CARLOS FRESNEDA
Nueva York
Corresponsal
El Mundo
Una de las esposas del líder de Al Qaeda le identificó una vez muerto, tras el asalto de los Seal a la fortaleza donde se escondía
El cadáver se llevó al portaaviones Carl Vinson y, tras cotejarse su ADN con el del cerebro de una hermana muerta, se arrojó al mar
Las fuerzas de élite de Estados Unidos eliminan a Bin Laden a pocos kilómetros de la capital paquistaní, donde el terrorista se escondía en una mansión amurallada
«No hay nada que no podamos hacer como nación», sentencia Obama, mientras EEUU asegura que el cuerpo del jefe de Al Qaeda se enterró según la «tradición islámica»
Bin Laden murió de un disparo en la cabeza en los lances finales de la Operación Relámpago, desatada desde cuatro helicópteros y en apenas 40 minutos en la mansión donde se escondía en Abbottabad, a 56 kilómetros de la capital paquistaní. El líder de Al Qaeda fue identificado por una de sus esposas y por el «reconocimiento facial» de los propios soldados, que no tenían la total certeza cuando descargaron contra él.
La prueba del ADN certificó finalmente que se trataba del cadáver de Bin Laden, lanzado horas después por la borda del portaaviones Carl Vinson, envuelto en una sábana blanca y rumbo al fondo del Mar de Arabia.
Mientras emergían detalles contradictorios sobre la operación en territorio paquistaní y se debatía la conveniencia de difundir o no las fotos del finado, la Casa Blanca intentó contrarrestar el efecto fulminante de la versión más extendida del final del líder de Al Qaeda: la orden era disparar a matar.
John Brennan aseguró que la operación era de «muerte o captura», un eufemismo que deja gran capacidad de maniobra a los comandos de operaciones especiales para disparar a matar. «Si hubiéramos tenido ocasión de capturarle vivo lo habríamos hecho», declaró ayer el consejero de Contraterrorismo de la Casa Blanca, que aseguró que Bin Laden no sólo ofreció resistencia, sino que usó como escudo humano a una de sus esposas. «Era una operación cuyo objetivo era matar», afirmó a Reuters un funcionario de seguridad.
Barack Obama puso un énfasis muy claro en la necesidad de recuperar el cuerpo como prueba irrefutable de su muerte. «Un pequeño grupo llevó a cabo la operación con extraordinaria valentía y capacidad», dijo el presidente de EEUU en el momento de confirmar la noticia en televisión. «Tras un tiroteo, mataron a Bin Laden y se hicieron cargo de su cadáver».
Ayer, Obama volvió a comparecer en la Casa Blanca para declarar que «el mundo es ahora un lugar más seguro». El jefe de Estado felicitó a su equipo -y en especial al secretario de Defensa, Robert Gates- por el éxito de la operación, y aseguró de paso que la muerte del líder de Al Qaeda prueba la fuerza de Estados Unidos. «No hay nada que no podamos hacer como nación», sentenció. «Hoy es un buen día para América».
En la Casa Blanca se desataba entre tanto una guerra interna por la conveniencia o no de hacer públicas las fotos del cadáver de Bin Laden, que fue «enterrado» en un lugar no especificado del Mar de Arabia, cuando todavía no habían transcurrido 24 horas desde su muerte (en cumplimiento escrupuloso de la «tradición islámica», según la versión oficial).
La prueba del ADN -cotejándolo con el del cerebro de una hermana muerta-, el análisis fotográfico y la «identificación» facilitada por su esposa certificaron «prácticamente al 100%» que se trataba del cadáver del líder de Al Qaeda.
«Minutos como días»
Las semanas que precedieron a la Operación Relámpago fueron descritas como «las más tensas y ansiosas» de la reciente historia de Estados Unidos, siempre según John Brennan, que alabó la valentía de Obama . «Los minutos pasaban como días y el presidente estaba muy preocupado por la seguridad de nuestro personal. [...] Mucha gente contuvo la respiración y hubo al final una tremenda sensación de alivio».
El chivatazo sobre la posible presencia de Bin Laden en la mansión amurallada de tres pisos en Abbottabad, lejos de la frontera con Afganistán y a menos de medio centenar de kilómetros de la capital paquistaní, fue recibido en agosto pasado.
Desde septiembre, mientras los Servicios de Inteligencia estadounidenses intentaban confirmar que era efectivamente el líder de Al Qaeda quien se escondía en el interior, los expertos de la CIA y del Comando Conjunto de Fuerzas Especiales planificaron la Operación Relámpago, así llamada por la escasa ventana de 30 o 40 minutos en su ejecución.
En marzo pasado y ante la falta de total certidumbre, Obama abortó al parecer la posibilidad de bombardear la mansión desde el cielo y puso un especial énfasis en minimizar los daños «colaterales» y las víctimas civiles. La definitiva cuenta atrás se produjo el mismo sábado, cuando Obama regresó de visitar la zona devastada por los tornados en Alabama y tras el frustrado despegue del Discovery. La operación sería ejecutada por poco más de 20 hombres, integrados en un comando Seal de la Marina, una de las fuerzas especiales mejor preparadas del planeta en acciones de contraterrorismo.
Pese a los dos ensayos generales, los rambos de Obama no las tuvieron consigo y en el momento decisivo pasaron incluso sus apuros: uno de los cuatro helicópteros en los que viajaban tuvo problemas técnicos. Por unos momentos cundió el pánico y el temor a un escenario similar al de Black Hawk Down en Somalia.
En medio de la oscuridad se estrelló un helicóptero Sikorsky UH-60 Black Hawk. Después se supo que el aparato tuvo problemas mecánicos y estuvo a punto de comprometer la operación.
El Comando Conjunto de Operaciones Especiales, que coordinó la acción, decidió que lo más prudente era rescatar a la tripulación y permitir que se estrellara, para no comprometer el asalto contra el edificio en el que se escondía Bin Laden. Llamarla mansión es tal vez excesivo, pero lo cierto es que la construcción de tres pisos levantada en 2005 -sin apenas ventanas y protegida con muros de más de tres metros con alambradas- llevaba tiempo levantando sospechas en el vecindario de clase media. Pese a estar valorado en un millón de dólares, el complejo no tenía ni internet ni televisión. La basura se quemaba además en el interior, para no dejar ninguna traza.
Todo hacía sospechar que la mansión era ocupada por alguien importante, pero no existía la total seguridad de que fuera Bin Laden. Cuando los estrategas militares plantearon a Obama la posibilidad de bombardear la casa desde el aire, el presidente no acabó de estar convencido. «La incursión en helicópteros era más arriesgada, pero él quería la prueba», revelaron fuentes próximas a la investigación a la web The Politico. «No quería dejar detrás tan sólo una pila de escombros», añadieron.
Los Servicios de Inteligencia estimaron que había hasta 22 personas viviendo en la mansión. Obama pidió finalmente un plan de asalto y los Seal lo ensayaron los días 7 y 13 de abril.
Júbilo en la Casa Blanca
Fiel a su fama de meticuloso, el presidente se reunió hasta nueve veces con sus expertos en seguridad para conocer hasta el último detalle. El plan definitivo lo tuvo en su mesa el jueves pasado, el mismo día en que anunció el relevo del secretario de Defensa Robert Gates por el actual director de la CIA, Leon Panetta, ambos implicados hasta la médula en la Operación Relámpago. El viernes, antes de partir hacia Alabama, Obama dio su aprobación final: la acción sería ejecutada inicialmente el sábado. A última hora se decidió trasladarla al domingo (primera hora de la madrugada en Pakistán). Obama tuvo tiempo incluso para relajarse unas horas jugando al golf en la base de Fort Andrews.
A su regreso a la Casa Blanca, la secretaria de Estado Hillary Clinton, el titular de Defensa Robert Gates y el jefe de Junta de Estado Mayor Mike Mullen le rodearon entre todos. Desde el cuartel general de la CIA, Leon Panetta iba poniendo al presidente y a sus asesores al tanto de las operaciones.
Media hora después de la irrupción de los Seal -armados con granadas, explosivos, equipos de visión nocturna y fusiles de asalto- llegó la confirmación de que Bin Laden estaba allí. El júbilo estalló en la Situation Room, adonde llegó la noticia de la muerte del terrorista y de otras dos personas, posiblemente su hijo y una de sus esposas (las «víctimas colaterales» ascenderían al final a cuatro).
«Bin Laden usó a mujeres como escudos humanos y eso demuestra la naturaleza del tipo», declaró el asesor Brennan. «Hemos decapitado a la serpiente conocida como Al Qaeda. Esperamos poder enterrar al resto de la organización».
OORBYT.es
> Videonálisis de Carlos Fresneda y Ana Romero.ANA ROMERO
Comandante-en-Jefe
No es que el mundo sea «un lugar más seguro», porque Bin Laden ya no existe, como dijo ayer Obama. Operativamente, hacía tiempo que no existía. Lo es porque ayer tuvimos la impresión, por primera vez quizá, de que hay alguien a cargo de ese mundo confuso y peligroso en el que vivimos. A Obama, el mismo que hace dos años tendió la mano al mundo musulmán, no le tembló el pulso a la hora de matar al icono de la yihad.
Después de hacerlo, además, telefoneó a George W. Bush para celebrar con él la victoria. La pista para localizar a Bin Laden surgió en Guantánamo. Ayer fue un día de patriotismo y de unidad.
Pocas certezas hay en el incierto futuro que le toca gestionar a este nuevo Comandante-en-Jefe. Apenas una: el terrorismo islámico que representaba Bin Laden no ha conseguido devolver la dignidad al pueblo árabe. Ni la libertad. Ni la prosperidad económica. La calle árabe no se movilizó ayer por la muerte del antiguo héroe. ¿Por qué iba a hacerlo? En todos estos años, Bin Laden no ha acabado con un solo un solo dictador.
Hay muchas cosas que no sabemos acerca de lo ocurrido ayer. Puede que nunca lleguemos a conocerlas. Si Bin Laden llevaba tanto tiempo atrincherado en ese complejo, ¿por qué se le atacó ahora? Políticamente, el momento es apropiado y/o arriesgado. ¿Cómo influirá la muerte de Bin Laden en la primavera árabe? Escasamente. El 70% de de los musulmanes tiene menos de 30 años. Para muchos, Bin Laden no era más una figura del pasado. Como un jubilado cualquiera, el terrorista había elegido un sitio con un clima soberbio y unos excelentes productos de la huerta para retirarse. Hasta allí llegó el nuevo Comandante-en-Jefe para escribir su epitafio. En tiempo real.PABLO PARDO / Washington
Especial para EL MUNDO
Un líder con licencia para matar
A las diez menos veinte de la mañana del domingo, Barack Obama dejó la Casa Blanca rumbo a la base de Edwards, en el vecino estado de Maryland, para hacer unos hoyos de golf con sus amigos Marvin Nicholson -ex asesor del senador demócrata John Kerry-, Ben Finkenbinder -de la oficina de Prensa de la Casa Blanca- y David Katz -al que se atribuyen algunas de las mejores fotos del presidente-. Parecía un día inusualmente relajado. En 2010, por ejemplo, Obama se las había arreglado para jugar al golf 30 veces, casi siempre en domingo. En lo que va de 2011, sólo lo había conseguido una sola vez.
