Cada banda criminal tiene un modus operandi distinto, sin embargo, las motivaciones que llevaron al individuo a formar parte de ella son, según los expertos, «sorprendentemente similares»
Muchos criminales tienen en su cabeza una idealización de lo que es ser un terrorista. La imagen del venezolano Vladimir Illich Ramírez Sánchez, alias «Carlos», acusado de secuestrar aviones, matar a tiros y con bombas a más de ochenta inocentes, por raro que parezca, atrae a más de uno. Esa vida de riesgo, a caballo entre distintos países, con cambios de identidad y persecuciones, unida al concepto romántico de lucha, cueste lo que cueste, por una idea, propicia que algunos jóvenes se echen en los brazos de distintas organizaciones criminales. Sin embargo, el terrorismo como profesión resulta mucho más aburrido de lo esperado, lo que logra que muchos miembros terminen por abandonar.
El director del Centro Internacional para el Estudio del Terrorismo en la Universidad Estatal de Pensilvania, John Horgan, ha dedicado los últimos quince años de su vida al estudio de la mente de un terrorista. Horgan investiga qué es lo que lleva a un ser humano a tomar ese camino y qué rol desempeñan en los distintos grupos criminales. Lo que personalmente más le fascina, y en lo que se ha centrado en los últimos cuatro años, es en averiguar por qué un terrorista deja de serlo, cómo se desconecta del grupo.
El también profesor de Psicología y autor de más de 60 publicaciones sobre terrorismo reconoce que los académicos se han empeñado en labrar un perfil del terrorista sin suerte. «Es muy difícil determinar si todos siguen un mismo patrón y me imagino que si no se ha llegado a una generalización es porque precisamente no la hay. Eso sí, por supuesto que hay similitudes, sobre todo se vuelven comportamientos parecidos una vez que una persona ha entrado a formar parte de un comando terrorista». En cuanto a la psicología analógica entre distintas organizaciones criminales como ETA, Al Qaida e IRA, Horgan reconoce que cada banda es muy heterogénea. «En la superficie es muy difícil encontrar comportamientos parecidos, sin embargo, una vez que se estudian los casos individualmente se deduce que en la manera en la que llegan a formar parte, en cuanto a los procesos psicológicos se refiere, sí que hay más similitudes que diferencias». El profesor, de origen irlandés, se quedó muy sorprendido al ver semejanzas entre miembros del IRA y de Al Qaida. Obviamente no persiguen metas comunes, pero si se analizan los retos psicológicos y sociales que le suponen al individuo «los parecidos son asombrosos».
Horgan explica que no siempre es el ambiente familiar, como en el caso de «Carlos», el antecedente clave de un terrorista. «Hay veces que la principal motivación es algo tan mundano como el dinero». Horgan, miembro de la Junta Consultiva de Investigación Nacional del FBI en el Centro para el Análisis de Crímenes Violentos, afirma que «una de las grandes ironías desde el 11-S es que cada vez es más difícil determinar quién o qué es un terrorista».
Para él, la idea del terrorista «24 horas siete días a la semana» se ha desvanecido bastante. Además, sus últimos estudios han revelado que en las nuevas organizaciones es más el círculo de amigos el que condiciona al individuo.
A la hora de justificar el terrorismo, algunas voces señalan que es el odio, por ejemplo a las tropas estadounidenses en conflictos bélicos como Irak o Afganistán, el caldo de cultivo de un futuro criminal. Horgan no lo ve como algo clave, «en primer lugar porque no todo el mundo tiene la oportunidad de acceder a una de estas bandas. En EE UU, recientemente, han habido intentos de los llamados ‘‘lobos solitarios’’ por conseguir entrar en grupos terroristas, pero no ha sido fácil lograrlo. También se da otro fenómeno constantemente: hay muchos que barajan la idea de unirse, pero que una vez llegado el momento no son capaces. No obstante, son pocos los que quieren hablar de este tema».
Fantasía frente a realidad
Al igual que existen múltiples caminos para llegar a ser un terrorista también los hay para dejar de serlo. «En la muestra con la que yo he trabajado –ha entrevistado a 36 terroristas que han roto sus vínculos con la organización– muchos se unieron a los distintos grupos porque tenían altas expectativas en cuanto al nivel de adrenalina y aventura que supondría estar dentro de una banda terrorista». Sin embargo, la realidad fue muy distinta. «Su vida era bastante mundana y aburrida. Además, no llegaban inmediatamente a una posición de riesgo y, sobre todo, que al individuo le dicen lo que tiene que hacer, se lo ordenan». Su fantasía chocaba con la realidad. «Algunos lo asumen y se adaptan, lo cierto es que otros no». El profesor explica que la competencia personal y la envidia también forman parte del día a día en estas redes y para algunos, termina siendo agotador el formar parte de un movimiento ilícito. No obstante, Horgan descubrió que «a los individuos que abandonan les cuesta mucho dejar de estar involucrados en el movimiento, porque creen que les es imposible dejarlo». Un comportamiento común es el cambiar de un rol a otro pero no romper todos los vínculos con el grupo.
Curiosamente, los terroristas sí son capaces de sentir arrepentimiento o culpabilidad. «He hablado con algunos que habían preparado asesinatos o los habían cometido directamente, con mucha experiencia, y me describían que sentían culpa y también lo que hacían para superar ese sentimiento». La mayoría se sumergía en la literatura ideológica de la banda o pedían consejo a alguno de los líderes del grupo, «pero sí lo sentían y psicológicamente tenían que trabajar muy duro para conseguir vencer dicha aflicción».
