Alerta Digital
Por gentileza del autor, Blas Piñar Pinedo, colaborador de AD y nieto del legendario fundador de Fuerza Nueva, reproducimos para nuestros lectores el primer capítulo de su última novela, “La tesis prohibida”, una aproximación a la historia española más reciente contada desde la perspectiva de algunos de sus protagonistas. Traición y lealtad a unos valores por el que murieron miles de españoles se entrecruzan en una obra absolutamente imprescindible para conocer algunos momentos sin duda claves que preludiaron la actual crónica española.
“El muerto de la carretera del oeste” (29 de julio de 1939).- Al amanecer del 31 de julio de 1939, después de una noche sofocante en el paraje conocido como “Las jaras”, cerca de la localidad de Oropesa, el agente Pedro Abascal, del Servicio de Información Militar, avisaba mediante potentes gritos que rompían el silencio hasta entonces solo alterado por el zumbido de algún moscardón veraniego, al resto de la unidad encargada de la misión encomendada hacía ya casi veinticuatro horas:
-¡Aquí, aquí! ¡Vamos! ¡Aquí están! ¡Aquí!
Se refería, con cierta angustia y casi sin fuerzas para gritar por el agotamiento, a los tres cuerpos que pertenecían a las personas cuya desaparición se había denunciado en la madrugada del día anterior y que llevaban toda la noche buscando. Allí estaban tendidos los tres cadáveres, sobre restos de paja reseca y parecían medio escondidos entre unas jaras y bajo una majestuosa encina típica de la zona. Los cuerpos que estaban buscando y acababan de encontrar pertenecían al Policía Militar Isaías Galdón, a su hija María Isabel, y al del chófer del Ejército Nacional Matías Cuadrado. Ni rastro del coche. Tampoco restos de equipaje o maletas. Allí yacían los cuerpos con sus heridas de muerte. El de María Isabel aparecía semidesnudo, con la ropa arrancada indicando la terrible vejación que podría haber sufrido…
El resto de los hombres de la unidad formada por seis en total, acudieron de forma inmediata, y observaron la escena con espanto. Los primeros rayos de sol terminaban con el poco aire fresco que se había podido respirar aquella noche. Los agentes, dejando aparte sus linternas ya apagadas, se esforzaron para tapar con respeto cada cuerpo con sus propias chaquetas del típico color verde militar y trasladarlos a prisa a la furgoneta del ejército que los llevaría de forma inmediata al Instituto Anatómico Forense de Madrid.
Según el informe oficial emitido a las pocas horas, Isaías Galdón había fallecido de varios tiros, tres en la cabeza y siete en el pecho. Su hija había sufrido una salvaje violación que sugería que en aquella siniestra acción habían participado varios criminales y presentaba un par heridas de balas que debían haber penetrado por la espalda. El chófer presentaba sólo un tiro en la nuca. Posiblemente -concluía el documento- habían muerto entre las 21 y las 23 del 29 de julio.
Sobre la una de la madrugada, la esposa de Galdón había denunciado a la Policía Nacional que su marido no había regresando a casa como esperaba. Inmediatamente, el Servicio de Información Militar recibía la inquietante noticia y ordenaba su investigación, movilizando a un equipo especial. Desde el final de la Guerra, el SIM –embrión de los Servicios Secretos del régimen- tenía orden de controlar e investigar cualquier tipo de incidente por poco sospechoso que fuera.
A los pocos días, el diario ABC del 2 de agosto, se refería al crimen como un ataque residual de unos asesinos comunistas que acababan de ser vencidos en la Guerra de Liberación. Es más, en una breve nota en sus primeras páginas aseguraba, ya en ése día, que el crimen estaba resuelto y los criminales ya habían sido detenidos y puestos a disposición judicial.
