AVIER G. NEGRE ANDOAIN
Lidera una marcha contra las últimas detenciones de etarras y acusa al Gobierno de «maltratar» a los presos, entre pintadas de «PP-PSOE torturadores y PNV cómplice»
La izquierda abertzale rescató ayer, después de varios meses volcada en reclamaciones penitenciarias, su manida estrategia de situar al Gobierno como un «Estado torturador» y obstaculizador del proceso de paz tras las últimas detenciones de dos presuntos miembros de ETA en Andoain. Los arrestos «no se corresponden con el actual tiempo político que vive Euskal Herria», según declaró Rufi Etxeberria, el líder de la ilegalizada Batasuna.
Etxeberria apadrinó una marcha de varios centenares de personas por las sinuosas calles de ese municipio al grito de «La lucha es el camino», «El Estado tortura» y «Queremos paz sin detenciones». Estas proclamas fueron complementadas con pintadas de «PP y PSE torturadores y PNV cómplice», que esconden el mensaje que ya cocina Batasuna para arrebatar a los peneuvistas el cetro soberanista en 2013: el PNV defiende a España.
La crispación se palpaba ayer en Andoain. Los vecinos no entendían, según dijeron algunos, cómo el Estado español ha arrestado y maltratado «a dos buenos hombres» -acusados de colaborar en el asesinato del ex jefe de la Policía de Andoain, Joseba Pagazaurtundua- por unos hechos ya «olvidados y caducos».
«El Estado debería haber pasado página por unos hechos que son del año 2008, pero parece que no le interesa la paz», afirmó una vecina de esa localidad entonando el discurso de borrón y cuenta nueva que trata de inculcar la izquierda abertzale.
Los vecinos, que protagonizaron otro acto de repulsa el pasado martes que acabó en coacciones a los concejales del PSE ante la mirada de la alcaldesa, de Bildu, se volvieron a concentrar ayer, pero esta vez apoyados por la maquinaria de la izquierda abertzale y Bildu.
Estas dos formaciones hicieron un llamamiento a participar en la marcha como forma de «reflejar el rechazo de la sociedad vasca» a las detenciones y su apuesta por «dar pasos hacia un escenario de paz y normalización política», como aseguró Rufi Etxeberria. Su presencia no fue casual. Tampoco el recorrido de la marcha, que llevó a los asistentes a pasear por calles secundarias repletas de pintadas de «PP y PSE torturadores y PNV cómplice», que pretenden situar a los nacionalistas como enemigos de Euskal Herria, y que aparecieron ayer antes del inicio de la marcha.
Batasuna conoce a la perfección la importancia de estar presente en este tipo de movilizaciones, así como la necesidad de cerrarlas con unas palabras que sensibilicen a sus bases. Fue Rufi Etxeberria quien recordó que «la forma de proceder del Estado» y «las torturas y la incomunicación» que «han sufrido» los arrestados no se corresponden con «el nuevo tiempo político».
El dirigente también reclamó un consenso como el registrado en el Congreso, aunque en el sentido opuesto. «Pido al conjunto de fuerzas políticas que adopten una postura clara ante los malos tratos que esta mañana nos han comunicado los propios detenidos», dijo Etxeberría.
La alcaldesa de Bildu, Ane Carrere, también se colocó detrás de la pancarta -«En el camino de la paz no más detenciones. Es tiempo de soluciones»-, como hizo el pasado martes cuando abanderó una marcha que derivó en insultos a los ediles del PSE, que han reclamado su reprobación y han amenazado con abandonar sus escaños si no condena lo sucedido. La regidora no quiso hacer declaraciones, aunque sí algunos vecinos. «Están acojonados, son los únicos que llevan escoltas y no quieren que esto se acabe», subrayó uno de ellos.
LLEGARON LOS PIES DE IRENE VILLA
Ya sabía del realismo de las piezas por las fotografías que le han ido enviando desde el taller de Hampshire (Reino Unido), pero aún así, ahora que las tiene delante, ahora que por fin las palpa, no puede disimular la impresión.
-Son increíbles, increíbles.... Por favor, si son idénticas a unas de verdad. Y huesudas y todo, como debieron de ser mis piernas, porque yo tengo los brazos muy huesudos-, dice mientras las manosea, las gira, examina lunares, pecas, venas, poros, uñas, talones...-. Si hasta tiene gastada la planta del pie, como si hubiera caminado mucho. Y mira la piel: muevo el tobillo y le salen arruguitas en el empeine como uno real; lo suelto, y se encoge.
De alguien que está muy contento se dice que parece un niño con zapatos nuevos. Y esa es la suerte de felicidad que refleja el rostro de Irene Villa cuando el ortopeda retira cuidadosamente el plástico que envuelve las prótesis y se las muestra. La escena, que tiene lugar en la clínica de Jens Muller, en Tres Cantos (Madrid), supera la literalidad del dicho, porque ella no sólo estrena zapatos, también los pies y las piernas que los calzan.
