domingo, 11 de septiembre de 2011

Rubalcaba se reunió en secreto con la cúpula de Batasuna durante la tregua de 1998



  • Exclusiva
    11-09-2011 | La gaceta

    Zabaleta, Permach y Barrena mantuvieron una comida clandestina con el candidato del PSOE. El vehículo en que viajó el ex ministro del Interior hizo maniobras de distracción para evitar seguimientos. Hablaron sobre los pasos para llegar al final del terrorismo. Vea el vídeo de la noticia

  • Corría el 16 de septiembre de 1998 cuando ETA declaró una “tregua indefinida” que, con el tiempo, se revelaría como su enésima trampa. El PSOE sabía que la banda criminal iba a hacer este anuncio con antelación, gracias a los contactos que mantenían el senador socialista Enrique Curiel y el miembro del Partido Socialista de Navarra José Luis Úriz con Patxi Zabaleta, que entonces era uno de los principales dirigentes de la Mesa Nacional de Batasuna.

    Pocos días después de la declaración de tregua, Rubalcaba, que estaba al tanto de los pasos de Curiel, llamó al senador y le pidió que arreglase un encuentro con los batasunos. Los motivos por los que hizo esa llamada sólo los conoce el propio candidato del PSOE. Pronto Curiel contactó con Zabaleta. Concertaron la cita para finales de mes en Leiza, localidad natal de Zabaleta.

    Rubalcaba y Curiel viajaron juntos desde Madrid hasta el aeropuerto de Noáin, ubicado a pocos kilómetros de Pamplona. Úriz les recogió allí en su coche, un Ford Escort de color blanco. Aunque por aquel entonces Batasuna aún era legal –la ilegalización llegaría en 2002–, el carácter del cónclave era clandestino. Prueba de ello es que el conductor realizó maniobras de distracción antes de dirigirse a Leiza para evitar seguimientos. Casi surrealista: un diputado intentando no ser visto por las Fuerzas de Seguridad que años después dirigiría como ministro del Interior.

    Dispositivo

    Entre un dispositivo de seguridad desplegado por la izquierda abertzale de la localidad, con un proetarra en cada esquina velando por el secretismo de la reunión, los tres miembros de la delegación socialista llegaron al domicilio de Zabaleta. Allí esperaban los mencionados dirigentes batasunos, llegados al lugar en diferentes vehículos. Mientras degustaban la comida cocinada por Koro, esposa de Zabaleta, charlaron sobre los pasos necesarios que debían acometer para alcanzar el final dialogado de ETA.

    Rubalcaba remarcó que el PSOE era un partido de ámbito nacional que pretendía ganar las elecciones generales y que por ello Batasuna debía entender que cualquier movimiento que los socialistas hicieran en el País Vasco y Navarra para conseguir la paz tenía que hacerse contando con las repercusiones negativas que pudiera tener para ellos en el resto de España.

    Los batasunos expusieron el mismo argumento pero a la inversa. “Nosotros somos un partido de ámbito reducido, el de Euskal Herria, y por ello lo que ocurra en otros puntos del Estado nos da lo mismo”. Después, aseguraron que tenían un problema interno grave, dado que el sector juvenil, entonces denominado Jarrai, presionaba mucho para imponer las directrices del sector más duro de ETA. Los proetarras dejaban claro que las tesis no eran unánimes en su seno respecto a cómo debía articularse el final del terror. Como ocurre en la actualidad, con los jóvenes de Segi (trasunto de Jarrai) empeñados en la vuelta a los atentados.

    Cada una de las partes valoró a su manera la tregua que había declarado ETA días antes. La izquierda abertzale mostró su preocupación por el hecho de que el PP gobernase, dado que la banda terrorista había teorizado poco antes que, en ese momento, era más favorable establecer una negociación con el PSOE para alcanzar una solución perdurable. Y hablaron sobre la política de alianzas de los proetarras, plasmada en el Pacto de Lizarra con el resto de formaciones nacionalistas vascas.

    Permach fue el más duro de los batasunos. Aunque no llegaron a vivirse momentos de tensión, Curiel tuvo que hacer gala de sus magníficas dotes de intermediario para que unos y otros se escuchasen. Rubalcaba, normalmente austero en la comida, disfrutó de un pastel vasco casero elaborado por Koro. Por motivos de seguridad, no todos los proetarras se quedaron para tomar el café. Primero se marcharon Barrena y Kiroga, mientras Permach se quedó hasta después de que la delegación socialista abandonase el lugar. La reunión había sido un éxito.

    Hasta ahora, la única referencia a este cónclave aparecía en un libro publicado el año pasado por los periodistas Fernando Jáuregui y Manuel Ángel Menéndez, que fechan la reunión y mencionan a sus asistentes. Pero no aportan datos sobre quién pidió la cita, cómo se produjo el viaje hasta Leiza y cuál fue el contenido del encuentro.

1 comentario:

  1. Estupendo, ahora ya lo saben todos, y sabe como se las gasta este que dice ser socialista, que no lo es.

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