viernes, 11 de marzo de 2011

Siete años no es nada


Rosa Díez

Hoy hace siete años, a la misma hora que escribo estas letras, recibí la llamada de un amigo que me explicó entre consternado e incrédulo que había estallado una bomba en un tren de Madrid. Yo estaba en Santiago de Compostela, en la habitación de un hotel en el que me había alojado tras celebrar un mitin el día anterior y pendiente de un nuevo acto ese mismo día. Era campaña de Generales, recuerden ustedes.

Quien me llamaba estaba en Bruselas, era eurodiputado como yo. Su hija solía coger un tren a esa hora y había conseguido habar con ella tras unos minutos de horror.

A partir de ahí, la radio, la tele, el teléfono, las preguntas sin respuesta… Se suspendieron los actos políticos inmediatamente y partí hacia La Coruña para reunirme con el entonces Alcalde, Francisco Vázquez. Ya en el Ayuntamiento nos iban llegando nuevos datos, todos confusos, todos dramáticos. Nadie de los que allí estábamos dudaba de la autoría del atentado: ETA.

Sobre la una de la tarde una parlamentaria socialista entró en el despacho y dijo haber oído por la radio que Otegui reclamaba que no se acusara a ETA. Todos nos miramos escépticos y reafirmamos nuestro criterio: sólo ETA podía haber cometido ese atentado. Recordamos los explosivos intervenidos hacía meses, los dos atentados con bombas que se habían evitado en fechas recientes…

Cuando me fui hacia el aeropuerto todo seguía así. Cuando llegué a Bilbao, después de muchas cancelaciones, después de recorrer los tres aeropuertos gallegos, ya eran las diez de la noche. Mis escoltas me recogieron y me dijeron: “No ha sido ETA. Va a ganar las elecciones el Partido Socialista”.

Después, lo que todos sabemos. Los errores, los empecinamientos, las insidias, las chapuzas… Y, por encima de todo ello, el dolor. Y la solidaridad de las gentes anónimas y la profesionalidad de los servicios de emergencia, de todos y cada uno de sus miembros. Y por encima de todo, el dolor, el drama, la orfandad, la incredulidad… Y, agazapada, la miseria.

Después fuimos celebrando aniversarios. Demasiado politizados, demasiado sesgados todos. Demasiados focos; demasiado ruido. Y siempre el dolor.

Han pasado siete años, sólo siete años, ya siete años… Y hoy ni siquiera hemos sido capaces de organizar un acto conjunto de recuerdo. Miseria. Vergüenza de país. Pena de no tener una nación a la que pertenecer, una sociedad civil capaz de tomar por la solapa a quienes no estemos a la altura y obligarnos a comportarnos. Pena de que en estos siete años nos hayamos cargado la incipiente comunidad política que demostró su existencia hace tan sólo siete años.

Siete años. Centenares de nombres para recordar. También algunos nombres para olvidar.

Y, por encima de todo, el dolor.

1 comentario:

  1. Pues si, tienes toda la razón. No hay nadie que nos movilice, estamos amuermaos, casi aceptamos nuestro destino, auqnue este nos lleve a donde nos a llevado. Haber si empezamos con la rebelión civica, y conseguimos aunar esfuerzos en la manifa del 9 de abril.
    Mi voto para Rosa.

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