Los de Dorset, una empresa única en el mundo por el realismo de las prótesis estéticas que ofrece y que son esculpidas a mano por sus técnicos, la mayoría licenciados en Bellas Artes, han hecho bueno el tópico de la puntualidad británica. El lunes 20 de febrero, el día acordado para su entrega, las extremidades están ya en la ortopedia de Jens Muller, el único protésico en España que trabaja con ellos.
-¡Verás qué susto se lleva la gente cuando me las quite y las deje por ahí porque parecen de verdad!-, comenta Irene mientras busca acomodo en una silla, impaciente por probarse sus nuevas extremidades.
Su marido, Juan Pablo Lauro, saca del bolsillo de la chaqueta la llave allen que precisan para soltar la pierna izquierda, amputada casi a la altura de la ingle. La herramienta dispone de un salvoconducto que le permite sortear los detectores de los aeropuertos y viajar en la cabina de los pasajeros con ellos. Un ligero giro en el sentido contrario a las agujas del reloj y, click, la pierna se desabrocha con facilidad. La otra, la derecha, seccionada por debajo de la rodilla, se desenrosca como si fuera una tuerca. Vistas junto a las nuevas, las viejas prótesis, rudas como las piernas de un maniquí, parecen una antigualla.
A Irene no le da pudor que los periodistas presencien y retraten todo el proceso pese a la intimidad del momento. Sabe, por los mensajes que recibe, que la naturalidad con la que ella muestra sus muñones desacompleja a muchos otros amputados. «Hay tanta gente a la que le da vergüenza hasta decir que les falta una pierna, y al verme a mí enseñarlas tan normal, al ver que no pasa nada, que no eres un marciano por eso, se animan», dice.
El día que sufrió el atentado -el 17 de octubre de 1991, cuando explotó la bomba lapa que ETA adosó en los bajos del vehículo en que su madre, María Jesús González, la llevaba al colegio-, Irene Villa también tenía cara de niña con zapatos nuevos. Esa mañana le habían comprado un par de Panamá Jack que nunca llegó a estrenar. Mientras convalecía en el hospital, una vecina, o quizás alguien de la familia, vació su armario para ahorrarle tener que ver zapatos a quien iba a regresar a casa sin pies.
Desde entonces ha usado sólo botas. Botas lo suficientemente altas como para esconder unas piernas postizas estéticamente poco vistosas. El día de su boda, el pasado 4 de junio, usó unas blancas y plateadas con piedras incrustadas. Las sandalias cuya hebilla abrocha ahora, las primeras que se pone en dos décadas, tienen un ligero tacón. No son más de dos centímetros, pero lo suficiente para que no se acoplen a los nuevos pies, configurados para andar en plano.
Entonces Irene aprieta en un punto de tobillo, justo donde han labrado un pequeño lunar, y el pie, como por arte de magia, modifica su postura hasta que el talón se adecúa a la alza. Puede elevarse hasta alcanzar cinco centímetros de altura. «Ahora sólo falta que el niño saque el lunar», bromea Juan Pablo sobre el bebé que esperan para julio. El argentino, de 29 años, ex tenista, comparte con Irene un sentido del humor que en boca de otros se catalogaría de negro, pero que en las de ellos suena inocuo.
-Ay, ay, qué raro mirar abajo y verme los pies, ¡madre mía!-, exclama Irene en cuanto se levanta de la silla.
A la pierna izquierda le ha costado acoplarse. Los de Hampshire sólo han hecho la funda de silicona vulcanizada con platino que envuelve las prótesis, pero al manejarla se ha debido de descolocar algún mecanismo interno porque ya no encaja como antes. «No piso recto, no piso como con la otra», percibe Irene en cuanto da el primer paso. «Tengo la pierna para allá, como si no fuera mía...».
En la sala no chirría el lapsus. Después de 20 años conviviendo con sus «patis de mentira», como ella las llama, hay veces que se olvida de que son postizas. Le pasa a ella y a muchos de los que la rodean. El otro día, una amiga le recomendaba que se untara vipvaporus en la planta de los pies para combatir la sinusitis que no la dejaba dormir por las noches y de la que se operó el pasado martes. Irene no la hizo caer en el error -«me gustan esos comentarios porque significan que la gente se olvida de que no tengo piernas»- y echó mano de otro remedio casero -una cebolla cortada junto a la cama- que le dio la infanta Elena hace dos semanas, cuando visitaron al pequeño Adrián en su casa.
Adrián, de cinco añitos, es la debilidad de ambas. El niño, que perdió las cuatro extremidades completas al cumplir dos años como consecuencia de una meningitis, hizo el paseíllo en la iglesia tras Irene Villa llevándole las arras en su boda. Estos días entrena unas nuevas manos-pinza y disfruta mostrando a todo el que se encuentra lo habilidoso que es cazando una aceituna o una patata del plato.
