30 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO /LA INVESTIGACIÓN
ANTONIO RUBIO / Madrid/ El Mundo
Treinta años después del golpe, y por primera vez, el letrado del golpista revela aquel suceso: «Un día, durante la vista del juicio, tuvimos un receso para comer. Nuestro comedor estaba junto a la cocina, separado por unas cortinas de tela. El comandante Arribas, encargado de aquel servicio, y que realizó una excelente labor, me hizo un gesto con la mano y me dijo que me acercara hasta donde estaba él. Después me dijo que me pusiera detrás de una determinada cortina y que escuchara. Así lo hice; detrás de aquella cortina de tela había un hombre hablando».
López Montero, que reconoce que ya es hora de que se sepa la verdad sobre el 23-F y que se desclasifiquen todos los documentos que existan, incluidas las cintas grabadas antes, durante y después de la intentona golpista, rememora aquel instante y descubre al personaje que estaba detrás de la cortina: «Me quedé parado, inmóvil, detrás de la cortina, y escuché con toda nitidez lo siguiente: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'. Y, de repente, detrás de aquella tela, salió el comandante José Luis Cortina».
El comandante estaba acusado por el fiscal, el ministro togado de la Armada José María Claver, de un delito de rebelión militar, y tenía una petición de 12 años de cárcel y separación del servicio. La sentencia de aquel juicio se hizo pública el 3 de junio de 1982 y Cortina, de manera sorprendente, salió absuelto, mientras que el Tribunal Militar condenaba a tres años de prisión a su segundo, el capitán Gómez Iglesias, que había conducido los autobuses de Tejero hasta el Congreso. En 1983, el Tribunal Supremo aumentó la pena de Gómez Iglesias hasta los seis años, con la correspondiente expulsión de la carrera militar, y confirmó la absolución del mando del Cesid.
La amenaza de Cortina a su interlocutor se produjo después de que el comandante de los servicios secretos tuviera que aguantar, durante unas dos horas, 87 incisivas preguntas del fiscal del 23-F.
El interrogatorio de Claver, según se recoge en las actas del juicio, llevó en varias ocasiones a Cortina contra las cuerdas, con momentos muy delicados y comprometidos. Las explicaciones del militar no convencían al fiscal de que el jefe de la Aome no se había reunido con Tejero antes del 23-F. Tampoco se creía la versión de Cortina de que no había organizado, a través de Gómez Iglesias, un encuentro entre el teniente coronel de la Guardia Civil y el general Alfonso Armada que se produjo el 21 de febrero en un piso de la calle Pintor Juan Gris, que pertenecía a la empresa de seguridad Aseprosa, que, casualmente, dirigía el hermano del comandante, Antonio Cortina.
Claver, pregunta tras pregunta, apretaba a Cortina y quería saber cómo y por qué Gómez Iglesias, segundo del comandante en la Aome, estuvo dentro del Congreso la tarde del 23-F. Y cómo había conducido los autobuses de Tejero hasta la sede del Hemiciclo con un vehículo que hacía de guía y una emisora de radio del Cesid. En ese momento, tal como se recoge en las actas del juicio a las que ha tenido acceso EL MUNDO, Cortina, sin justificación aparente, hizo un símil entre el atentado del almirante Carrero Blanco y el 23-F.
«En esto tenemos una larga historia, que, en este caso, creo que habría quienes podrían declarar que algún equipo había participado en el asesinato del almirante Carrero Blanco, en el cual coincidieron, lo cual es muy frecuente; es muy frecuente, y de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones, que, en acontecimientos trágicos y señalados como fue el asesinato del almirante Carrero Blanco y en el intento de asesinato o atentado sobre el general Esquivias, existen siempre medios propios próximos, y después se comenta, más o menos, de una forma ligera el que: pues sí, lo hemos hecho nosotros, o sí, hemos participado en aquello, pero sin que, en fin, a aquello, se le pueda dar otro alcance».
Tras esa respuesta inconexa de Cortina se produjo un cuchicheo entre gran parte de los presentes -miembros del Tribunal, letrados, acusados, periodistas y público- y hoy uno de los abogados de los golpistas ha reconocido a este periódico: «Nunca entendimos el porqué de aquel ejemplo y aquella confusa respuesta de Cortina».
Claver acabó su interrogatorio al comandante del Cesid sobre las 14.00 horas del 22 de marzo y, poco después, durante el receso entre la sesión de la mañana y la de la tarde, fue cuando el jefe de la Aome, según la versión de López Montero, Cortina habló por teléfono con un tercero en una especie de locutorio que había junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército, más conocido en el juicio por Campamento.
