domingo, 19 de septiembre de 2010

Las 'goteras' de la Guardia Civil


JUANFER FERNÁNDEZ / Vitoria

Varios agentes abren a EL MUNDO las puertas de los cuarteles guipuzcoanos para denunciar su falta de seguridad
Pistolas envueltas en bolsas de supermercado para que no se mojen; techos con humedades; ventanas podridas; chalecos que no paran las balas; vallas que no protegen y ausencia de otras medidas que atenúen la impresión de inseguridad. De mucha inseguridad... Es el estado en el que viven los miembros de la Guardia Civil en el País Vasco. Pero se acabó. Están hartos. Por eso, varios agentes han facilitado a este periódico el acceso a las entrañas de los ocho cuarteles de Guipúzcoa. Sólo dos de ellos -Pasajes e Irún- parecen cumplir unas condiciones mínimas de seguridad y habitabilidad.

En el acuartelamiento donostiarra de Intxaurrondo han perdido la vida unos 100 hombres en la lucha antiterrorista. Muchos lo llaman la niña bonita del Instituto Armado. Se equivocan: por dentro, la realidad es otra. El coche se detiene frente a uno de los accesos del acuartelamiento. El agente que espera en la garita abandona su puesto por un instante, saluda y sube la barrera. Como todos los guardias civiles destinados en el País Vasco, porta su fusil y su chaleco. Como todos, podría estar corriendo un riesgo innecesario, porque la protección engaña. Antón -otro agente con nombre ficticio, que pertenece a la Asociación Española de la Guardia Civil (AEGC)- lo explica: «En Euskadi no hay chalecos antibalas; los que tenemos sólo son antifragmentación y no hay tallas para todos. A mí el mío no me cubre el estómago». Ya en las instalaciones se respira abandono. La carta de presentación de las viviendas tiene forma de humedad; el campo de fútbol en el que sus hijos deberían jugar, de vertedero.

Utilitarios, camionetas, trailers y lanchas que forman parte de la historia de la delincuencia del País Vasco están repletos de mugre. La vegetación ha comenzado a envolverlos, a tragárselos, a convertir Intxaurrondo en un estercolero de hierro. Decenas de coches hacen las veces de espectadores alrededor de las instalaciones deportivas del cuartel. «¿Crees que ahí pueden jugar los niños? Todos esos vehículos son incautados; muchos tienen 20 años y nadie se los lleva. Mira, ésa es la furgoneta del secuestro de Ortega Lara».

Frente al campo de fútbol, el helipuerto. Antón asegura que, cuando un helicóptero se dispone a aterrizar, los habitantes de las viviendas cercanas tienen que cerrar las ventanas. «El estado del asfalto no es el adecuado y el movimiento de las hélices levanta partes del suelo».

En las entrañas de Intxaurrondo el deterioro continúa. El armamento con el que los agentes salen a patrullar se encuentra tras una puerta de madera carcomida. Quizá una simple patada podría derribarla. Dentro, los fusiles en el suelo, en sus correspondientes soportes. No hay compuertas blindadas. En un pasillo, el olvido institucional ha desnudado el techo y ha dejado al descubierto humedades y nueve tuberías verdes. Las paredes se caen a pedazos. En el vestuario, más de lo mismo. Sillas de despacho con tapicerías ajadas y deshilachadas, taquillas abolladas... Y más humedad.

Intxaurrondo es el lugar adonde el resto de cuarteles guipuzcoanos deben enviar el armamento incautado o entregado. Éste se almacena en «la antigua armería», un sótano ubicado «en la torre» del cuartel. En él, las armas se amontonan unas encima de otras en la parte más alta de varias estanterías de metal. Algunas, en su mayoría pistolas, están envueltas en bolsas de supermercado. «Es para que no se mojen. Con las lluvias se ha llegado a inundar el sótano».

TOLOSA

«Una mochila y tiran el cuartel»

Tras la garita de acceso, una inmensa fachada blanca ennegrecida. Los marcos de las ventanas están revestidos de madera podrida. Sólo hay un baño, para hombres y mujeres.

Los bajos de la puerta del aseo no rozan el suelo porque la podredumbre se ha comido parte de la madera. Ya en el baño, una taza sin tapa, una escobilla y una toalla sucia. El hedor que desprenden las cañerías invita a aguantar la respiración.

El acceso a la fachada principal está asegurado y vigilado. Desde la parte trasera, sin embargo, un corredor a pie de muro -que mide escasos dos metros- invita a pensar lo peor: «Si nos tiran dos mochilas desde ahí, el cuartel se cae entero. ¿No has visto como están las paredes? Una mochila y tiran el cuartel», explica uno de los agentes.

