miércoles, 7 de septiembre de 2011


Una década del 11-S

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Europa descubrió a Al Qaeda en Madrid

El atentado del 11-M en Atocha supuso la globalización definitiva del terrorismo islamista

Internacional | 07/09/2011 - 00:56h

Uno de los convoyes atacados en los atentados del 11M en Madrid Emilia Gutiérrez

El 11 de marzo de 2004, a tres días de la celebración de elecciones generales con el Partido Popular (PP) como seguro ganador de los comicios, diez de las catorce mochilas bomba colocadas por un grupo de extremistas musulmanes en distintos vagones estallaron en cuatro trenes de cercanías en Madrid. Murieron 191 personas y 2.062 resultaron heridas, lo que constituye el mayor atentado de la historia de España y el segundo en Europa, tras el derribo de un avión sobre Lockerbie (Escocia) en 1988 con un balance de 270 muertos.

Los atentados de la estación de Atocha, como pasaron a conocerse, trajeron como consecuencia inmediata la inesperada derrota electoral del PP, la percepción –hasta ese instante difusa– de que el terrorismo de base islamista era global y la creación mediática de una teoría conspirativa que mezcló al PSOE a ETA y a la Policía en el crimen. Una teoría urdida para salvar el error de un gobierno empecinado en ETA y al que había sorprendido el atentado pese a las alertas (dos de ellas desclasificadas el 17 de septiembre de 2005) que recibió del CNI y de la brigada de información de la Policía.

Diatribas políticas al margen, el hecho central es que lo sucedido en Madrid fue el 11-S de Europa y generó grandes cambios policiales y legales que afectaron a la seguridad española y europea. Tanto es así que podría hablarse de la escuela del 11-M, ya que enseñó por la vía del peor drama a descreídos e ignorantes que la amenaza de Al Qaeda no se limitaba a los intereses de EE.UU. y que el terrorismo islamista era un problema de todos.

España y el resto de las policías de los países de la Unión Europea tomaron nota y Al Qaeda fue definitivamente considerada como una amenaza universal, tal como ya venían advirtiendo en España algunos jueces y fiscales, policías y agentes de inteligencia.

Es un hecho: faltaban aún años para el 11-M y los pocos agentes especializados se alarmaban ante el crecimiento de grupos islamistas en suelo español. Durmientes les llamaron entonces. La Vanguardia lo advirtió en primera página 18 días después de que cayeran las Torres Gemelas. No sirvió de nada y sólo después de los atentados de Atocha se dotaron de medios a los grupos de antiterrorismo yihadista pero casi en la misma medida que sordamente crecía el radicalismo islamista que se instalaba en España.

Los contactos entre las unidades antiterroristas de todo el mundo se intensificaron y el nuevo Gobierno satisfizo una vieja petición de la Policía con la contratación de 160 traductores de árabe. Hasta entonces, las intervenciones telefónicas judiciales a islamistas tardaban tanto en traducirse que perdían parte de su valor policial.

Un ejemplo: la Operación Dátil que el 13 de noviembre de 2001, tres meses después de los atentados de EE.UU., se saldó con 11 detenidos acusados de integrar la célula principal de Al Qaeda en Europa, ya que su líder, el sirio Imad Edin Barakat Yarkas, alias Abu Dahdah, estaba considerado embajador de Bin Laden. En esa ocasión hubo conversaciones grabadas antes del 11-S que contenían frases en clave, que se referían a atentados contra Estados Unidos, que no pudieron traducirse hasta después del ataque dirigido por Mohamed Atta. Tuvo que producirse el drama de Atocha para que, policialmente hablando, las cosas cambiaran tanto que las fuerzas de seguridad españolas, la Fiscalía y la Audiencia Nacional se convirtieran en punto de referencia universal.

Algunos datos para avalar la afirmación: desde el 11-S del 2001 en España se han producido 22 operaciones antiyihadistas de impacto mundial, la primera de ellas sólo 15 días después del 11-S y entre ellas, a destacar, la de 19 de enero del 2008 en el del barrio del Raval barcelonés que evitó una serie explosiones suicidas en el metro. Es decir, otro 11-M.

Agentes españoles fueron llamados al Reino Unido para colaborar en las investigaciones de los atentados de Londres y la policía científica española corrigió errores de identificación cometidos por el FBI que le costaron el cargo a dos jefes de la famosa policía federal norteamericana. Asimismo, españoles investigan desde 2004 en el Magreb y resuelven secuestros cometidos por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) donde otras Inteligencias han fracasado.

Tras el 11-M, la presencia en Tarragona de Mohamed Atta y de Ramzi Binalshibh, los dos miembros centrales de la célula de Hamburgo autora del los atentados del 11-S, dejó de valorarse como una anécdota. No era casualidad que Atta eligiera España para sus encuentros preparatorios del 11-S. Luego, tal como adelantó este diario en mayo del 2007, se supo que Catalunya es un centro clave del yihadismo (pakistaní y magrebí) que campa en la UE y que debió dar apoyo a Atta.

También se han presentado problemas jurídicos en torno a las pruebas. Que el terrorismo islamista sea horizontal, difuso y suicida ha provocado choques entre investigadores y jueces. Un caso: la operación lago, la redada producida en Banyoles en el 2003 y que se bautizó peyorativamente comando Dixán debido a que los detenidos guardaban gran cantidad de productos que alegaron que era para fabricar jabón pero que mezclado con gasolina resultaba un explosivo. Fueron condenados a leves penas. La Vanguardia ha hablado con los que investigaron y hoy se preguntan si la sentencia habría sido la misma si el comando Dixán hubiera sido desarticulado después de los sucesos de Noruega de de 23 de julio, cuando el fanático Behring usó explosivo fabricado con nitratos y queroseno.

Cuando el móvil es el arma más letal

Desde el 11-M queda una cuestión pendiente respecto a las pruebas que conducen a la condena de los comandos islamistas, a los que no detienen con armas convencionales como sucede con los viejos grupos terroristas europeos. Pero ¿un móvil puede ser un arma o es únicamente un útil para hablar con amigos y familia? En el oscarizado film En tierra hostil (The hurt locker) de Kathryn Bigelow, se muestra su utilidad militar y el pavor que causa un móvil a los soldados en Iraq. Pero en el 11-M fueron el medio que originó la matanza. Los móviles activaron las mochilas bomba. Ahora la cuestión reside en qué hace un juez ante un sospechoso extremista detenido con móviles manipulados. Pues depende lo que haya leído o estudiado el juez. Todavía no hay un criterio único y para unos es un teléfono mientras que para otros es un arma, la idea que reina en la policía. Hoy, al menos, ya no se pueden comprar teléfonos prepago sin acreditar una identidad. Antes eran anónimos. Letales.

1 comentario:

  1. No se a que fin, nombra a al qaeda en el 11-M, cuando ni en el sumario se refieren a ellos como autores del criminal atentando. Algunos no se enteran, o lo que es peor, no se quieren enterar de lo que realmente ocurrió, y siguen culpando a terceros que no tienen nada que ver.

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