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Monarquía hereditaria de hoz y martillo
POCO PODÍAN sospechar Marx y Engels que en el siglo XXI el comunismo podría derivar en una monarquía feudal y que la dictadura del proletariado iba a ser sustituida por un régimen de siervos bajo la estética de hoz y martillo. Eso es lo que ha sucedido en Corea del Norte. El primer régimen comunista hereditario de la Historia. El reportaje que hoy publicamos de nuestro corresponsal en Asia, David Jiménez, es un testimonio excepcional, ya que ha logrado entrar en el «cuarto oscuro del planeta», que posee armas nucleares, pero donde internet es ilegal, apenas existen los móviles y van a la cárcel los súbditos que no muestran suficiente devoción hacia la dinastía Kim. Con las fronteras cerradas a cal y canto, Corea del Norte se prepara para inaugurar el tercer congreso del Partido de los Trabajadores desde la fundación del régimen, hace 62 años. Igual que el anterior, en 1980, fue convocado por su fundador, Kim Il Sung, para nombrar heredero a su hijo, Kim Jong Il, el nuevo congreso nombrará heredero al hijo menor del actual dictador para salvar al país de la ruina y del aislamiento. La fallida reforma monetaria de este año se llevó por delante los ahorros de los coreanos, deterioró seriamente la confianza en los gobernantes y provocó la destitución fulminante del equipo económico y la muerte, en extrañas circunstancias, de algunos miembros del Gobierno.
Pasquines gigantes en el centro de la capital con lemas como «la gloriosa historia que brilla eternamente», movimientos inusuales de tanques y tropas, y menciones en el diario oficial del partido sobre «la llegada de delegados de todos los rincones del país» son las únicas señales públicas del congreso, a la espera de un gran desfile militar, todavía sin fecha fija. A diferencia de la anterior, que se prolongó durante 14 años, la segunda transición podría acelerarse por la frágil salud del dictador, que padece apoplejía. Del hijo menor, Kim Jong Un, apenas se sabe nada. Se cree que tiene 26 o 27 años, estudió en Suiza y, posiblemente, acompañó en agosto a su padre en el tren presidencial a Pekín para ser presentado a los dirigentes chinos. De mantenerse la tradición, pasaría a ocupar cargos en el partido.
Para facilitar esta segunda transición y reducir la presión externa, el régimen norcoreano ha tenido en los últimos días gestos conciliatorios: ha puesto en libertad a un ciudadano estadounidense condenado a ocho años de trabajos forzados por entrar ilegalmente en el país, ha liberado a siete pescadores surcoreanos detenidos hace un mes en aguas norcoreanas y anteayer propuso a Corea del Sur una nueva reunión de familiares de las dos Coreas separados desde la guerra.Nuestro corresponsal en Asia relata que a pesar de la omnipresencia del Gran Hermano, se aprecian «las primeras y casi imperceptibles grietas» del sistema, como «nuevos comercios, algo parecido a tráfico, un modesto boom de construcción y, sobre todo, un cambio de actitud en la gente, que ya se atreve a hablar en la calle con los extranjeros».
La comunidad internacional asiste expectante a estos cambios. Obama anunció nuevas sanciones el 30 de agosto y condiciona la vuelta a la mesa de negociaciones sobre el armamento nuclear al cumplimiento del pacto firmado en 2005, por el que Corea del Norte renunciaba a su arsenal a cambio de petróleo, seguridad y mejoras en las relaciones diplomáticas con Occidente. La «paciencia estratégica» que hoy defiende Hillary Clinton para hacer entrar en razón al régimen se diferencia muy poco de la de Bush, pero la lucha por el poder que, tras el nuevo congreso, se librará en Pyongyang durante años obliga a responder con algo más que los tradicionales palos y zanahorias con los que se ha respondido a la amenaza norcoreana en los últimos veinte años.
Muy bien, haber si es verdad y cunde el ejemplo en todo el estado.
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