sábado, 13 de noviembre de 2010

Eguiguren y el fin de la Bestia




09:00 (13-11-2010)

No es cierto que Eguiguren y su mujer estén en peligro.

Dice Rubalcaba que ya no valen treguas, que la palabra quedó sepultada entre las ruinas de la T-4, y que ahora sólo se espera que la banda terrorista “lo deje del todo”, como si se pudiera convertir a los etarras en drogadictos rehabilitados, hacer de Batasuna una especie de metadona de la violencia, legitimarla en las instituciones y pasar gratuitamente la página de la historia.

Tal y como viene informando LA GACETA, el final del terrorismo ocupará gran parte de esta legislatura agotada, en la que el Gobierno ha renunciado a la gestión y pone todas las esperanzas en ETA para presentar algún mérito ante las próximas elecciones. Pero precisamente esta prisa electoralista del Gobierno de Rubalcaba es lo más contraproducente en el proceso de liquidación de la Bestia, y es necesario escuchar al presidente Aznar cuando advierte de que “nadie debe facilitar, por acción o por omisión, ninguna vía para que los terroristas escapen a su derrota”. Puede que las palabras del ex presidente no gusten a muchos, porque incomodan en la negociación, pero al menos sus opiniones distan mucho del ataque megalómano de González, que ha interferido en el proceso de la peor manera posible, reavivando uno de los mejores argumentos etarras, que en el recuerdo siniestro de los GAL guardan los terroristas una de sus excusas preferidas, ahora amplificada por la soberbia felipista. También deja esta semana otros gestos y otras palabras sobre el mismo asunto, y es que asistimos al teatro profetizado por Mayor Oreja, y en esa clave hay que entender el rechazo de Otegi a la violencia y, en el mismo escenario, la colaboración de Eguiguren con la defensa del proetarra, algo escandaloso por sí mismo, pero que se torna en repugnante por el menosprecio de su mujer hacia las víctimas, anticipando que parte del proceso puede cimentarse en deslegitimar el dolor de los que perdieron a sus familiares, inmolados todos en el altar sangriento del independentismo vasco. Hay una gran perversidad en señalar ahora a las víctimas como un obstáculo, en culpabilizarlas por el simple hecho de pretender que la Justicia no sea aparcada para facilitar las negociaciones políticas con lo asesinos. Hay una maldad insoportable en las palabras de la mujer de Eguiguren, Rafaela Romero, en el tono de reproche con el que se dirigió a la presidenta de la AVT para decirle: “El día que nos maten no lloréis”. A la sobrecogedora y acertada respuesta de Ángeles Pedraza (“a nosotros ya nos han matado, y no llorasteis”), habría que añadir una reflexión más fría: ¿quién quiere matar al matrimonio Eguiguren?, ¿quién les amenaza? Si ellos se sientan a la mesa con asesinos de niños como Josu Ternera, si corre Eguiguren a defender a Otegi frente a la Justicia, ¿cómo habría ETA de querer matar tal incondicional aliado? Tampoco puede referirse al GAL la señora Romero, que además de extinguido ya se sabe que fue una criatura socialista, y es imposible pensar que alguna vez resultase una amenaza para el que es presidente de los socialistas vascos.

No, no es cierto que esté el matrimonio Eguiguren en peligro. Lo está más el fotógrafo de LA GACETA al que el guardaespaldas de Eguiguren amenazó con pegarle dos tiros. Tampoco es justo que una mesa de negociación en la que están los etarras, los que apoyan a los etarras, y hasta los que apoyaron al GAL, sea ahora la que decida las condiciones de una paz falsa, y que encima se exija a las víctimas –las únicas víctimas inocentes– que no interfieran en el proceso, como si su dolor y su pérdida tuvieran que pedir perdón en vez de reclamar Justicia.

1 comentario:

  1. Vaya chulo el escolta, seguro que es del partido, por eso actúa tan prepotente. Se le denuncia y a correr.
    A esto está llegando la actitud de este gobierno, tan chulería y tanto saltarse la ley.
    Espero que sus conciencias les pase factura.

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