En un juicio sumarísimo se condenaba como ejecutores de los asesinatos a tres individuos de las Juventudes Socialistas. Además, en una terrible represión, se castigaba con ellos a pena de muerte a otras 54 personas vinculadas al bando frentepopulista, entre ellas las famosas “Trece Rosas” con la excusa de la autoría intelectual o colaboración con los autores materiales. Habían pasado solo cuatro meses desde el fin de la terrible Guerra Civil y el régimen estaba confirmando su enorme autoridad. El mismo 5 de agosto –una semana después- se ejecutaron las sentencias, fusilando en diversas cárceles a todos los acusados excepto a uno de los tres autores materiales…
La versión oficial de que todo se trataba de un robo o de un conflicto residual de la reciente lucha fratricida fue aceptada con cierta lógica por los simpatizantes del bando nacional. Recién terminada la contienda, para muchos era necesario no tolerar este tipo de incidentes y se aceptaron como normales tales ejecuciones.
Lo curioso es que el bando frentepopulista aceptó también la versión oficial, demasiado simple según confirmaba la noticia aparecida en el diario ABC, utilizando este episodio solo por el interés propagandístico que tenía para acusar al régimen de su terrible represión en la posguerra. Este episodio era un buen ejemplo muy útil para ese fin. La versión que difundieron las izquierdas, y que llega hasta nuestros días, es que la salvaje represión se confirmaba en ejemplos como el que nos ocupa y que mostraba que por un simple robo se podía llegara a fusilar a 56 personas en Madrid…Y se añadía la carga sentimental de que entre esos ajusticiados se encontraban las trece famosas mujeres inocentes…
Aún así, pocos se han planteado qué podía haber realmente detrás de estos hechos que con aquellas inmediatas ejecuciones quisieron darse por investigados del todo. Cuando se conoce que los tres asesinos iban vestidos de uniforme del Ejército Nacional, o que Galdón era el encargado durante la guerra de documentar un Archivo de Logias para que el incipiente régimen autoritario tuviera información directa, clara y precisa, sobre la organización del comunismo y la masonería en España, o que personajes luego poderosos durante la dictadura estuvieron relacionados con los asesinatos, surgen decenas de preguntas…
Un misterio: el muerto de la carretera del oeste. Así se refería a Galdón un importante General en una durísima carta escrita en el año 1981 y dirigida a otro General, miembro del Gobierno en ese mismo año:
“Sabemos quien eres y por eso te desprecio. Pesan sobre tu conciencia numerosos hechos repugnantes, como por ejemplo, el muerto de la carretera del oeste…”
¿Qué significaba esa frase durísima, escrita tantos años después por un General y dedicada a otro General al que parecía acusar del terrible crimen de 1939? Nadie ha querido contarnos la verdad. Cuando se ha intentado investigar sobre este asunto, los hijos de Galdón han pedido que no se enrede con la muerte de su padre. Cuando durante la transición, una revista publicó algunos datos escabrosos del sumario judicial del caso del muerto de la carretera del oeste, almacenados en dos archivadores que constan de más de mil folios, el mismo Jefe de los Servicios Secretos amenazó a su director y a su dueño, un conocido diputado de la derecha tradicional… Cuando un Profesor de Historia intentó abarcar estos hechos y sus consecuencias en la política nacional, fue amenazado en su propio despacho de la Universidad y no pudo nunca concluir su labor.
¿Qué es lo que motivó realmente este crimen? ¿Quién fue el verdadero responsable? O mejor, ¿quiénes fueron los autores intelectuales en realidad? ¿Por qué uno de los tres asesinos se libró de la condena a muerte? ¿Qué información podía tener Galdón? ¿A dónde iba o de dónde venía en ese viaje de trágico final? ¿Por qué, desde el poder, no se permitía que se supiera la verdad? ¿Y por qué en 1981 un General acusó a otro General diciéndole que sobre su conciencia pesaba el muerto de la carretera del oeste?
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Pues nada, a leerla, y repito lo que dije anteriormente, que tenga éxito.
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