

Un sector de ETA trata de poner freno a las prisas de la izquierda abertzale  por estar en las próximas elecciones y por sacar adelante un proceso de  negociación con el Gobierno. La razón es que desconfía de las  consecuencias de una euforia que podría hacerles perder el control de la  negociación y perjudicar su aspiración de obtener réditos políticos.
Lo cierto es que las situaciones  de crisis protagonizadas por ETA y su entorno, sobre todo si son  previas a un proceso electoral, suelen caracterizarse por su  irregularidad, por aparentes avances rápidos y por retrocesos fruto de  sus contradicciones internas.
Hace unos 20 días, los  dirigentes de la organización terrorista tuvieron una puesta en común de  pareceres, según han afirmado en privado algunos relevantes miembros  del entorno de ETA, y decidieron asumir al menos una parte sustancial de  los principios de la Declaración de Guernika, firmada recientemente por  Eusko Alkartasuna, Aralar y la izquierda abertzale.
En  dicha declaración, los comparecientes solicitaron a la banda un alto el  fuego permanente, unilateral y verificable internacionalmente, e  introdujeron por iniciativa de Aralar que este alto el fuego se  anunciase «como expresión de voluntad para un definitivo abandono de la  actividad armada». Esa frase que fue presentada por los interesados como  un avance que implicaba un compromiso extraordinario por parte del  mundo radical.
Ninguno de esos planteamientos es irreversible y  el hecho de que la banda realizase un comunicado comprometiéndose con  ellos no significaría que fuese a cumplirlos, porque su interpretación  de las frases, como siempre ha demostrado, es muy flexible.
Los  representantes de las tres formaciones -dos legales y la otra  ilegalizada- solicitaron al Gobierno que derogase la ley de partidos,  acabase con las detenciones y modificase la política penitenciaria para  cambiarla por otra que culminase con una amnistía. ETA podría aferrarse a  esta última parte como las condiciones que el Ejecutivo tendría que  satisfacer para que ella se sintiese comprometida, pero un comunicado  aceptando los planteamientos de dicha declaración siempre sería bien  recibido -y utilizado- por determinados partidos y por una parte de la  sociedad vasca, y ayudaría a la izquierda abertzale en sus planes de regresar a las instituciones.
Esta predisposición inicial de la banda fue conocida por el lehendakari  Patxi López y llegó al conocimiento del Gobierno central, de modo que  pudo influir en el ánimo del Rodríguez Zapatero cuando dijo que los  movimientos de la izquierda abertzale «no caerán en balde».
El  presidente del Gobierno introdujo ese cambio de actitud porque, ante la  campaña de imagen emprendida con éxito por el foro soberanista  organizado por la izquierda abertzale, pretendía conjurar una  imagen de inmovilismo que en nada favorece a los socialistas vascos.  Pero también pudo intentar estimular el movimiento de ETA y adelantarse a  futuros pasos.
Sin embargo, el aluvión de declaraciones de  miembros del Gobierno asegurando que el fin de la banda está próximo y  alimentando las expectativas sobre la existencia de un proceso ha  resultado contraproducente. Parece haber provocado cierto vértigo y  algunas suspicacias en una parte de la banda que considera que los  intereses de la izquierda abertzale de regresar cuanto antes a las instituciones pueden abaratar los objetivos políticos a los que aspiran tanto la dirección de ETA como la propia izquierda abertzale.
En  realidad, durante los últimos meses -desde que el brazo político de la  organización le disputase a ésta el liderazgo interno por terror a  desaparecer- han sido continuos los tira y afloja entre la dirección de  ETA y los dirigentes de Batasuna. La banda ha aprovechado todas las  oportunidades para demostrar que, a pesar de estar arrinconada, la que  manda es ella. Como cuando se esperaba que asumiese los principios de  los mediadores internacionales del Documento de Bruselas -dirigidos por  el abogado elegido por Batasuna Brian Currin- y optó primero por tardar  casi medio año en dar respuesta y después por limitarse a anunciar un  parón en los atentados.
Y los dirigentes de la izquierda abertzale  siempre han optado por aceptarlo todo. En esta ocasión, la hoja de ruta  sigue marcada, pero los líderes de Batasuna se andan con cuidado y  están preocupados porque, dado que no van a exigir la disolución de la  banda, siguen dependiendo de los pasos que ésta vaya a dar.
Según  los documentos de la banda, ETA necesita a los sustitutos de Batasuna  en el Parlamento para llevar a cabo los fines que persigue -que sus  representantes tengan la suficiente fuerza y respaldos como para imponer  los acuerdos a los que haya llegado un foro multipartito de forma  previa-. El modo en que éstos lleguen a los municipios le importa, pero  le importa menos si eso supone que comprometan sus principales  objetivos.
Los dirigentes de la izquierda abertzale son  conscientes de que si los comunicados que se esperan de ETA en los  próximos meses no son lo suficientemente funcionales pueden tener más  dificultades que las esperadas para estar en las instituciones. Pero  esto no significa que cejen en su empeño. Lo siguen intentando todo. De  hecho, siguen organizando actos que les afiancen como referente de las  bases abertzales, que les coloquen en el liderazgo de la franja soberanista y que les permitan persistir en sus objetivos.
Actos  como los realizados en los últimos días en Navarra o en el primer  aniversario de Alternatiba -partido que está en su órbita de formaciones  asociadas-; como los que preparan para las próximas semanas con los  mediadores internacionales de Currin o en el Bilbao Exhibition Center,  con Aralar y EA.
Y continúan buscando fórmulas para burlar la  ley de partidos, como siempre han hecho. El presidente del PSE, Jesús  Eguiguren, que suele estar en contacto con ellos, ha asegurado  públicamente que hasta que no sepan que se dan las condiciones para ser  legalizados no tienen la intención de presentar los estatutos de un  nuevo partido.
Pero tienen los estatutos hechos y siguen con su campaña de propaganda. E intentarán colar algunas listas si no pueden conseguir la legalización de una formación al completo. Del mismo modo que preparan las siglas de otros partidos para despistar -como hicieron en 2007 con Abertzale Sozialisten Batasuna-, intentan conseguir los mínimos para presentar agrupaciones de electores y se aferran a Eusko Alkartasuna por si algo sale mal.

 
Pues nada, ya tenemos la escisión en la toma de decisiones, que si si, que si no..., haber que dice zp de esto ahora, tanto cantar victoria antes de tiempo.
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