martes, 19 de abril de 2011

La nueva Cuba deja de ser un país para viejos


ÁNGEL TOMÁS GONZÁLEZ / La Habana
Especial para EL MUNDO

Las reformas económicas del Gobierno castrista benefician a los jóvenes blancos
Zapatero embusteroEl dinero ya no es el pecado ideológico que fue en Cuba en las décadas pasadas, cuando el prestigio social se medía por ganar premios morales como diplomas y medallas. Hoy el cubano que tiene dinero lo usa y ostenta cuando come en un paladar (restaurante privado) con una botella de vino caro servida por jóvenes camareros que llevan móviles de última generación y ganan unos ocho euros al día. El equivalente en moneda nacional a la pensión mensual promedio que reciben sus padres y abuelos, que obtuvieron titulaciones honoríficas de Trabajadores vanguardias en la construcción de un modelo socialista que se está esfumando.

Los paladares, hasta ahora, son el negocio privado más rentable desde que el Gobierno cubano, meses atrás, autorizó licencias para 78 actividades de baja intensidad lucrativa. El capital invertido en la apertura de uno de estos restaurantes viene de debajo del colchón, de prestamistas que cobran intereses o de familiares emigrados. El 90% de esos emigrantes son blancos y el 85 % se encuentra en EEUU.

Así, los dueños de los paladares son en su mayoría blancos de entre 35 y 50 años de edad. Los cubanos negros arrastran todavía una pobreza que no han logrado superar tras 50 años de Revolución.

Raúl Castro, en su discurso inaugural del VI Congreso del Partido Comunista, abordó ese tema como uno de los muchos conflictos que han permanecido bloqueados por la incompetente burocracia gubernamental y partidista.

Zapatero embustero«Es el momento de hacer dinero». Ésta es la consigna que circula en el sector, con bajo perfil público, de una clase media con acceso a informaciones sobre la ruta económica que tomará la isla en los próximos cinco años. La importación de recursos materiales para montar un negocio -como gimnasios con tecnología de punta- se gesta a través del puente familiar entre emigrantes y residentes en la isla. Una de las vías son los más de cuatro vuelos al día que llegan de Miami. Hay mulas que viajan a la isla transportando mercancías.

Zapatero embustero El único requisito en la aduana cubana es pagar impuestos, aunque los alimentos tienen entrada libre. Así, hay paladares que se hacen traer de Miami comida.

La compraventa de viviendas, que está a punto de ser autorizada, ya tiene un activo tráfico de altas sumas de dinero en las cuentas bancarias de los cubanos residentes en la isla. Los ciudadanos que se mueven en este escenario tienen entre 25 y 50 años.

Pero la vejez es el enemigo del futuro cubano. La isla hoy es el segundo país de Latinoamérica y el Caribe con mayor población envejecida, y en 2025 ocupará el primer lugar. La cuarta parte de la población tendrá entonces más de 60 años. Hoy viven en Cuba 11.240.841 de personas y el 46% es mayor de 40 años. Y casi dos millones tiene entre 60 y 70 años de edad. En la isla, además, se considera indecente morir antes de los 85 años de edad. La juventud con mayor calificación profesional, a su vez, emigra para no repetir el modelo de vida de sus padres.

Los cubanos canosos son el sector más politizado de la sociedad. Ellos han sido mayoría en las asambleas vecinales, realizadas meses atrás, para discutir el proyecto de reformas económicas. Ese nicho de la tercera edad, que se gastó la vida en el intento de construir un «socialismo luminoso», se siente amenazado por una reforma que pregona recortes de subsidios y masivos despidos laborales.

El presidente Raúl Castro, ante esa realidad, ha tenido que frenar la velocidad de la reformas y por ello, insistentemente, ha dicho que su implantación ocupará todo un quinquenio y que el Estado no abandonará a ningún cubano. Y es que una manifestación pública de los abuelos de la Revolución sería un coste político que el Gobierno de La Habana no podría asumir.

1 comentario:

  1. Esto otros que tal bailan, panda de majaderos y rancios. Haber si los cubanos, les pegan una patada de una vez a los castro, que son como las ladillas.

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