Nadie podía pensar que justo en aquel momento, a Osama bin Laden le quedaban, aproximadamente, siete horas de vida. Si Obama quería demostrar que es, como afirman sus colaboradores, un hombre cordial y próximo en apariencia pero glacial por dentro, lo estaba haciendo a la perfección. Porque, tras hacer nueve hoyos, en un día nublado, con frío y viento, Obama y su séquito regresaron a Washington a las dos de la tarde. A las dos y media, Cheryl Bolen, del grupo de medios de comunicación especializado en la Administración Pública BNA y miembro habitual del grupo de reporteros que sigue a Obama, lanzaba un email masivo a sus colegas de Washington: «¡Disfrutad del resto del fin de semana!» A Osama bin Laden le quedaba una hora y media de vida.
Veinte minutos después, Obama entraba en la Sala de Crisis de la Casa Blanca para ser informado, minuto a minuto, del asesinato del líder de Al Qaeda. Acaso su tranquilidad se debía a que la Ley está de su lado. Al menos, la ley de EEUU. El jefe del Estado y del Gobierno estadounidense actuó bajo la más estricta legalidad. Al menos, bajo la más estricta legalidad estadounidense, un país que en 1989 invadió otro -Panamá- con el único objetivo de arrestar a su presidente, Manuel Antonio Noriega, y procesarlo por narcotráfico.
No es, desde luego, un caso único. Israel violó todas las normas internacionales para secuestrar en Argentina al responsable último del Holocausto, Adolf Eichmann. Los israelíes que lo capturaron ofrecieron al genocida un trato: muerte inmediata o traslado en secreto a Israel, donde sería juzgado. Eichmann optó por lo segundo. Fue metido en un avión, sedado y llevado a Tel Aviv, donde se le ejecutó en 1962. Según informó ayer el Gobierno de Obama, el plan era capturar vivo a Bin Laden, pero éste trató de resistirse y dos balazos en la cabeza acabaron con él. De acuerdo a las informaciones dadas por el zar antiterrorista del presidente, John Brennan, la Casa Blanca aún no ha decidido si publicará o no fotos del cadáver de Bin Laden. Pero ¿por qué tiene tanto margen de maniobra el presidente de EEUU? Por una mezcla de legislación favorable e inacción del Congreso.
Es cierto que la Sección Octava del Artículo Primero de la Constitución de EEUU especifica que el Congreso -Senado y Cámara de Representantes- tendrá, entre otros poderes, el de «declarar la guerra». Pero no lo es menos que no especifica qué es una «guerra». Como consecuencia, EEUU sólo ha declarado oficialmente la guerra cinco veces a ocho países, entre ellos, precisamente, España, en 1898. Eso es notable en un país que ha pasado la mayor parte de su Historia pegando tiros a alguien -desde a los nativos hasta los libios.
Algunos otros conflictos son considerados «enfrentamientos militares», pero han sido autorizados por el Congreso, como, por ejemplo, Vietnam, la Guerra del Golfo, la invasión de Irak y la Guerra de Afganistán. En 1962, Kennedy estuvo a punto de llevar al mundo a un Holocausto atómico gracias a una Resolución del Congreso que le facultaba para lanzar una guerra contra Cuba -donde la Unión Soviética estaba emplazando misiles con bombas atómicas- sobre la ambigua base de considerar si los intereses estadounidenses estaban amenazados.
El péndulo a veces se ha movido en la dirección opuesta. Pero por poco tiempo. En 1973, a consecuencia de las confusiones legales relativas a Vietnam, el Congreso aprobó la Ley de Poderes de Guerra, en virtud de la cual el Legislativo debe sancionar cada 60 días un despliegue militar en zona de guerra. Pero la norma saltó por los aires cuando Bill Clinton bombardeó Serbia y Kosovo por 74 días sin pedirle al Congreso -y sin que el Congreso se lo exigiera- una renovación de los poderes concedidos en la Ley de Poderes de Guerra.
Así pues, se trata de una abdicación progresiva de los poderes del Legislativo (el Congreso) en favor de los del Ejecutivo (la Casa Blanca), algo que es una constante en la Historia de EEUU desde su creación.
Cualquier presidente estadounidense cuenta con esa baza para ganar un amplio margen que le permite forzar la Constitución. Súmese a ello un Congreso que suele estar dividido, y un Artículo Segundo de la Carta Magna estadounidense que es muy vago con respecto a los poderes presidenciales y se comprende que la primera potencia mundial haya vivido, desde su creación hace 234 años, un progresivo proceso de concentración del poder en manos del presidente. Uno de los padres fundadores del país, Alexander Hamilton, quería que el jefe del Estado y del Gobierno fuera, virtualmente, un rey electo vitalicio. Su idea nunca fue tomada en consideración. Pero dos siglos de práctica política han hecho que, al menos en una cuestión tan seria como hacer la guerra y la paz, el inquilino de la Casa Blanca no tenga que dar explicaciones a nadie. El ejemplo más extremo de esa situación llegó en el mes de marzo. Barack Obama ordenó bombardear Libia sin pedirle permiso al Congreso. Le bastó con reunirse con sus líderes y dar luz verde a esa nueva guerra.
Así es como la Administraciones Eisenhower -republicana- y Kennedy -demócrata- pudieron orquestar un intento de invasión de Cuba, en Bahía Cochinos, sin informar al Congreso. O como las Administraciones de Kennedy, Johnson y Nixon trataron de asesinar múltiples veces a Fidel Castro. O cómo Eisenhower no se molestó en pedir permiso a nadie cuando encargó al agente de la CIA Kermit Roosevelt, nieto del presidente Theodore Roosevelt, derrocar al gobierno reformista de Irán dirigido por Mohamad Mossadegh.
Ninguna de esas operaciones ha provocado grandes escándalos, con la excepción del escándalo Irán-contra, en virtud del cual el Gobierno de Reagan violó una ley del Congreso que le prohibía financiar a los rebeldes anticomunistas nicaragüenses, los llamados contras. La Casa Blanca violó la Ley dos veces: al romper el embargo de armas a la República Islámica de Irán, y al destinar los fondos procedentes de la operación a financiar a los contras.
Otro factor que influye es si la cuestión afecta a la seguridad nacional o no. Por ejemplo, Obama ha mantenido la práctica, iniciada por Bush y según muchos ilegal, de ordenar pinchazos telefónicos y de correo electrónico sin autorización judicial a ciudadanos extranjeros residentes en EEUU y sospechosos de terrorismo. Pero cuando el Congreso no abdica de sus poderes, puede ser peor. En marzo de 1996, el Legislativo de EEUU aprobó la Ley Helms-Burton, que facultaba a Washington a imponer sanciones comerciales a los países que invirtieran en Cuba. Ese apartado de la norma nunca ha entrado en vigor porque el presidente, una vez más, tiene el poder de aplazarla.
Seis meses después, en plena embargomanía electoral, el Congreso aprobó otra Ley similar con respecto a Libia e Irán. Su promotor, el entonces senador republicano por Nueva York Alfonse D'Amato, tiene una frase para la Historia. Interrogado acerca de la legalidad de la norma dentro del contexto del Derecho Internacional, replicó: «Al diablo con el Derecho Internacional».
OORBYT.es
>Videoanálisis de F. Sahagún.
La ONU aplaude el «avance crucial» en la lucha contra el terror
El Consejo de Seguridad de la ONU recibió ayer con satisfacción la noticia de la muerte de Osama bin Laden y señaló, en una declaración adoptada por unanimidad, que la desaparición del líder de Al Qaeda es un «avance crucial» en la lucha contra el terrorismo., en palabras del francés, Gérard Araud, presidente de turno del Consejo. «La muerte de Bin Laden marca un hito en la lucha común contra el terrorismo», aseguró por su parte el secretario general, Ban Ki-moon. En los mismos términos se pronunció el presidente de la Asamblea General, Joseph Deiss, que reiteró el compromiso de la ONU en este campo e insistió en que «el terrorismo es inaceptable en todas sus formas y manifestaciones», informa Efe.ENRIQUE GIMBERNATVivo o muerto
Ignoro si entre EEUU y Pakistán, dos países estrechamente aliados en la guerra contra Al Qaeda, existe algún tratado -publicado o secreto- que autorice a las fuerzas armadas norteamericanas a intervenir en territorio pakistaní en la lucha contra esa organización terrorista. Desde luego, si la causación de la muerte de Bin Laden se hubiera producido en España, nuestros tribunales, en virtud del principio de territorialidad, habrían sido los competentes para esclarecer y determinar si los agentes norteamericanos habrían incurrido o no en algún delito al ejecutar aquella conducta.
Bin Laden era una persona acusada de gravísimos delitos y, en consecuencia, podía ser legítimamente objeto de detención tanto por agentes de la autoridad como por ciudadanos particulares, para ser puesto a disposición de la autoridad judicial. Pero, al mismo tiempo, era un delincuente extraordinariamente peligroso, dispuesto a hacer uso de las armas para impedir su detención. En tales casos, todos los ordenamientos jurídicos, también el español (art.5º 2 c Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad: «Solamente deberán utilizar las armas [los miembros de esas fuerzas y cuerpos] en las situaciones en que exista un riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o al de terceras personas»), autorizan al uso de la violencia, por lo que si, según las informaciones de las que disponemos, Bin Laden se opuso a su detención disparando contra quienes querían practicarla («las fuerzas especiales le dieron opción de rendirse antes de matarle»), su muerte habría estado penalmente justificada al haber actuado los agentes en el ejercicio legítimo de su derecho al uso de las armas.
En el enfrentamiento, además de Bin Laden, han resultado muertos también tres hombres más que repelieron a las fuerzas norteamericanas violentamente y «una mujer usada como escudo por un combatiente». Las circunstancias del homicidio de esta mujer deberían ser investigadas en un procedimiento penal, en cuanto que, en principio, se trata de un tercero inocente cuyo derecho a la vida ha sido vulnerado sin que existiera ninguna causa aparente que pudiera justificarla. Y así, la sentencia del TC alemán de 15 de febrero de 2006 ha declarado inconstitucional, por vulnerar el derecho fundamental a la vida y la garantía de la dignidad humana, un precepto de la Ley de Seguridad Aérea que autorizaba a las fuerzas aéreas alemanas a derribar, para salvar otras vidas, aviones comerciales ocupados por pasajeros inocentes que eran dirigidos por terroristas para estrellarse, cargados de explosivos, contra edificios urbanos (tal como sucedió en los atentados del 11-S).
En cualquier caso, la muerte de Bin Laden, aunque esté justificada, no debe ser objeto de celebración alguna, en cuanto que estamos ante un fracaso, ya que hubiera sido de todo punto preferible que hubiera sido enjuiciado por un tribunal imparcial en un juicio oral, público y contradictorio. Pero ya se sabe que en EEUU sigue rigiendo el principio del Salvaje Oeste de que, si se trata de un delincuente, es indiferente que se le entregue «vivo o muerto».
