viernes, 16 de septiembre de 2011

Minnesota bajo la sinrazón musulmana


Alerta Digital

J. Monjas.- ¿Qué tienen en común las mujeres, los burros y los perros? Que los tres tienen la capacidad de anular la oración del musulmán. Eso es al menos lo que un famoso y controvertido hadiz afirma que un tal Abd Allah ibn al-Samit dijo que un tal Abu Dharr dijo que (su primo) Mahoma dijo que Alá le había dicho. Los hadices o dichos del profeta se encuentran sólo un peldaño por debajo del Corán, por lo que el asunto de la equiparación de mujeres, burros y perros sigue debatiéndose hoy en el mundo islámico con la misma intensidad con que avergüenza a los musulmanes más sensatos.

Más allá de la ubicua fijación islámica con los perros, en realidad, este hadiz no advierte contra los perros en general, sino contra los perros ‘negros’ en particular. Porque si, para algunos imanes, incluso en Occidente, “las mujeres son el arma de Satanás” (ND), para el orden islámico del universo los perros negros -no los “amarillos” ni los “rojos”, según se especifica- son “demonios”. Por eso, la presencia de perros no es tomada en broma. Y en Estados Unidos hay muchos perros. Y también muchos musulmanes que no los pueden ni ver. Ni tan siquiera cuando sirven para que un ciego vea.

En efecto, hay muchos musulmanes que no los pueden ni ver, ni tocar. Como mucho, hay algunos que los tocan pero sin tocarlos. El mejor recuerdo del estadounidense Tyler Hurd, de 23 años, proviene de cuando, en el primer centro universitario en que estudiaba educación especial, los estudiantes somalíes acariciaban a su perro Emmitt poniéndose un papel en la mano para no contactar físicamente con el pelo del animal. Hasta ahí la cosa iba más o menos o bien. Porque cuando Tyler se cambió de centro a la Universidad de St. Cloud con el fin de continuar su especialización, comenzaron las amenazas directas contra él y contra su perro, hasta que, finalmente, las advertencias genéricas se convirtieron en un aviso de ejecución sumaria del perro Emmitt. Perro negro, para más señas.

Amenazas de muerte a un perro de servicio

Emmit no es simplemente la mascota de Tyler, sino un perro adiestrado para prestar ayuda a su dueño en los frecuentes ataques epilépticos que padece. Como los lazarillos de los ciegos, va debidamente identificado y porta una bolsa con medicinas e instrucciones para que los viandantes puedan socorrer a Tyler. Las amenazas provocaron que el estudiante se viera obligado a abandonar la universidad. Un reportaje en el periódico del centro desveló su caso, que pronto saltó a los medios generales. Además, todo esto no sucedía en cualquier estado, sino en el de Minnesota, donde una masiva inmigración somalí de religión mayoritariamente musulmana ha provocado graves encontronazos con la forma de vivir occidental hasta el punto de tratar de imponerse a ella. Y de conseguirlo, en muchas ocasiones.

Con un conflicto tan flagrante, el virulento Consejo de Relaciones Islamo-Americanas (CAIR, por sus siglas en inglés) se ponía en marcha en un intento de controlar los devastadores daños de imagen. En un comunicado, la organización afirmaba: “La moral y la necesidad legal de acomodar a personas que utilizan perros de servicio sobrepasa con mucho la incomodidad de un musulmán individual que tema entrar en contacto con un perro, que es una criatura de Dios”. La organización desmentía la creencia general de que los perros sean considerados “impuros” por los musulmanes, y aclaraba, por el contrario, cómo “los musulmanes creen que la saliva de los perros invalida la ablución ritual antes de la oración”.

Mujeres, burros, perros… y judíos

Es una versión. De hecho, las interpretaciones de los hadices se prestan a ellas. El de las “mujeres, los burros y los perros” (número 1032) -que también invalidarían la oración como la saliva de los perros- es interpretado por algunos como que es “el paso” de cualquiera de las tres criaturas el que distrae por igual al orante, por lo que la plegaria quedaría invalidada, sin que, por ello, Alá o sus transmisores tuvieran intención de equiparar a mujeres, burros y perros. En realidad, la cosa se complica mucho porque algunos piensan que son sólo las mujeres que tienen la menstruación las están concernidas en todo este asunto… Y otro hadiz incluye a los judíos entre las criaturas cuya mera aparición malogra las plegrias. No son discusiones medievales. En realidad, son temas que se discuten todos los días no sólo en el Medio Oriente, sino en países occidentales y por musulmanes en idiomas occidentales, incluido el español en medios islámicos españoles.

