viernes, 2 de diciembre de 2011

«El 11-M nunca, nunca lo abandonaremos»


  • E. M. MADRID
  • 02/12/2011/El Mundo
  • 70
  • COMUNICACIÓN
  • El periodista Federico Jiménez Losantos presenta su nuevo libro, 'El linchamiento'


    Rajoy Presidente


    El último libro de Federico Jiménez Losantos lleva El linchamiento por título, pero ayer, en su presentación, más de 500 personas le dedicaron un encendido aplauso. Estas contradicciones forman parte del día a día de un periodista capaz de generar emociones de todo tipo.

    «Es la historia de la manipulación de la Justicia contra mí», explicó el turolense, el mismo día que el volumen, centrado en «la liquidación de la Cope y la aventura de esRadio», salía a la venta.

    «El 11-M está desde el principio hasta el final del libro (...) Nunca, nunca lo abandonaremos», advirtió Jiménez Losantos, acompañado en el acto por César Vidal y Luis Herrero, que también dejaron atrás la emisora de la Conferencia Episcopal, e Ymelda Navajo, directora de la editorial La Esfera de los Libros.

    «Se trata de un linchamiento porque participan muchos, por razones muy distintas», explicó Jiménez Losantos a la audiencia, presencial en esta ocasión. En efecto, en el libro se relatan episodios en los que aparecen el Rey, Mariano Rajoy y Alberto Ruiz-Gallardón, por poner sólo algunos ejemplos. «Nada une más que la sangre vertida comunmente», sentenció Jiménez Losantos, quién daría la vida «sólo por España y por la libertad».

    Sobre el actual alcalde de Madrid, Jiménez Losantos dijo: «Si hay Justicia en España, Gallardón y algún juez tendrán problemas». Sin embargo, el periodista reconoció que, de momento, le ha ganado la partida en los tribunales. «Todas las demandas contra mí han sido desestimadas menos la de Gallardón, que será desestimada en Estrasburgo», vaticinó.

    Luis Herrero elogió la «independencia» de Jiménez Losantos al buscar entre la abarrotada sala del Hotel Intercontinental de Madrid personalidades del mundo político: «No encuentro parentesco con ninguna de las ramas del poder». Herrero, además, subrayó: «Sólo hay tres periodistas en España que hayan sido capaces de poner en marcha proyectos profesionales al margen de grandes empresas. Lo hizo Pedro J. Ramírez con EL MUNDO. (...) Lo hizo Luis María Anson con La Razón (...) Y lo ha hecho Federico Jiménez Losantos».

    Ymelda Navajo, por su parte, valoró «el retablo narrativo» que constituye El linchamiento, «casi una novela de intriga por todas las traiciones que refleja». «Los últimos años en la Cope fueron horribles, pero sirvieron para que nos fuéramos a esRadio», una cadena levantada durante «cinco semanas de verano», dijo Losantos.

    César Vidal dejó a su vez un mensaje para la actual cúpula de esa cadena: «La dirección de Cope, a tenor de los últimos datos del EGM, de haber tenido en sus manos la economía española, la habría dejado peor que José Luis Rodríguez Zapatero».

    Jiménez Losantos, que recordó que también tiene oyentes vía internet «en Nueva Zelanda», aseguró: «Sólo por las víctimas del 11-M volvería a formar el grupo esRadio». Para el periodista, emprendido el cambio de Gobierno, «la creación de un régimen basado en una masacre y una mentira ha fracasado».
  • 27/11/2011 CRONICA
  • el linchamiento de FEDERICO


    EL domingo 21 de octubre de 2007, El País estrenaba diseño. Con tan fausto motivo, hizo a sus lectores tres regalos: una tirada de un millón de ejemplares, un reloj bastante feo y una historia política bastante falsa, pero con mucho morbo, que venía con un amplio avance en portada y la firmaba Ernesto Ekaizer, criatura argentina que era pieza destacada de la trituradora de Polanco desde hacía dos décadas. Estos eran los titulares y la información: Aguirre irrita al rey por defender al locutor que pide su abdicación. El monarca, molesto, reclama que la Iglesia controle a la Cope. «La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, reclamó el pasado 11 de octubre, en un almuerzo en el Palacio Real con los reyes de España, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y varios comensales más, un «trato humano» para Federico Jiménez Losantos, el locutor de la cadena Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal. Losantos exige desde hace tiempo la abdicación de don Juan Carlos. Las palabras de Aguirre irritaron al rey (...). «Yo no tengo problema en recibir a la gente. Es a mí a quien tiene que dar un trato humano. ¿Pero esto qué es?», preguntó el rey. «Es intolerable. Le he dicho a Rouco Varela que recen menos por mí y la monarquía y se ocupen más de la Conferencia Episcopal que controla a la Cope», remachó". Ekaizer terminaba así el relato completo: «(...) Don Juan Carlos hizo un gesto de desdén y dijo tres palabras duras».

