ÁNGELES ESCRIVÁ / Madrid/ El Mundo.
Con estas frases -expresadas en una conversación de que ha conocido el Gobierno-, Ana Belén Egües, en realidad, sigue la línea de los textos de ETA y parece tener una perspectiva clara de los calculados motivos por los que la izquierda abertzale está dando los pasos que está dando y de por qué el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero está dejándole hacer. Es cierto que puede no disponer de toda la información por estar en prisión, pero en ningún caso contempla la posibilidad de que ETA vaya a dejarlo, y menos a cambio de nada.
Cuando se le hace notar que, en el escenario y con los parámetros con los que ella -y se supone que también la banda terrorista- pretenden «resolver el conflicto», el recurso a la violencia es innecesario, responde: «Las armas sí que tienen sentido. Su utilidad depende de si sirven o no sirven a los planteamientos estratégicos que se marcan en cada momento. Del mismo modo que el Estado mantiene al Ejército como garante constitucional». Egües sostiene que los etarras no necesitan estar legitimados por el pueblo vasco, como lo está el Ejército, porque ellos nacen del propio pueblo vasco y de su sentimiento nacional.
La portavoz del colectivo de presos muestra cierto escepticismo sobre el alcance del comunicado. Cree que el Gobierno seguirá deteniendo y seguirá asegurando públicamente que los pasos dados por la banda son insuficientes. De modo que, desde su punto de vista, lo que ETA está haciendo con ese tipo de anuncios es «buscar que los agentes internacionales ejerzan presión sobre el Estado español».
Asegura que la banda, por poca capacidad operativa que tenga, mantiene la suficiente para seguir matando, y por eso deduce que si ha hecho público un alto el fuego permanente, general y verificable por la comunidad internacional es porque lo ha decidido por convicción política. No por «motivos logísticos».
Pero deja claro que esa convicción afecta sólo, de momento, a la decisión de la tregua, no a la de abandonar el terrorismo. Por eso, dice que «la rendición por la rendición, va a ser que no». «Como no se resuelva el problema de fondo», añade, «siempre habrá jóvenes que estén preparados y decididos para seguir, porque el sentimiento lo supera todo y siempre ha habido gente dispuesta».
La reclusa elegida por la banda para ser representante del colectivo de presos es consciente de que el Gobierno está «presionando a Batasuna para que ésta, a su vez, presione a la organización». Cuando se constata que los portavoces radicales no se cansan de decir que el ciclo de la «lucha armada ha finalizado», la reclusa sostiene: «Batasuna está haciendo el camino basándose en la estrategia que considera conveniente, y el Gobierno pretende utilizar ese planteamiento porque Batasuna está dispuesta a comprometerse con tal de estar en las instituciones. Pero donde no hay respeto no hay final, y el Estado español está actuando desde la soberbia».
A Egües le extrañaría que ETA diera un paso más para dejarlo definitivamente porque ha llegado a la conclusión de que «con el Estado no se puede negociar» porque no puede proporcionar «la independencia», y por eso la tregua «no está encaminada a negociar nada»: «La cuestión es organizarlo en el País Vasco y realizar la proclamación desde allí».
Según los comunicados y los textos estratégicos de ETA, el camino para la territorialidad, la autodeterminación y, después, para la independencia, pasa por crear un foro formado por la izquierda abertzale, Aralar, Eusko Alkartasuna y el resto de partidos, sindicatos y organizaciones sociales soberanistas, que tenga la suficiente potencia como para condicionar la vida política vasca. Esa plataforma obligaría a crear una mesa de partidos vascos que decidiera los mecanismos para conseguir los objetivos citados que, dadas las circunstancias, el Estado no tendría más remedio que asumir.
Egües dice ser consciente de que el Gobierno está dejando que Batasuna -que tiene el mismo objetivo- se mueva en la creación de esa plataforma con el fin de que esa táctica fortalezca a una izquierda aberztale que asegura estar a favor «únicamente de las vías políticas».