OORBYT.es
>¿Fue legítimo matar a Bin Laden? Por Enrique Gimbernat.
DAVID JIMÉNEZ
Islamabad (Pakistán)
Enviado especial
Bin Laden se escondía junto a la academia del ejército de Pakistán
Fuerzas especiales estadounidenses abatieron al fugitivo saudí en la madrugada del lunes de un único disparo en la cabeza, confirmaron su identidad y arrojaron su cuerpo al Mar de Arabia, privando a sus seguidores de un lugar donde honrarle como mártir. La larga huida del hombre que consiguió aterrorizar a la mayor potencia del mundo con los atentados del 11-S había llegado a su fin. Estados Unidos había ganado la batalla a su enemigo número uno.
El último escondite de Bin Laden resultó ser una cómoda mansión de un barrio con campo de golf, vistas a los montes Sarban y un vecindario que incluía a la élite del ejército paquistaní.
Los habitantes de la localidad de Abbottabad fueron despertados en mitad de la noche por el ruido de los helicópteros estadounidenses descendiendo sobre el complejo. Un breve enfrentamiento terminó con la vida del cerebro de los grandes atentados de la última década y otras cuatro personas, incluido uno de sus hijos y una mujer que podría ser su esposa.
La operación, llevada a cabo por comandos Seals en coordinación con la CIA, puso fin a años de investigaciones frustradas, pistas falsas y disputas diplomáticas con Pakistán, que hasta ayer había negado que el dirigente de Al Qaeda estuviera en su territorio.
Mientras el presidente estadounidense, Barack Obama, anunciaba que se había «hecho justicia», el Gobierno de Islamabad se defendía de las acusaciones de haber protegido durante años al más célebre terrorista internacional.
Una de las mayores y más largas persecuciones de la historia había terminado a menos de un kilómetro de la Academia Militar de Pakistán, el centro de formación de futuros oficiales, y en la misma localidad donde tiene su base una brigada de la Segunda División del ejército.
Washington se apresuró a minimizar el daño diplomático asegurando que Islamabad había contribuido con información a la localización de Bin Laden, tratando de evitar la ruptura con un país al que todavía necesita en la lucha contra el terrorismo. El primer ministro paquistaní, Yousuf Raza Gilani, afirmó que su país compartía la sensación de victoria tras la muerte del fugitivo. «No toleraremos que nuestro territorio sea utilizado para lanzar ataques terroristas contra otra nación», precisó.
La vivienda asaltada, valorada en un millón de dólares y rodeada de muros de tres metros de altura, había sido refugio de Bin Laden desde al menos el pasado mes de agosto. Militares paquistaníes la rodeaban ayer, permitiendo brevemente a periodistas locales grabar su interior. Manchas de sangre, mobiliario esparcido por el suelo y ventanales rotos mostraban los momentos posteriores a una operación que en total duró 40 minutos.
Horas antes, las fuerzas especiales se habían llevado todos los documentos que habían encontrado y que Washington espera ayuden a entender el funcionamiento interno de Al Qaeda.
El fin de la escapada de Bin Laden, muerto de un disparo en la cabeza cuando supuestamente se resistió a su detención, llega nueve años después de que Estados Unidos le perdiera el rastro en las montañas afganas de Tora Bora.
El líder terrorista eludió en el año 2001 a las fuerzas especiales de Estados Unidos sobornando a las milicias tribales afganas, cuya voluntad había sido previamente comprada por Washington, y cruzando la frontera con Pakistán para seguir liderando su organización desde la clandestinidad. La inteligencia estadounidense tardaría años en volver a tener información creíble sobre su paradero.
La pista definitiva fue su mensajero de confianza, según la versión ofrecida por Estados Unidos. Tras conocer su identidad hace cuatro años, los servicios de inteligencia lograron localizar la zona donde operaba.
El pasado mes de agosto les llevó hasta un complejo de Abbottabad donde una familia vivía confinada sin internet ni televisión, evitando salir incluso para sacar la basura. Ocho meses de seguimiento llevaron a la CIA a concluir que Bin Laden se encontraba en el interior de la casa.
Barack Obama firmó la orden que autorizaba la operación el pasado viernes en una decisión que fue ocultada a Pakistán por temor a que fuera saboteada por simpatizantes de Al Qaeda dentro del Gobierno y las fuerzas armadas paquistaníes. La sorprendente escasa presencia de guardaespaldas permitió una intervención «rápida y quirúrgica» en la que ningún agente estadounidense resultó herido.
El cuerpo de Bin Laden fue trasladado inmediatamente en helicóptero hasta una base de Afganistán, donde forenses militares comprobaron la identidad del sospechoso antes de organizar un rápido funeral siguiendo «los ritos musulmanes». El cuerpo fue trasladado al portaaviones Carl Vinson, lavado según la costumbre musulmana y envuelto en una manta blanca antes de ser arrojado por la borda en el mar de Arabia, cerca de la costa de Omán, según el Gobierno estadounidense.
Los vecinos de Abbottabad seguían ayer preguntándose cómo es posible que el hombre más buscado del mundo conviviera en una localidad de apenas 90.000 habitantes, donde muchos de ellos se conocen y los residentes extranjeros destacan rápidamente. «Éste es el último lugar de Pakistán donde esperaba que viviera», decía ayer el consultor informático Sohaib Athar, que narró sin saberlo la operación que acabó con la vida de Bin Laden cuando describió el sonido de varias explosiones a través de Twitter.
El final de Bin Laden promete dar pie a variadas teorías conspirativas como ha sucedido con la muerte de otros personajes históricos, desde Adolf Hitler a Diana de Gales.
Poco después de conocerse la eliminación del jefe de Al Qaeda, los foros de internet de países musulmanes -y en menor medida occidentales- se llenaron de comentarios cuestionando la versión ofrecida por Estados Unidos. ¿Por qué se encontraba Bin Laden en un escondite tan vulnerable? ¿Cómo eligió una lujosa mansión situada cerca del corazón del poder militar paquistaní? ¿Ha sido la tradición islámica de despedir a los muertos en las 24 horas posteriores a la muerte el verdadero motivo de que EEUU se haya deshecho del cuerpo con tanta rapidez?
Washington dijo que estudia hacer públicas fotografías que demuestran que realmente ha acabado con la vida del hombre que buscaba y destacó el simbolismo de su mayor victoria en la lucha contra el terrorismo desde los ataques de 2001.
Los principales expertos del Gobierno norteamericano advirtieron, sin embargo, de las limitadas consecuencias que puede tener la desaparición de un solo hombre. Su número dos y previsible sucesor, Ayman Al Zawari, se encuentra todavía con vida. Miles están dispuestos a secundarle.
Pakistán, por su parte, se ha revelado como un refugio relativamente seguro para quienes planean nuevos atentados y como un socio discutible a la hora de combatirlos. Y la que quizá es la mayor razón para contener el optimismo: Osama bin Laden ha muerto, pero durante sus años de escapada ha logrado crear un movimiento que va mucho más allá de una persona o un grupo y que tiene la determinación de sobrevivirle.
Los taliban de Pakistán fueron los primeros en confirmarlo. Tras negar en un principio la muerte de su aliado, más tarde prometieron vengarla. «Los gobernantes de Pakistán, el presidente Zardari y el ejército serán nuestros primeros objetivos», aseguró uno de sus portavoces. «América será el siguiente».
OORBYT.es
>Carlos Toro analiza las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos.ANÁLISIS
ROSA MENESES
El invierno de Al Qaeda
Hace tiempo que la organización terrorista ocupa un lugar marginal en las sociedades árabo-islámicas. El Pew Research Center publicó ayer una encuesta que demuestra que el apoyo de la calle musulmana a Bin Laden ha disminuido drásticamente desde 2003 hasta 2011. En los territorios palestinos, la caída es de 38 puntos; en Indonesia, de 33, y en Jordania, la popularidad ha caído 43 puntos. En Pakistán, la confianza en Bin Laden descendió del 52% en 2005 al 18% en 2010. La tendencia manifiesta que Al Qaeda está perdiendo la calle.
La propia difuminación de la franquicia del terror era una de las señales de su debilidad. Hace tiempo que la red había perdido capacidad operativa, que sus atentados eran cada vez menos espectaculares y que la entrada en escena de lobos solitarios -suicidas con limitada capacidad para sembrar el terror- ponía de manifiesto su debilidad. Hablar de una Al Qaeda decapitada no es del todo exacto, pues la organización se había convertido -en los últimos años- en una red difusa de grupos con múltiples cabezas que aprovechaban la marca creada por el millonario saudí. La Al Qaeda que deja Bin Laden se parece poco a la organización que creó a finales de los años 80 como un fichero informático para inventariar a los voluntarios muyahidin que se alistaban para luchar contra la ocupación soviética en Afganistán. Incluso antes de estar muerto, Osama bin Laden ya era una leyenda. Hacía tiempo que las decisiones operativas habían sufrido una metástasis.
A partir de la segunda mitad de la década pasada su estructura pasa a estar poco jerarquizada, con una cadena de mando difuminada. A ello ha contribuido los reveses que la Inteligencia estadounidense ha infligido en las filas de Al Qaeda. Destacados comandantes como Jalid Sheij Mohamad están en manos de EEUU y otros, como el líder de la organización en Irak, Abu Musab Zarqawi, muertos.
Si bien la desaparición de Bin Laden priva al conglomerado yihadista de su cohesión ideológica, éste seguirá constituyendo una amenaza aunque sea de baja intensidad. Y tras perder a su líder es previsible que intente llevar a cabo una venganza. Los campos de entrenamiento establecidos por Al Qaeda y su miríada de grupos en las áreas tribales de Pakistán o en el vasto desierto del Sáhara seguirán operativos y continuarán formando a muyahidin en el uso de explosivos y de armas automáticas.
Lejos de ser inmediato, el desmantelamiento de la franquicia se antoja difícil ya que no está circunscrito a la muerte de su creador. La red post Bin Laden seguirá sustentándose en dos pilares: Al Qaeda para el Magreb Islámico y Al Qaeda en la Península Arábiga, con el Sahel y Yemen como referencia. Somalia y Afganistán-Pakistán son otros focos importantes que demuestran que los estados fracasados pueden ser un buen caldo de cultivo para los herederos de Bin Laden. Aunque el declive de Al Qaeda es evidente. Está pasando por un crudo invierno justo cuando en el mundo árabe florece la primavera.
La hora del lugarteniente de Bin Laden
A. AL ZAWAHIRI
Tras su liberación, Zawahiri se trasladó a Pakistán, donde trabajó como médico de la Media Luna Roja, curando a combatientes heridos en la guerra de Afganistán. En Peshawar conoció a Bin Laden y desde entonces comenzaron una estrecha colaboración.
En 1993, Zawahiri asumió el liderazgo de Yihad Islámica. Bajo su égida, la organización inició una campaña de violencia con el fin de conseguir instaurar un Estado islámico. Más de 1.200 egipcios murieron. Zawahiri se refugió en Europa y fue condenado a muerte en ausencia por un tribunal militar egipcio. El médico estaba ya metido de lleno en el proyecto de la yihad global cuando en 1996 fue arrestado en Rusia cuando intentaba reclutar combatientes para luchar en Chechenia.
