M. MARRACO / F. LÁZARO / Madrid / El Mundo
El juez que investiga el chivatazo, Pablo Ruz, ha comunicado al Ministerio del Interior su decisión de imponer medidas cautelares al policía José María Ballesteros para que conste a los efectos disciplinarios oportunos. Es decir, para que el Departamento estudie la posibilidad de suspenderle provisionalmente de funciones, de acuerdo con la Ley Orgánica 4/2010, de 20 de mayo, del Régimen Disciplinario del Cuerpo Nacional de Policía.
La decisión se tomó después de que Ballesteros declarara que «se reconoce como la persona que sale de dentro del bar Faisán» en las imágenes de la cámara de vigilancia. Esa confesión provocó que el fiscal reclamara para el imputado comparecencias quincenales y, cuando fueron acordadas por Ruz, que se informara de ello a Interior. Según fuentes de este Ministerio, Ballesteros no ha sido suspendido ni se le ha abierto, en contra de lo habitual en estos casos, un procedimiento disciplinario, ni siquiera informativo. Fuentes del Departamento califican lo sucedido como un trato de favor.
El juez no ha acordado lo mismo respecto al otro policía imputado, el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés, sobre el que no pesan medidas cautelares.
Legalmente no existe obligación de suspender al imputado, ni siquiera cuando se le imponen cautelares. Lo que existe es la facultad de hacerlo por parte del director general de la Policía, que «podrá acordar, preventivamente, de forma motivada, las medidas cautelares adecuadas», entre ellas «la suspensión provisional de los funcionarios sometidos a procedimiento penal».
En su segunda declaración, celebrada el pasado 10 de marzo a petición de la Fiscalía, Ballesteros explicó que su destino oficial es Vitoria, pero que actualmente está en comisión de servicio en San Sebastián, al frente del grupo de islámicos. El cambio lo acordó el jefe superior imputado. Y la jefa de su brigada es la policía a la que los investigadores del chivatazo implicaban en el soplo, aunque finalmente no fue imputada.
Precisamente por un posible encuentro entre los dos imputados y la sospechosa comenzó el interrogatorio. Tras recibir el permiso del juez para grabar a Ballesteros -para comparar el vídeo con el del Faisán-, los investigadores presentaron a Ruz una grabación nada inocente: aparecía junto a la policía a la que propusieron imputar y en compañía de quien creían que era Pamiés. Ballesteros reconoce a la policía, pero no a Pamiés. Ruz le pregunta entonces que quién es «el de la calva», y Ballesteros nombra a otro agente. Añade que con Pamiés y otros policías había estado en una comida reciente.
Una de las imágenes que le mostró el juez le mostraba saliendo del local, lo que le forzó a reconocer que había estado en el epicentro de la red de extorsión en la mañana del chivatazo. Según los investigadores, entró a entregarle al propietario, Joseba Elosúa, el móvil desde el que Pamiés le dio el soplo.
En su primera declaración, e incluso en los primeros compases de la segunda, Ballesteros insistió en que no recordaba haber entrado en el Faisán. De hecho, cuando el juez le mostró en dos ocasiones imágenes en las que aparecía -él se reconoce en ellas- rondando el establecimiento, el inspector se mantuvo en esa tesis. «Preguntado sobre si está seguro de que entró [...], contesta que no lo puede asegurar [...] Que puede que tomase un café, pero que no cree que fuera en ese bar».
Pero el juez había dejado para el final la imagen definitiva: «Se le exhiben otras imágenes, en concreto las registradas a partir de las 11:30:00 horas (en tiempo real, las 11:33 h), y se le pregunta si se reconoce, contestando que se reconoce como la persona que sale de dentro del bar Faisán y se dirige caminando hacia la izquierda de la imagen. Que se reconoce con la misma apariencia portando mochila y cazadora en la mano. Preguntado sobre si entonces, al ver estas imágenes, puede confirmar si entró y salió del bar Faisán esa mañana, contesta que sí lo puede confirmar al reconocerse en las imágenes saliendo del bar».
Una vez que el imputado admite que estuvo en el lugar del delito, el juez pasa a preguntarle por la llamada clave del chivatazo. «Preguntado si no le parece significativa la coincidencia de circunstancias respecto de la llamada investigada en el presente procedimiento, en concreto en base a las manifestaciones del Sr. Elosua sobre el contenido y duración de esa llamada, sobre el espacio temporal en que hubo de producirse la misma, sobre que la persona que le pasó el teléfono tomó un café dentro de su bar, y finalmente sobre la circunstancia acreditada de que el declarante salga del bar un minuto y medio después de terminar la llamada objeto de investigación, el declarante reitera lo ya dicho anteriormente en el sentido de que su función en la zona fue estar vigilando la presencia policial por orden del jefe superior [que iba a ver a un confidente], que por eso entró y salió de varios bares, como parece que ocurrió con el bar Faisán».
Niega que la llamada clave de ocho minutos con Pamiés la hiciera dentro del bar «porque en el norte no se habla nunca por teléfono dentro de los bares», y que la llamada la haría fuera y luego entraría.
La declaración concluye con las preguntas de su defensa como «si recibió una orden de un superior y se limitó a cumplir con su deber». En sus respuestas, dice que Pamiés no le dio «muchos información», que no vio nada «ilícito» y que «no entiende el motivo de esta persecución».
La declaración se mantuvo secreta hasta el lunes. Ahora está a disposición de las partes de manera íntegra, a diferencia de las declaraciones de los negociadores designados como testigos protegidos, en las que el juez ha ocultado los datos que pudieran permitir su identificación.
Vaya cagada, ahora el correo va a pagar lo que otros dijeron que hiciera. Por ejemplo el jefe superior le dijo que entrara y tal y tal, al jefe superior le mandaría otro, y asi sucesivamente hasta la cabeza del faisán.Por tanto se irán de rositas, los supuestos verdaderos culpables de esta infamia.
ResponderEliminarMaquiavelo ya está en ello...