El lehendakari Urkullu, el portavoz del Gobierno Vasco, Josu Erkoreka, y la consejera vasca de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, se han pasado todo el fin de semana muy ofendidos e indignados por las declaraciones hechas el pasado viernes por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en la rueda de prensa del Consejo de Ministros, en las que afirmó que con la Guardia Civil o con la Policía Nacional no se hubieran producido los actos de recibimiento y homenaje a los etarras excarcelados por laderogación de la Doctrina Parot. Unas declaraciones que las autoridades vascas interpretaron como una crítica a la Policía autonómica.
Para una vez que el ministro Fernández no dice una melonada y acierta en sus declaraciones, va y al día siguiente no se le ocurre otra cosa que coger el teléfono y llamar a su homóloga autonómica para pedirle disculpas por lo que había dicho, eso sí, después de que el lehendakari hubiera escrito indignado el mismo viernes una carta a Rajoy exigiéndole una rectificación pública. Se puede decir por tanto que el ministro del Interior no acierta ni cuando rectifica, porque aparte de que en este caso tenía toda la razón, de lo que no es consciente Fernández es de que el PNV es implacable cuando huele la debilidad del adversario político que se pliega, como ha hecho él.
Pero vayamos al fondo del asunto. Después de que se le pasara ese estado de indignación, la consejera de Seguridad ha enseñado este lunes la patita al decir que no ve indicios de delito en que se reciba a los etarras con aplausos y cohetes. Para justificar esa peregrina afirmación ha subrayado que "no es lo mismo un recibimiento a presos de ETA que un homenaje o un acto de exaltación del terrorismo, y quienes han asimilado los tres conceptos pretenden confundir". Ahora comprenderá el ministro Fernández Díaz su grave error al pedir disculpas a la consejera.
Habrá que recordar que la responsable de Seguridad del Gobierno vasco ya protagonizó el pasado mes de mayo otra actuación que pone muy a las claras el hondo sentido democrático que preside su quehacer, del que depende la seguridad y el orden público. Resulta que no tuvo otra ocurrencia que facilitar su teléfono móvil a la portavoz de Bildu en el Parlamento vasco, Laura Mintegi, para que esta la llamara si observaba algún incidente en la detención, por parte de la Ertzaintza, en cumplimiento de una orden de la Audiencia Nacional, de una colaboradora de ETA que se pertrechaba tras varios centenares de simpatizantes de la banda terrorista en un puente de la localidad vizcaína de Ondárroa.
Trescientos agentes antidisturbios de la Ertzaintza, 30 furgonetas, coches patrullas y hasta dos lanchas fue el fuerte despliegue que hubo que llevar a cabo para detener a la colaboradora de ETA. La portavoz de Bildu le espetó ese día al responsable del dispositivo de la Policía autonómica lo siguiente:
No quiero volver a ver un desalojo de esta manera, y si lo vuelvo a ver, llamo a la consejera de Seguridad, que me ha dado su móvil particular y me ha dicho que en cualquier momento le llame si tenemos algún problema, y estoy a punto de llamarla. Está claro, ¿verdad?
A lo que el mando policial le respondió lacónicamente "Llame usted a quien quiera", en lugar de proceder a su detención inmediata por obstrucción a la actuación de las fuerzas del orden.
La Ertzaintza, que se puso en marcha en 1980 después de la aprobación del Estatuto de Gernika, cuenta en la actualidad con 8.000 agentes desplegados a lo largo y a ancho del País Vasco. Es, junto al concierto económico, el símbolo más visible del autogobierno vasco. Es de justicia recordar que este cuerpo policial también ha sido objetivo de ETA. Dieciséis ertzainas –tres mandos incluidos– han sido asesinados por la banda terrorista en los últimos treinta años, una cifra muy alta, aunque bastante menor que la de los 209 guardias civiles y 149 policías nacionales caídos.
Pero desde su nacimiento la Ertzaintza ha tenido un importante lastre, que no es otro que el haber estado excesivamente supeditada, en el peor sentido del término, a las directrices políticas del PNV y a la absoluta falta de compromiso de este partido con las medidas adoptadas a lo largo de estos años por el Gobierno central, el poder Legislativo o el Judicial en la lucha contra ETA. Y eso se ha notado mucho, salvo quizás en el periodo, a comienzos de los años 90, en que Juan María Atutxa fue consejero de Interior.
Por eso, a la hora de hacer un balance de la eficacia y de los resultados de la actuación de los diferentes cuerpos policiales en la lucha contra ETA, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía están muy por delante de la Ertzaintza, a pesar del arraigo social y del conocimiento del terreno que este cuerpo policial tiene. Ya lo dijo alguien tan poco sospechoso de ser un recalcitrante antivasco como Mario Onaindía: "Menos mal que en la lucha antiterrorista nos queda la Guardia Civil", sentenció poco tiempo antes de morir este exmilitante de ETA, procesado y condenado en el Juicio de Burgos, que posteriormente fundó Euskadiko Eskerra y que acabó su vida política en el PSE.
De ahí que las declaraciones de Fernández Díaz fueran acertadas y ajustadas a la realidad. Si el lehendakari o su consejera de Seguridad hubiesen querido, se habrían evitado los indecentes e inmorales recibimientos a los miembros de ETA que estas semanas han salido de la cárcel. Por lo tanto, menos rasgamientos de vestiduras, menos indignación por parte de los señores Urkullu, Erkoreka y de la señora Beltrán de Heredia, y más compromiso político y de la Policía autonómica a sus órdenes para evitar esas ofensas a las víctimas del terrorismo.
Esto es una síntesis de lo que siempre a ocurrido allí. No hay nada nuevo bajo el sol, salvo la bajada de pantalones o calzones de nuevo del desgobierno del pp. Parece que tiene miedo a no se que??, cuando lo que deberían de hacer es ejercer de verdadero gobierno, y poner las cosa en su sitio.
ResponderEliminarVergonzoso, otra de las muchas cosas que esperará el rajao para que se pudran....