Zawahiri unirá el destino de Yihad Islámica a Al Qaeda, la red de Bin Laden, en 1998. Desde entonces, se convirtieron en uña y carne. Fruto de su alianza fueron los atentados contra las embajadas estadounidenses en Dar es Salam y Nairobi, en 1998, donde murieron más de 200 personas. El rostro más violento del yihadismo golpeó también Egipto en 1997, cuando un atentado en Luxor mató a 62 personas (58 de ellas turistas). Zawahiri pasó desde entonces a engrosar la lista negra de terroristas más buscados en EEUU.
Catalizador del salafismo
Convertido en médico personal de Bin Laden, el millonario encuentra en Zawahiri a su ideólogo y su estratega. El tándem con el egipcio permite a Bin Laden despegar como catalizador del salafismo yihadista. Y su apoteosis llegaría con los brutales atentados del 11-S. Zawahiri calificó entonces de «gran victoria» lograda «gracias a Alá» la acción terrorista que provocó la intervención estadounidense en Afganistán.
Sus vídeos se convirtieron en el pan de cada día de las cadenas satelitales panárabes. En ellos fustigaba a los dirigentes occidentales, pero también del mundo árabo-islámico. Bin Laden le cedió el protagonismo a su lugarteniente, que incluso probó las nuevas tecnologías concediendo una entrevista online en 2008 a simpatizantes de Al Qaeda. Éstos le interrogaron por las matanzas de civiles de la red en Irak. Años antes, en 2005, había reprendido a Abu Musab al Zarqawi por su excesivo gusto por las decapitaciones de secuestrados.
EDUARDO SUÁREZ / MARÍA RAMÍREZ
Londres / Bruselas
Corresponsales
Estado de alerta ante la «probable» represalia terrorista
Cameron reservó su intervención parlamentaria para la jornada de hoy. Pero la cautela no impidió que grabara una lacónica reacción. «La noticia traerá un gran alivio a la gente alrededor del mundo», dijo el premier conservador: «Bin Laden es el responsable de las peores atrocidades terroristas que el mundo ha visto nunca. Es el momento de recordar a aquellos asesinados por él y de agradecer a aquellos que han trabajado día y noche para mantenernos a salvo del terrorismo».
El anuncio no elevó el grado de la alerta antiterrorista en el Reino Unido ni en ningún otro país del mundo. Pero sí transmitió un mensaje de tensión en los países europeos más expuestos a la amenaza de Al Qaeda. El primero, el Reino Unido, por el radicalismo de algunos de sus musulmanes y por los sucesos de la historia reciente. Ayer el Foreign Office convocó a los británicos a mantenerse «vigilantes» y a seguir los «medios de comunicación», advirtiendo que la muerte de Bin Laden podría conducir «a un incremento de la violencia y de la actividad terrorista» en todo el mundo.
El ministro de Exteriores, William Hague, solicitó a sus embajadas que revisaran su seguridad y aconsejó a sus ciudadanos en países musulmanes que evitaran las muchedumbres en los próximos días. En Londres pervive el recuerdo de los atentados del 7 de julio de 2005. Al contrario que los presuntos autores del 11-M, su líder Mohamed Sidiqque Khan grabó un vídeo en el que pedía a Alá que le ayudara a unirse «a los héroes de hoy, como nuestro amado líder Osama bin Laden».
Varios imanes británicos justificaron entonces las acciones de Al Qaeda y usaron su historia para reclutar a jóvenes para la yihad. El caso más notorio fue Abu Hamza, el hombre del garfio en la mano y las palabras contra Occidente. Pero muchos siguieron su ejemplo en las mezquitas de Londres y de las ciudades del norte de Inglaterra. Ayer cogió su testigo Anjem Choudari, portavoz del grupo islamista Muslim Against Crusades (MAC). «Hoy es más probable que nunca que el Reino Unido se enfrente a una repetición de los atentados del 7-J», explicó: «No hay duda de que en los próximos días veremos actividades crecientes en los campos de batalla de Irak, Afganistán, Somalia y Chechenia».
Es una opinión que no comparten los líderes musulmanes más moderados. Pero ofrece una imagen aproximada de la radicalización de algunos musulmanes en el país.
Entre los Gobiernos europeos, la tónica dominante fue el alivio y la satisfacción. También en Bruselas, donde la UE defendió ayer la muerte del líder de Al Qaeda como la única opción que tenían las fuerzas especiales. «Las circunstancias de esta operación tan difícil hicieron imposible capturar a Bin Laden vivo», decía el comunicado del jefe antiterrorista Gilles de Kerchove.
Desde primera hora de la mañana, el debate público en Bruselas se centró en dirimir si la UE debía o no debía apoyar un «asesinato extrajudicial», como lo definieron algunos reporteros. Interrogada sobre si la muerte del hijo de Gadafi en un bombardeo de la OTAN es también parte del «ejemplo que quiere dar Occidente», una portavoz de la Comisión afirmó que «son eventos separados» y repitió que Bin Laden era un «criminal». Hubo quien preguntó si el apoyo a Washington muestra un cambio en la condena de la UE a la pena de muerte. «Por supuesto, esto no es una ejecución de una pena de muerte. Es completamente diferente», dijo la portavoz.
En sus primeras reacciones, los representantes de la Unión Europea se movían entre las alabanzas al «gran logro en los esfuerzos contra el terrorismo» y las advertencias sobre el riesgo en los próximos meses. «Hay que seguir alerta», dijo la canciller Angela Merkel. «No es el final de Al Qaeda», declaró el presidente francés, Nicolas Sarkozy.
Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, y José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión, estaban en la línea más optimista. «Bin Laden era un criminal responsable de atentados terroristas odiosos que costaron la vida a miles de personas inocentes. Su muerte hace el mundo un lugar más seguro y muestra que ese tipo de crímenes no quedan impunes», dijeron en una declaración conjunta.
Más original la reacción del presidente peruano, Alan García, quien afirmó que la muerte del líder de Al Qaeda es el «primer milagro» de Juan Pablo II tras su beatificación.MÒNICA BERNABÉ/ Herat (Afganistán)
Especial para EL MUNDO
Los talibán afganos prometen que vengarán a su líder
«El martirio de Osama bin Laden no parará la yihad. Seguiremos nuestra lucha hasta que liberemos nuestra tierra de extranjeros», advirtió ayer el líder talibán, en un discurso con tono casi apocalíptico. Otro combatiente dijo que entre los talibán aún hay serias dudas de que Bin Laden esté muerto. Sea como sea, todo apunta a que las cosas no van a cambiar en Afganistán. Fuentes de la OTAN informaron que sus países miembros y aliados continuarán su misión en Afganistán para asegurarse que «no se convierta otra vez en un refugio del extremismo».
La carretera que une Herat con las dos bases militares situadas a las afueras de esta ciudad del oeste de Afganistán, y donde se encuentran destacados medio millar de militares españoles, estaba ayer plagada de controles de vigilancia de soldados del Ejército afgano. Paraban todos y cada uno de los vehículos que circulaban por la carretera. En Camp Stone, una de las dos bases militares a las afueras de Herat, se aumentaron los controles de acceso al recinto y se amplió el perímetro de seguridad alrededor de la instalación, según dijo a EL MUNDO un trabajador local. En Afganistán. se está en situación de máxima alerta.
A pesar de ello, el presidente afgano, Hamid Karzai, echó ayer más leña al fuego. En una comparecencia ante los medios de comunicación cargó contra las tropas internacionales, algo que se ha convertido en habitual en casi todas sus intervenciones. Ayer, no obstante, se lo pusieron en bandeja. El presidente afgano afirmó que el hecho de que los efectivos estadounidenses abatieran a Bin Laden en Pakistán pone de manifiesto que «los terroristas no están en Afganistán, sino en Pakistán». «Parad, pues, de bombardear los pueblos afganos y de cachear a la población afgana», se quejó en alusión a las tropas internacionales.
Hasta ahora, cuando se les preguntaba a los afganos dónde estaba Bin Laden, muchos respondían con sorna que el terrorista estaba «en Washington». Al final resultó estar en Pakistán, pero ayer a la mayoría de los afganos les daba igual. Para ellos la guerra continúa.
OORBYT.es
>Videoanálisis de M. Bernabé. MÓNICA G. PRIETO / Beirut
Especial para EL MUNDO
«La lucha contra las fuerzas del mal no parará»
Asentado en el Líbano, país donde se refugió tras huir de Gran Bretaña -donde residió dos décadas- para escapar de la acusación de animar y participar económicamente en los atentados del 7-J en Londres, Bakri nunca escondió sus simpatías por Osama bin Laden ni por el yihadismo violento.
Y no parece que sólo fueran verbales: hace unos meses la Justicia libanesa le condenó a cadena perpetua por haber financiado y entrenado a militantes de Al Qaeda, en referencia a la organización Fatah al Islam, que declaró un emirato islámico en el campo de refugiados libanés de Nahr al Bared en el año 2007.
La oportuna intervención del equipo de abogados de Hizbulá dio un giro a su caso: Bakri fue liberado horas después y regresó a su domicilio de Trípoli, feudo suní del norte del Líbano, desde donde ayer reaccionó con pesar a la noticia de la muerte del fundador de La Base en declaraciones a EL MUNDO.
Pregunta. - ¿Cómo ha recibido la noticia de la muerte de Osama bin Laden?
Respuesta.- Es una noticia dura, pero no es la primera vez que un líder bendito fallece y su muerte no parará la lucha contra las fuerzas del mal. No las paró la muerte del emir Doku Umarov en Chechenia, ni la desaparición de Abu Musab al Zarqawi en Irak, y eso demuestra que la lucha continuará. Pero líderes como [Barack] Obama tienen derecho a celebrar su pequeña victoria, dado que Bin Laden logró poner a Occidente en serios apuros: con sus acciones impulsó la crisis económica y también la crisis de seguridad que padece hoy el mundo.
P.- ¿Va a producirse una respuesta por parte de Al Qaeda?
R.- Al Qaeda en todo el mundo celebrará su martirio y elegirá el lugar y el momento correcto para responder. Recuerde que siempre se hace con cuidado y que la operación de respuesta llevará el nombre de Bin Laden, y será en Occidente y no en Oriente. Pero tendrá lugar a su debido tiempo.
P.- ¿Cómo va a afectar su desaparición al futuro de la organización?
R.- Bin Laden ya es un fenómeno más que un hombre, que ha creado diferentes generaciones de combatientes. Él inauguró la primera generación de líderes de Al Qaeda, pero a él le sucedió Abu Musab al Zarqawi y sus compañeros en el mundo árabe, una tercera generación en Europa, una cuarta aparecida en el Magreb... Ahora es el momento de que éstas actúen. Por supuesto que el líder más fuerte, el mejor, ha sido Bin Laden, pero su muerte le da más fuerza a la organización por lo que significó. Él despertó la conciencia de los musulmanes del mundo.
