miércoles, 21 de octubre de 2009
El caso del Faisán (II)
El caso del Faisán (II)
20 de Octubre de 2009 - 19:51:00 - Luis del Pino
En el caso del chivatazo del bar Faisán, se nos presentan dos opciones básicas.
La primera es que las cosas sean tan simples y directas como nos las pintan: la Policía y la Audiencia Nacional preparan una operación contra el entramado financiero de ETA. Entonces, otros policías, intentando agradar o proteger al gobierno de Zapatero, le dan el chivatazo a un señor que se llama Joseba Elosúa, para intentar que esa operación policial no reviente el proceso de paz.
Si las cosas fueran así, las explicaciones dadas por el inspector Carlos G. en el acta notarial hecha pública ayer tendrían bastante sentido. Porque si el objetivo de Carlos G. y su equipo fuera no perturbar el proceso de negociación, les habría resultado más sencillo (en lugar de reventar la operación mediante un chivatazo) no proponer en primer lugar la operación a sus superiores. Asimismo, si el chivatazo hubiera partido del inspector Carlos G. y su equipo, lo que habrían hecho es intentar ocultar la llamada de Elosúa en la que éste contaba lo del chivatazo, en lugar de transcribirla.
Lo que pasa es que las cosas a veces no son tan sencillas como parecen. Y existe alguna otra posible explicación a todo el episodio del bar Faisán.
Analicemos cuál fue el resultado de aquel chivatazo. Si nos fijamos en los tiempos, la operación en la que tiene lugar el chivatazo se produce menos de un mes después de que Rubalcaba sustituya a Alonso al frente del Ministerio del Interior. Y la consecuencia directa de aquel chivatazo fue una remodelación significativa de la cúpula policial. Se produjo, concretamente, la destitución de dos de los hombres clave de la cúpula nombrada por Alonso para el Ministerio de Interior: el Director General de la Policía (Víctor García Hidalgo) y el Comisario General de Información (Telesforo Rubio). Y se produjo también la repesca de algún mando policial próximo al juez Baltasar Garzón, que había quedado arrinconado durante la última etapa de Alonso al frente del ministerio; en concreto, Rubalcaba decidió repescar al que fuera jefe de la UCAO durante el 11-M, Enrique García Castaño.
Sin el chivatazo, esa sustitución de la cúpula hubiera resultado mucho más problemática, por cuanto se trataba de destituir, entre otros, a alguien (Telesforo Rubio) que era una apuesta personal del propio Zapatero y a alguien (Víctor García Hidalgo) que era un alto cargo del PSE y que contaba con el respaldo del ala de los socialistas vascos más proclive a la negociación con ETA. Después de saltar el escándalo del chivatazo, ni el propio Zapatero hubiera podido hacer nada para mantener a Telesforo Rubio y a Víctor García Hidalgo en el cargo. En resumen: la operación chivatazo permitió a Rubalcaba tomar el control completo de la cúpula del ministerio de Interior, sin que nadie pudiera poner ningún obstáculo a la defenestración de la cúpula policial anterior.
Teniendo esto en cuenta, cabe preguntarse si la operación Faisán no fue otra cosa que una trampa tendida, por algún sector policial o político, a esa cúpula nombrada por el ministro Alonso. ¿Con qué objeto se habría tendido esa trampa? Quizá simplemente para despejar el terreno para un futuro baile de cargos, con el fin de introducir a personas que gozaran de la confianza de Rubalcaba. O quizá para liquidar a los hombres de Zapatero en el Ministerio de Interior, sin que Zapatero pudiera oponerse. O quizá para asestar un golpe al sector del PSOE más partidario de la negociación con ETA. O quizá para las tres cosas a la vez.
Esas serían, por tanto, las dos opciones principales que tenemos en el caso del chivatazo del bar Faisán: o es directamente una canallada que buscaba proteger el "proceso de paz", aún a costa de avisar a un supuesto terrorista; o es una escenificación para consumo interno, con la que se intentaban dirimir las luchas entre distintos sectores policiales y del PSOE.
Aunque lo más probable, en mi opinión, es que se trate de una mezcla de ambas cosas, lo cual no resultaría nada descabellado. Desde este punto de vista, alguien podría perfectamente haber puesto en marcha la operación contra el entramado financiero de ETA y tender el cebo para que un determinado sector policial (el más próximo al PSE y a Zapatero) la intentara reventar. Y el pez mordió el anzuelo. El resultado final fue que, después del chivatazo, Zapatero dejó de controlar "el proceso".
Pero sea cual sea la explicación del episodio, lo cierto es que el chivatazo se produjo, y resulta imprescindible esclarecer quiénes fueron los que lo protagonizaron. Y, en ese sentido, en el escrito firmado ante notario por el inspector Carlos G. se vierten algunas afirmaciones (y se insinúan otras) que tienen un gran interés, como veremos en el siguiente hilo.
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