El abogado de Tejero recuerda perfectamente cómo se produjo aquel hecho: «Estábamos comiendo un grupo de abogados e imputados y observé cómo el comandante Arribas, encargado de que los servicios de aquellas instalaciones funcionaran a la perfección, me hacía señas con su mano. Me acerqué y me dijo: 'Póngase aquí y escuche'».
López Montero continúa describiendo el lugar y utiliza un folio en blanco y un bolígrafo para hacer un croquis de la zona donde se produjo aquella conversación telefónica: «Era una especie de locutorio, separado por unas cortinas de tela, que se encontraba, de paso, entre la cocina y el comedor. El teléfono era un teléfono público. No pertenecía a ningún despacho. Estaba para el servicio de todos los que comíamos allí: acusados, defensores y demás».
Recalca: «Escuché con toda nitidez cómo la persona que estaba detrás de la cortina de tela decía, en tono fuerte y amenazante, la siguiente frase: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'». El letrado narra a continuación lo que hizo unos segundos más tarde: «Di un paso hacia atrás para no ser detectado por la persona que estaba hablando e, instantes después, observé cómo salía de detrás de la cortina de tela el comandante del Cesid José Luis Cortina Prieto».
Hay que recordar que el almirante y presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco fue asesinado por el comando Txikia de ETA el 20 de diciembre de 1973. Los miembros del comando terrorista alquilaron un semisótano en la calle de Claudio Coello 104 de Madrid y lograron excavar un túnel hasta el centro de la calzada, donde colocaron una carga de unos 100 kilogramos de explosivos, que detonaron al paso del vehículo de Carrero Blanco.
«Modere el tono»
En el acta del juicio del 23-F del 22 de marzo de 1982, se indica que «se reanuda la sesión a las 16.00 horas». Esa tarde, siempre según la versión de algunos de los abogados presentes en el juicio, la presión del fiscal Claver sobre Cortina bajó varios grados y el comandante aprovechó para responder en tono arrogante y retador. Llegado a ese punto, el presidente del Tribunal, el general Luis Álvarez Rodríguez, se vio obligado a intervenir -según se recoge en las actas del juicio- para reprender y cuadrar al comandante del Cesid en los siguientes términos: «Primero, modere el tono. No hace falta pegar esos gritos. Y, segundo, el estilo».
Tras Claver intervino López Montero. El letrado consiguió, con toda sutileza, que Cortina reconociera que existía cierta relación comercial o profesional entre la empresa de seguridad Aseprosa, que dirigía Antonio Cortina y que llegó a trabajar para Alianza Popular, y el Cesid: «Bueno, no se puede hablar de contratación, sino de unas ciertas contraprestaciones con ella».
López Montero continúo su interrogatorio y llegó a plantearle a Cortina si a finales de abril de 1981, dos meses después del 23-F, «visitó a un letrado en Madrid para solicitar que le dijera al teniente coronel Tejero que por favor no sacara su nombre y, después de aquella misma tarde, fue a casa del teniente coronel Tejero». La respuesta de Cortina fue evasiva: «Yo no recuerdo ninguna de esas visitas».
Cortina, según ha reconocido a EL MUNDO, entró en los servicios secretos españoles casi en sus inicios, en 1972. En aquella época, existía el Servicio Central de Documentación (Seced), que estaba dirigido por el comandante José Ignacio San Martín -condenado por la intentona golpista del 23-F a 10 años de cárcel- y dependía directamente de Presidencia, del almirante Carrero Blanco.
Cortina, como agente de los servicios secretos, siempre ha mantenido buenas relaciones con la inteligencia norteamericana en Madrid. Y los hombres de la embajada y los agentes de la CIA enviaron en enero y abril de 1971 dos documentos reservados y clasificados a Washington.
El primero de ellos era el «Telegrama 700. Confidencial 05802 291946Z», donde se indicaba que «el mejor resultado que puede surgir de esta situación sería que Carrero Blanco desaparezca de escena». El segundo estaba encabezado con el título «España: la próxima transición» y en él se indicaba que Carrero Blanco era contrario a los intereses de EEUU. Esos dos documentos estaban depositados en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de EEUU (Nara) y fueron desvelados en 2007 por el periodista de investigación Eduardo Martín de Pozuelo en su libro Los secretos del franquismo.
