miércoles, 22 de febrero de 2012

Tres interpretaciones de la primavera valenciana


21 de Febrero de 2012 - 15:33:06 - Luis del Pino/Libertad digital

Permítame el lector que le presente tres interpretaciones, tres lecturas alternativas, de lo que en Internet se ha dado en llamar "primavera valenciana", para que elija la que le parezca más adecuada.

Lectura izquierda-derecha: Desde este punto de vista, lo que está sucediendo en Valencia no sería sino un intento de la izquierda para agitar la calle contra el Gobierno. Un votante de derechas podría pensar: "Intentan ganar en la calle lo que han perdido en las urnas". Un votante de izquierda podría, por su parte, razonar: "Aprovechemos el malestar por los recortes que inevitablemente hará el gobierno de derechas, igual que ellos han aprovechado la crisis internacional para desgastarnos a nosotros". Aunque la lectura es muy sencilla, nos equivocaríamos si pensamos que las consecuencias de esa agitación callejera están claras. Por ejemplo, no está nada claro que los disturbios perjudiquen necesariamente al Gobierno: dependiendo de cómo evolucionen las cosas, el PP podría incluso aprovechar esa agitación para movilizar a sectores de su electorado descontentos, que redoblarían su apoyo al Gobierno ante el "peligro rojo" que acecha en la calle. En la izquierda, por otro lado, tampoco está claro quién sería el hipotético beneficiario de la agitación callejera: ¿un PSOE que acarrea en su equipaje cinco millones de parados? ¿Una Izquierda Unida dispuesta a una mayor radicalidad? ¿Los partidos de izquierda emergentes?

Lectura arriba-abajo: De acuerdo con esta segunda lectura, lo que está sucediendo en Valencia no sería otra cosa que una expresión del descontento de la gente común con la clase política. Serían estudiantes normales, tal vez instrumentalizados por grupos antisistema, los que estarían dejando ver que no se puede hacer recaer el peso de la crisis sobre los ciudadanos de a pie, recortando servicios básicos en educación y sanidad mientras nadie pone coto a las corrupciones, chanchullos y mamandurrias de los partidos, de los sindicatos, de la patronal, de los constructores y de los banqueros. Desde este punto de vista, la represión de las protestas recurriendo a las fuerzas policiales no haría sino exacerbar el problema. Y nos equivocaríamos si pensáramos que el descontento por los recortes y por la represión de las protestas es patrimonio de la izquierda. Es verdad que para un votante de izquierda resulta sencillo recurrir a los viejos tópicos y considerar a la Policía como el instrumento represor de políticos y banqueros. Pero también los votantes de derecha pueden no entender, por ejemplo, que se aplique la Ley con tanta dureza contra estudiantes que protestan, al mismo tiempo que no se tiene reparo en negociar con el entorno proetarra.

Lectura dentro-fuera: La última lectura tiene más que ver con lo que podríamos denominar "alta política". El Gobierno está inmerso en una negociación crucial con las autoridades comunitarias, buscando en Bruselas tanto apoyo financiero, como una postura menos exigente en cuanto a los recortes que deban aplicarse a corto plazo. Y en ese intento de convencer a Bruselas están de acuerdo todos los partidos, puesto que la estabilidad del actual sistema político depende de que la situación social no se vaya de las manos. Pero resulta difícil convencer a la Unión Europea de que no se pueden aplicar recortes más duros, si la Unión Europea ve que no hay problemas en la calle: "¿Cómo que no pueden recortar Vds. más? ¡Si hasta ahora la población no se ha quejado!". Desde ese punto de vista, ¿podría estar nuestra clase política atizando bajo manga unas protestas bastante limitadas (porque las de Valencia lo son), con el fin de tener algo de "descontento popular" que exhibir ante Bruselas?

¿Cuál de las tres lecturas, querido lector, cuál de las tres interpretaciones, le parece a usted la verdadera?

La respuesta correcta es: las tres lo son. Las tres interpretaciones son simultáneamente ciertas.

Porque cada persona individual que participa en esos acontecimientos tiene sus propias motivaciones y su propia visión de las protestas. Y la actitud colectiva de cada grupo - del PP, del PSOE, de la Policía, de los antisistema, de los estudiantes, de los periodistas... - no es sino una amalgama de las actitudes de cada individuo del grupo. Una amalgama confusa y difusa, donde todas las motivaciones y todas las lecturas se mezclan y entrecruzan.

De hecho, las personas situadas en puestos de decisión no solo pueden, sino que deben, contemplar todos los planos de análisis al mismo tiempo. El Gobierno y las cúpulas de los partidos, por ejemplo, tienen que ser conscientes de la influencia de esas protestas sobre los equilibrios electorales; pero también tienen que ser capaces de interpretar esas protestas como termómetro del descontento social y, al mismo tiempo, intentar aprovechar las algaradas de cara a negociar con Bruselas.

Por tanto, a la hora de interpretar lo que está pasando en Valencia, conviene no dejarse encajonar en una interpretación unidimensional, restrictiva, de las cosas. Y conviene, además, comprender que todos esos equilibrios de visiones contrapuestas son dinámicos, es decir, cambian con el tiempo según va evolucionando la situación.

Por ejemplo, una protesta controlada puede ser enormemente útil de cara a Bruselas para nuestra clase política, pero pasaría a ser contraproducente si la situación se va de las manos.

1 comentario:

  1. Esto es lo de siempre y por los de siempre. No hay que buscar tres piés al gato.

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