    En principio, según esas fuentes de agua argentina que manaron, las «tres palabras duras» dedicadas a Esperanza Aguirre por el rey fueron «hija de puta». Pero eso no me consta y bien puede ser una de tantas habladurías apoyadas en el campechanismo borbónico. Vayamos a lo esencial, que es la astuta manipulación política de Ekaizer. El pendolista argentino dice que yo he «exigido», cuando yo no he exigido nada al rey -no tengo forma de hacerlo- sino que he dado mi opinión acerca de su actuación en esos primeros años de Zapatero. Naturalmente, el verbo «exigir» dibuja un monstruo de opereta, «yo», y ridiculiza como algo monstruoso o estúpido algo más serio: la eventual abdicación del rey en el príncipe de Asturias, su heredero legítimo (...).

    Pero hay algo aún más grave en la manipulación prisaica, que es privar a un español del derecho a criticar la actuación del jefe del Estado si, a su juicio, acepta la liquidación del régimen constitucional que juró defender. Eso es lo que a mi juicio había sucedido al respaldar la negociación del gobierno Zapatero con ETA, sus pactos con los separatistas de Esquerra Republicana y, sobre todo, el empeño del gobierno en sacar adelante un Estatuto de Cataluña que, en opinión de no pocos magistrados del TC, arruina la legitimidad de la nación española como base de cualquier forma de legalidad en el Estado. (...)

    El País, defensor de todas las negociaciones y claudicaciones de Zapatero ante el nacionalismo y el separatismo, al identificar al rey con los proyectos del gobierno socialista, lo convierte en rehén de la izquierda y protegido del PRISOE, más PRISOE que nunca. Operación de entrañamiento e identificación de la corona con la izquierda que se hace a costa de la derecha y sobre todo, de la obligación del rey de serlo de todos los españoles, no sólo de los que mandan. Y por eso muchos creen que, a veces, para salvar la monarquía, ha de irse un rey que, por perder la cabeza, suele acabar perdiendo la corona.

    Lo que yo había dicho dos años antes era que, dada la incapacidad del rey para asumir sus obligaciones, sería quizás conveniente para la salud de la institución monárquica que Juan Carlos I, cumplidas ya tres décadas de ejercicio, abdicara en el príncipe de Asturias, siempre que Felipe VI quisiera hacer lo que su padre había jurado hacer y no hacía. (...) Aquella entrevista se olvidó.

    Pero la misma semana del banquete real del 12 de octubre, en Telemadrid Sánchez Dragó me preguntó en su telediario por aquellas declaraciones y yo las expliqué de nuevo. Pero -añadí en la tele y repetí en la Cope- «al decirlo quizás pequé de ingenuidad o de confianza excesiva en la institución. Padre e hijo ya son mayores, y si no quieren hacer lo que convendría a todos, allá ellos».

    Naturalmente, cualquiera puede discutir mi opinión. Menos el rey, por tres razones: porque es escandalosamente antidemocrático; supone violar el art. 20 de la Constitución, que garantiza el derecho de los ciudadanos a opinar y difundir sus ideas por cualquier medio, y porque ante la crisis del orden constitucional, el rey puede hacer apuestas arriesgadas junto a la izquierda y jugarse la corona, pero no tiene derecho a agredir en público a nadie, y menos a quien critica esas apuestas políticas suyas en términos también políticos.

    Rajoy PresidenteLa edición de Madrid de EL MUNDO, firmada por John Müller, director adjunto, anunciaba también en portada y corregía dentro esta información: Aguirre sobre Losantos ante el rey: «Lo peor es quitar el micrófono a un periodista». La presidenta de la Comunidad de Madrid abogó a favor del derecho a opinar libremente tras un comentario del monarca durante la fiesta nacional. Al día siguiente, Müller se hacía eco de la opinión de La Zarzuela. Así: La atribución literal al rey de palabras sobre Losantos «asombra» en La Zarzuela. Lamenta que se «intentase transcribir» una conversación con Esperanza Aguirre. La segunda entrega de Müller es minuciosa y detallada. Lo que llama la atención es que La Zarzuela no desmiente lo publicado por El País.

