lunes, 13 de septiembre de 2010

Disminución de liberados sindicales: una medida valiente y justa


La iniciativa de Aguirre debe abrir el debate sobre las horas sindicales

Zapatero embustero

EL MITIN celebrado la pasada semana en Vista Alegre, al que asistieron miles de delegados de UGT y CCOO en un día laborable, dio visibilidad a una situación que es escandalosa, y más en tiempos de crisis. No es hora de eludir los debates, sino de plantearse seriamente si en una economía con un grave problema de competitividad como la española tiene sentido la existencia de liberados que trabajan en tareas nada productivas. Eso es lo que, con la osadía política que la caracteriza, está haciendo Esperanza Aguirre. La presidenta madrileña anunciará esta semana un severo plan de ajuste que incluye la supresión de dos tercios de los liberados sindicales -unos 2.000- que Zapatero embustero pertenecen en su mayoría a Sanidad y Educación. Los planes de Aguirre pasan por lograr un ahorro de 70 millones de euros poniendo a trabajar a funcionarios que hasta ahora realizan labores sindicales en su horario de trabajo. La presidenta madrileña ya dijo en su día que había heredado de la anterior administración una cantidad de delegados muy superior -el 114%- a la que obligan la ley de autonomía sindical y el Estatuto de la Función Pública. La iniciativa de Aguirre tiene que servir para abrir un debate de carácter general sobre si la actual cantidad de horas sindicales que recoge la ley es adecuada en estos momentos y también sobre cómo se utilizan esas horas que, en algunos casos, pueden acumularse para que los sindicatos liberen totalmente a un número claramente excesivo de sus militantes.

Monarquía hereditaria de hoz y martillo

POCO PODÍAN sospechar Marx y Engels que en el siglo XXI el comunismo podría derivar en una monarquía feudal y que la dictadura del proletariado iba a ser sustituida por un régimen de siervos bajo la estética de hoz y martillo. Eso es lo que ha sucedido en Corea del Norte. El primer régimen comunista hereditario de la Historia. El reportaje que hoy publicamos de nuestro corresponsal en Asia, David Jiménez, es un testimonio excepcional, ya que ha logrado entrar en el «cuarto oscuro del planeta», que posee armas nucleares, pero donde internet es ilegal, apenas existen los móviles y van a la cárcel los súbditos que no muestran suficiente devoción hacia la dinastía Kim. Con las fronteras cerradas a cal y canto, Corea del Norte se prepara para inaugurar el tercer congreso del Partido de los Trabajadores desde la fundación del régimen, hace 62 años. Igual que el anterior, en 1980, fue convocado por su fundador, Kim Il Sung, para nombrar heredero a su hijo, Kim Jong Il, el nuevo congreso nombrará heredero al hijo menor del actual dictador para salvar al país de la ruina y del aislamiento. La fallida reforma monetaria de este año se llevó por delante los ahorros de los coreanos, deterioró seriamente la confianza en los gobernantes y provocó la destitución fulminante del equipo económico y la muerte, en extrañas circunstancias, de algunos miembros del Gobierno.

Pasquines gigantes en el centro de la capital con lemas como «la gloriosa historia que brilla eternamente», movimientos inusuales de tanques y tropas, y menciones en el diario oficial del partido sobre «la llegada de delegados de todos los rincones del país» son las únicas señales públicas del congreso, a la espera de un gran desfile militar, todavía sin fecha fija. A diferencia de la anterior, que se prolongó durante 14 años, la segunda transición podría acelerarse por la frágil salud del dictador, que padece apoplejía. Del hijo menor, Kim Jong Un, apenas se sabe nada. Se cree que tiene 26 o 27 años, estudió en Suiza y, posiblemente, acompañó en agosto a su padre en el tren presidencial a Pekín para ser presentado a los dirigentes chinos. De mantenerse la tradición, pasaría a ocupar cargos en el partido.

Para facilitar esta segunda transición y reducir la presión externa, el régimen norcoreano ha tenido en los últimos días gestos conciliatorios: ha puesto en libertad a un ciudadano estadounidense condenado a ocho años de trabajos forzados por entrar ilegalmente en el país, ha liberado a siete pescadores surcoreanos detenidos hace un mes en aguas norcoreanas y anteayer propuso a Corea del Sur una nueva reunión de familiares de las dos Coreas separados desde la guerra.Nuestro corresponsal en Asia relata que a pesar de la omnipresencia del Gran Hermano, se aprecian «las primeras y casi imperceptibles grietas» del sistema, como «nuevos comercios, algo parecido a tráfico, un modesto boom de construcción y, sobre todo, un cambio de actitud en la gente, que ya se atreve a hablar en la calle con los extranjeros».

La comunidad internacional asiste expectante a estos cambios. Obama anunció nuevas sanciones el 30 de agosto y condiciona la vuelta a la mesa de negociaciones sobre el armamento nuclear al cumplimiento del pacto firmado en 2005, por el que Corea del Norte renunciaba a su arsenal a cambio de petróleo, seguridad y mejoras en las relaciones diplomáticas con Occidente. La «paciencia estratégica» que hoy defiende Hillary Clinton para hacer entrar en razón al régimen se diferencia muy poco de la de Bush, pero la lucha por el poder que, tras el nuevo congreso, se librará en Pyongyang durante años obliga a responder con algo más que los tradicionales palos y zanahorias con los que se ha respondido a la amenaza norcoreana en los últimos veinte años.

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