20:55 (07-01-2011) | La Gaceta
No nos merecemos a un vicepresidente del Gobierno que nos mienta y que, además, desprecie al Parlamento y a la Prensa (los dos contrapoderes básicos de un Estado de derecho) con sus evasivas y chanzas respecto a graves asuntos como Faisán, la compra del silencio a Amedo o las filtraciones del Sumario del caso Malaya cuando era secreto.
Su desplante de ayer ante los requerimientos del corresponsal político de LA GACETA no es una simple anécdota, sino que revela toda una categoría (o más bien la falta de categoría democrática) de quien ha hecho de la mentira su estilo de gobernante.
Nadie en su sano juicio puede creerse que Rubalcaba siguiera sin conocer, cinco días después de su publicación, las revelaciones de LA GACETA, sobre las promesas que se le hicieron a Amedo en nombre de Felipe González para que guardara silencio sobre los GAL a cambio de un indulto. Tampoco es creíble su “ignorancia” –como llegó a decir en la rueda de prensa– sobre la filtración ordenada por el supercomisario González del Sumario secreto del Malaya. Se supone que el número dos del Gobierno tiene que estar perfectamente al día de las portadas de los rotativos nacionales, singularmente si son críticos con el Ejecutivo. Máxime cuando se envió, además, a Interior el contenido de la información. Resulta irónico que unos minutos antes, y refiriéndose a las pensiones, el propio Rubalcaba dijera que “políticos y periodistas” están obligados a seguir con todo detalle la actualidad.
Y no hablamos de cuestiones ajenas a los negociados o responsabilidades de Rubalcaba. Cuando se hicieron las “promesas” a Amedo, en 1993, él era portavoz del Gobierno de Felipe González; y cuando se produjeron las filtraciones del Malaya, en mayo de 2006, él ya tenía la cartera de Interior y era el jefe jerárquico del comisario Juan Antonio González.
Además el superministro se contradice. Primero replicó al periodista de LA GACETA que “no ha leído” la noticia; pero a renglón seguido sentenció: “Ningún policía filtra jamás un sumario secreto”. Si no conocía la noticia, ¿cómo podía lanzar esa afirmación? Si tanta indiferencia despierta en él, ¿por qué gasta dos minutos en hacer pedagogía, insistiendo en que Interior es escrupuloso con la división de poderes?
No es la primera vez que cogemos a Rubalcaba en contradicciones y maquinaciones. Su historial da bastante juego, con alguna frase para la historia como aquella de: “Ya no hacen falta más informes de verificación. El alto el fuego es completo y real”, pronunciada en mayo de 2006, siete meses antes de que ETA se llevara por delante a dos ecuatorianos en el atentado de la T-4. Pero también tenemos acusaciones endosando la responsabilidad del espionaje de Sitel a Aznar. Y, por supuesto, su mutismo tan permanente como sospechoso cada vez que se le inquiere en el Parlamento sobre el chivatazo del Faisán.
Salvando las distancias, se podría trazar un paralelismo entre Rubalcaba y su antecesora, otra numero dos igualmente poderosa y no menos altanera, que, en su caso, negó los hechos en el affaire de Beneixida y nos distinguió con su olímpico desprecio. También se condujo con arrogancia, hasta que una reforma de la ley electoral en el hemiciclo la dejó en evidencia. En el caso de Rubalcaba, sólo pedimos que cumpla con su deber democrático y ofrezca una explicación sobre dos asuntos lo bastante inquietantes en un Estado de derecho como para dar la cara ante los ciudadanos. Nosotros seguiremos cumpliendo con el nuestro que consiste en preguntar cuántas veces haga falta y, no menos importante, en seguir informando.
Más de lo mismo, es cansino.
ResponderEliminarNo nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).
Que más podemos pedir...