Reconoce que, al igual que en el Partido Socialista, en la izquierda abertzale hay «diferentes perspectivas» en el análisis para la «resolución del conflicto». Pero se aferra a lo único que tienen -ella y el resto de los presos de la banda- y proclama su fe en «en la organización en la que he militado gran parte de mi vida. Lo que no puede pretenderse es que deje de existir de repente», advierte.
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SANTIAGO GONZÁLEZ
Nada es lo que parece
Sabíamos ya que ETA había aprobado el pasado mes de noviembre una resolución en la que se afirmaba: «Partimos de la base de que la estrategia político militar es incuestionable». Ni siquiera era la conclusión, sino el punto de partida. Por si no estuviera claro, Ana Belén Egües, portavoz del colectivo de presos de la banda, abunda, con perdón por la aliteración: «La rendición por la rendición, va a ser que no», y otras expresiones concordantes que recoge la información de Ángeles Escrivá. Todo esto es resumido por el batasunoRufi Etxeberria así: «Tenemos la convicción de que la lucha armada ha terminado».
Mientras, la Audiencia Nacional absuelve a la Udalbiltza de Batasuna y reconviene al juez instructor por la teoría de que todo el entorno de ETA es ETA. ¿Y quién era el instructor, si puede saberse? Efectivamente, Baltasar Garzón. Él empezó a instruir este fallido sumario en 2003 y nada es lo que parecía entonces.
Garzón fue el primero en señalar que la izquierda abertzale era la trama integrada por ETA y sus organizaciones satélites: la coordinadora KAS y Ekin; HB, como brazo político; LAB, en lo sindical; Xaki para las relaciones internacionales; ASK, en el movimiento vecinal; AEK, en el mundo del euskara; Egizan, entre las mujeres abertzales; Segi, antes Jarrai, como organización juvenil, etcétera. ETA era el centro.
Unos meses antes, el 26 de agosto de 2002, en el sumario 35/01, Garzón reproducía el comunicado en el que ETA reivindicó el atentado de Santa Pola en el que murió la niña Silvia Martínez Santiago y en el que usaba la expresión «izquierda abertzale». El auto de nuestro prudente y sagaz juez apostillaba: «Resulta meridianamente clara [sic] quién lidera la izquierda abertzale, quién marca las pautas y quién dará 'la respuesta que es necesario dar': ETA.»
El mismo juez cambió de criterio en el sumario 35/02 de 26 de enero de 2007, en la cuesta abajo del proceso, tras la explosión de la T-4: «No se puede presumir, como se está haciendo por la acusación popular, […] que la actividad de la izquierda abertzale es delictiva por el sólo hecho de afirmarlo, y que se halla integrada en la organización terrorista ETA, y que ésta, por el simple hecho de comprender en su órbita a Batasuna, también lo hace ahora con la izquierda abertzale».
Ah, los simples hechos. He aquí una gran ventaja de la polisemia para el nacionalismo radical. Cuando algún líder batasuno dice «izquierda abertzale», expresa con rigor lo que quiere decir. Sin embargo, han conseguido que el término se nos haya vuelto flou y que los nuestros hayan aprendido a decir izquierda abertzale como quien dice café descafeinado. Su lenguaje reivindicativo ya es leído en las sentencias en clave exculpatoria.
Todo el mundo cambia con el tiempo. Se lo decía Verónica Forqué a su marido, (Antonio Resines) en El baile del pato, cuando éste la sorprende en adulterio con su propio hermano (Quique San Francisco): «Es que tú habías cambiado mucho, y como tú ya no eras tú y él se te parece tanto…».
. M. / Madrid
La etarra irredenta que rompió la tregua con el Gobierno de Aznar
Bajo sus órdenes se cometió el primer asesinato tras la tregua de 1998. Ana Belén Egües, Dolores, ha trasladado a la dirección del colectivo de presos el carácter irredento que exhibía al frente del comando Madrid entre 1999 y 2001. Es una de las duras de ETA. Tanto, que a principios de 2010 Batasuna tuvo que desactivar la expulsión del mismísimo Arnaldo Otegi del también llamado frente de makos, que forman los etarras en la cárcel.