P.- ¿Cómo se va a velar su muerte?
R.- Cuando uno de los nuestros cae en una acción armada, defendiendo sus creencias, los musulmanes celebramos, no nos lamentamos. Lo hacemos con una celebración que recuerda a la de una boda, la boda del mártir, donde hay dolor y tristeza pero también compartimos la alegría que debe sentir el mártir por haber logrado su objetivo.
P.- El presidente del Parlamento Europeo ha dicho que hoy [por ayer] nos hemos despertado en un mundo más seguro.
R.- ¿Qué? [suspiro]. Le aseguro que el mundo será ahora mucho más inseguro.
P.- ¿Qué relación mantiene usted con Al Qaeda?
R.- No soy miembro de Al Qaeda porque no es un honor que yo merezca, sólo me puedo considerar un simpatizante como todo cualquier otro musulmán que sufra por la opresión occidental contra los pueblos. Ni siquiera soy un luchador [dice con tono de lamento en su voz], sólo me puedo considerar un experto en movimientos islámicos y un ferviente defensor de toda lucha contra la ocupación, ya sea chií o suní.
OORBYT.es
> Análisis de Mónica G. Prieto sobre la posible respuesta del terrorismo islamista.ÁNGELES ESCRIVÁ / Madrid
El Gobierno mantiene el nivel 2 de alerta
Hasta ahí el alivio que, por cierto, no se vio empañado en ninguno de esos casos por una reflexión respecto a las posibles víctimas colaterales o al modo cómo se desarrolló la operación: si hubo posibilidad o no de cogerlo vivo, o si resulta creíble la forma de deshacerse del cadáver. El vicepresidente Rubalcaba alegó que no tenía más información sobre lo ocurrido y no quiso ir más allá a éste respecto.
A partir de ahí, el Gobierno ha decidido combinar el reconocimiento de un aumento del peligro con la explicación de por qué no se toman medidas adicionales de alerta. El vicepresidente Rubalcaba aseguró que había hablado con el CNI y con los expertos de las Fuerzas de Seguridad y éstos le recomendaron mantener en España el mismo nivel de alerta que fue establecido en el mes de octubre, a pesar de que instituciones como Interpol aconsejaban ayer a todos los países incrementarlo al máximo.
Después de que el Ejecutivo tuviera acceso en otoño a determinadas informaciones sobre el riesgo de ataque de nuestro país, se decidió incrementar la alerta hasta el nivel dos, de cuatro posibles. El vicepresidente advirtió de que «no se pueden descartar represalias» pero añadió que «no es conveniente elevarlo». «Simplemente se tomarán medidas adicionales», que, según señaló, afectarán sobre todo al personal de las embajadas y a las tropas destinadas en el exterior.
Rubalcaba calificó ayer la ofensiva contra Bin Laden como un «operativo antiterrorista de la máxima importancia» que constituye un golpe muy duro para Al Qaeda, tanto desde el punto de vista operativo como desde la perspectiva del liderazgo. Pero añadió que «ahora estamos más preparados», a pesar de reconocer que esta organización terrorista no tiene un esquema al uso sino que distribuye su capacidad operativa en franquicias. Dijo también el vicepresidente que «no es momento de replantearse la operación en Afganistán».
Está previsto que hoy aborden estos asuntos en el Palacio de la Moncloa el presidente Zapatero, el vicepresiente Rubalcaba y las ministras de Defensa y Exteriores, Carme Chacón y Trinidad Jiménez. Pero ayer, el jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general José Julio Rodríguez, tras asistir a una reunión con la ministra Chacón ya remitió instrucciones a los responsables de los contingentes españoles desplegados en el extranjero indicando que se extremen las medidas de autoprotección en las zonas de operaciones en las que están desplegadas las Fuerzas Armadas.LUIS ÁNGEL SANZ / Madrid
PAQUI SÁNCHEZ / Melilla
Aguirre dice que Al Qaeda 'nunca reconoció el 11-M'
En los actos de celebración del Día de la Comunidad de Madrid, Aguirre recordó que «reconoció el de Bali, el de Londres, el de la Casa Blanca y, por supuesto, el de las Torres Gemelas... Pero nunca ha reconocido el de Madrid».
La dirigente del PP incluso resaltó que tampoco lo hace la sentencia sobre los atentados de Madrid con lo que, concluyó, la autoría de los atentados «está por ver».
Aguirre sí se refirió a Bin Laden como «el asesino de más de 2.300 personas inocentes» y apuntó que el Ejército norteamericano, como dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, «ha decidido que esto es un paso adelante en la lucha contra el terrorismo». «Yo estoy de acuerdo con él», añadió.
La dirigente popular se felicitó de que «el Ejército norteamericano ha hecho una tarea de seguimiento y todo lo necesario para descubrir dónde se encontraba» y ha terminado hallando al terrorista.
La noticia de la muerte de Bin Laden a manos de las tropas de Estados Unidos pilló a Mariano Rajoy en Melilla, uno de los territorios que Al Qaeda, la red fundada por el terrorista más buscado del planeta hasta ayer, ha venido incluyendo en sus reivindicaciones sobre Al-Andalus en los últimos años.
El presidente nacional del PP, en una brevísima declaración a los periodistas durante la que no admitió preguntas, consideró la muerte del líder de Al Qaeda como «un paso hacia adelante muy importante», pero insuficiente para terminar de una vez por todas con el terrorismo. «Todavía habrá que seguir batallando», subrayó Rajoy, que recordó que esta lucha «es larga, dura y difícil» antes de conseguir «un mundo donde la gente sea libre, donde se respete el derecho a la vida, la libertad y los derechos individuales de las personas». «Somos ante todo y sobre todo seres humanos, y por encima de eso no hay absolutamente nada», añadió.
Rajoy no se refirió a la relación entre Bin Laden y el 11-M porque no quiso admitir preguntas de los periodistas. Pero sí tuvo unas palabras de recuerdo para las víctimas de esta lacra y sus familias y, en definitiva, para la gente que «ha sufrido mucho» como consecuencia de los sucesivos atentados que han llevado la firma de Bin Laden y Al Qaeda desde su fundación.
11-M, una sentencia sin Bin Laden
La responsabilidad de Al Qaeda en el 11-M fue la tesis de la Policía lo largo de la investigación y, sin duda, la que la Fiscalía llevó a juicio, pero no la que acabó volcándose en los hechos probados de la sentencia de la Audiencia Nacional. Bin Laden no aparece mencionado una sola vez en los 722 folios de la resolución, mientras que Al Qaeda surge en contadas ocasiones, y nunca detrás de los atentados.
Pese a ello, varios dirigentes socialistas, - a quienes lo resuelto por la Justicia española no les pilla tan lejos como a Clinton- ligaron ayer directamente la muerte de Bin Laden y los atentados de Madrid. La primera en hacerlo, y la más rotunda, fue la secretaria de Política Internacional y Cooperación. Elena Valenciano afirmó a través de un comunicado que «Obama ha hecho justicia a los miles de muertos del 11-S y también a las víctimas españolas del 11-M, a las de Londres, Marruecos, Pakistán, Afganistán, etcétera».
Posteriormente, en una rueda de prensa en La Moncloa, Alfredo Pérez Rubalcaba dijo que los españoles se sienten «especialmente concernidos» por la muerte de Bin Laden, después de haber sufrido los atentados del 11-M. Eso sí, el vicepresidente primero estuvo lejos de atribuirle expresamente la ideación de la masacre. Se quedó en un «Bin Laden justificó en repetidas ocasiones [los atentados]» que no llegaba a afirmar lo que no han dicho los tribunales.
El responsable de Interior sabía que la sentencia del 11-M exculpó de la masacre a los tres islamistas, supuestos dirigentes de Al Qaeda, a los que la versión oficial apuntaba como inductores. Hasan Haski, Mohamed El Egipcio y Youssef Belhadj fueron considerados miembros de un grupo terrorista, pero sin relevancia jerárquica que permitiera apuntar a la cabeza de Al Qaeda. Un cuarto detenido al que se situó en la cúspide terrorista, Moutaz Almallah, va a ser juzgado finalmente este mes como mero colaborador. Un ejemplo de lo sucedido con los fallidos autores intelectuales es lo que el tribunal afirmó sobre uno de ellos: «No está probado que Belhadj sea dirigente de uno de los grupos terroristas que se engloban bajo la denominación, cada vez más genérica, de Al Qaeda. Tampoco se acredita la existencia de una dependencia jerárquica entre los autores y cooperadores necesarios de los atentados y el procesado». Razonamientos equivalentes desconectaban a El Egipcio y Haski de los atentados.
En esa misma línea el Supremo estableció que «no aparece relación alguna de carácter jerárquico con otros grupos o con otros dirigentes de esa organización [Al Qaeda], lo que permite establecer que la célula que operaba en Madrid, en la medida en que ha sido identificada, no dependía jerárquicamente de otra y por lo tanto puede considerarse a los efectos penales como un grupo u organización terrorista diferente e independiente».
Pese a no quedar probada la responsabilidad de Al Qaeda, el carácter islamista del atentado es indudable. Los suicidas de Leganés eran radicales islámicos, y entre los escombros de su piso franco se hallaron restos de «vídeos sobre campamentos de Al Qaeda», según dice la sentencia. Los terroristas que no murieron allí intentaron huir hacia Irak, y los que lo consiguieron fallecieron haciendo la yihad, según los informes policiales.
El silencio de la sentencia de la Audiencia Nacional no suponía, en absoluto, que Al Qaeda no estuviera detrás del 11-M, en particular por el contexto islamista en que se produjo. Pero sí lo dejaba como una hipótesis no probada y mantenía viva la frase con la que, ante la Comisión de Investigación, se despachó el ex director del CNI Jorge Dezcallar: «Los que han realizado el atentado yo creo que tienen muy poca relación con Bin Laden».
IÑAKI GIL
¿Una muerte justa?
1.- EL PODER Y EL DERECHO DE OBAMA. La cronología de la preparación de la operación y el discurso en el que el presidente Obama anunció la muerte del enemigo número uno de EEUU indican claramente que la Casa Blanca respondió afirmativamente a esta cuestión y que se empleó a fondo en la elaboración del caso para su presentación a la opinión pública. Cinco reuniones al máximo nivel desde el 14 de marzo hasta el pasado viernes -día en el que Obama firmó la orden de la operación- dan para mucho. Ayer, el presidente afirmó que Bin Laden «declaró la guerra» a EEUU el 11-S, cuando perecieron cerca de 3.000 personas. Pablo Pardo recordaba en ELMUNDO.es que tres días después de aquella fecha, el Congreso dio luz verde al «poder constitucional [del presidente] para contraatacar contra cualquier persona, organización o Estado sospechoso de estar envuelto en ataques terroristas contra EEUU».
Poco margen hay pues para discutir a Obama su capacidad legal para ordenar un ataque como el de ayer en base a un texto redactado a la medida de su predecesor, George W. Bush. Interesante lección ad hoc: cambian los Gobiernos y pasan los años, pero lo que un presidente empieza otro lo termina.