Otros periodistas de investigación, Carlos Estévez y Francisco Mármol, revelaron en 1998 en su libro Carrero: las razones ocultas de un asesinato que, en diciembre 1972, había un informe secreto con el nombre de Turrón Negro, que llegó hasta el Seced, donde se decía que la Guardia Civil sabía que «ETA ha enviado un comando a Madrid, con la finalidad de atentar contra una alta personalidad del Estado».
Por último, hay que recordar que ETA no tenía previsto atentar contra el presidente del Gobierno, pero, en 1972, el etarra José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, tuvo una cita en el hotel Mindanao de Madrid, donde un hombre sin identificar le entregó un sobre con los itinerarios y costumbres de Carrero Blanco.
Esa información, tras ser comprobada por los miembros del comandoTxikia de ETA, fue vital para asesinar al presidente del Gobierno. Se da la circunstancia de que Argala también voló por los aires, en Francia, cinco años después, el 21 de diciembre de 1978. Un comando del Batallón Vasco Español (BVE) (Ver EL MUNDO del 21 de diciembre de 2003) le colocó una bomba debajo de su vehículo, un Citroën Dyane. Argala se llevó a la tumba el secreto del «hombre de la gabardina», como se designó e identificó al personaje que ayudó a los terroristas a eliminar a Carrero Blanco.
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ANTONIO RUBIO / Madrid
'Todos querían un gobierno con un militar'
El ex comandante José Luis Cortina, que fue jefe del Cesid, se ha convertido en un próspero empresario de la seguridad y la inteligencia. Lidera el grupo Atenea y ha montado en Madrid, con la ayuda de los ministerios de Defensa e Interior, un salón internacional, Homsec, para vender tecnología a los países iberoamericanos.
Tras los sucesos del 23-F, del juicio -donde le pedían 12 años de cárcel- y de la correspondiente sentencia -salió absuelto-, es la primera vez que el ex jefe del Cesid habla con la prensa. Cortina, de entrada, rechaza que utilizara el asunto de Carrero Blanco para amenazar al Tribunal o al fiscal del caso: «Eso no tiene consistencia».
Pregunta.- Un abogado defensor en el juicio del 23-F dice que le oyó amenazar a un tercero con el atentado del almirante Carrero Blanco si usted salía condenado.
Respuesta.- No tenía que sacar nada de aquel atentado. [Esa negativa del ex comandante de los servicios secretos va acompañada de una risa entre nerviosa y defensiva].
P.- El 22 de marzo de 1982, cuando el fiscal Claver lo interrogaba con respecto al papel jugado en el 23-F por un vehículo y un capitán del Cesid, usted sacó, de repente, que en el caso de Carrero Blanco también había un vehículo de los servicios secretos en la zona del atentado. ¿Qué quería decir con eso?
R.- En esa ocasión, los agentes estaban siguiendo a un agente de Alemania del Este, que estaba cerca del lugar de los hechos, y, cuando volvieron, comentaron que menudo lío y agujero hemos hecho allí. Otros miembros de la Agrupación, que en ese momento entraban, interpretaron mal esas palabras. Nada más. Insisto, rotunda y categóricamente, en que yo no he amenazado a nadie.
P.- ¿Cómo se llega al 23-F?
R.- Había en marcha una operación en la que estaban de acuerdo todos los partidos. Desde el PSOE, pasando por el PCE, hasta UCD. Todos estaban por un gobierno de concentración que estuviera presidido por un militar de reconocida fidelidad al Rey.
P.- ¿El Rey estaba al tanto de esos movimientos?
R.- El Rey recibía informes y estudios sobre la situación del país. Eso lo ha reconocido hasta Sabino Fernández Campos. Y, también, que constitucionalmente era posible.
P.- ¿Qué papel cumplió el Cesid en aquellos momentos?
R.- El Cesid, que yo sepa, no tuvo nada que ver con el 23-F, pero sí con la política de destinos. Gracias a los informes que el Cesid pasaba al ministro de Defensa, Rodríguez Sahagún, se logró que el general Milans del Bosch estuviera en Valencia y Torres Rojas en La Coruña y no al frente de la Acorazada Brunete. Todo eso no fue casualidad.
P.- ¿En esa política de destinos también entró el nombramiento del general Alfonso Armada como segundo jefe del Jeme y su correspondiente traslado desde Lérida a Madrid?
R.- Armada sirvió de espoleta para que dimitiera el presidente Adolfo Suárez. [Al ex comandante Cortina y actual presidente del grupo Atenea le molestan las preguntas. Prefiere desarrollar su discurso, su teoría, su planteamiento sobre el 23-F].
