MANUEL MARRACO / Madrid
18/09/2011/El Mundo
Durante cinco años y cuatro meses de investigación, el foco del caso Faisán ha rondado el Ministerio del Interior. Ha acabado señalando con claridad a tres procesados -dos policías de carrera y un ex director del Cuerpo-, pero también ha dejado en una zona de penumbra a otras dos figuras que en el momento del soplo ocupaban la cúspide del Ministerio: el ex secretario de Estado Antonio Camacho y el ex ministro Alfredo Pérez Rubalcaba.
Hoy la instrucción está prácticamente acabada y Camacho ni siquiera ha sido llamado a declarar como testigo. Y aun así, algunas piezas del sumario 1/2011 que parecen haber quedado atrás siguen vivas y suponen todavía una amenaza para quienes acaban de ser aupados a los puestos de ministro y de candidato a la Presidencia del Gobierno.
LLAMADAS CLAVE
El 1 de febrero de 2011 fue un mal día para Camacho. Esa mañana, el juez Pablo Ruz ordenó identificar a los titulares de varios teléfonos que habían contactado con el número del ex director general de la Policía imputado, Víctor García Hidalgo en momentos relevantes del chivatazo. Uno de los móviles era el del secretario de Estado.
La noche del 3 de mayo de 2006, la misma en la que se estaba planeando el soplo de la mañana siguiente, Camacho habló en dos ocasiones con Hidalgo. La primera llamada se produjo a las 22.50 horas y duró un minuto y 52 segundos. Nada más colgar, Hidalgo vuelve a llamar a Camacho y hablan 21 segundos. Lo más llamativo de esas llamadas es que llegan inmediatamente después de que Hidalgo haya conversado con Enrique Pamies, el jefe superior de Policía del País Vasco, supuesto autor del soplo. A la mañana siguiente, día del chivatazo, Camacho llamó a Hidalgo, a las 9.47 horas. Esta vez es Camacho el que llama a Hidalgo -que ya había hablado con Pamies-. Hablan durante tres minutos y 33 segundos. A las 11.06 horas Hidalgo llama a Camacho, pero no consigue contactar. El chivatazo que desbarata la operación contra la red de extorsión se produce poco después, a las 11.23 horas, en el bar Faisán de Irún.
El juez Ruz llegó a preguntar a los investigadores si el patrón de llamadas entre Hidalgo y Camacho podía considerarse normal o, por el contrario, era extraordinario y permitía sospechar la implicación del secretario de Estado de Seguridad. «Resulta lógico y razonable suponer que dos altos cargos del Ministerio del Interior, con relación de dependencia jerárquica y subordinación directa de uno respecto del otro, necesiten mantener comunicaciones durante las 24 horas del día». Con esa base, el juez rechazó llamar como testigo a Camacho, una decisión que fue luego avalada por la Sala.
FUE POLÍTICO
El móvil político del chivatazo no irrumpió con claridad en el sumario hasta la llegada del informe final de conclusiones reclamado por Ruz al equipo investigador: «La naturaleza del móvil es política y se articula en el marco del proceso de negociación». El equipo sustentó la afirmación en el hecho de que quien da el soplo se refiere de forma «insistente» al proceso de paz. Así, el dueño del Faisán, Joseba Elosua, pone en su boca estas palabras: «No vas a decir que te he llamado yo, ¿eh?... para no fastidiar todo el proceso»; «...que aquí hay gente que quiere que esto se rompa...».
El informe aseveraba que la secuencia de llamadas incriminaba con claridad a Hidalgo, al que describe como «alto cargo del Ministerio del Interior». Pero una cosa es que la investigación no llegue más allá y otra creer que Hidalgo pudo ser la cúspide de la operación. Nadie lo cree.
Existe, además, otro posible móvil político que no encuentra tanto amparo en la tesis de que se intentaba salvaguardar el proceso de paz. El informe final resalta que el chivatazo «consigue evitar la detención de Gorka Agirre», miembro de la dirección del PNV. La única manera de evitar la detención era reventar la operación, porque el arresto del etarra Cau Aldanur «conllevaba la inmediata detención de Agirre». Y el momento para la operación no podía ser políticamente más inoportuno: ese mismo 4 de mayo el presidente del Gobierno se reunía con el líder del PNV, Josu Jon Imaz.
PAPELES COMPROMETIDOS
Las actas elaboradas por ETA apuntan a que los negociadores del Gobierno esgrimieron como prueba de buena voluntad los problemas que les estaba suponiendo la apertura de la investigación del chivatazo. Cuando testificaron ante Ruz, los negociadores ofrecieron la versión de que simplemente habían sabido de la investigación leyendo EL MUNDO y habían intentado aprovechar la noticia como baza negociadora. La relación de los negociadores con Interior era evidente. Uno de ellos explicó a Ruz que había sido Rubalcaba quien le había designado para la misión. Hasta ahora sólo ha salido una parte de los documentos de la negociación, por lo que es posible pensar en nuevas revelaciones vinculadas al soplo policial.
Existe otra conexión entre la negociación Gobierno-ETA y el chivatazo: el equipo de negociadores habría entregado al etarra Iurrebaso un número de teléfono de emergencia al que debía llamar para quedar libre en caso de arresto. Ese teléfono era uno de los que llevaba encima Hidalgo.
UN JUICIO INCIERTO
La instrucción se puede dar por cerrada, pero queda por delante el juicio oral y con ello, la incertidumbre de lo que puedan declarar los acusados. Incluso es muy probable que el propio Camacho tenga que comparecer como testigo, pues así lo reclamarán las acusaciones.
