre otros:

Una carpeta con estudios, estructuraciones y otras anotaciones, en relación con el Ejército … con el título “Operación Venus”; Secreto. Fotocopia del acta de Consejo Sumarísimo de Burgos. Un folleto titulado “Informe sobre el Ejército y la represión”.

[11] Falcón: Martes y 13 en la calle del Correo, Pag. 105.

[12] Estévez y Mármol, Ob. Cit., páginas 183 a 198.

[13] Blas Piñar, en Escrito para la Historia (Tomo I), pág 148 y 166, Editorial Fuerza Nueva, Madrid, 2000.

[14] Ismael Fuente en Golpe Mortal, Pag. 174. Blas Piñar en Escrito para la Historia (Tomo I), Pag. 161.

[15] A. Baeza en ETa nació en …, Pag. 506; Abaitua lo declaró así al periódico Sud-Ouest de Burdeos el 23 de enero de 1974.

[16] Estévez y Mármol, Ob. Cit., Pag. 129. Ismael Fuente en Golpe Mortal, Pag. 299.

[17] Ismael Fuente en Golpe Mortal, Pag. 251.

[18] Lorenzo Benito: Francia no facilita la extradición de los presuntos asesinos de Carrero Blanco, “ABC” del 12-XII-74.

[19] I. Fuente: Golpe Mortal, página 251/252.

[20] La CIA sabía que iban a matar a Carrero, de Enrique Berrueco, en “Interviú” del 28-III-1984. A. Grimaldos, Ob. Cit. Pag. 122. De la Cierva, Ob. Cit. Pag. 182.

[21] A. Grimaldos en La CIA en España, página 123.

[22] Asunción Maresma, en el nº 321 de la revista “El Temps”. Un informe del espionaje de Franco apuntó que la CIA ayudó a ETA en el atentado a Carrero, de Montánchez y Canales, http://www.solidaridad.net/articulo1426_enesp.htm. También: Secret Spanish Government Report Mentions CIA’s Alliance With ETA in Assassination Plot, By Mario Andrade; http://www.911review.org/Wget/www.jackblood.com/index/id28.html.

[23] Ansón, a requerimiento del príncipe Juan Carlos, convertiría a Suárez en “el hombre del mes” al ser cesad de Vicesecretario General del Movimiento, tras el fallecimiento … de Herrero Tejedor, Jesús Palacios en 23F El rey y su secreto, Pag. 175.

[24] Campo Vidal, Ob. Cit. Pag. 31. “Interviu” nº 345 de 22 de diciembre de 1982.

[25] Diario de la CIA; la Compañía por dentro, de Philip Agee, prólogo a la edición española.

[26] Quizás por eso, el general Emilio Alonso Manglano, en su momento máximo responsable del CESID y casado con una norteamericana, veranea en ocasiones en Langley, y Pedro J. Ramírez hizo allí un máster.

[27] Ver también: El mito de la Transición democrática española: la CIA en España, de Ismael Carvallo Robledo,
http://www.nodulo.org/ec/2009/n089p04.htm[28] La sombra alargada del “caso Moro” (El Correo, 16/03/2003); http://www.terra.es/personal/calman/DerechosHumanos/La_sombra_del_caso_Moro.htm. Santiago Fernández Ardanaz, profesor de antropología de la Universidad Miguel Hernández de Elche y autor de el libro La Italia de Berlusconi. Ver también: http://es.wikipedia.org/wiki/Aldo_Moro; tanto de Guilio Andreotti como de Romano Prodi se sospechó que conocían algo de la trama.

LOS AUTORES

*José María Manrique es coronel de Artillería, diplomado de Estado Mayor, autor de varios libros sobre temas de historia militar española moderna: ‘Las armas de la guerra civil’, ‘La guerra 1936-39 en Sigüenza’, ‘Sáhara Español, una historia de traiciones’, ‘Sangriento combate en Edchera’, ‘CETME’, ‘Las Armas de Destrucción Masiva y la Protección Civil en España’, entre otros muchos.

*Matías Ros pertenece al Cuerpo General de Policía desde 1969. Ha publicado varios artículos sobre temas de seguridad. Desde el asesinato de Carrero ha acumulado todo tipo de informaciones que han caído en sus manos acerca del Almirante.

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