18:57 (08-01-2011) | La Gaceta
“Se despiporra de risa de los periodistas y dice: ‘¡Hale, chicos, hasta la semana que viene!’. En LA GACETA hemos decidido que, ceda o no la palabra, vamos a preguntar de todo y por todo. Es nuestro derecho".
Empezaremos con un cierto humor en este año tan negro como el porvenir del insulso Griñán en Andalucía. Contaba un antiguo redactor de ABC, jocundo y enredador el hombre, que cada vez que su sufrida señora –al parecer muy carpetovetónicamente sufrida– le preguntaba: “¿Qué quieres para comer?”, él respondía: “La callada por respuesta”. Añadía el colega: “Pues fijaos: tardó cinco años en entender que lo que quería comer era callos a la madrileña”. Y yo digo: cada vez que Rubalcaba nos da la callada por respuesta, ¿entenderá el multiusos que no nos vamos a comer la respuesta? Claramente: en este periódico, en esta Casa, estamos hasta el gorro de que un funcionario público, por alta que sea su eventual función, cometa la fechoría de ignorar repetidamente las preguntas que nosotros, como sencillos intermediarios de los lectores de La Gaceta, le venimos planteando en cada ocasión en que el señor Rubalcaba se nos pone a tiro de bolígrafo o micrófono.
Dos asuntos sin respuesta
Verán: hay por lo menos dos asuntos que hemos publicado en nuestro periódico y que exigen contestación por parte del Gobierno que vicepreside Rubalcaba. El día 5 de este año estrenado ya, una información de uno de los periodistas de investigación más importantes de España, Manuel Cerdán, narraba en exclusiva cómo el matador Amedo, el inspector que el PSOE compró para atentar contra ETA, había denunciado a sus ex compañeros de la Policía Judicial que Felipe González y su Gobierno, por medio del entonces fiscal general del Estado, el ilegal (el Supremo lo dictaminó así) Eligio Hernández, habían intentado lograr su silencio prometiéndole dos cosas: dinero, 40 millones de pesetas en una bolsa, y una pronta salida de la cárcel. Pues bien, cuando nuestro corresponsal político, por dos veces, interrogó al ministro del Interior por esta información, no hubo nada: Rubalcaba, portavoz también de aquel Gobierno del GAL, respondió: “No tengo noticia de eso”. Con el mayor de los desprecios. Hay más: desde la Redacción de La Gaceta, por si fuera verdad, que no lo es, que el vice-presidente no había podido leer el contenido del trabajo de Cerdán, le hemos remitido el periódico del día. Nuevamente, la callada por respuesta.
Segundo asunto: el miércoles día 5, publicábamos asimismo en La Gaceta nuevas revelaciones sobre el caso Malaya. Roberto R. Ballesteros, redactor de la sección Política, escribía textualmente que “el instructor del caso Malaya y el comisario González pactaron filtrar secretos del Sumario”. Pues bien: durante todo ese día, víspera de Reyes, varios periodistas de este diario telefonearon a la Dirección de Comunicación del ministerio –uno de los ministerios– de Rubalcaba pidiendo respuesta y reacción a la información publicada. Ni una palabra ni una réplica; nuevamente la callada por respuesta. La denuncia hecha desde esta Casa, de la que también se ocupó en su momento Libertad Digital, era realmente brutal. Nada menos que un juez instructor y el jefe de la Policía Judicial de este país, Juan Antonio González, concordaron romper el secreto de sumario para su aprovechamiento personal y usando encima para ello a un colega de otro periódico, El País, “que había ayudado (sic) en el caso Bono” y que “es amigo (sic) de la casa”. Como se lee. González, ya se sabe, fue uno de los contertulios de aquella cena cinegética de Jaén en la que el ex ministro Bermejo y el juez, todavía, Garzón, prepararon, en presencia del propio policía, el acoso y derribo del Partido Popular por otro caso: el Gürtel. González es el comisario de confianza del vicepresidente y el hombre que siempre aparece en las salsas más espesas y malolientes que se cuecen en la factoría que dirige Rubalcaba.
