ROSALIA SÁNCHEZ/ Berlín
Especial para EL MUNDO
«En cuanto los socialistas españoles ponen un pie en el poder», reza el artículo, «se vuelven más chic. En los hombres, lo primero que desaparece son las camisas de colores, después las patillas, los pendientes y finalmente las cazadoras de piel, con las que se vestían los fines de semana para acudir a los barrios obreros como capos del apoyo a los trabajadores...». «Crisis por aquí, crisis por allá, la imagen y el factor glamour pueden ser determinantes», afirma Leo Wieland, que bautiza a la nueva clase dirigente como «los socialistas fashionistas» y repasa el guardarropa del Ejecutivo, cada uno en su tendencia y centrándose en especial en las ministras.
Comienza por Aído, a la que bautiza como la señorita «Papá, que soy ministra», siguiendo por González Sinde, de la que cree que de alguna forma sigue promocionando el flamenco, con sus vestidos de volantes «gypsy look», y terminando por De la Vega, a la que llama por el apodo, perfectamente comprensible en alemán, «De la Vogue».
En modo alguno se olvida del rompedor smoking de Chacón, la más «trendy» de la pandilla, y de Trinidad Jiménez, a la que dibuja como asidua a las boutiques de la Milla de Oro, en la calle de Serrano, y de la que dice que ahora tiene que aguantarse porque, como candidata en las primarias de Madrid, «tiene que adoptar un estilo con el que poder acercarse más a las masas, y no lo tiene fácil porque las masas ya tienen un jefe de partido bastante más barato que se llama Tomás Gómez».
Los cambios de look, a los que se refiere como «metamorfosis individuales en múltiples variantes», no se limitan a las ministras: «Los huecos entre dientes son clausurados, el amarillento de los dientes de fumadores pulido, incluso José Blanco es casi irreconocible... De él sólo quedan las gafas, por ahora. Se ha hecho operar en Asturias por el oculista de la jet set española para hacerlas prescindibles. Así Blanco, del que se rumorea que puede suceder a Zapatero después de la crisis, podrá mirar sus oportunidades con los ojos desnudos», añade el periodista.
Además de hacer la radiografía del PSOE, y como daños colaterales, menciona a Duran Lleida, del que destaca que tiene unas gafas distintas para cada uno de los días del año, y que contrasta gravemente con un político vasco al que no identifica [Anasagasti], pero del que dice que «sólo le quedan tres pelos de Fu-Man-Chu en la cabeza, aunque los dispone en bandas alternativas y transversales tan hábilmente que tiene asegurado el aplauso unánime de la Cámara».
No se salva ni Soraya Sáenz de Santamaría, a la que recuerda en la foto con el vestido de gasa que apareció en el Magazine de EL MUNDO y que al autor se sugiere un «estilo vamp». Afirma, con gran ironía, que la oposición lo tiene difícil para lograr estar a la altura y, todavía con más retranca, se refiere a la barba de Rajoy, blanca y pasada de moda, como a «todo un desastre de la moda».
Al único que perdona, por su elegancia, es al presidente Zapatero: «Su estilo solo flojéo el día que sus hijas góticas aparecieron en la Casa Blanca como si fueran a una fiesta de Halloween».
Vaya opinión que tienen de nosotros en europa, no es para menos, ni para más...
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