lunes, 6 de diciembre de 2010

“La lucha policial será clave para el fin del terrorismo de ETA”





07:32 (06-12-2010)

“De lo que estoy seguro es de que, aunque vivió pocos años, disfrutó de la vida en toda su intensidad”. Así se expresa el padre de Fernando Trapero, uno de los dos guardias civiles asesinados por ETA hace hoy tres años y cinco días en la localidad francesa de Capbreton.

Javier Molina. Ávila /La Gaceta

“De lo que estoy seguro es de que, aunque vivió pocos años, disfrutó de la vida en toda su intensidad”. Así se expresa el padre de Fernando Trapero, uno de los dos guardias civiles asesinados por ETA hace hoy tres años y cinco días en la localidad francesa de Capbreton. Cuando murió, tenía 23 años. En ese atentado, que se cobró las vidas de Trapero y Raúl Centeno, los etarras tenían la certeza de que los guardias civiles no portaban armas.

La labor impagable de estos dos agentes, además de todos los miembros que forman el grupo operativo, desencadenó una imparable ola de detenciones que ha asfixiado a la organización terrorista ETA. Tras el atentado, llegaron unas declaraciones históricas por parte del presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy: “Los enemigos de la democracia española son los enemigos de Francia”.

Los asesinatos supusieron un punto de inflexión en la implicación de Francia contra el terrorismo, al aumentar la cooperación policial con España. Los terroristas que asesinaron a los agentes ya están detenidos y encarcelados en el país vecino. Lo que está claro, y los datos lo demuestran, es que “la lucha policial será clave para el fin del terrorismo” de ETA. Son palabras del padre de Trapero, que también se llama Fernando.

Como Raúl Centeno y como centenares de policías y guardias civiles asesinados por la banda terrorista, Fernando Trapero empezó a interesarse por el Instituto Armado “desde que comenzó a tener uso de razón, porque era lo que había vivido siempre”, cuenta su padre.

“Nuestra intención fue que acabara de estudiar Bachillerato y posteriormente se presentara a la Academia General Militar de Zaragoza, pero él siempre decía lo mismo: ‘¡Quiero ser polilla!”. Insistía el hijo en lo de “ser polilla”, en honor al apodo que adoptan los guardias que se preparan en la localidad madrileña de Valdemoro.

A los 18 años se sacó a la primera el carné de conducir y decidió ingresar en el Colegio de Guardias de Valdemoro para convertirse en lo que siempre soñó. “Su vida era la Guardia Civil, ser polilla y vivir la profesión desde abajo, para servir a los ciudadanos desde la calle”, mostrando así verdadera vocación hacia la Benemérita, explica el padre.

Era un chico alegre, que cuidaba sus amistades y a su familia, apasionado de las motos, que incluso se atrevía con valentía a participar en eventos de motocross. Recuerdos que difícilmente olvidarán los vecinos de Valls (Tarragona) y de El Tiemblo (Ávila), donde residió.

Tras el periodo académico de Valdemoro, en el que destacó por su empeño, tuvo dos opciones: irse con su padre a Valls u optar por cualquier otro lugar de España. Al final, se incorporó al cuartel de Pont d’Armentera, a pocos kilómetros de la localidad tarraconense. Allá prestó servicio el primer año de prácticas que deben realizar los guardias recién salidos de la academia, y después solicitó traslado a la Comunidad de Madrid, donde permaneció poco tiempo, hasta que pasó a realizar el curso del Grupo de Apoyo Operativo (GAO), que le llevó a desempeñar tareas de antiterrorismo.

Los GAO pertenecen al área de Información de la Guardia Civil y se encargan de obtener datos sobre la banda terrorista ETA en primera línea de batalla. También dan apoyo operativo a las investigaciones que acaban con las detenciones de terroristas.

“Las pruebas del GAO son muy exigentes; en su promoción, de medio centenar de aspirantes, sólo superaron todas las eliminatorias unas 10 personas”, explica el padre. Entre ellas, Fernando Trapero. “Yo me siento orgulloso de mi hijo, así como de todos los que forman el grupo donde trabajaba y de las demás unidades dedicadas al terrorismo”, afirma.

“Para estar allí y hacer lo que ellos hacen, sufrir las penas que pasan, experimentar los sacrificios y riesgos que conlleva dedicarse a la lucha contra ETA... Son muy pocos los que del colectivo de la Guardia Civil tienen el honor de pertenecer a este servicio”, valora. “No venden su trabajo, no hacen publicidad, muy pocos saben y reconocen la profesionalidad y sacrificios que pasan. ¿Y todo ello por qué, por una nómina, por unos pluses? No, yo lo voy a decir. Porque son guardias civiles, aman España y a todas las personas de bien a las que quieren proteger aun a costa de sus propias vidas como Fernando, Raúl y Jorge”, afirma con orgullo.

Españoles como Fernando y otros compañeros suyos obran anónimamente las 24 horas del día para garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos. Y para que se pueda vivir en paz. Son héroes en la sombra. Podían haber elegido otros caminos, pero decidieron luchar contra ETA para que otras generaciones puedan vivir libres.

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