    Sin embargo, en Libertad Digital y en la parte de la Cope identificada con nosotros, la nocturna «operación relámpago» de Pedro J. tuvo una lectura muy diferente de la mía, que era de alivio por tener aún un aliado. Pedro J. -interpretaban- trataba de defender a Aguirre y, de paso, a mí, pero sin atacar al rey. Reconozco que me quedé solo defendiendo a Pedro J. Pero es que la relación de la Casa del Rey con los medios arrastraba tormentas muy antiguas. Cuando yo hacía los viajes largos del rey para Antonio Herrero, tuve ocasión de tratar bastante y apreciar mucho a Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa. Por eso creo entender bastante bien el delicado equilibrio que, con la súbita caída de Sabino, precipitó al rey en brazos de Prisa.

    El problema esencial para Sabino en aquellos años era doble: cómo controlar al rey en sus peligrosas relaciones personales y financieras; y cómo evitar o limitar la publicación de datos comprometedores. (...) Durante la larga estadía de González en La Moncloa el rey fue sintiéndose cómodo, hiperlegitimado y archiprotegido por Polanco para hacer su real gana. Sin embargo, como veía Sabino, lo que hacía feliz a la real persona podía poner en peligro a la institución, que disfrutaba de un secretismo propio de una monarquía absoluta marroquí. (...) Para conseguir su propósito, Sabino manejaba con maestría la «filtración controlada» y el «reconocimiento mitigado». Cuando algún medio había conseguido testimonios fidedignos de ciertos secretos a voces, como, por ejemplo, su relación con Marta Gayá, aireada por Época y recogida en EL MUNDO, Sabino podía refrendar el elemento noticioso, pero añadiendo datos que desvirtuaban su factor corrosivo. Sin embargo, la distancia entre Sabino y el rey se fue haciendo cada vez mayor y tras la seudobiografía de Vilallonga, hecha por el rey a espaldas de Sabino para que el aristócrata caradura no hiciera un libro sobre Marta Gayá (esta es información del propio Sabino), no soportó más su muda y justificada censura; y lo echó.

    Mimado por Mario Conde y Polanco, el rey le tomó gusto al sistema expeditivo, más sutil que el siciliano. Entre el CESID, Prisa y Conde con sus conexiones en medios y logias, el interés del PSOE en utilizar políticamente al rey para vadear aquellos años de la corrupción socialista, descubierta y aireada por EL MUNDO y la Cope, con el GAL en el horizonte, creció en la misma medida que la oposición temerosa, acomplejada y perfilera del PP lo permitía. O sea, sin medida.

    Opiniones aparte, el hecho es que en el rifirrafe del rey y Aguirre EL MUNDO frenó la manipulación de Prisa. (...) Que la medida respuesta tuvo éxito lo demostró Ekaizer en sus posteriores explicaciones sobre el sentido de la intervención de Aguirre.(...) ¿Fabulaba, especulaba y más tarde reculaba? No. Nadie se pondría a escribir en El País sobre algo tan delicado como una discusión del rey sin que Polanco y Cebrián se lo hubieran pedido o asumido como conveniente (...). Con la perspectiva del tiempo que todo lo aclara, lo que empezó con esa portada manipuladora, luego rectificada y hasta ridiculizada, fue la enésima campaña de aniquilación contra la Cope. Pero esta vez, finalmente triunfó.

    ¿Era consciente el rey de tomar parte en una operación contra un medio tan significativo políticamente como la cadena Cope? ¿O fue un desahogo verbal, la típica «borbonada» espontánea como el «Por qué no te callas» a Chávez? Creo que el rey era perfectamente consciente de lo que hacía.

    con cañizares en el vaticano

    El viernes 29 de octubre de 2010, a las 11 en punto de la mañana, Luis Herrero, Eduardo Zaplana y yo aterrizamos en Roma. En el Vaticano, para ser exactos, nos había citado el cardenal Antonio Cañizares, hasta hacía un año arzobispo de Toledo, primado de España y sin duda la figura más destacada del episcopado español después de Rouco. Había sido decisivo en la liquidación de la Cope, pero no pudo disfrutar de la victoria: el Papa lo llamó a Roma para ser prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Un título muy largo para no significar nada, pero demasiado inconcreto para quien en España quería serlo todo. (...)

