GIORGIO BAZZEGA/El Mundo
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Giorgio Bazzega tenía dos años y medio cuando su padre murió en un
tiroteo, víctima de la violencia de las Brigadas Rojas. Durante años se
negó a afrontarlo y a saber lo que había ocurrido. Después llegaron el
odio y los deseos de venganza. «Mi madre incluso me encontró con un
listado de personas a las que quería hacer daño», confiesa.Bazzega comenzó entonces a trabajar para afrontar lo que le había ocurrido a su padre. Compartió experiencias con otras víctimas del terrorismo y después quiso intecambiar impresiones con antiguos terroristas que habían hecho un rechazo explícito de la violencia.
Dice que se encuentra sólo a la mitad de su camino, que «cada uno vive el dolor a su manera» y que su punto de vista le acarrea críticas entre otras muchas víctimas, pero está convencido de que gracias al diálogo se puede «salir adelante». «¿Cuándo se dispara? Cuando no hay diálogo», reflexiona.
En su caso, «poco a poco, al conocer a gente, y al crecer también personalmente», se dio cuenta de lo mucho que había faltado todo esto en Italia. «El hecho de encontrarnos habría permitido solucionar mucho mejor las cosas», destaca.
Reconoce que no es fácil, que es duro ver a determinadas personas hablando en la televisión. «Sufres, es algo humano, aunque no sea racional; pero hay que intentar superar las emociones y llegar a la racionalidad».
Bazzega compartirá hoy su experiencia en el Congreso sobre Memoria y Convivencia, en una mesa redonda sobre el camino Del terrorismo a la convivencia, en la que hablará junto a Adriana Faranda, antigua integrante de las Brigadas Rojas.
Sentarse en la misma mesa que alguien que ha pertenecido a una organización terrorista, aunque haya rechazado la violencia, no es fácil, pero «es emocionante». «Yo me encuentro a la mitad de mi recorrido, pero he llegado a un punto en que no me siento incómodo cuando sé que las personas que se sientan a mi lado han hecho también un recorrido, han rechazado la violencia e incluso se han puesto a mi disposición para ayudarme», explica.
Bazzega recuerda que en Italia el gran número de facciones implicadas en la violencia de los años de plomo, en la década de los setenta, dejó a las víctimas arrinconadas. «Nadie nos quería escuchar», dice. Destaca, por ello, el apoyo popular que ha visto en España en manifestaciones multitudinarias porque, dice, lo importante, más allá de las partes implicadas o de la política, es precisamente esa opinión pública
ADRIANA FARANDA
«El perdón es algo que se da, no se solicita»
.¿Es necesario que los etarras pidan perdón? Adriana Faranda, ex terrorista arrepentida de las Brigadas Rojas, defendió ayer que «el perdón es algo personal que pertenece a la conciencia, algo que se da y no se solicita».Faranda (Tortorici, Sicilia, 1950), invitada al Congreso sobre Memoria y Convivencia, fue una de las primeras dirigentes de las Brigadas Rojas que rompió con la organización y se apuntó, ya en prisión, a la disociación: renuncia a la violencia y asunción de la responsabilidad individual, pero -a diferencia de la vía impulsada por el Gobierno italiano- sin delatar a sus cómplices.
Esta fórmula que, según Faranda, conllevó en su caso una importante transición «ética», ha inspirado el experimento ensayado en la anterior legislatura con un puñado de etarras críticos en la cárcel de Nanclares, relanzado ahora con el plan de reinserción de presos auspiciado por el Gobierno.
La italiana abandonó las Brigadas -referente histórico para ETA- a raíz de su participación, en 1978, en el secuestro y asesinato del democristiano Aldo Moro, un crimen con el que estaba en desacuerdo. Un año después fue arrestada y condenada a cadena perpetua. Entre rejas participó en ese proceso de disociación impulsado por los propios reos, que el Ejecutivo acabó fomentando para acabar con los grupos terroristas nacidos en los 70.
