lunes, 20 de junio de 2011

Contra los neutrales


Rosa Díez

Tengo amigos que me recomiendan que no insista tanto de las consecuencias que tiene la entrada de los testaferros de ETA en las instituciones democráticas. Me dicen que, puesto que no tiene arreglo, no pierda el tiempo hablando de “esas cosas tan desagradables”, que en el fondo preocupan mucho menos que el paro o la crisis económica a la inmensa mayoría de españoles.

Advierto que voy a desoír el consejo y no voy a ser nada neutral en esta cuestión. Cierto es que todo lo que tiene que ver con la libertad y las libertades parece no preocupar demasiado a millones de españoles que cada día se enfrentan con la angustia perentoria de llenar la nevera, pagar la hipoteca y las letras que han suscrito para el coche, el viaje de estudios de sus hijos o las clases particulares de inglés, música o cualquier otra actividad complementaria. Pero no estamos en política para seguir la rueda; la obligación de los políticos es anticiparse, señalar el camino y las consecuencias de tomar determinadas decisiones; y en esta cuestión tenemos la obligación de denunciar que la presencia de los testaferros de ETA en las instituciones es incompatible con la democracia; y que si falla el estado democrático de derecho no habrá manera de solucionar ninguno de los problemas cotidianos.

Lo que ha ocurrido en estas elecciones municipales nos retrotrae al año 1987, sólo que ahora es mucho peor. No sólo porque repetir la historia es siempre algo decepcionante, cansado y tremendamente peligroso; también porque los testaferros de ETA llegan a las instituciones democráticas empujados por un discurso legitimatorio recurrente que se ha hecho de forma irresponsable y estúpida desde tribunas y portavoces “democráticos”.

Un discurso legitimatorio destinado a hacer creer a los ciudadanos que “la paz” dependía de que los testaferros de los terroristas entraran en las instituciones y fueran tratados como iguales por aquellos a los que han querido asesinar para tener el camino libre. Un discurso legitimatorio destinado a hacer olvidar a los ciudadanos que ETA es enemiga mortal de la democracia y que lleva toda la vida intentando conseguir, con el crimen, lo que ahora les han dado los magistrados, los periodistas y los políticos corruptos. Sí, corruptos, porque no hay mayor corrupción democrática que abrir la entrada a las instituciones democráticas a los enemigos mortales de la democracia, a quienes se sabe forman parte de la estrategia de la organización terrorista ETA.

Los testaferros de ETA han llegado bravucones y amenazantes apoyados por más de trescientos mil ciudadanos que han “comprado” alegremente la buena nueva de que con esto llegaría la paz. Los corruptos no son quienes han votado la nueva marca de ETA; esos son los corrompidos. Los corruptores tienen nombre y apellidos: el primero de ellos, como muy bien señaló Rubén Múgica en su carta al Presidente, se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Él inició este camino durante su primera legislatura y lo ha culminado ahora, cuando él mismo y ETA estaban agonizantes. Se han juntado dos moribundos para que uno de ellos pueda vivir; y lo han conseguido.

Pero José Luís Rodríguez Zapatero ha tenido como cómplices imprescindibles a todos los barones del partido socialista. Todo el PSOE calló cuando empezó a perpetrarse la traición, nada más llegar al Gobierno de la Nación. Quienes desde dentro levantamos la voz y dimos argumentos para que no se rompiera el pacto antiterrorista, para que no se legitimara la historia de ETA, tuvimos que marcharnos ante el silencio y/o el desprecio de quienes desde sus atalayas de poder institucional le aplaudían las gracias al presidente fallido. Todos le jalearon (tiene baraka, decían), todos le dejaron hacer; entre todos construyeron el discurso de que quienes no estábamos de acuerdo con Zapatero (incluidas las víctimas) éramos los auténticos enemigos de la paz. Así hemos llegado a esto.

Zapatero tuvo también poderosos cómplices mediáticos, todos esos que en el fondo siempre creyeron que ETA “tiene sus razones”. Todos esos que, fracasado el intento la pasada legislatura, han aplaudido el aparente cambio de rumbo del Gobierno en esta, mientras mantenían viva la llama del discurso legitimatorio hacia ese mundo de tinieblas que han conseguido colar en las instituciones. Y claro, en un país como España en el que no hay separación de poderes, los magistrados del Constitucional han aprovechado la actual mayoría socialista para dar el último empujón y entregarle a ETA el poder que los terroristas llevan persiguiendo decenas de años utilizando balas y explosivos. Ahora ya pueden imponer su modelo totalitario desde el poder político.

Y aquí estamos, como en el 87 pero peor. Los terroristas y sus cómplices coyunturales, los que están de acuerdo y los malditos neutrales, han ganado esta batalla. Ha quedado demostrado que les ha sido muy útil asesinar a 858 ciudadanos, dejar viudas, madres, hijos huérfanos en toda España. Mataron para esto, para imponer su modelo de sociedad, para “normalizarnos” a todos. Nos persiguieron para esto, para que llegara un día en que pudieran gritarnos chulesca e impunemente, desde un pueblo remoto hasta en el centro de Bilbao:”Gora Euskadi ta askatasuna”, y reírse a continuación a carcajadas; mataron para esto, para que los testaferros de ETA se confundieran en el paisaje con los demócratas, para que los asesinos merecieran el mismo trato que las víctimas. Mataron para esto, para que llegara un día en que pudieran conseguir sus objetivos sin tener que arriesgarse a ir a la cárcel.

Ya están pisando alfombra roja. Ya se pavonean ante las víctimas. Ya han quitado los símbolos del orden constitucional de todas las instituciones; ya están logrando que el Estado abandone a los vascos que quisieran seguir resistiendo.

Me dicen que no hable ni escriba de esto. Que por la paz un avemaría. Pues va a ser que no. No dejaré de denunciar que la paz sin libertad no vale nada. Y que entre los daños colaterales de esta porquería que nos han vendido como paz está la democracia. Y que no me da la gana ser neutral, que no lo voy a ser mientras viva. Y que no olvidaré nunca quienes son los culpables y quienes los responsables de que estemos en esta situación. Y que yo tampoco les voy a perdonar.

Vivimos tiempos oscuros o confusos. Estábamos preparados para luchar contra los malos; pero nunca creímos que tendríamos que luchar –además de contra “los que se dicen buenos”–, contra aquellos que considerábamos “de los nuestros”. Pero lo haremos porque nos va la vida en ello; y no es retórica, es pura constatación de la realidad. Porque no nos basta con que no nos maten: tenemos derecho a que nos dejen vivir en libertad. Hasta que pongamos a cada cual en su sitio, hasta que derrotemos a los malos, a los tibios, a los estúpidos, a los egoístas, a los neutrales, seremos radicalmente parciales.

1 comentario:

  1. Como vas a callar verdad??, un asunto de este tipo le hierbe la sangre a cualquiera. Máxime si ese cualquiera vive o a vivido años en esa parte de España, aunque los de siempre traten como siempre de hacernos la puñeta.
    Gracias Rosa, por tenernos siempre en candelera.

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