Paradójicamente, Horgan explica que muchos terroristas le confesaron que no supieron bien por qué habían llegado a formar parte del grupo terrorista hasta que no estuvieron en prisión. «La cárcel fue la primera oportunidad que tuvieron para aprender la ideología del movimiento y pasaron de ser simples hombres armados a ideólogos».
La conclusión de Horgan es que dialogar con terroristas que se han desligado de su grupo tiene unos beneficios extraordinarios. No sólo porque se aprende más de este proceso de disolución sino también por lo que se podrá llegar a hacer en un futuro en cuanto a contraterrorismo se refiere. «He hablado con terroristas muy famosos y muy comprometidos con su causa que me han contado sus razones para terminar con las actividades criminales.
Dar a conocer estos motivos a los que se están planteando entrar en una banda terrorista podría ayudar a disuadirles de esta idea». Pese a todo, Horgan es modesto y reconoce que «como investigadores, todavía estamos escarbando en la superficie».
Sin estudiar casos particulares, sino a bandas terroristas completas, el experto en contraterrorismo Seth Jones, especializado en operaciones de estabilidad y contrainsurgencia, contó a LA RAZÓN qué lleva a una organización terrorista a desintegrarse.
«Hemos estudiado 648 ejemplos –entre los años 1996 y 2006– y las causas son muy distintas». El también profesor, en la Universidad de Georgetown, explica que un pequeño porcentaje termina porque han sido vencidos militarmente en el campo de batalla; otros, también en minoría, acaban precisamente porque logran la victoria; con un porcentaje más amplio, se encuentra el colapso de grupos terroristas debido a la participación de agencias de inteligencia; hay bandas que logran llegar a un acuerdo político o incluso los que abandonan la estrategia de la violencia porque ven en la política una vía mejor para conseguir sus objetivos. «No cambia su ideología, sólo intentan ser lo más efectivos posible», añade.
Jones, que ha dirigido numerosos proyectos del Departamento de Defensa, la Oficina Federal de Investigaciones, y la Comunidad de Inteligencia, estuvo el año pasado en Afganistán como parte de un equipo dedicado a entrenar a las Fuerzas del orden en el país en conflicto. «Al trabajar con un Gobierno extranjero, lo que hay que tener en cuenta es que existen técnicas útiles con la Policía, la Fuerza de Seguridad Nacional y el Ejército, pero también con la población local. Ayudarles a establecer seguridad en sus pueblos es importantísimo». Según cuenta Jones, lo primero que hicieron fue reconocer zonas en las que la población había mostrado resistencia a los talibán para dotarlos de equipos de autodefensa y después conectarles con el Gobierno central.
La lista negra de la ONU
Jones indica a este periódico que uno de los temas de debate es la lista negra de sanciones económicas que la ONU realizó en 1999 a talibanes y miembros de Al Qaida. «Una vez que tu nombre aparece, es muy difícil que se borre. Por ello, se han producido casos extraños de reconciliación como el del ex ministro de Exteriores talibán, el ex embajador talibán ante Naciones Unidas y el ex embajador para Pakistán que estaban en la lista negra. Aunque los tres fueron muy críticos, en público y en privado, con el movimiento, no ha sido hasta hace unos meses cuando la ONU les ha eliminado de la lista». Jones señala que en este momento, en las negociaciones con los talibán para que lo dejen y se unan al Gobierno, uno de los puntos sobre la mesa es desaparecer de dicha lista.
Casualmente, las ganas de estos dos expertos por conocer a fondo la psicología de los terroristas y dedicarse a ello tienen relación con ETA. «No me había graduado. Un día leí una tesis sobre el País Vasco y cómo algunos de sus habitantes se metían en la actividad terrorista y fue la primera vez que saqué ‘‘papel y boli’’ para hacer anotaciones sobre el tema», reconoce Jones. Por su parte, Horgan rememora uno de los primeros artículos que leyó: «Era de Fernando Reinares y analizaba el perfil psicológico de los miembros de ETA. Todavía lo recuerdo con nitidez».
«Cada vez que se ayuda a un bando, hay resistencia en el otro»
El experto en contraterrorismo Seth Jones, al tanto de las muertes de tres guardias civiles en Qala i Now, Afganistán, en un atentado talibán en agosto, explica que no se debió a un caso de locales que atacaron a las fuerzas extranjeras porque fueran infieles. «Francamente creo que formó parte del esfuerzo por controlar el territorio. Cada vez que la Guardia Civil, EE UU o cualquier fuerza de la OTAN, suministran ayuda a un bando, va a haber resistencia en el otro», indica Jones. «No lo veo como un ejemplo de locales descontentos con las fuerzas ocupando su territorio, sino que existe una insurgencia y ésta es violenta». Aunque reconoce que es muy difícil saber lo qué realmente opinan los afganos, «la valoración a las fuerzas extranjeras no está a cero y los talibán también tienen unos índices muy bajos de apoyo».
Una buena narración de lo que es el tema del terrorismo, aunque la diferencia estriba, en que no es lo mismo ser víotima que verdugo. Entonces la película se contaría de otra manera.
ResponderEliminar