jueves, 9 de junio de 2011

El 15-M desafía al Congreso: «O pasamos o acampamos»


Q. ALSEDO / ALBA G. F. PACHECO / G. N. GARCÍA RUIPÉREZ / Madrid

09/06/2011/El Mundo

Un millar de 'indignados' toma, durante más de seis horas, el exterior de las Cortes ante la imprevisión de la Policía
Zapatero embusteroUn millar de indignados se plantó ayer junto al Congreso de los Diputados -que ellos denominan de los imputados-, en la mismísima Carrera de San Jerónimo y a escasos metros de la Puerta de los Leones, después de una convocatoria efectuada a través de las redes sociales contra la reforma laboral. «¡O pasamos o acampamos!», gritaron los manifestantes, mostrando una tienda de campaña ante las narices de los agentes de Policía, que vigilaban y controlaban atentamente la protesta y que, al grito de «¡policía, únete!», fueron invitados a engrosar la manifestación.

La nueva protesta, apoyada por la denominada Asamblea Popular de Lavapiés, por la Acampada Sol y por varios colectivos que estuvieron en el origen del Movimiento 15-M, se iba a celebrar en la plaza de Canalejas a las 19.00 horas. Sin embargo, poco después de iniciarse, la convocatoria se vio superada por la asistencia de varios cientos de personas que decidieron poner rumbo al Congreso de los Diputados.

A la convocatoria inicial de la plaza de Canalejas acudieron 200 personas, incluidos varios trabajadores de la empresa UPS, que llevan varios meses en conflicto laboral. Todo iba según lo previsto hasta que, pasados varios minutos, apareció un grupo de 300 personas procedente de Sol que se unió a los manifestantes en medio de un jolgorio generalizado.

Creciendo el grupo de indignados por momentos, lleno el lugar de periodistas y, sorprendentemente, sin estar presente ni siquiera una patrulla de Policía, los manifestantes no dudaron en cortar el tráfico y en comenzar la marcha hacia el Congreso por la Carrera de San Jerónimo.

Cuando llegaron a la altura del primer edificio de la Cámara Baja, los indignados eran ya un millar, pero allí sí que les esperaba la Policía -siete lecheras que, en cuestión de minutos, pasaron a ser 20 y en media hora llegaron al medio centenar-, impidiéndoles continuar la marcha y alcanzar la puerta principal del Congreso, la de los Leones.

La manifestación se convirtió entonces en concentración con amenaza de nueva acampada, que finalmente no se materializó, porque tras algo más de seis horas la mayoría se retiró hacia Sol. No consiguió la foto frente a la fachada del edificio, pero se situó a escasos 20 metros de uno de los accesos, utilizado a diario por cientos de diputados, periodistas, invitados a la Cámara y funcionarios, y amenazó con extenderse por las calles adyacentes.

La protesta tuvo el tono festivo que caracterizó los inicios del Movimiento 15-M. Hubo consignas del tipo «queremos entrar a legislar», «ahí está la cueva de Alí Baba» o «estas son las llaves de casa de mis padres», coreada esta última con cientos de llaves en mano. Los cánticos se dirigían a los diputados, ignorando que en esos momentos había muy pocos en el Congreso, ya que la actividad parlamentaria se concentra por la mañana y sólo dos comisiones estaban reunidas a esas horas.

En comisión también se encontraba la Acampada Sol, donde a los irreductibles les cogió la manifestación discutiendo si se quedaban o no. Al tener noticias de lo sucedido, cambiaron rápidamente el orden del día, pero no para unirse, sino para debatir si se unían. Después de dos horas, la asamblea se disolvió y gran parte de los participantes se unió a la manifestación.

Desde Sol llegó también una tienda de campaña, que provocó el único conato de violencia de la protesta: los manifestantes la colocaron primero delante de los agentes de Policía, pero después sobre éstos. A los antidisturbios no les gustó: se colocaron el casco y se llevaron la mano a las porras. Finalmente, la sangre no llegó al río.

Pocas horas después, a las 1.45 de la madrugada, los indignados decidieron disolverse y marcharse a Sol, tras proclamar que «una retirada a tiempo es una victoria». Eso sí, dado el éxito, amenazaron con regresar hoy con energías renovadas.

J. M. / Madrid

09/06/2011

Desde la Puerta del Sol a los límites del Código Penal

Los indignados dieron ayer un salto en sus protestas al trasladar su manifestación permanente de la Puerta del Sol a pocos metros de la sede de la soberanía nacional, para mostrar su desacuerdo por el decreto de reforma de la negociación colectiva. Con su actuación, se acercaron por primera vez a los límites del Código Penal, que castiga como delito manifestarse «ante las sedes del Congreso» si se cumplen algunas condiciones.