Lo que sí hizo Obama fue cambiar de estrategia. Uno de los mayores expertos en yihadismo, Jean Pierre Filiu, lo explicaba ayer a Le Monde: «El éxito personal de Obama es haber sustituido la guerra global contra el terrorismo por la lucha selectiva contra Al Qaeda». Cabe añadir que la guerra de Afganistán está bendecida por la ONU, aunque no todas las tropas estadounidenses sobre el terreno actúan bajo esa cobertura legal.
2.- ¿ERA MORALMENTE LÍCITO?. El relato de Obama -de magnífica factura, como todos los suyos- es menos categórico en este punto. El presidente recuerda de entrada que «la orden para capturar o matar a Bin Laden era una prioridad máxima de la guerra contra Al Qaeda». Luego afirma que «autorizó la operación para llevarlo ante la Justicia». Sigue el detalle militar de la operación que da cuenta de un «tiroteo» en el que le «mataron». Y remata con esa frase que ayer fue portada en The Washington Post: «Se ha hecho Justicia».
¿Tuvo el comando otra opción? ¿Lo intentó de veras? Preguntas de respuesta difícil. ¿Era factible llevar a Bin Laden ante los tribunales, juzgarle, condenarle a muerte -no cabe otro supuesto- y ajusticiarle? ¿Valía la pena el riesgo de ataques terroristas durante los meses que hubiera llevado ese proceso? ¿Por qué conceder un altavoz de ese calibre a un sujeto que ordenó la muerte de miles de personas sin pestañear? ¿Se ha hecho justicia, sólo que por un procedimiento expeditivo?
Seguramente, Obama consideró que no se daban las condiciones para un Nuremberg al terrorismo yihadista. En la descripción que The New York Times hace del largo camino recorrido para encontrar a la versión moderna del Viejo de la Montaña, hay curiosamente una reivindicación a posteriori de Guantánamo: del no man's land del derecho salió el soplo que llevó a Bin Laden. Fue el pseudónimo de su correo de máxima confianza lo que condujo hasta su madriguera.
Obama hizo del cierre del penal de Guántanamo una promesa que había de diferenciarle de la falta de escrúpulos de su antecesor. Luego la aplazó y todavía está por cumplirla. Quizá este chivatazo no sea ajeno.
3.- LAS CONSECUENCIAS. El mundo tiene desde ayer un indeseable menos. ¿Garantiza eso un mundo mejor? ¿Provocará la muerte de Bin Laden un resurgir del terrorismo? ¿Provocará un incendio antioccidental en el ya convulso mundo islámico? A limitar este riesgo estaba dirigida toda la retórica de Obama, que afirmaba que EEUU no está en guerra contra el islam y que el propio líder de Al Qaeda ha mandado a la tumba a numerosos seguidores de Mahoma. Ambas cosas son ciertas. Otra distinta es cómo se perciban.
The New York Times abunda en detalles de la operación destinados a demostrar que EEUU ha sido escrupuloso en el respeto de los preceptos islámicos -se lavó el cadáver, se purificó, fue envuelto en un sudario, rezadas las oraciones- y justificar que no había otro recurso que tirar sus restos al mar, ya que Arabia rechazó los despojos.
A la última cuestión de este epígrafe responde Marwan Bishara, ayer en la web inglesa de Al Yazira. Al Qaeda, viene a decir, era ya «irrelevante» para el mundo árabe, cuya agenda está dominada por la primavera árabe. El ciclo revolucionario ha venido a probar que para acabar con la tiranía es mejor la movilización (pacífica a grandes rasgos) que el terrorismo. El francés Filiu añade que esta muerte puede «fomentar las tendencias centrífugas de Al Qaeda» y Marwan Bishara cree que ayudará al sector más dialogante de los taliban a pactar con Karzai y olvidarse de Al Qaeda. «Cumplida esta misión, la salida [de las tropas occidentales] de Afganistán está más cerca». Que así sea.
PABLO PARDO / Washington
Especial para EL MUNDO
El terrorista de los 2 billones
La estimación está sujeta a críticas por el método que Stiglitz usa, ya que incluye las máximas compensaciones legalmente permitidas a las familias de los muertos y heridos, la posible repercusión de la intervención en el precio del petróleo y el coste de oportunidad, esto es, el de dedicar el dinero a esta partida en lugar de a otras. Sin embargo, nadie discute que Al Qaeda ha sido una ruina para EEUU en términos económicos y, también, humanos.
Así, incluso rebajando los cálculos de Stiglitz, como hace la web costofwar.com, la factura de Irak ya le sale a EEUU por más de medio billón de euros, y la de Afganistán por otros 270.000 millones más. Esas cifras, sin embargo, no incluyen los costes de los atentados del 11-S, en los que Al-Qaeda apenas tuvo que gastar unos 35.000 euros para infligir a EEUU unas pérdidas de 70.000 millones de euros. Ha sido, probablemente, el acto violento con un 'ratio' más grande coste/beneficio para una de las partes.
Pero los costes van a seguir disparándose. Porque, aunque no se hable tanto de ellas, las guerras de Irak y Afganistán continúan. En abril murieron en la segunda 52 soldados de la OTAN. Ha sido el peor abril del conflicto. Este mes es clave porque es en el que se reactiva la guerra, cuando afloja el invierno.
Y más de lo mismo en Irak. Con 11 muertos en abril, desde noviembre de 2009 no había un mes tan trágico para EEUU en ese frente, aunque oficialmente Washington concluyó allí sus operaciones militares el 31 de agosto y sus tropas sólo se dedican a operaciones logísticas y a ataques selectivos.
JUAN EMILIO MAÍLLO / Madrid
Las Bolsas viven ajenas a la caída del hombre que atacó Wall Street
La noticia se produjo con las bolsas de Occidente cerradas. En Asia, por el contrario, la muerte de Bin Laden se conoció en medio de la sesión y allí se vieron los mayores movimientos.
Sin embargo, para quien recordara lo sucedido tras los atentados del 11-S en Estados Unidos o los más recientes del 11-M en Madrid o el 7-J en Londres, quedó claro que el dinero, cual ser humano, es más frágil ante el terror que ante las buenas noticias.
Porque la Bolsa de Tokio y la de Corea del Sur, que fueron las más alcistas de la jornada, subieron un 1,57% y un 1,67%, respectivamente. Su optimismo ante el asesinato del terrorista más buscado, el mismo que hizo temblar los cimientos de Wall Street hace casi una década, se contagió en los primeros minutos de la sesión a Europa y a los futuros del mercado americano.
El Eurostoxx 50 cotizaba con subidas en el entorno del 0,3%, mientras que los futuros de Wall Street avanzaban más de un 0,6%. Eso sucedía a media mañana, pero con el paso de las horas la euforia se desinfló.
Y el petróleo y el oro, que recibieron el suceso con descensos notables en sus cotizaciones, vieron como éstos se moderaban o, incluso, por momentos, se abonaron a las subidas, siguiendo la tendencia de las últimas semanas.
Nada que ver con la deblace bursátil que sucedió al 11-S. Aquel día, en el que la Bolsa de Estados Unidos ni siquiera llegó a abrir, los parqués de todo el mundo se hundieron. La Bolsa española cayó un 4,5%; la alemana lo hizo un 8,5%; la francesa un 7,4% y la de Londres un 5,7%.
En el apartado de las materias primas, el petróleo se disparó más de un 13%, pero claro, entonces rondaba los 30 dólares (nada que ver con los más de 120 actuales). Y el oro repuntó un 7%, a 290 dólares la onza. Ayer sobrepasaba los 1.550 dólares.
Tras los atentados del 11-S, la Bolsa de Nueva York se tomó seis días de respiro antes de reabrir sus puertas y en su primer día de cotización, el 17, cayó un 7,1%.
Pero las detenciones, por más que el enemigo fuese el más importante, no cotizan como los ataques, y menos si éstos tienen lugar en el propio corazón de Manhattan.
Ayer, con Bin Laden ya enterrado en algún lugar del mar, según la versión difundida por Estados Unidos, las Bolsas europeas cerraron planas. El español Ibex 35 cayó un insignificante 0,01%. El Eurostoxx 50, que recoge la cotización de las grandes empresas de la zona euro, dejó atrás las subidas de mitad de jornada y cerró con un descenso del 0,08%, en línea con las Bolsas de París y Milán. La más animada fue la de Fráncfort, con un repunte de apenas un 0,18%.
Y si esto sucedía en Europa, en Estados Unidos, protagonista directo de la caída de Bin Laden, pasaron de las alegrías bursátiles a la normalidad en cuestión de minutos. Si los futuros cotizaban por la mañana con subidas que llegaban al 0,6%, cuando llegó el momento del contado los números verdes se esfumaron por momentos. La Bolsa americana se movió entre leves subidas y leves bajadas.
En cuanto a las materias primas, como en las Bolsas, el movimiento fue de más a menos con el paso de las horas.
Un ejemplo es el del petróleo. A lo largo de la mañana el Brent y el Texas, de referencia en Europa y Estados Unidos, respectivamente, llegaron a caer cerca de un 2%.
Al final del día, sin embargo, atenuaron sus descensos. El Brent cayó un 0,5%, hasta los 125 dólares, mientras que el petróleo americano bajó un 0,4%.
En cuanto al oro, también vivió su particular indefinición, con movimientos sucesivos al alza y a la baja, en el entorno de los 1.555 dólares la onza.F. PASCUAL / Madrid
El mayor pedigüeño del mundo árabe
Caridad y donativo son las dos palabras sobre las que se levanta el emporio financiero del criminal saudí. La Comisión de Investigación del Congreso de Estados Unidos llegó a esa conclusión en 2004, tras años de especular sobre el tamaño del patrimonio del terrorista o sus presuntos vínculos con el tráfico de opio afgano. Más que rico, Bin Laden era el mayor pedigüeño del mundo árabe.
Es cierto que, cuando en 1957 el asesino saudí vino al mundo, ya era multimillonario. Hacía siete años, en 1950, el rey de Arabia Saudí Abdul Azid había encargado a su padre, Mohamed bin Laden, la urbanización de los alrededores de la mezquita de Medina. El éxito de la infraestructura convenció a Abdul Azid de que el progenitor del mayor terrorista del planeta, de raigambre muy modesta, era el indicado para repetir proyecto en la mezquita de La Meca.
Ese fue el origen de Saudi Bin Laden Group (SBG), un holding con un patrimonio de unos 5.000 millones de dólares, que Mohamed bin Laden entregó en herencia en 1967 a sus 25 hijos, entre los que figuraba Osama.
El primogénito, Salem, y «un selecto grupo de sus hermanos», reza la web de SBG, se hicieron con la gestión del gigante de las infraestructuras árabes que, entre otras obras, acometió la dotación de aire acondicionado de la mezquita de La Meca. A la muerte de Salem, en 1988, el grupo repartió una pequeña parte de la herencia entre sus herederos.
Pero, ¿cómo pudo el joven Osama convertir los 18 millones de euros que recibió de su familia en los 300 millones que le calculaba la CIA en 2001? Donaciones e ingeniería financiera.