El 23-F es una pura improvisación. El 23-F, lunes, se comienza a fraguar a las 14.00 horas del viernes anterior. Todo se hace entre el sábado y el domingo y por eso pasa tan desapercibido. Fue muy rápido y con la intervención de muy pocas personas. El lunes, 23-F, el teniente coronel Tejero no tenía a nadie para ir al Congreso, sólo al grupo del capitán Muñecas. El Cesid nunca intervino en el 23-F.
P.- ¿Qué papel jugó la embajada norteamericana o el Gobierno estadounidense?
R.- Se equivocaron. Ellos sabían que se estaba preparando una operación política y querían que el PSOE entrara en el gobierno para anular a los comunistas. No creo que los americanos apoyaran una solución como la del 23-F. Ni ellos, ni la Iglesia.
EL MUNDO
«El golpe habría sido imposible sin la colaboración del Cesid»
El comandante Perote protagonizó ayer el programa En confianza, conducido por Casimiro García-Abadillo en Veo7. Acudió a rememorar una noche en la que, como capitán de contrainteligencia del Cesid, le tocó ser «jefe de servicio y estar durante las 24 horas que correspondían [y que coincidieron con el intento de golpe de Estado] en la antesala del director del centro».
Testigo de excepción en uno de los lugares donde más información se concentró en aquellas horas, relató ayer que, detrás de Tejero, la cara visible del 23-F, había más gente: «El asalto al Congreso estaba planificado en líneas generales por Tejero, pero la fecha y la hora se decide por el propio comandante Cortina».
En todo el relato que anoche desgranó el coronel retirado a preguntas del vicedirector de EL MUNDO, el nombre de José Luis Cortina, el comandante que se hacía llamar a sí mismo Thor [dios del trueno] y que formaba parte de la Aome, una unidad de «operaciones en las que se puede estar bordeando la línea de la legalidad», en palabras de Perote, adquiere un presencia continua.
Descrito como «un hombre de una inteligencia superior» que, en palabras del que fuera su compañero en distintas unidades militares de élite, «siempre se consideró un personaje con un destino en el mundo», Cortina se había ganado el respeto de sus subordinados -«se le quería como a un ayatolá, es decir, queremos al ayatolá, pero tú no llegas luego al ayatolá»- y de sus mandos.
Perote dice que el propio Cortina se encargaba de recordar la excelente relación que mantenía con el general Alfonso Armada, otro de los condenados en el 23-F. Y esta relación no es baladí. De hecho, Perote deja bien claro que ambos personajes resultaron fundamentales en el devenir del golpe de Estado.
«El comandante Cortina», explica, «ve en Armada la solución [a la situación política, económica y social que vivía España], pero la solución que él pone». En otras palabras: «Yo resuelvo esto poniendo a mi general [por Armada]». Cortina estaba en la Aome y la Aome conocía el golpe -«que los planes del asalto al Congreso ya se conocían en la unidad es una evidencia»-, entre otras cosas porque habían montado un operativo completo, con captura de imágenes y audio, de una reunión el 18 de enero de 1981 en casa de Mas Oliver, ayudante de Milans del Bosch, en la que éste comunicó a los asistentes -Tejero, García Carrés, Torres Rojas...- que el asalto debía esperar, pues Armada iba a ser nombrado segundo jefe del Estado Mayor.
Perote deja claro que el golpe, si fue una sorpresa, lo fue por el momento en que se llevó a cabo, porque todos sabían que se estaba fraguando. No sólo es que «el ruido de sables se oyese en el bar de la esquina», sino que «el presidente Suárez conocía todos los golpes que se estaban preparando», el teniente Javier Calderón, secretario general del Cesid, «conocía la planificación del golpe» y «el Rey conocía que se iba a dar un golpe». Eso sí, tanto «al Rey como al propio director del Cesid en funciones les pilla de sorpresa».
¿Pero cómo es posible que. si la Aome estaba enterada, si el comandante Cortina jugó un papel tan importante en el devenir del golpe, el jefe de los servicios secretos «casi se cayó de la silla» cuando el entonces capitán Perote entró en su despacho para informarle de que acababan de tomar al asalto el Congreso? ¿Y que al Rey, «que estaba jugando al squash», «no le sorprenda que ocurra, pero sí la hora y el día»?
Pues porque, según Perote, «la información se pasa circuitada». Quizá por ello, tuvo mucho cuidado anoche en diferenciar entre el Cesid y la Aome. De hecho, esta última, «al mando de Cortina, fue la unidad clave para producir el golpe». Y lo fue porque, entre otras cosas, proporcionó los coches que escoltaron a los guardias hasta el Congreso -su importancia, explicó Perote, radica en sus radiotransmisores, con unas frecuencias «no controladas»-, y a varias personas clave para el asalto, y permitió que Calderón, «que conocía la planificación del golpe, se quedara desconectado 72 horas antes».