Sea en la Audiencia o en Guipúzcoa, una vez sentados en el banquillo y enfrentados a penas de cárcel que en el caso de los policías supondrían su expulsión del Cuerpo, cualquiera de los tres procesados podría sentirse traicionado o abandonado y dar la sorpresa. Por ahí podía ir la última pregunta que el abogado del imputado José María Ballesteros le hizo al inspector momentos después de que éste tuviera que reconocer su presencia en el Faisán: si se había limitado a cumplir órdenes. En cuanto a Pamies, en su speech ante el juez tras ser procesado, dejó caer la nada inocente expresión «interferencias políticas». Respecto a Hidalgo, en una conversación pinchada a Pamies y a otro mando policial, el jefe superior comenta que Hidalgo se le ha quejado del trato de Rubalcaba: «No se han portado conmigo», llegó a decir Hidalgo, en referencia a la excusa del «descontrol» en la Policía que el ministro adujo para destituirle
El fiscal desmiente al ministro
M. M. / Madrid
18/09/2011
La jugada preelectoral de Bermúdez
«No sé dónde voy a controlar mejor el asunto, si desde dentro o desde fuera». Así respondía hace años Javier Gómez Bermúdez a la pregunta de si finalmente iba a entrar o no en el tribunal que en breve iba a juzgar el 11-M. La causa no había recaído en su Sección, pero como presidente de la Sala de lo Penal podía forzar su entrada en el tribunal.
Y, obviamente, lo hizo. Por aquel entonces, Fernando Grande-Marlaska acababa de abrir una investigación por el chivatazo a ETA que hoy se ha convertido en el asunto judicial más relevante. Y Bermúdez, por decisión propia, vuelve a estar dentro, esta vez por la vía de avocar el asunto al Pleno que él preside. Un Pleno es más difícil de controlar que una Sección, pero Bermúdez sólo ha tomado la decisión tras echar las cuentas. «Lo verá el Pleno, dice que hay una mayoría clara en la Sala de que no puede ser colaboración», confirmaban en la Audiencia Nacional días antes de que el presidente de la Sala Penal anunciara su decisión.
Bermúdez se había mostrado muy interesado en saber en qué instante el juez Pablo Ruz iba a rechazar los recursos de reforma contra su auto de procesamiento. Es decir, en conocer el momento en que los recursos pasaban a manos de la Sala. Instantes después de que el instructor notificara esa decisión, Bermúdez hacía uso de sus facultades y mandaba el asunto a Pleno, diluyendo así el peso de una Sección, la Segunda, que hasta la fecha había mantenido el caso en la Audiencia Nacional.
Si las cuentas están de verdad tan claras se verá en breve. El Pleno está convocado para el martes a las 17.00 horas en la sede especial de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares. A puerta cerrada, se celebrará la vista en la que las tres defensas atacarán el auto de Ruz, tras lo que llegará la intervención del fiscal Carlos Bautista y los abogados de las tres acusaciones populares personadas: AVT, Dignidad y Justicia y Partido Popular.
Dependiendo de la duración de la vista, una primera deliberación podría comenzar esa misma tarde, dejando para otro momento la votación definitiva. La decisión que propugna Gómez Bermúdez de remitir el caso a un juzgado ordinario -Irún en este caso- por no tratarse de un delito terrorista supondría, en fechas preelectorales, un alivio para la campaña del hoy candidato socialista y responsable de Interior en el momento del chivatazo, Alfredo Pérez Rubalcaba. Si la causa va a Irún, lo sucedido seguirá siendo delito, pero menos grave y, ya fuera de la Audiencia, de menor repercusión pública. También Bermúdez ha ejecutado la maniobra en fechas preelectorales: en febrero vence su mandato en la Sala de lo Penal.
Los magistrados que participarán en la decisión serán finalmente 15 de los 18 que componen el Pleno. Los tres de la Sección Tercera a los que correspondería celebrar un eventual juicio han comunicado que se abstendrán de intervenir para evitar verse contaminados con la deliberación. Se trata del presidente de la Sección, Alfonso Guevara, y los magistrados Guillermo Ruiz Polanco y Clara Bayarri. A esta última le correspondería redactar la sentencia si el asunto se mantuviera en la Audiencia. Por contra, sí irá al Pleno la cuarta componente de la Sección, Ángeles Barreiro, que se sumará así a los 14 miembros de las otras tres secciones de lo Penal.
El origen del Pleno son los recursos contra los procesamientos, es decir, contra la tesis de que hay suficientes indicios de criminalidad, pero el foco de la deliberación será otro: si jurídicamente es posible que unos policías hayan cometido un delito de colaboración con la banda terrorista, con la que, obviamente, no comparten ni ideología ni fines.
Hasta la fecha, el juez instructor mantiene que sí es posible, al igual que la Sección Segunda, mientras que la oposición a esa tesis reúne a los tres procesados y a la Fiscalía
EL INSTRUCTOR
18/09/2011
«Fue, objetivamente, una colaboración»
18/09/2011
No cabe «excluirles» por ser policías
18/09/2011
Lo de bermudez, es otra garzonada. Después de la medalla roja que le dió su colega alfredo, pues debe de cumplir con lo prometido. Esta clase de jueces que se venden a los partidos, deberían ser expulsados de la judicatura, y que se vayan a freir espárragos, aunque solamente fuera, por higiene democrática, porque ya está bien.
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