domingo, 15 de mayo de 2011

'Los vencidos son los españoles de bien, vence ETA'


ÁNGELES ESCRIVÁ / Madrid

15/05/2011 / El Mundo

Las víctimas censuran al TC por la legalización de Bildu
Zapatero embusteroLos centenares de personas que se congregaron en el lugar donde ETA asesinó a 12 guardias civiles en 1986 acudieron al acto organizado por la asociación Voces contra el Terrorismo movidas por una mezcla de sentimientos sin precedentes: rabia, impotencia, y la necesidad de creer que la partida no ha acabado.

Los congregados sentían rabia contra el Gobierno y el Constitucional por haber deshecho el trabajo de muchos años y por haber «contribuido a matar la memoria de los asesinados por ETA privándoles de la justicia que merecen»; la sensación de haber sido derrotadas por las instituciones democráticas en favor de la banda terrorista y la voluntariosa convicción de que esta partida no ha finalizado y de que la van a ganar.

Zapatero embustero


Empezó a llover con fuerza apenas empezaron a hablar los convocantes del «acto de rebelión cívica». «Los vencidos son los españoles de bien y los vencedores son ETA», señaló Francisco José Alcaraz, el organizador del acto; «Democracia 1, Batasuna, 0», resumió Regina Otaola, ex alcaldesa de Lizarza. Pero añadían: «Jamás nos vamos a rendir»; «vamos a dar la batalla»; «sólo si dejamos de luchar, ETA ganará».

El Gobierno se procuró la crítica e incluso los insultos de los presentes por lo que calificaron de «imperdonable traición». Pero la institución que se llevó la palma de los desprecios fue el Constitucional. Cada vez que era mencionado, los congregados abucheaban, coreaban «fuera, fuera», por mucho que los convocantes dijeran de emprender sus críticas a la sentencia que ha legalizado a Bildu que la «acatamos por imperativo legal, pero no la aceptamos», por muchas razones, pero especialmente por las «casi 1.000 personas asesinadas por ETA».

Se escucharon cosas terribles, pero que constituyen el resumen del sentir de la mayor parte de las víctimas. Una gran pancarta, con un lema chocante recibió a los congregados. «Vota a ETA», clamaba en grandes caracteres sobre el dibujo de una pistola manchando con sangre los votos contenidos en una urna.

En una esquina de la plaza, algo alejada del escenario, la presidenta de la Asociación de Víctimas, Ángeles Pedraza, junto a los representantes de otras asociaciones, sostenía una pancarta con el mismo reclamo de siempre de Memoria, dignidad y justicia. Y por doquier, banderas de España y carteles de todo tipo. «España, despierta, son tus muertos», decía uno; «Magistrados del Constitucional, presuntos prevaricadores», acusaba otro. Esta vez, políticos pocos, y los pocos del PP: Cayetana Álvarez de Toledo, uno de los principales artífices de la Ley de Partidos, Ignacio Astarloa, y el ex ministro, Jaime Mayor Oreja, quien aseguró que «el único responsable de que Bildu esté presente » es Zapatero.

Mayor insistió en que todo forma parte de un «proceso» que está en el «ecuador», que está «acordado» y cuya gravedad radica en que «devuelve la esperanza a los asesinos». Aseguró que «no estamos en el final de ETA, sino en el intento del Gobierno que, en vez de aislar a la banda, como hemos hecho estos años, trata de aislar al PP».

Salvador Ulayar, hijo de un alcalde navarro asesinado, sostuvo que no exigirles a los etarras que condenen y «reculen» es «banalizar la sangre de más de 800 españoles que siguen muertos». Aseguró que debían haber sido políticamente derrotados, pero que Zapatero «les ha dado una gran victoria, les ha legitimado». «Este paso es un tiro postrero sobre las víctimas; el proceso sigue». «En mi nombre no», proclamó, y esto incluyó la salida de los presos o las futuras mesas de negociación.

Ortega Lara, vibrante y muy aplaudido, se encaró con los miembros del Constitucional que permanecen en su «comodidad palaciega» y les preguntó «¿qué ganan aparte de su sillón?»; les reprochó que no hayan tenido en cuenta «las garantías constitucionales de las víctimas» y aseguró que «nunca olvidaremos la vergüenza y el oprobio de esta resolución». «Nosotros nos quedamos con nuestra dignidad», les dijo, y lamentó que se haya «prostituido la democracia, corrompido las instituciones y pervertido el Estado de Derecho».

Alcaráz vaticinó el fin de la doctrina Parot y finalizó con una tesis más que controvertida cuando llamó al Gobierno «revanchista y guerracivilista» que revitaliza a una ETA de izquierdas a la que necesita para «destruir España».

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L. HUALDE / M. SEGOVIA
Bilbao / Baracaldo

Insultos a la viuda de 'Pagaza'

La agresión tuvo lugar un día antes de una nueva muestra de fortaleza de Bildu. Ayer, la formación abarrotó el Bizkaia Arena con miles de simpatizantes arengando a sus líderes. Conscientes de que serán «imprescindibles» en muchas instituciones tras el 22-M, avanzaron al resto de formaciones políticas vascas que venderán caro su apoyo para conformar mayorías. «Que les quede claro a todos, no vamos a jugar 'a pequeña'», afirmó Pello Urizar. Su órdago será 'a lo grande', y bajo la exigencia de que cualquier posible entendimiento con Bildu pasará por una apuesta prioritaria por facilitar una normalización política que tenga en cuenta «la labor de los facilitadores encabezados por Brian Currin».