En resumen, que el 23-F habría sido «imposible de todas las formas» sin la Aome: «No habría habido transmisores, no habría habido un capitán Gómez Iglesias arengando y coordinando los movimientos, no habría habido una planificación del golpe desde otoño y, por supuesto, teniendo la información que se tenía, no se utilizó para abortarlo».
¿Cómo es posible entonces que Cortina, tan involucrado en el golpe, fuese absuelto en el juicio? Porque tenía una gran protector. De acuerdo con Perote, «el propio Javier Calderón, su amigo», y porque, además, había «una disposición por parte del Ejército e incluso de las autoridades políticas a decir: 'No vamos a investigar más que a aquellos que estuvieron en el Congreso'. Es decir, los que pisaron el sagrado recinto». Y, como Cortina no entró -aunque sí estuvo en la reunión preparatoria con Tejero que se produjo 48 horas antes del golpe en el piso de la calle Pintor Juan Gris, según le reconoció a Perote el conductor que le llevó hasta allí-, tampoco lo hizo en la cárcel.
OORBYT.es
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SANTIAGO GONZÁLEZ
Treinta años ya
El 23-F es nuestro asesinato de Kennedy. Todo el mundo que vivió el momento en que Tejero entró en el Hemiciclo recuerda con precisión lo que hacía cuando recibió la noticia. El 23 era lunes y la sesión transcurría en un tono mortecino, mientras el secretario de la Cámara, Víctor Carrascal, iba desgranando los nombres de sus señorías por orden alfabético, un ora pro nobis sin exceso de convicción, y los diputados decían sí o no con más aplomo, como si trataran de ponerles alzas a sus votos. Carrascal llegó a la N y Navarrete, diputado socialista por Huelva, dijo no.
Eran las 18.22 horas y entonces se oyó algo de lío en la entrada y empezó a desarrollarse una ópera bufa, según letra de una canción de Lola Flores: «Entró un civil con bigote, ozú, qué miedo, chavó», con la pistola desenfundada y dando grandes voces: «¡Quieto todo el mundo!». Luego vinieron los tiros al aire. El techo muestra aún las huellas. Afortunadamente, nadie ha solicitado la intervención de los escayolistas invocando la memoria histórica.
Aquel día nos reveló a tres héroes en el interior: Gutiérrez Mellado, Suárez y Carrillo, que mantuvieron la decencia estética de la vertical ante aquella tropa.
Y en el exterior, Fernández Campo. El golpe fue sorprendente, pero nadie puede decir que fuera del todo inesperado. La opinión pública vivía pendiente del estado en los cuarteles; el mismo protagonista había establecido un precedente -la operación Galaxia-, la sensación de desgobierno era total, ETA había asesinado a 98 personas en 1980. Aquel estado de cosas tenía preocupada a la ciudadanía y también a la clase política. Armada había ido deslizando en los oídos de la oposición la conveniencia de buscar una alternativa, un gobierno de coalición de UCD, PSOE, AP y PCE, presidido por él para salir del marasmo.
Armada, antiguo preceptor real, había sido motivo de fricción entre Suárez, que no se fiaba, y el Rey. Éste, que no se recató en criticar a Suárez, consiguió imponer su nombramiento a Rodríguez Sahagún como segundo jefe del Estado Mayor. Sólo faltaba acreditar su cercanía al Monarca ante los mandos militares indecisos. De ahí su interés por ir aquella tarde a La Zarzuela. De ahí el doble acierto de Sabino. Al impedírselo. Y al dar aquella magistral respuesta al general Juste, cuando llamó, preguntando por Armada, la prueba del nueve de que el Rey apoyaba el golpe: «Ni está, ni se le espera».
Hubo más héroes en el exterior que salvaron las libertades: el Gobierno de los subsecretarios que presidía Paco Laína. Lean ustedes la lista de aquellos terceros niveles en un tiempo de crisis y compárenla en bagaje intelectual y profesional con la relación de figurantes en el Consejo de Ministros y Ministras y digan quiénes parecen los ministros y quiénes los subsecretarios/as. Treinta años ya. Cómo pasa el tiempo, hay que joderse.
Vaya tropa, efectivamente esa es la respuesta. Unos de la kgb, otros del csid, otros de ansias de poder, otros...., que más da, son todos iguales.
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