En concreto, el artículo 494 dispone que «los que promuevan, dirijan o presidan manifestaciones u otra clase de reuniones ante las sedes del Congreso» serán castigados con un máximo de un año de prisión, siempre que los diputados estén físicamente reunidos en ese momento -ayer había varias comisiones- y se altere «su normal funcionamiento», lo que no parece que haya ocurrido.

Si se hubiese llevado a cabo la invasión del Congreso, tal y como reclamaban a gritos los sublevados, habrían incurrido en un delito mucho más grave, castigado con pena de tres a cinco años de cárcel, siempre que la acometida se produjese «con fuerza, violencia o intimidación» y los representantes de la soberanía nacional estuviesen reunidos físicamente en ese momento.

La misma pena está prevista, aunque no se cumpla este último requisito, si la invasión se produjese «portando armas u otros instrumentos peligrosos» con el objetivo de «presentar en persona o colectivamente peticiones».

QUICO ALSEDO GEMA N. GARCÍA RUIPÉREZ / Madrid

09/06/2011

El 'abuelo de la revolución'

Un septuagenario armado con boina y megáfono se convierte en la estrella de la manifestación con incendiarias arengas aplaudidas a rabiar por los acampados
«Llevan 50 y 60 años robándonos, ¡qué les den por saco, hombre!». Esta explícita frase no la gritaba ayer, frente al Congreso de los Diputados, ningún jovenzuelo de cresta, perro y posible flauta, no. Ni siquiera ninguno de los muchos treintañeros hipotecados que han engrosado las filas del Movimiento 15-M. El autor de la frase, y en general el regidor de la noche indignada en el exterior de las Cortes, era un hombre de boina, bastón y aspecto de apacible abuelo cebolleta.

Los concentrados frente a la Cámara Baja apenas llevaban una hora en el lugar cuando el ya bautizado como abuelo de la revolución cogió el megáfono. Y ya no lo soltó.

«¡Son unos sabiondos en esto de robar, pero hay un momento en que hay que decir basta, y es ahora! ¡Basta!», gritaba, y obtenía una enorme ovación de un público entregado. «¡Tenemos que luchar por lo que está pidiendo toda la juventud de España y Europa!», proclamaba, y de nuevo enorme ovación. O, menos prosaicamente: «¡Así, así, así vota Madrid!», y se caía el estadio.

No se sabe si alguien le pasó el micro o si fue él quien cogió el megáfono, pero sí se sabe que, en cuanto se puso a hablar, hipnotizó a la chavalada, muy pacífica por otro lado. No faltaron sonrisas incluso entre los antidisturbios que, en fila, marciales, se diría que rocosos, mantenían la posición ante el Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo.

Como una suerte de Labordeta revolucionario, el hombre encandiló al gentío por un buen rato, terminando casi siempre sus parlamentos con la frase: «Lo que estáis haciendo es histórico, ¡histórico!».

No obstante, el abuelo de la revolución tuvo a bien atender a este diario en un receso de sus incansables peroratas, mientras degustaba unas ricas galletitas y reponía fuerzas en espera de una noche que entonces se preveía revolucionariamente larga.

Se llama Francisco Román, tiene 76 años «porque nací en 1935» y vino al mundo «en un pueblo madrileño que antes se llamaba Olmedo de la Cebolla y que ahora se apellida De la Fuente». También hizo partícipe a EL MUNDO de una frase que, sin duda, concita toda su indignación septuagenaria: «Vamos a demostrar a estos bandidos que no somos unos borregos».

«Lo que está pasando es que ahora quieren quitar lo que no pudieron quitar con el criminal de Franco, ni con el Rey, que en realidad ha seguido con su régimen», opina Francisco. «Es emocionante cuando los jóvenes dicen lo que de verdad quieren. Ahora sí que de verdad vamos a cambiar algo», dice. Y luego vuelve a agarrar el micrófono y vuelve a hacer corear a la muchedumbre, aún sólida junto al Congreso hacia las 01.00 horas de la madrugada: «¡Que no, que no, que no nos representan!».

La chavalada le grita «dale, Manolo», en un bautismo espontáneo y él se crece megáfono en mano: «Pidamos a los banqueros y a los políticos que pidan perdón por todo lo que nos han hecho». El gentío, enfervorizado, le corea: «Presidente, presidente». Y Francisco se quita entonces la boina, agarra fuerte el bastón con una mano y con la otra, encorajinado, levanta un cartel que sintetiza en una palabra todo ese sentimiento. Dice el papel: «No».

OORBYT.es

>Quico Alsedo, testigo directo de la manifestación en el exterior del Congreso de los Diputados

1 comentario:

  1. Bien, ya iba siendo hora, ahora haber si culmina con algo, porque sino, va a ser embalde. Aunque los de iu, han sabido sacar tajada de todo esto.

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