Al grito de «fascistas», un joven zarandeó y golpeó el viernes en San Sebastián el coche en el que se encontraba Estíbaliz Garmendia, viuda de Joseba Pagazaurtundua, asesinado por ETA en 2003. Junto a ella estaba una compañera. Ambas hacían campaña en favor de UPyD, partido en el que militan. Los hechos ocurrieron hacia las 19.30 horas, cuando el turismo con megafonía electoral con el que recorrían la ciudad estaba parado en un ceda el paso. «Un chico joven se nos acercó gritando e insultándonos y nos asustamos y subimos las ventanillas», explica Marijo Aranzabal, que en ese momento conducía el vehículo. «Puso la cara en la ventanilla del copiloto, donde estaba sentada Estíbaliz, y siguió profiriendo insultos con un tono muy amenazador. Descargó un puñetazo tremendo sobre el cristal».

DAVID GISTAU

15/05/2011

Lluvia, derrota

El dios de la lluvia lloró sobre las víctimas. Mejor dicho, sobre los despojos de una causa civil que antaño colmó avenidas y sacudió la sociedad con descargas morales, como un cable de alta tensión suelto. Pero que ayer apenas logró que un puñado largo de irreductibles, bien apelmazados para resistir el viento, ocupara una plaza madrileña sobre la cual aún gravita el recuerdo de uno de los más crueles atentados etarras. La integración de Bildu en el sistema fue narrada con tal dominio del tempo, que para cuando ocurrió la sociedad española ya la tenía aceptada.

Por ello, la concentración de ayer, primera de las de esta serie de la que no podía decirse que fuera preventiva, que constituyera una profecía de Casandra, no sólo no fue el aguijonazo que alentara una «rebelión cívica» de largo aliento; sino que tuvo cierta impronta de soledad, casi de desconexión, como si los presentes estuvieran abocados a recordar a esos soldados japoneses que permanecían emboscados en una isla porque no sabían que su bando ya se había rendido. Las asociaciones de víctimas están en El Álamo, barridas por los engranajes del Estado, por la eficacia en la intriga del PSOE y por la deserción de Rajoy, ese koala abrazado a la rama del reproche económico.

Salvo por algunas presencias de miembros del partido que no están en el núcleo de Rajoy, el PP, a diferencia de la primera legislatura, ha desistido de levantar un dique de contención. Se ha dejado abducir por la reanudación del proceso, concediendo al Gobierno un terreno casi despejado, aparte de la voluntad inquebrantable de las víctimas.

Pero éstas no tienen la fuerza de antes ni irradian el mismo poder de convocatoria. De hecho, personas que deberían estar arropadas por un respeto estatuario parecen ahora personajes de extramuros, regurgitados. Bastaba escuchar a oradores como Ortega Lara, Salvador Ulayar o Regina Otaola para comprender que se sienten abandonados por el ente que debería tutelar sus derechos y defenderles de sus enemigos: el mismísimo Estado, que ha renunciado a su estatura hobessiana para hacerse flexible al cálculo político, y por ello ha defraudado principios fundacionales, aventando una desconfianza definitiva. Era mencionar alguien el Tribunal Constitucional e, igual que en el guiñol cuando sale el malo de la porra, del público emergía un abucheo.

Cuando se pierde la confianza en el Estado y además desertan los líderes profesionales, queda un vacío que pronto llenan otros líderes naturales, emanados de la propia muchedumbre huérfana. En ese hombre estuvo a punto de convertirse Ortega Lara, tan reticente siempre a pronunciarse en público, y que por ello dio un barniz de excepcionalidad a su intervención de ayer. Y lo que hizo fue sembrar un mensaje muy disolvente con las instituciones, con las representaciones del Estado, como si todas ellas merecieran ser perseguidas por una reputación de traidoras que no arreglará un posible gobierno de Rajoy, enajenado de esa parte de su electorado a la que complació que en algún momento el PP fuera el abanderado de las víctimas.

La misma rabia contuvo el apasionado discurso de Ulayar, hijo de un asesinado por ETA, que dio a entender que el Gobierno pretende disolver a todos los muertos por terrorismo en un compartimento moral donde la impunidad se hace olvido.

Otaola fue más testimonial, y por lo tanto más concreta. Esbozó, refiriéndose a su propia vida cotidiana, un futuro del que tenemos todos el recuerdo. El del matonismo institucionalizado. El del achique de espacios a todo antagonista de la izquierda abertzale. El del asalto terrorista de los fondos públicos y los censos. El «silencio de los corderos», como lo llamó, que impone un canon unitario que aún encomienda todo su poder de disuasión a una mafia con coartada política.

La gente se desperdigó y se metió en bares o en el Metro para huir de la lluvia. Eran pocos. Han perdido y sienten que no les ha derrotado el terrorismo, sino la encarnación jurídica y política de la misma nación por la que se creían prolongados. Extraños tiempos, en los que las víctimas son antisistema y Bildu da lecciones de integración democrática.

1 comentario:

  1. Todo esto, es una infamia, y seguro que pagarán por ello, los que la han generado.
    No me extraña, que se produzcan guerras, con estos caldos...

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