El propio CAIR recordaba el grave conflicto que se planteó en el servicio de taxis de Minneapolis, la principal ciudad de Minnesota, cuando los conductores, mayoritariamente somalíes, se negaron a dejar subir a los invidentes que fueran acompañados de perros lazarillos. La organización islámica dice que todo se solucionó, pero aquel era sólo uno de los constantes problemas con que la comunidad islámica somalí, en puestos y servicios públicos, intentaban e intentan imponer sus normas y prohibiciones religiosas a la aplastante mayoría de la población. Por ejemplo, en Minnesota, una de las principales procesadoras de carne tenía graves problemas para mantener la producción después de que su plantilla -mayoritariamente somalí- abandonara los puestos de trabajo al mismo tiempo para rezar. Con el resultado de una cadena de producción detenida cinco veces al día (ND).

Minnesota, bajo la sharia

En Minnesota, las cajeras somalíes de los supermercados se negaron a tocar productos considerados por ellas “impuros” -como una cerveza o unas salchichas-, debiendo cambiar el cliente de línea de pago si es que no había sido avisado con anterioridad de los condicionantes religiosos que iba a envolver el potencialmente incierto proceso de abonar la compra. En Minnesota, los taxistas somalíes no sólo se negaban a transportar a ciegos con perros lazarillos, sino también a los pasajeros que portaran cualquier clase de alcohol (ND), incluyendo las medicinas que lo contuvieran (ND).

En Minnesota, la Universidad de Minnesota se veía obligada a celebrar algunas de las clásicas fiestas americanas de acceso a la universidad con acceso exclusivo para chicas musulmanas, que, según decían, no podían compartir espacio ni contacto con compañeras o compañeros no musulmanes. En Minnesota, en el aeropuerto de Minneapolis, se producía el afamado caso de los ‘imanes voladores’, que terminaba en demandas por discriminación religiosa y “racial” contra compañía aérea y pasajeros en medio de un circo mediático sin precedentes por parte del propio CAIR (ND). Y así.

En realidad, los problemas con los somalíes islámicos se extendían también a la otra punta del país, cuando un tribunal de Phoenix, Arizona, condenaba a una empresa de alquiler de coches a indemnizar nada menos que con 300.000 dólares a una empleada de esa nacionalidad y de esa religión que se había negado a quitarse el pañuelo islámico mientras atendía a los clientes en Ramadán. De hecho, había sido la propia administración estadounidense, a través de la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Trabajo, la que había denunciado a la compañía, la que prestó atención a la ultrajada mujer, y la que consiguió, con sus abogados en los tribunales, los 300.000 dólares de indemnización en justa contrapartida por el flagrante caso de “discriminación religiosa” (ND).

Pakistán: los perros policía también son impuros

En este entorno, los perros -y no sólo los de compañía, sino los de asistencia a personas minusválidas o con graves problemas de salud- se han convertido en un activo frente de guerra en el choque de civilizaciones, en el que la americana ha caído bajo la sharia, al menos en Minnesota. Y es que lo de los perros sigue presente en la mentalidad musulmana. Este mismo mes, un prominente imán pakistaní emitía una tonante fatua contra el uso de perros policía, entrenados para rastrear droga o explosivos. Poniendo de testigo a la sharia, Maulana Abdul Hakim Haqqani no sólo desmentía que una prueba policial conseguida con perros tuviera validez, sino ‘recordaba’ que los “perros y los cerdos” son las “criaturas favoritas de los judíos”.

De los judíos, y de los egipcios. O al menos eso debían pensar unos avispados carniceros cairotas recién descubiertos sirviendo a sus clientes carne de -precisamente- perros y burros, y haciéndola pasar por carne de res. De nuevo se levantaba uno de los extraños y extravagantes debates médico-socio-teológicos habituales en el orbe musulmán, cuando un veterinario defendía que nada perjudicial hay en la carne de burro, y un profesor de ley islámica contestaba que “el islam prohíbe comer carne de cualquier animal considerado impuro, como el burro, el cerdo o el perro”. Un sarcástico vecino de los carniceros preveía que una mañana se iba a levantar ladrando… o rebuznando. En Minnesota, quizás ni tan siquiera eso.

1 comentario:

  1. A estos los espabila el Anglada en un plis plas, haber que dicen después.
    Se les deja entrar, y luego te echan de tu casa, ya que no quieren integrarse en esta sociedad, pues que se vayan por donde han venido.

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