viernes, 28 de enero de 2011

El hachís marroquí, arma de destrucción masiva contra la juventud española



Alerta Digital

“¿La primera vez en Chauen? Bienvenido amigo mío. ¿Quieres alguna cosa para fumar?” Apenas he llegado y ya estoy solicitado. El Rif, región montañosa del norte marroquí, vive al ritmo de los tambores, más apreciados para agitar las ramas de los cáñamos y extraer su resina que por su musicalidad. En 2006, Marruecos fue declarado el primer productor y exportador de hachís en un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen. Chauen se ha convertido en el ‘Ámsterdam’ español.

El europeo es allí, por definición, buen consumidor. Aquí, la cultura del hachís es tradición. Los fenicios utilizaban el cáñamo para vestirse, antes de descubrir sus efectos estimulantes. Todavía hoy, los rifeños lo fuman en forma de kif, llenando una pipa con dos tercios de marihuana y un tercio de tabaco negro. Pero la demanda europea, en los años 70, transformó de forma radical la industria, multiplicando por treinta o cuarenta las cosechas en dos décadas, según el Observatorio geopolítico de las drogas.

Campesinos precarios

Aislado de Marruecos por su relieve montañoso y con su elevada tasa demográfica, el Rif es una región muy pobre en infraestructura y ayuda al desarrollo. En la época del protectorado franco-español, solo la parte bajo control del hexágono, prohibió el cultivo de esta droga. A finales de los años 50, el gobierno no pudo hacer frente a los principales combatientes que habían permitido la independencia marroquí.

Los pueblos se organizan para realizar plantaciones en terrazas, ya que el relieve accidentado no favorece la agricultura. Los campos de cannabis son perceptibles en medio de un paisaje árido o en bosques que pierden terreno a una velocidad vertiginosa. En veinte años, los alrededores de Ketama sustituyeron 20.000 hectáreas de bosque por campos de cannabis. Y la tendencia al monocultivo desorganizó la sociedad rifeña.

Beni Maala, entre montañas y mar, es un pequeño pueblo de los alrededores de Chauen. La proximidad de las costas europeas juega a favor del tráfico de hachís. El cannabis crece sobre una cresta en la montaña y embarca para Europa por el otro lado. Existen dos tipos de plantaciones. Las plantas de un metro ofrecen una calidad superior. Las de tres metros son enviados, por ejemplo, a Ámsterdam. Solo los hombres se ocupan de la producción. Las mujeres son confinadas a los quehaceres domésticos.

Llevan montones de leña sobre la espalda, cocinan y mantienen la granja. Sus vidas son precarias. Las familias no tocan a casi nada: que se sepa, del 1 al 5% del valor final del hachís en el mercado, o sea 10.000 a 70.000 dirhams (de 900 a 6.300 euros) al año. Muchos aspiran a seguir el mismo camino que la droga. Pasar el estrecho y vender su mano de obra en Europa.

En las páginas de sucesos de España

La mafia que se ocupa del transporte, el negocio le sale redondo. El oro rifeño viaja por patera o en los estómagos. Los portadores tragan ‘caramelos blandos’ envueltos de celofán. Algunas porciones son vendidas también a los turistas para pasar la frontera. En 2004, el 80% de los embargos europeos de hachís procedían de Marruecos, del que la mitad fue interceptado en España. Estas historias protagonizan las secciones de sucesos en los periódicos ibéricos. La droga no es el único asunto para los mafiosos. Rif es una tierra de paso para clandestinos. Los cables están instalados sobre las sendas que cogen por la noche y las cuevas contienen un mundo paralelo.

Desde el 2005, operaciones de captura tienden a erradicar los campos de cannabis. La región de Larrache, en el sur de Tánger, es un ejemplo. Según el Organismo Internacional de Control del Estupefaciente (OICS), Marruecos redujo el 40 % de sus superficies de plantaciones entre 2004 y 2005. Rabat dice querer acabar con el hachís de aquí a 2018. Parques nacionales, equipos turísticos… El desarrollo alternativo está de moda. Hay proyectos que son realizadas en colaboración con la financiación europea, con el fin de sustituir el hachís por culturas alternativas o por el turismo verde destinado a los partidarios de senderismo. Pero, ¿cómo convencer a los agricultores y a las mafias de pasar de la cultura del cannabis a la de la cebada, de doce a dieciséis veces menos rentable? En los alrededores de Chauen los campesinos son optimistas. El término ‘kif’ viene de árabe ‘kef’, ‘placer’ en francés. ” Somos los primeros proveedores de placer en Europa”, traduce Amine, guía de montaña. “Mientras haya demanda, habrá que continuar produciendo”.

1 comentario:

  1. Y marruecos que dice a todo esto??, porque no pone medios para erradicarlo??, pues porque es un negocio de puta ma..., y en vez de erradicarlo, lo favorece.

    ResponderEliminar