    La escalera que lleva a los despachos cañizarescos está a juego con la entrada, con peldaños demasiado largos, que, acaso para darles alguna armonía, también han hecho demasiado altos, peligrosísimos para las lumbares. Escaleras arriba, un clérigo remeda al Gary Cooper de El manantial. Y ya en la cumbre te lleva a una sala de espera que incluso en Añastro, sede de la Conferencia Episcopal, quedaría desangelada. De pronto, se abrió una puerta de doble hoja y entró Cañizares. Yo estaba sentado a su izquierda, en un sofá de color vino aguado; Zaplana, enfrente, en un sillón de estilo nada; y Luis, a la derecha, ocupaba la joya: un sofá tapizado de rojo aparatoso, aderezado con unas volutas redoradas que, no sé por qué, me hizo recordar a los moros y cristianos de Alicante. (...)

    La incógnita del viaje era cómo me recibiría Cañizares. Yo había cumplido ya con la diplomacia amical visitándolo en Roma; ahora le tocaba a él. Y lo hizo magistralmente, con la seguridad de lo pensado: nos miró a los tres pero como si sólo fuera para localizarme a mí; entonces, se me arrancó raudo y recto, entre familiar y anovillado, y me dio la mano con fuerza, mirándome a los ojos tan fijamente como si acabara de morírsenos un pariente o lleváramos años sin vernos por culpa de una guerra justa.

    En realidad, ahí terminó la mitad de la entrevista; la palaciega, si aquello fuera palacio; o la protocolaria, de obligarnos algún protocolo. Pero demostrado su interés en el reencuentro conmigo y probado que yo no iba a recriminarle su papel en la campaña contra mí y en la liquidación de la Cope, sólo quedaba aceitar la charla e irnos acercando al asunto que nos traía, que era el de averiguar para qué nos quería Cañizares.

    -No tiene mala vista desde aquí, don Antonio -dijo Luis.

    -Pero ni comparación con la que tenía en Toledo -dije yo.

    -Eso, desde luego. Pero es que aquello es, vamos, incomparable. (...)

    -Bueno, ¿y cómo os va a vosotros en esRadio? Creo que muy bien. Os oigo.

    -La verdad, para llevar sólo un año en antena, no puede irnos mejor.

    -Me alegro, me alegro mucho. ¿Y vais a hacer algo con el viaje del Papa?

    -Pues mire, don Antonio, no tenemos dinero y no haremos nada especial sobre el Papa, porque allí van a estar todos los medios. En cambio, vamos a ser los únicos en cubrir la concentración de Alcaraz y las víctimas del terrorismo. Pero si pregunta por nosotros el Papa, ya nos disculpará.

    -Es por una buena causa. Lo entenderá.

    (...) En fila india, fuimos abandonando sin pesar el despacho, el largo pasillo y la encumbrada escalera. Cañizares saludó en italiano al portero anodino y salimos a la calle. El cardenal y Zaplana se adelantaron. Luis y yo nos rezagamos para discretear un poco.

    -Bueno, Luis, no dirás que me estoy portando mal.

    -No. Pero ahora, en el restaurante, es cuando tienes que portarte bien. Porque supongo que ahora hablaremos de la Cope.

    -O no. Yo creo que lo único que quería era hacer las paces. Y eso ya está hecho. Si no hablamos de la Cope, mejor para él. Todavía más cómodo.

    -No, no creo. Falta oír lo que él quiera decirnos. Y algo tendrá que decir.

    (...) Il vero Alfredo, el restaurante al que nos había llevado Eduardo era, sin exagerar, de película: entre La dolce vita y El padrino, con algo de Vacaciones en Roma. Sólo faltaban Audrey Hepburn y Gregory Peck en la puerta, con Lambretta y sin casco. Por lo demás, está todo lo que uno piensa que era Roma en los 60. Bajando unos escalones, la entrada disimula su modestia con una apabullante galería de fotos. Mandan los Kennedy: Jack y Jackie; Bob y Ethel, eternamente jóvenes; y el joven Edward, alguna vez joven, muerto ya, sin el esplendor del sacrificio. Aunque cerca del Coliseo, nadie aquí parece mártir. Los muertos envejecen mejor en blanco y negro.

    -¿Has visto ese cadáver institucional?

    -¿Cómo no voy a ver a los Kennedy? Están en el mejor sitio.

    -No, no, Marichalar. En color tiene menos prestancia, pero ahí está.

    -Y Alfonso XIII. Y don Juan. Y el rey, que es que nació en Roma.

    -Esto tiene algo del Pudridero en El Escorial. No falta un Borbón. (...).