Fue arrestada en noviembre de 2001 gracias a la colaboración de un héroe anónimo que siguió en una persecución urbana a ella y al etarra Aitor García después de que hiciesen estallar un coche bomba al paso del secretario general de la Policía Científica, Juan Junquera, que salió ileso. Desde esa fecha, es una de las guardianas de la ortodoxia de ETA en prisión. Ha sido expulsada de varios juicios por protagonizar incidentes y cada aparición en la Audiencia Nacional, como acusada o como testigo, la aprovecha para proclamarse «orgullosa» de pertenecer a la banda.
Fue concejala de Herri Batasuna en Elduayen entre 1995 y 1999, cuando tuvo que huir al descubrirse que alquiló un piso en Andoain que había utilizado el comando Donosti.
Después, todavía en tregua con el Gobierno de Aznar, ETA le encomendó reconstruir el comando Madrid y Dolores se aplicó a conciencia. Se instaló en un piso que compartía con tres empleadas del hogar peruanas y, desde ahí, proyectó un atentado para volar la Torre Picasso en las Navidades de 1999, que no se llevó a cabo porque la Guardia Civil interceptó en Calatayud (Zaragoza) las furgonetas bomba, cargadas con 1.700 kilos de explosivos.
Estando ella al mando del comando, la banda cometió en enero de 2000 el primer asesinato tras la ruptura del alto el fuego -el del teniente coronel Pedro Antonio Blanco- y otros nueve. Dolores siguió siempre que pudo el ejemplo de su admirado José Ignacio de Juana Chaos, que había liderado en los años 80 el comando Madrid más sanguinario de la historia de ETA. Así, ordenó colocar coches bomba en lugares muy transitados de la capital, como los grandes almacenes FNAC en la plaza del Callao, en el parking de la plaza de Colón o en una oficina del BBVA de la calle de Goya.
MIKEL SEGOVIA / Bilbao
Batasuna ya está en campaña
La izquierda abertzale ilegalizada está convencida de que podrá presentarse a las elecciones. Por eso, y pese a no haber registrado aún los estatutos de su nueva formación, su maquinaria ya se ha puesto a trabajar en la redacción de los programas electorales de las ciudades y municipios del País Vasco y Navarra. Un proceso encaminado a socializar su apuesta y a implicar a sus simpatizantes, pueblo a pueblo.
La campaña busca recabar la aportación de los ciudadanos «de izquierdas e independentistas» para convertirse en «el motor del cambio». Un electorado ante el que se presentan así: «Gente de palabra, que cumplimos y venimos de nuevo a demostrarlo».
La estrategia, que estos días presenta la ilegalizada Batasuna lleva por lema Zure ahotsa, gure hitza (Tu voz, nuestra palabra) y se traduce en el envío a cientos de miles de hogares vascos de una revista con su apuesta política y una encuesta para plantear propuestas que sean tenidas en cuenta en la redacción de los programas electorales.
La primera presentación la realizaron en San Sebastián el pasado día 19. En ella, los promotores de la campaña afirmaron que el proceso abierto en este mundo en favor de las vías exclusivamente democráticas «no hay quien lo pare». La ronda para recabar el apoyo social tuvo ayer su parada en Bilbao. Durante su presentación, la izquierda abertzale arremetió con dureza contra el PNV y el alcalde nacionalista, Iñaki Azkuna, al que acusó de haber gobernado Bilbao «mirando más a Madrid que a Euskal Herria».
Una acusación que basó en decisiones como la colocación de bandera española en el Consistorio, el retorno de la Vuelta Ciclista a España a la ciudad, la realización de un sorteo de la Lotería Nacional en el municipio o incluso la presencia del juez Fernando Grande-Marlaska en un acto de promoción organizado por el Ayuntamiento en Fitur: «Ni entendemos ni compartimos esa obsesión de Azkuna y del PNV por asimilarse u homologarse a las ciudades españolas».
Esto es lo que hay, como un culebrón, nos sueltan todo en uno. Por mucho que hablen son lo que son, osea asesinos, estén en tregua o en negociación con el gobierno.
ResponderEliminarY los asesinos, deben de estar en la carcel.