EDITORIAL
Libertad Digital
Las respuestas del juez Javier Gómez Benítez en la entrevista publicada ayer por el diario El Mundo contienen una serie de medias verdades y flagrantes mentiras que ponen aún más de manifiesto la tremenda estafa intelectual y judicial del 11-M. El magistrado encargado de juzgar los atentados de marzo de 2004, cometidos a escasos tres días de unas elecciones generales que se aventuraban reñidas, dio ayer nuevas muestras de que el caso se cerró en falso porque a ni a la clase política ni a las instituciones le interesa conocer la auténtica verdad sobre un hecho que cambió profundamente la Historia de España.
Gómez Bermúdez acreditó ayer de nuevo que dictó sentencia sin conocer a los verdaderos impulsores de los atentados ni el arma del crimen, con sus respuestas evasivas sobre la primera cuestión aludiendo a un fantasmagórico y novedoso alqaedismo y su desdén inaudito hacia la necesidad de saber qué explotó en los trenes porque, para él, ese dato crucial carece de relevancia. El magistrado insistió, sin que el entrevistador le preguntara por ello, en descartar la hipótesis de la participación de la ETA en los atentados como si esa fuera la principal prueba de convicción que desmontaría su sentencia, cuando el hecho es que desde los medios de comunicación que insistimos en que se conozca la verdad del 11-M se han aportado suficientes indicios para cuestionar la versión oficial sin necesidad de recurrir a conjeturas como la que tanto preocupa a Gómez Bermúdez.
Pero es en el tratamiento otorgado a los mandos policiales que mintieron a sabiendas en sus testimonios donde el magistrado sigue mostrando una desfachatez impropia de un miembro destacado de la judicatura. En lugar de perseguirlos de acuerdo con las leyes, tal y como anunció ufano durante el juicio con su referencia a que irían caminito de Jerez, Gómez Bermúdez dice ahora que pudieron faltar a la verdad en cuestiones de poco relieve y que esa actitud no tiene relevancia penal. Es su convicción personal sobre la honradez del comisario Sánchez Manzano, esgrimida en la entrevista, lo que carece de interés, no el hecho de que testificara en falso, una acción, premeditada o no, que debería haber sido castigada a instancias del propio tribunal de acuerdo con lo establecido en la legislación penal para los casos de perjurio.
El presidente del tribunal que juzgó los atentados del 11 de marzo de 2004 puso ayer de manifiesto que las únicas pruebas que los españoles han de aceptar para dar por buena la sentencia son él, sus convicciones personales y su integridad profesional, y ello a pesar de que él mismo confesó al diario El Mundo haber recibido presiones de "terceras personas" a las que se negó a identificar.
Gómez Bermúdez ha dado inicio a una campaña para enterrar definitivamente el 11-M al cumplirse una década de los atentados, a la que ya se ha sumado el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza. Sus declaraciones de ayer son, con seguridad, sólo un aperitivo de lo que queda por venir.
Semejante juez para semejante farsa, no me extraña nada que maquiavelo le diera la medalla roja del CNP. Claro que mirándolo bien, entraba dentro del articulado, en el que dice, que será necesario que hubiera sangre...., desde luego, cerca de 200 asesinatos es suficiente sangre.
ResponderEliminarEspero que sus conciencias les pase factura, y que la justicia divina les juzgue.