Produce gracia
Pues eso, la callada por respuesta. Lo curioso es que los comportamientos del vicepresidente ni son motivo de acompañamiento por parte de colegas de otros medios ni producen escándalo alguno en nuestra sociedad. Este ministro que presume de manejar las ruedas de Prensa como si fueran los trenes eléctricos de su infancia se chotea, literalmente se chotea, de todos los periodistas que le tienen que sufrir semanalmente tras el Consejo de Ministros. Unas veces eliminando para las preguntas a los periodistas incómodos, otras refugiándose en el inaceptable “hoy no toca” que puso de moda Pujol, y las más faltando clamorosamente a la verdad, Rubalcaba no recibe sanción periodística ni social alguna. En la televisión de Intereconomía estamos ofreciendo, día tras día, un episodio bochornoso protagonizado por el propio Rubalcaba y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Este le pregunta: “¿Es verdad como dices que vas a dar una rueda de Prensa al día?”. Respuesta del multiusos: “No”. Con más morro que cien negros silbando el Only you. Miente y le da lo mismo. “Indecente” decimos en el spot. Pero hace gracia: la portentosa capacidad de disimulo y falacia del vicepresidente causa hilaridad (al primero, a Gallardón), pero no produce espanto y rechazo. Los paisanos ven a Rubalcaba y se relajan: “Joder, pero qué listo es este tío”. Este tío es el portavoz socialista que movió a las muchedumbres de García Farreras y la SER el 11 de marzo de 2004 al grito de “Merecemos un Gobierno que no nos mienta”. ¿Lo recuerdan?
Nos protege la Constitución
Aún más en serio: el artículo 20 de la Constitución (en el ministerio, digo yo, habrá algún ejemplar del gran texto) subraya tres elementos: que se protege el derecho a expresar y difundir libremente las ideas, pensamientos y opiniones, que es innegociable también el derecho a RECIBIR INFORMACIÓN VERAZ, y que el ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa. Naturalmente que si, amparados en este artículo, nosotros o cualquier abogado atrevido se presenta en un juzgado (no hablo de la Fiscalía del Estado, que es una dependencia zapaterista) y dice: “Oiga, que me parece que el vicepresidente se está ciscando en nuestros derechos”, se volverá a su casa tan frustrado como un pobre seguidor del Atlético de Madrid, con la certeza, además, de que aquí, en España, cualquier servidor público no se siente en la obligación de aclarar las dudas que se derivan de su actuación.
Este es el país del nunca pasa nada y si pasa, pues se le saluda y en paz. Nosotros, los periodistas, tenemos gran parte de la culpa de este necio y perverso estado de cosas. ¿Cómo es así que un fun-ionario pagado con nuestros impuestos convoque una conferencia de Prensa, lea su mensaje y decida como si fuera el ominoso Chávez: “No hay preguntas”? Me cuentan los más antiguos del lugar que, en tiempos de Fraga como ministro de Información, sus apariciones tras los consejos de ministros de Franco terminaban invariablemente con esta invitación envenenada del propio ministro: “¿Alguna pregunta, ruego u opinión?”. Por extraño que resulte, había osados jovencitos que empuñaban el rudimentario micrófono. Ahora no, ahora se calla todo el mundo cuando Rubalcaba, despiporrándose del personal, dice: “¡Hale, chicos, hasta el viernes que viene!”. Pues bien, en La Gaceta hemos decidido –y así lo escribe su director– que ceda o no la palabra el portavoz, vamos a preguntar de todo y sobre todo. Es nuestro derecho. De la callada por respuesta, “¡tururú con acento en la u!”.
Esto no tiene palabras, bueno si las tiene, pero por ser grotescas las que pienso y rayan dentro del insulto y descalificación, pues no voy a decirlas, ya que sería ponerme a su altura.
ResponderEliminarNo nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba)
La verdad os hará libres.