El nuevo vehículo de la comisaría viguesa ya se estrenó con la destrucción de un artefacto que apareció al lado de una entidad bancaria
MARTA FONTÁN La concentración tiene que ser absoluta porque no hay margen para el error. El escenario debe ser examinado y observado al milímetro. Y la improvisación está prohibida. Puede resultar fatal. Y es que toda precaución y preparación es poca cuando lo que se tiene entre manos es un artefacto que puede acabar saltando por los aires. Esto lo saben muy bien los miembros del Grupo de Especialistas en Desactivación de Explosivos de la comisaría viguesa (Tedax). Los diez agentes que integran esta unidad de élite policial en la ciudad han pasado momentos de gran tensión contenida, pero ahora cuentan con un nuevo “arma” que les ayudará en una labor, la de neutralizar “elementos sospechosos”, en la que nunca pueden bajar la guardia: un robot desactivador de explosivos de última generación con el que ya entrenan y que permite realizar intervenciones más eficaces, rápidas y seguras.
En tierra hostil, la película triunfadora de los Oscar, retrata el peligroso trabajo de los desactivadores estadounidenses en la guerra de Irak, inmersos en la locura que se vivía en las calles plagadas de bombas. La arriesgada misión que intrepretan esos actores no es ni por asomo comparable a la que se realiza en una ciudad como Vigo, una de las más “tranquilas” pese a la amenaza de ETA latente en toda España. Entre las actuaciones más relevantes del grupo de la comisaría viguesa se encuentran el caso del artefacto que dejó la banda terrorista en Baiona en 2004 o el ataque al furgón de Prosegur por el que miembros del GRAPO acaban de ser condenados.
Los protagonistas del filme de Kathryn Bigelow viven en máxima tensión en una ciudad convertida en una ratonera, pero, en escenarios menos turbulentos, cualquier artificiero policial pone todos los sentidos en alerta ante la mínima sospecha de presencia de un explosivo. “Todo objeto sospechoso debe tratarse como si fuera real; hay que mentalizarse, concentrarse y no fiarse de nada porque la improvisación podríallevar a cometer grandes fallos que pueden costarle la vida al especialista”, explica un portavoz de prensa de la comisaría, que destaca el avance que supone el nuevo robot desactivador.
Más de 400 kilos
Este vehículo, con cuatro horas de autonomía y que sustituye un modelo más “obsoleto”, incorpora una sofisticada tecnología y es de fabricación española. “La empresa lo construyó con las recomendaciones aportadas por el Cuerpo Nacional de Policía”, ilustran las mismas fuentes. El equipo, –que cuenta con un brazo articulado hidráulico y está equipado con una cámara–, se mueve por control remoto a través de un ordenador portátil manejado por un especialista que debe estar situado a “una distancia suficiente” para no verse afectado por una posible deflagración. Las pinzas de las que dispone sirven, entre otras funciones, para coger el objeto sospechoso y trasladarlo a un lugar “donde no haya peligro”. ¿Y cómo se destruye el artefacto? Los cañones o la escopeta que también componen este equipo de última generación pueden neutralizarlo totalmente.
Aunque es el robot el que tiene el cuerpo a cuerpo con el explosivo –los agentes vigueses hacen simulacros con él y ya lo han usado para desactivar con el cañón un explosivo que apareció al lado de una entidad bancaria–, el último acercamiento al artefacto lo hace un especialista, para corroborar que ya no hay peligro. El artificiero va protegido con un traje blindado de más de 30 kilos: una auténtica “armadura” provista de un sistema de ventilación para poder caminar sin deshidratarse.
Todo lo que sea en beneficio de los compañeros, bienvenido sea.
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