Según Faranda, el perdón no fue la clave. «Dentro del proceso de disociación, más que pedir perdón, nosotros nos arrepentimos. Pero hay que tener cuidado porque el arrepentimiento [en Italia] se ha convertido en una categoría jurídica», explicó, en referencia a los compañeros que delataron a otros terroristas.
Faranda opinó ayer en Radio Euskadi que el País Vasco está llevando a cabo «un recorrido más eficaz» que el que realizó Italia, gracias a la participación «desde el primer momento» de la sociedad civil, para favorecer «la reinserción y la relectura del pasado», y gracias también a los encuentros entre víctimas y verdugos que empezaron a producirse con el anterior Ejecutivo. Todo ello «se retraso mucho» en su país.
La antigua terrorista iba a participar hoy en un debate con la ex etarra disidente Carmen Gisasola, que pretendía contar su experiencia personal desde la violencia hasta el rechazo a las armas. Faranda lamentó que su voz no pueda escucharse: «Es importantísimo poder comprender el punto de vista y la reflexión de alguien que ha decidido salir de una organización y abandonar la idea en la que ha basado su vida».
CARTA SECRETA
El Vaticano no autorizó una reunión con ETA en la Nunciatura
.¿Es necesario que los etarras pidan perdón? Adriana Faranda, ex terrorista arrepentida de las Brigadas Rojas, defendió ayer que «el perdón es algo personal que pertenece a la conciencia, algo que se da y no se solicita».Faranda (Tortorici, Sicilia, 1950), invitada al Congreso sobre Memoria y Convivencia, fue una de las primeras dirigentes de las Brigadas Rojas que rompió con la organización y se apuntó, ya en prisión, a la disociación: renuncia a la violencia y asunción de la responsabilidad individual, pero -a diferencia de la vía impulsada por el Gobierno italiano- sin delatar a sus cómplices.
Esta fórmula que, según Faranda, conllevó en su caso una importante transición «ética», ha inspirado el experimento ensayado en la anterior legislatura con un puñado de etarras críticos en la cárcel de Nanclares, relanzado ahora con el plan de reinserción de presos auspiciado por el Gobierno.
La italiana abandonó las Brigadas -referente histórico para ETA- a raíz de su participación, en 1978, en el secuestro y asesinato del democristiano Aldo Moro, un crimen con el que estaba en desacuerdo. Un año después fue arrestada y condenada a cadena perpetua. Entre rejas participó en ese proceso de disociación impulsado por los propios reos, que el Ejecutivo acabó fomentando para acabar con los grupos terroristas nacidos en los 70.
Según Faranda, el perdón no fue la clave. «Dentro del proceso de disociación, más que pedir perdón, nosotros nos arrepentimos. Pero hay que tener cuidado porque el arrepentimiento [en Italia] se ha convertido en una categoría jurídica», explicó, en referencia a los compañeros que delataron a otros terroristas.
Faranda opinó ayer en Radio Euskadi que el País Vasco está llevando a cabo «un recorrido más eficaz» que el que realizó Italia, gracias a la participación «desde el primer momento» de la sociedad civil, para favorecer «la reinserción y la relectura del pasado», y gracias también a los encuentros entre víctimas y verdugos que empezaron a producirse con el anterior Ejecutivo. Todo ello «se retraso mucho» en su país.
La antigua terrorista iba a participar hoy en un debate con la ex etarra disidente Carmen Gisasola, que pretendía contar su experiencia personal desde la violencia hasta el rechazo a las armas. Faranda lamentó que su voz no pueda escucharse: «Es importantísimo poder comprender el punto de vista y la reflexión de alguien que ha decidido salir de una organización y abandonar la idea en la que ha basado su vida».
Que pasa, que con el tiempo las ideas maduran como la fruta??, y ahora todos son buenos y se dan cuenta del daño irreparable que han hecho??. Que les den.
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