M. S. /M. C. / Madrid / El Mundo
Tras la famosa reunión en casa de Trinidad Jiménez en la que José Luis Rodríguez Zapatero recibió la primera oferta para ser candidato del PSOE a la Secretaría General, fue precisamente el 2 de abril del año 2000 cuando se produjo el primer encuentro formal entre algunos de los representantes de «Nueva Vía» con el propio Zapatero.
Estuvo Jesús Caldera, con un pequeño grupo de diputados entre los que estaba Antonio Cuevas y Germà Bel, y allí se empezaron a darse los primeros pasos para presentar la candidatura de Zapatero, aunque él todavía no había tomado la decisión.
Once años exactos se cumplieron ayer, el día en que Zapatero anunció que se baja del tren en cuanto concluya el trayecto de esta legislatura, que su etapa ha concluido y que pone punto y final a aquella aventura política.
Los miembros de «Nueva Vía» fueron los que más sintieron el anuncio de Zapatero y, a la salida de la reunión, se les veía sensiblemente emocionados.
Trinidad Jiménez no lo podía evitar, y sólo al plantearle si quería escribir un artículo sobre la etapa de Zapatero y su anuncio de retirada, afirmó: «No podría. Hoy no podría. No me puedes pedir eso, porque no me veo capaz. Hoy no».
La emoción también se vislumbraba en el rostro de su primer jefe de Gabinete, José Andrés Torres Mora, que por parecidos motivos declinó la invitación, para correr a darse un eterno abrazo con Angélica Rubio, la directora de Comunicación de Zapatero.
Pero quien a duras penas podía hablar de lo ocurrido en la mañana de ayer fue el portavoz parlamentario del PSOE, José Antonio Alonso. El amigo de Zapatero sólo quería salir ayer de aquel hall de Ferraz, infectado de periodistas, con los que ayer, menos que nunca, tenía ganas de hablar de nada.
Y ni siquiera los tipos duros que representan José Blanco y Jesús Caldera estaban para bromas, ni para análisis de lo ocurrido.
Sólo Juan Fernando López Aguilar, inasequible al desaliento, daba la cara por todos. Hacía declaraciones, corrillos y reivindicaba la figura de Zapatero por cada esquina. «Hoy es un día histórico», proclamó, mostrando su lealtad inquebrantable por el líder socialista.
Los «barones» salieron con un sabor agridulce. Ya habían logrado lo que llevaban pidiendo muchas semanas, pero no parecían ni contentos ni disgustados. Ahora, como dijeron algunos dirigentes durante la reunión a puerta cerrada, el balón lo tienen en su tejado y ya no pueden echarle la culpa a Zapatero de lo que ocurra el 22 de mayo.
Una manifestación de unas 300 personas, a ambos lados de la sede de Ferraz, que cortó la calle por primera vez en un comité federal celebrado con Zapatero, amargó la salida a los dirigentes socialistas.
Los manifestantes, que no parecían muy centristas, corearon gritos como: «Zapatero, asesino» o «Rubalcaba a prisión», portando a su vez pancartas en las que se leían frases como «Zapatero=ETA» y otras relativas al 11-M.
La policía evitó que los altercados fueran a mayor y, cuando tuvieron que salir los coches del garaje de la sede socialista, despejó la calle sin más dificultades.
No obstante, causó desánimo. La directora del Instituto de la Mujer, Laura Seara, dijo: «No hay derecho a aguantar ahora esto».
La mayoría de los dirigentes, no obstante, ignoraron a los manifestantes y salieron cabizbajos de la sede socialista, bajo el plomizo cielo de Madrid. Todos saben que empieza una nueva etapa, que quien ha liderado el partido 11 años se va, y que nadie sabe con seguridad cuál será el futuro.
Pues son cosas que ellos mismos se las han buscado y ganado a pulso, ahora ajo y agua.
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