Steve Coll, periodista de The New Yorker y autor estadounidense de Los Bin Laden. Una familia árabe en un mundo sin fronteras, considera al criminal fallecido «un empresario del terrorismo, por sus dotes de organizador, su instinto publicitario y su atención a las nuevas tecnologías; y como tal empresario ha sido capaz de movilizar dinero ajeno, incluido el de muchos píos donantes saudíes de quienes no sabemos hasta qué punto estaban al corriente del empleo que se daba a sus donativos».
Bin Laden no financió con su patrimonio la red internacional Al Qaeda, sino que se convirtió en un gran canalizador de recursos ajenos. De hecho, su familia dejó de transferirle dinero en 1989 y el Gobierno saudí congeló parte de sus cuentas en 1993.
Para entonces Bin Laden, graduado en Ingeniería, Teología Islámica y Gestión de Empresas, ya había trasladado a su entramado financiero el modelo organizativo de Al Qaeda, basado en la ocultación de los recursos, su atomización y su extensa diversificación.
William Sechsler, que encabezó la comisión nacional estadounidense contra el lavado de dinero procedente del terrorismo, señala que, durante la guerra afgana contra la Unión Soviética, Bin Laden y otros líderes rebeldes convencieron a los clérigos musulmanes de que financiar a los muyahidin era una obligación religiosa. Muchos pensaron que el dinero iba destinado a hospitales u orfanatos, pero Bin Laden se lo llevó a Jartum, tras ser repudiado por su familia.
Steve Coll indica que parte de la herencia de Bin Laden se quedó en Sudán. Estas inversiones no fueron financieramente rentables, pero sirvieron para pagar los campos de entrenamiento y conformar el primer entramado empresarial del terrorista.
Jamal Ahmed al Fadl, un hombre de confianza de Bin Laden, y al que la inteligencia estadounidense llamaba confidente informador número 1, describió al FBI cómo el saudí fundó Wad al Aqiq, «la madre», de otras filiales como la exportadora Ladin International, la financiera Taba Investment, la constructora Hijra, o la transportadora Qudurat.
Unos 50 millones de dólares fueron a parar a Al Shamal Islamic Bank, y de ahí desperdigados por el Tadamon Islamic Bank, el Dubai Islamic Bank o el Bahrein Islamic Bank. Al Shamal también tenía ligaduras en esas fechas con Citibank, American Express Bank o Credit Lyonnais, según reveló la CNN en 2001.
Las primeras conexiones europeas de la fortuna de Bin Laden conducen a Suiza, a través del Faisal Islamic Bank, y a Luxemburgo, a través del Bank of Credit and Commerce International (BCCI), que fue clausurado en 1991 por lavar dinero para el terrorismo. El que fuera candidato demócrata a la Presidencia de EEUU John Kerry desveló en el Senado que varias cuentas del BCCI estaban a nombre del mismo Bin Laden.
Fadl aseguró en 1992 que tanto el terrorista como parte de su cúpula tenían acceso a cuentas corrientes en bancos de Jartum, Malasia, Hong Kong, Dubai, Viena y el Barclays Bank en Londres. Este último banco llegó a congelar la cuenta, según declaró a The Wall Street Journal.
El origen de la fortuna de la red criminal
>1967 Mohamed bin Laden fallece y deja su imperio en manos de Salem, el mayor de sus hijos, quien prosigue con los proyectos. Osama tiene 10 años.
>1988 Salem bin Laden muere y el negocio pasa a manos de sus hermanos. El díscolo Osama queda fuera de la empresa, pero recibe unos 18 millones de dólares.
>1989/1991 Bin Laden se asienta en Sudán, donde crea un emporio empresarial con donativos. Tiene varias cuentas en el banco luxemburgués BCCI.
>1992 Un confidente asegura que Bin Laden controla dinero en Londres, Malasia, Hong Kong, Viena o Dubai.
>2000 Las autoridades saudíes sorprenden a un banquero local donando a Al Qaeda 2.000 millones de dólares a través de una ONG.AHMED RASHID
Al Qaeda, una marca que sobrevivirá a su líder
Centenares de yihadistas, entregados a la causa y aspirantes a emularlo, van a llorar hoy su muerte y van a jurar que entregarán sus vidas en venganza por la muerte de Bin Laden a manos de un comando conjunto de fuerzas especiales norteamericanas y paquistaníes en la ciudad de Abbottabad (Pakistán).
Pocas dudas caben de que la muerte de Bin Laden es un golpe tremendo a la red terrorista pero, al mismo tiempo, Al Qaeda se ha ido transformando en los últimos años desde una jerarquía altamente centralizada, en la que el reclutamiento, el entrenamiento y las órdenes se llevaban a cabo en su totalidad una vez que sus principales dirigentes hubieran concedido el correspondiente permiso, a algo mucho más flexible y amorfo. La filosofía actual de Al Qaeda se resume en un hombre, una bomba.
En otras palabras, no necesita otro 11-S para dejar su marca. La bomba que un terrorista suicida colocó en Times Square o la bomba en el metro de Nueva York -ambos atentados se planearon durante el año pasado- son indicios suficientemente expresivos de que Al Qaeda está viva y coleando.
Durante muchos años, la red terrorista ha sido una franquicia. Cualquiera puede apuntarse a ella con sólo colocar una bomba en cualquier sitio. Prácticamente cualquiera que pudiera entrar en Pakistán o Afganistán iba a recibir una oferta de instrucción terrorista con aliados clave de Al Qaeda como los talibán paquistaníes o la facción afgana dirigida por Jalaludin Haqani.
La correa de transmisión de su expansión urbana en Pakistán ha sido Lashkar-e-Tayaba (LT), un grupo que antes luchaba en Cachemira pero que ahora ataca muy diferentes objetivos y colabora con Al Qaeda. A raíz del 11-S, ayudó a ocultar a muchos cabecillas importantes de la organización terrorista en las ciudades paquistaníes y bien puede haber jugado un papel importante también en mantener en la clandestinidad a Bin Laden.
Pakistán se negó a actuar en contra de aliados de Al Qaeda como Haqani porque combatían en Afganistán, no en Pakistán. Asimismo, aliados como LT colaboran con los servicios de inteligencia paquistaníes porque sus principales objetivos son Cachemira y la India.
Así pues, la amenaza sigue ahí. Antes del 11-S no había células conocidas de Al Qaeda en Europa a excepción de la célula de Hamburgo que ejecutó los atentados de los aviones. Sin embargo, hoy en día hasta el último país europeo alberga una célula de la organización terrorista, cientos de musulmanes con pasaportes europeos han viajado a las zonas tribales de Pakistán para recibir formación y han regresado a Europa.
Tras la detención de tres marroquíes en Alemania esta misma semana, las autoridades alemanas reconocieron que más de 200 ciudadanos habían recibido entrenamiento terrorista en las áreas tribales [de Pakistán] y muchos de ellos habían regresado a Alemania. Lo mismo sucede en Gran Bretaña, Escandinavia, Francia, España e Italia.
Ahora cunde con gran intensidad el temor a atentados suicidas en estaciones de tren o de metro en Estados Unidos o Europa. Lo mismo puede decirse sobre secuestros de aviones, bombas contra objetivos militares occidentales y embajadas de Estados Unidos en Oriente Próximo, donde ya han sido objetivo frecuente [de los terroristas], o simplemente de yihadistas vocacionales que pueden colocar una bomba en un supermercado.
Son probables dos tipos de atentados. Uno de esos tipos puede ser llevado a cabo por yihadistas con una prolongada dedicación a la causa, a los que han situado en sociedades occidentales como comandos dormidos y que ahora pueden entrar en acción sobre la base de un plan y un objetivo, definido previamente, sobre los que llevan años trabajando.
Esta clase de terroristas solitarios ya se han localizado antes en Estados Unidos. Se trata de individuos que han viajado a las zonas tribales de Pakistán para recibir entrenamiento y han regresado a EEUU con el propósito de llevar a cabo un atentado por su cuenta, que por lo general ha sido frustrado por las fuerzas del orden en el último momento.
Varios países corren un riesgo especial. En primer lugar, Afganistán, donde la franquicia de Al Qaeda y su influencia entre los yihadistas más acérrimos, como el grupo de Haqani, sigue siendo muy considerable. Y Pakistán donde una campaña de atentados aumentaría aún más las tensiones en un país que ya sufre un gran malestar por culpa de las restricciones de electricidad y la crisis económica.
Por último, la red terrorista y sus aliados posiblemente lleguen a la conclusión de que éste es un momento adecuado para ahondar en las grandes diferencias entre la India y Pakistán mediante la perpetración de un nuevo atentado al estilo del de Bombay en territorio de la India, que tendría como objetivo distraer y reducir la tensión sobre la caza de miembros de Al Qaeda en Pakistán.
Las revueltas árabes en marcha en Oriente Próximo siguen constituyendo una gran oportunidad perdida para Al Qaeda y, a pesar del revés que supone la muerte de Bin Laden, sigue siendo un objetivo de primera magnitud para la organización ganar influencia y peso en la nueva generación de dirigentes que han surgido en Túnez, Egipto, Siria y los estados del Golfo [Pérsico], con la salvedad de que la misión va a ser mucho más difícil.
Al Qaeda afronta tiempos difíciles de cara al futuro y está fuera de toda duda que la muerte de Bin Laden va a proporcionar muchas pistas a los servicios de espionaje de todo el mundo y va a llevar a la captura de otros cabecillas, aunque no va a desaparecer de la noche a la mañana.
LUIS MARTÍNEZ / Madrid
El rostro del mal
De hecho, todas las películas en las que Hollywood y alrededores ha recreado la catástrofe del 11-S apenas se han atrevido a tocar al personaje arrojado al mar la madrugada de anteayer. La mediocre The Hamburg cell (Antonia Bird, 2004), la más cercana, se detenía en los comandos suicidas; el ejercicio de nervio firmado por Paul Greengrass en United 91 radiografiaba la tripas de la barbarie desde dentro, de paso descubríamos la temperatura exacta del sudor frío, y Oliver Stone, el más explícito, amasaba heroismo, polvo, sudor, sangre, barras y estrellas en su mastodóntico empeño por meter la cámara debajo del hundimiento del World Trade Center. La lista podría continuar, y con toda seguridad continuará. Desde Fahrenheit 9/11, del ruidoso Michael Moore, a ¿Dónde se esconde Osama Bin Laden?, firmada por el no menos escandaloso Morgan Spurlock, se han dado casi todas las variaciones posibles del tema. Y en el medio, siempre, el miedo (el de todos) como el único retrato posible del terrorista.
Spike Lee, en La última noche, sin duda su mejor película, acertaba con la más fiel y certera aproximación al trauma de una ciudad devastada. Y con un agujero en el centro de gravedad. El recorrido de un convicto a través de sus últimas horas antes de volver a la prisión se convierte ante la mirada sorprendida del espectador en el dibujo más cabal de eso que, a falta de una definición mejor, se podría llamar sensación de pérdida. Tan cursi como real.