«Nuestra situación es lamentable. No tenemos trajes ignífugos. El 20% de los cuarteles del País Vasco tiene deficiencias en materia de inhibidores; y más del 80% no dispone de luces de emergencia. Si cortan la luz, toca defendernos a oscuras; eso no es normal...», denuncia Daniel, también nombre ficticio, de la Unión de Guardias Civiles (UGC).

EIBAR

Controlados por la izquierda radical

En el cuartel de Eibar no preocupa la oscuridad. Dentro de las instalaciones hay un inmenso patio descubierto. Al levantar la mirada se observan dos bloques de 15 pisos cada uno. En el quinto de uno de ellos una bandera llama la atención: «Euskal presoak, euskal herrira (Los presos vascos, a Euskal Herria)». «Aquí no se cumple la legislación, no puede haber edificios tan por encima del cuartel. Nos pueden controlar a todos; entradas, salidas, los números de placa de los vehículos... Todo», desvela un agente. ¿Habéis tenido problemas alguna vez? «Sí, nos han llegado a tirar botellas desde arriba; no es muy difícil alcanzarnos».

En ocasiones, el emplazamiento de los cuarteles guipuzcoanos no es el adecuado. Otras veces, las trabas las ponen ayuntamientos como el de Oñate, del PNV.

OÑATE

En obras, pero sin aparcamiento

En 1998, ETA lanzó cuatro granadas contra el cuartel de Oñate. Una de ellas se coló por una ventana de la galería donde duermen familias enteras. No estalló de milagro. Aquello podría volver a repetirse. El acuartelamiento lleva meses de reforma, lo que pone las cosas muy fáciles a los radicales.

Frente a las ventanas de los dormitorios de las familias residentes en el cuartel, tras cruzar una pequeña explanada verde, hay un muro de tres metros. Ésa es su altura desde dentro del acuartelamiento. Desde la calle, el muro mide 45 centímetros. Nada obstaculiza que cualquiera pueda colar «lo que sea» por uno de los ventanales. Ocho metros separan los dormitorios de la calle. Sólo eso. Ni redes ni vallas. El motivo: «El Ayuntamiento no nos deja colocarlas porque dicen que el edifico es patrimonio histórico», apunta un agente.

Ellos no duermen tranquilos; sus vehículos tampoco están protegidos. El acuartelamiento no dispone de aparcamiento. Estacionan sus coches fuera de las instalaciones, a unos 100 metros del cuartel. Allí no hay cámaras de seguridad que puedan evitar cualquier boicot.

ORDIZIA

Sábanas y maderas como garaje

En Villafranca de Ordizia, los coches del cuartel están envueltos con sábanas y maderas. Los propios guardias civiles han tenido que construir sus garajes. El agente de guardia sale de la garita, saluda. Porta su chaleco antifragmentación y su cetme. Lleva un arma que la Policía Nacional dejó de usar hace dos décadas, un fusil considerado «obsoleto» y «peligroso» para la población.

ZARAUZ

Sin barreras de seguridad

El cuartel está ubicado en pleno centro, frente a un colegio. No parece un edificio militar, más bien un bloque de pisos. No hay barreras de seguridad, sólo un agente en una garita con forma de portería. «Lo único blindado de todo el edificio es esa portería», recalca un portavoz de la AEGC. Un compañero debe realizar su guardia alrededor del edificio. Su cetme tiene un alcance efectivo de 1.000 metros y las balas están blindadas. «Si aquí pasa algo y disparamos, es imposible saber dónde acabará la bala. La munición del cetme está blindada, rebota; está preparada para la guerra, no para la actividad policial. Enfrente hay un colegio».

Tolosa. Vista frontal del cuartel de Tolosa. El Instituto Armado sólo ha reparado la mitad de las ventanas. Ninguna de ellas está blindada.

Oñate. Fotografía tomada desde el cuartel. La valla que se eleva frente al carril bici es lo único que separa el interior del exterior.

Intxaurrondo. Vehículos incautados hace décadas. El furgón blanco y azul (al fondo) fue el utilizado en el secuestro de Ortega Lara.

Intxaurrondo. No hay compuertas blindadas que guarden los fusiles, sólo una puerta carcomida entreabierta y sin seguridad.

Eibar. Vistas del acuartelamiento desde los edificios que lo superan en altura. Les han llegado a lanzar botellas a los agentes.

1 comentario:

  1. Esto al gobierno se la sud...., porque no va con ellos. A ellos lo que les importa son los votos para mantener el sillón, y poder seguir metiendo mano a la caja.
    No nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).

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