    «YO TAMPOCO LO ENTIENDO»

    Al primer bocado, nos rendimos. Los maestossimi fettucini all'Alfredo eran un prodigio de sencillez y elaboración, pesados y ligeros, una victoria de la mantequilla en el paraíso del aceite de oliva. (...) Y Zaplana entendió que ese era el momento de entrar a matar.

    -Bien, don Antonio, yo no quiero irme de aquí sin plantear la razón de este viaje. Yo no he oído de usted sobre estos dos señores más que cosas buenas, durante muchos años. Y ellos nunca me han dicho más que cosas buenas de usted. Me gustaría saber cómo se ha llegado a esta situación absurda en la que personas que han afrontado juntas situaciones tan difíciles estén ahora enemistadas o aparezcan ante todo el mundo como enemigos irreconciliables. Yo eso no lo entiendo.

    -La verdad es que yo tampoco lo entiendo.

    -Hombre, don Antonio -terció Luis-, todo viene de la salida de la Cope. Y de la participación que se le atribuye a usted en la defenestración de Federico.

    -Pero es que las cosas no son como se han contado. En absoluto -Para mí la Cope -tercié- ya es ayer. Inolvidable, pero ayer. Gracias a que nos echaron creamos esRadio; y eso siempre lo agradeceremos. Pero tengo curiosidad por saber lo que realmente pasó. ¿Lo puede contar usted?

    -Pregunta, que lo que sepa, lo contestaré.

    -¿Es verdad, como contó La Vanguardia, que usted envió una carta a Rouco antes del comité ejecutivo diciendo que yo no podía seguir en la Cope?

    -No es verdad. Yo escribí una carta que previamente se me solicitó y en la que decía que la programación tenía que cambiar. Pero no decía que tenían que quitarte a ti. Decía que había que cambiar la parrilla completa.

    -Pero con la campaña en contra que llevábamos padeciendo en los dos últimos años, la carta sólo podía entenderse en ese sentido. Y así se entendió.

    -Podía entenderse de otra forma. Por ejemplo, tú podías haber seguido y sin embargo cambiar la parrilla. Lo que yo creía inviable era el conjunto y lo que quería que se aclarase era el sentido de la existencia de la propia Cope.

    -Y después de esta temporada -dijo Luis-, ¿está satisfecho con el resultado?

    -Ya no es mi responsabilidad, pero, evidentemente, no puedo estarlo. (...)

    -Bueno, pero ahora Barriocanal tiene todo el poder ¿no?

    -Omnímodo.

    -¿Y eso le parece a usted bien o mal?

    -Si lo hace bien, me parecerá muy bien. Pero el problema de fondo es el mismo: tener una idea clara de qué hacer con la Cope. Y yo no la veo. (...)

    -¿Y cree -dije yo- que ha valido la pena tanto desgaste para tener, un año después, una radio con la mitad de audiencia y sin ninguna influencia?

    -Es evidente que hemos hecho cosas mal. Y en lo posible, habría que repararlas. Pero ahora soy yo el que os pregunta: ¿qué puedo hacer? ¿Necesitáis alguna gestión? (...) O para ser más concreto, ¿qué puedo hacer yo?

    -Lo primero era hacer las paces -dijo Zaplana-. Y creo que están hechas. A partir de ahora, a ver cómo va todo (...) cómo se desarrolla esRadio; y hablamos. Porque lo seguro es que en pocos meses la radio va a estar otra vez patas arriba.

    -Como todo en España.

    -Bueno, Eduardo, como supongo que os iréis pronto al aeropuerto, yo quiero agradecerte, pero de verdad, este encuentro. No te exagero si te digo que es una de las grandes alegrías de estos últimos tiempos.

    -Ha sido un placer como amigo. ¡Y era una obligación cívica, ja, ja!

    -¡Tantas obligaciones no se cumplen! Y gracias, Luis; y gracias, Federico.

    Salimos a la calle, a la Piazza de Augusto. Cañizares me abrazó con tal fuerza que parecía emocionado de verdad. Y se volvió al Vaticano andando lentamente. Roma quería despedirnos con una tarde de belleza abrumadora: la luz sobre todas las cosas, el cielo en su sitio, el tráfico cortado, los fieros peatones, las piedras del Coliseo, la gracia torpe del empedrado, la sensación de estar fuera del día, ya que no del mundo… en fin, Roma.

    1 comentario:

    1. Eso es lo que hay que hacer, no abandonar el 11-M, y queremos saber la verdad de lo sucedido.
      Que tengas suerte con el libro paisano.

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