Hay fotos de niños como Adrián colgadas en las paredes de la ortopedia de Jens Muller. En la zona de recepción, frente al mostrador, un pequeño sujeta un cazamariposas en la orilla del mar con las prótesis sumergidas hasta media pierna. Gran parte de los clientes de Jens, desgraciadamente, son niños.
Irene Villa también podrá meter los pies en el agua siempre que ésta no alcance la rodilla. La articulación cuenta con un sofisticado mecanismo electrónico que el contacto con el líquido destrozaría. Para practicar buceo -también esquía, y hace piragüismo y esgrima-, dispone de unas prótesis especiales sumergibles que ha decorado con mil colores a su gusto pero que no son muy prácticas. «Son un lastre. Tuve que ponerle pesos porque tendían a flotar. Luego probé a bucear sin ellas y fue genial. Me sentía como un astronauta, sin gravedad, podía dar vueltas, ir para acá, para allá... Dentro del mar me siento realmente libre», dice.
CON RAFA NADAL
Jens niega con la cabeza. Tal y como están las prótesis, Irene no puede llevárselas. Ella se disgusta.
-Con la ilusión que me hacía estrenarlas en Palma... -dice en referencia al II Congreso de Jóvenes organizado por la Fundación Lo que de Verdad Importa, que inauguró Rafa Nadal el pasado jueves en Mallorca y en el que ella participó como conferenciante el viernes.
-Irene, parece mentira con la experiencia que tienes en esto... Ya sabes que nunca es llegar y besar el santo, que siempre hay que hacer algún ajuste a las prótesis-, la intenta convencer Sera, la esposa de Jens, quien ayuda en la ortopedia.
-Amor, si has estado esperando 20 años que más te da unos días o una semana más-, la anima Juan Pablo.
Los 20 años sin piernas se cumplieron en octubre pasado. Un mes agridulce para Irene. Primero, el día 17, el mismo que se celebraba en San Sebastián la Conferencia de Paz presidida por Kofi Annan, prescribió el delito por su atentado sin que los culpables -ni siquiera se sabe a ciencia cierta quiénes le colocaron la bomba- hayan pagado por ello. Desde entonces, Irene, su madre, y el teniente coronel Villalobos -quien sufrió un atentado minutos antes que ellas y también perdió las dos piernas- cambiaron su fecha de cumpleaños al 17 de octubre. «Los tres volvimos a nacer ese día. Fue idea de mi madre que, como yo digo, es la alegría de la huerta. El primer regalo fue un chupete. Después, un muñeco, un libro para aprender a leer... Todo acorde a nuestra nueva edad», contaba Irene en septiembre de 1998, apunto de cumplir entonces siete años, según la nueva contabilidad.
El pasado 17 de octubre, por tanto, soplaron 20 velas. Tres días después, el 20, ETA aseguraba en un comunicado el cese definitivo de su actividad armada. Y justo entonces, cuando la banda anunciaba su fin, ella, a la que a punto estuvieron de dar muerte, engendraba una vida. Si Irene ha sido siempre el estandarte de las víctimas del terrorismo, el nacimiento de su hijo, que se llamará Carlos, no está exento de menos simbología. En la fotografía de portada sostiene una de sus primeras ecografías.
Mientras Jens intenta reajustar las prótesis para que puedan llevárselas, Irene y Juan Pablo toman un café en un local cercano. A la vuelta, ella se descalza para la nueva prueba y de sus botas salen el móvil y unas cuantas monedas. «Aquí lo guardo todo: el dinero, el teléfono, las llaves de casa, lo billetes del AVE... Como a mí no me molestan», dice, riéndose. «Ahora que puedo llevar zapatos se me va a acabar el chollo y voy a tener que comprarme algún bolso».
Las correcciones de Jens, aunque son provisionales, han funcionado. Irene está ahora subida a una máquina denominada laser posture. Un rayo rojo vertical recorre su cuerpo de arriba abajo y le permite a Jens alinear correctamente las prótesis. La luz que desprende otro aparatito conectado a la rodilla izquierda -bioniclink, se lee en su frontal- es azul. Cada segundo realiza 50 mediciones que van a parar al ordenador de Jens y que sirven para ajustar los movimientos de la rodilla a las peculiaridades del caminar de Irene. Ella recorre la habitación de un lado a otro siguiendo las instrucciones del especialista.
-¿Qué tal ahora?- pregunta el ortopeda tras tocar las variables-. ¿Te la freno un poco o está bien?
-Pues yo la veo bien. Me la llevo así, si total...
Los técnicos de Dorset tendrán que regresar a Madrid -lo harán este miércoles-, porque las prótesis aún necesitan importantes retoques. Es probable que tengan que volver al taller de Hampshire. Pero ella se las lleva ya puestas. Estrena las piernas más parecidas a las suyas que ha tenido nunca. Es una niña con zapatos nuevos.
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La otra cara de los malnacidos asesinos, y las victimas. Eso es lo que debe vender batasuna, y no la misma misera de siempre, vomitiva y fascista. Aupa Irene, eres la honra de todos nosotros.
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