El enemigo se esconde, no se deja ver más que en la cara de pavor de sus víctimas. De vez en cuando, eso sí, el villano tiene piel cetrina, barba rala, turbante apretado y pasaporte con grafía árabe. Imposible pasar por alto el poder de anticipación de Estado de sitio, un blockbuster de ademán rutinario que imaginaba un Nueva York militarizado ante la amenaza terrorista islámica... en 1998. Pero nada más. Lo que cuenta es el siempre desconcertado terror de los amenazados.
De alguna forma, todos estos años se ha repetido el esquema que guió todo el cine de ciencia-ficción de los 50. La amenaza atómica, quizá comunista, tomaba cuerpo de extraterrestre furioso, apocalipsis irremediable. No por casualidad, la novela El mensajero del miedo, producto de aquellas paranoias, vivía una segunda versión en 2004 de Jonathan Demme según el esquema fijado en los sesenta por John Franheimer. El héroe que desconoce quién es en realidad (lavado el cerebro por el furor estalinista según el texto de Richard Condon) se impone de repente como el héroe de nuestros días. De la misma manera que se desconoce la exacta naturaleza del mal, la identidad precisa del enemigo, es imposible saber quién sea el destinado a salvarnos, cuáles sus motivaciones. Siempre ocultas.
Jason Bourne, el agente incapaz de saber quién es, para quién trabaja, completamente ignorante de las fuerzas que manejan su mundo, se mueve como un sonámbulo detrás de un villano sin rostro contra el que nada sirve la fuerza conjunta de todos los estados juntos. De la mano de nuevo de Paul Greengrass, Bourne es la mejor metáfora de unos tiempos inciertos y paranoicos con el malvado escondido en la gruta más recóndita no de Afganistán sino de nosotros mismos, de nuestra antes (hasta el 11-S) inexpugnable sociedad del muy cómodo bienestar. No teníamos nada con lo que amenazarle, que decía el Joker.
Hace dos días cayó la bestia. El cine puede empezar a imaginar su vida. Y la de todos. victor de lA serna
El suceso que marca el inicio del siglo XXI
Y eso, sin contar con que quien da la orden es ese mismo presidente de Estados Unidos cuyo apellido, según remachaban muchos chistes fáciles, rimaba con Osama, y sospechoso de ser un criptomusulmán en ambientes de la derecha norteamericana...
Antes aun que la televisión -menos flexible de lo que se dice- y hasta que los diarios electrónicos pudieron pergeñar sus informaciones, la muerte de Bin Laden se siguió sobre todo a través de ese medio superficial, pero universal y fulgurante, que es la red social Twitter. Antes aun de que Obama hiciese su declaración en la Casa Blanca, los tuiteros más astutos (y que ya sabían que la Presidencia norteamericana anunciaba que iba a comunicar una noticia gorda) ya se habían repercutido en cuestión de minutos y con menciones de alerta este mensaje que uno de ellos, un pakistaní residente en Abottabad llamado Sohaib Athar, acababa de enviar: «Helicopter hovering above Abbottabad at 1AM (is a rare event)».
La red social es un utensilio formidable para ese tipo de transmisiones, aunque peor -porque los mensajes, o tuits, están limitados a 140 caracteres- para reflexiones o análisis más profundos: al revés, en ese caso favorece la sal gorda al impedir la matización que a algunos tanto molesta. Así, no tardábamos en leer al ex director de Público, Ignacio Escolar, que afirmaba con sorna que los mismos que condenaron a los GAL se estaban alegrando ahora de la muerte a tiros de Obama.
Sin embargo, igualmente valiosa es esa red para difundir enlaces a documentos (como esa impresionante foto de The New York Times, con un grupo de bomberos de Nueva York exultantes ante el teletexto mural que da cuenta de la muerte del asesino de tantos de sus compañeros) y publicaciones relacionadas con un enorme acontecimiento como éste.
Por ejemplo, hoy llamaba la atención la reflexión de David Remnick, en la versión electrónica de The New Yorker (con su correspondiente alerta en Twitter), sobre la larga relación a distancia entre el presidente Obama y su némesis, el terrorista hoy abatido.
Recuerda Remnick que en septiembre de 2001 Obama era un pequeño político local en Illinois que acababa de perder por goleada unas primarias para el Congreso (derrotado por el ex Pantera Negra Bobby Rush) y al que sus próximos instaban a que cambiase sus tres nombres, tan embarazosos: Barack sonaba a foráneo (mucho mejor el diminutivo Barry de sus tiempos de jugador escolar de baloncesto en Hawaii), Hussein era árabe y recordaba a un dictador sanguinario, y Obama, claro, se parecía mucho a Osama. Además, en un articulito en el Hyde Park Herald comentando el atentado, Obama había instado a sus conciudadanos a no buscar venganza contra personas originarias de Oriente Medio y a ayudar, al mismo tiempo que se castigaba a los culpables, a dar un futuro mejor a los niños desfavorecidos del mundo entero.
Le tildaron, claro, de blando, y aseguraron que él nunca iría «a por Bin Laden», con todo lo que esa expresión acarrea. Obama no hizo caso a los consejos ni a las críticas: mantuvo el mismo nombre que -observa Remnick, zumbón- aparecía ya en su certificado de nacimiento, Barack Hussein Obama II, y con él ganó las elecciones al Senado en 2004 y las presidenciales en 2008, y hace unas horas firmó la orden de ir «a por Bin Laden».
Es posible que Obama haya asegurado hoy su reelección frente a una colección de presuntos adversarios republicanos que, hasta la fecha, parece de poco relumbrón. Pero más importante puede ser lo que Remnick, en una de las reflexiones más ponderadas de estas primeras horas, expresa así: «El día de la muerte de Osama trae gran alivio, un momento de verdadera justicia. No es menos alegre la conciencia de que en la raíz de la primavera árabe está un ansia de acabar con la tiranía, no de fomentarla en sus formas más integristas. Pero la tarea de vencer al binladenismo no termina con la tarea de matar a Bin Laden. La lucha contra el oscurantismo y el terror sigue siendo infinitamente compleja y exige, entre otras cosas, un liderazgo político que reconozca la importancia, no sólo del músculo, sino de la mente y del corazón». Á. F. / Madrid
Internet, el referente informativo
Nuevo siglo, nuevos medios. Si en el siglo XX, la radio, la televisión y la prensa eran los medios hegemónicos de comunicación; en el siglo XXI la primacía, al menos en inmediatez, la tienen internet y las redes sociales. Un desliz vía Twiter del jefe de staff del Secretario de Defensa filtró la noticia cinco minutos antes de que Obama la hiciera pública en televisión. Pero se sabe que el primero que tuiteó sobre este sucesos fue de una persona que se encontraba en Abbottabad. A partir de ese momento, la actualidad pasó a internet. Las páginas web de los diarios de todo el mundo se convirtieron en el gran referente informativo.
Siguiendo la tradición de las ediciones especiales ante los grandes acontecimientos, pero inmerso en los nuevos tiempos, EL MUNDO sacó a mediodía una edición especial con 14 páginas de información, opinión y análisis sobre la muerte de Bin Laden, publicada sólo en Orbyt, el innovador y pionero quiosco digital de Unidad Editorial.
Y durante todo el día, la web de ELMUNDO.es actualizó al minuto todas las noticias que se iban produciendo en contacto permanente con todos sus corresponsales, además de contextualizar el acontecimiento con la opinión de reconocidos analistas.
La noticia de la muerte del líder de Al Qaeda casi duplicó la visualización de páginas de medios informativos en el mundo, según datos de Akamai. En EEUU, el tráfico llegó a 4,11 millones de páginas vistas por minuto. Minutos después de que Barack Obama anunciase la muerte de Bin Laden se creó una página en Facebook (Osama Bin laden is Dead), que al poco tiempo contaba ya con 300.000 seguidores.
La televisión en España continuó a piñón fijo. Ninguna cadena generalista alteró su parrilla. La muerte de Bin Laden quedó relegada a los informativos y a algunos minutos en los magazines matinales. Canal 24 horas sí siguió la noticia, aunque no de manera continuada como hicieron por ejemplo BBC World, CNBC Europe, Al Jazeera o CNN. Lo más destacado fue la cobertura en La tarde y los especiales de La noche en 24 horas y Fue informe.
En EEUU, las cadenas de noticias de la televisión por cable, como la CNN o Fox News, dedicaron toda su programación a cubrir este tema. Asimismo, los periódicos, tanto en su versión de papel como on line, dedicaron un amplio espacio a la cobertura del suceso.
La muerte de Bin Laden trastocó las escaletas de los informativos y acaparó los magazines del desayuno en los canales generalistas británicos BBC y ITV. Pero no dio lugar a programas especiales. El fallecimiento del líder de Al Qaeda quedó restringido al gueto de SkyNews y BBCNews y los dos canales hicieron un esfuerzo titánico por responder en tiempo real a una historia formidable.
Los medios de comunicación italianos se volcaron con la muerte de Osama bin Laden desde que Rainews, el canal de noticias 24 horas de la televisión pública italiana, anunciara la muerte del cerebro de los atentados del 11-S, todas las cadenas del país así como las emisoras de radio y las webs dedicaron un amplio espacio a la cobertura de ese suceso, modificando en muchos casos su programación habitual, como hizo Radio Uno, la principal emisora pública, que consagró toda la mañana a analizar la noticia.
Con información de Ricard González (Nueva York), Eduardo Suárez (Londres) e Irene Hdez. Velasco (Roma).
PABLO PARDO / Washington
Especial para EL MUNDO
Un historial sangriento y mediático
Esa pauta empezó el 29 de diciembre de 1992, cuando un grupo organizado por Osama bin Laden puso dos bombas en otros tantos hoteles de Yemen, con la intención de matar a los soldados estadounidenses que se alojaban en ellos. Murieron, sin embargo, un turista australiano y un yemení empleado de un hotel.
Pero el atentado con el que Al Qaeda se dio a conocer fue el de las embajadas de EEUU en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania). Fue una carnicería suicida perfectamente coordinada en la que murieron 223 personas de las que sólo 12 eran estadounidenses. Pero el ataque tuvo un significado simbólico: se produjo en el aniversario de la llegada de los primeros soldados estadounidenses a Arabia Saudí, en 1991, tras la invasión de Kuwait por Irak.
Al Qaeda ha atacado muy pocos objetivos militares, aunque se anotó un éxito formidable el 12 de octubre de 2000, cuando dejó fuera de combate -por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial- un barco de guerra estadounidense, el destructor Cole. Pero su atentado más famoso, el del 11-S, cumplió todas las pautas de coordinación, espectacularidad y ataque a objetivos blandos. Los 2.996 muertos -incluyendo a los 19 terroristas- lo atestiguan.
Desde el 11-S, la presión estadounidense ha obligado a Al Qaeda a buscar objetivos blandos. Ése fue el caso de las bombas en Londres el 7 de julio de 2005, justo cuando esa ciudad había sido designada sede de los Juegos Olímpicos de 2012 y mientras los jefes de Estado y de Gobierno del G-8 se reunían en Kinross, en Escocia, en los que murieron 52 civiles y cuatro suicidas.
Un largo batiburrillo de este personaje. Mejor leerlo y sacar conclusiones.
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