Cabanillas aseguró que Carlos G.
le pidió, a él mismo y antes a los técnicos de la Policía, que borrasen la grabación en la que se escucha al recaudador de la banda, Joseba Elosua, reconocerle a su yerno que un agente le había avisado en su bar, el Faisán, de que iba a ser detenido.
Fuentes del Ministerio Público recordaron a EL MUNDO que el fiscal Carlos Bautista ya ha manifestado en reiteradas ocasiones su desconfianza hacia el trabajo del equipo de Carlos G. Una de las posibilidades que plantearon es la de esperar al resultado de la prueba pericial que el juez Pablo Ruz encargó a la Guardia Civil para que determine si el vídeo de las entradas y salidas del bar Faisán fue manipulada, ya que tiene dos cortes que coinciden exactamente con los momentos en los que se cree que el policía que cometió el chivatazo accedió y abandonó el establecimiento. El Instituto Armado tenía que entregarlo el martes, pero pidió una prórroga. La Policía Científica no ha podido determinar que la cinta estuviese alterada, pero el juez considera que su dictamen es «excesivamente genérico».
Si esa diligencia probase que existió la manipulación, la Fiscalía impulsaría inmediatamente una investigación sobre sus posibles autores, antes de solicitar alguna imputación. Pero esa iniciativa ya pondría en solfa a todo el equipo de Carlos G. y debilitaría la credibilidad de las conclusiones que incriminan al entonces director general de la Policía Víctor García Hidalgo, alto mando de Interior. Todas las pesquisas que se han llevado a cabo desde que el juez Fernando Grande-Marlaska conoció el chivatazo se vendrían abajo.
Las declaraciones del comisario Cabanillas y de otros testigos que el martes señalaron al equipo de Carlos G. pueden acelerar esos planes. Además, las iniciativas de las acusaciones populares -Dignidad y Justicia pedirá un careo entre ambos mandos y la AVT solicitará hoy que el investigador del Faisán comparezca como testigo y aclare las acusaciones de su superior- pueden hacer que la Fiscalía se pronuncie antes.
Porque lo que está claro es que Carlos G. no le gusta al Ministerio Público. Ya en el escrito de 2009 en el que pidió al juez Garzón que archivase el caso, el fiscal consideró que la «hipótesis incriminatoria» del investigador -que el mismísimo director general de la Policía ordenó el chivatazo- «no se ha visto refrendada por ningún otro indicio o elemento externo de corroboración». Pero, sobre todo, en aquel escrito comenzó a sembrar las dudas de que el culpable fuese Carlos G. quien, paradójicamente, también dirigía el operativo contra la trama de extorsión de ETA que recibió el soplo.
Así, el fiscal señaló varios indicios «en esa otra dirección», como que Elosua hubiese admitido que quien le dio el chivatazo era alguien que le vigilaba «directamente» y conocía datos muy precisos del operativo sobre el Faisán. El juez Garzón destacó en un auto de noviembre de 2009 que la investigación de Carlos G. es «difícilmente superable», en lo que coinciden otras fuentes judiciales.
Por otra parte, la semana pasada el juez citó a declarar en secreto al presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y a altos mandos de la Policía y la Guardia Civil durante 2006. Según publica hoy el diario La Razón, las comparecencias se produjeron en relación con los nueve folios declarados secretos por Pablo Ruz de la comisión rogatoria remitida por la juez francesa Laurence Le Vert. Al parecer, en estos papeles podrían estar las actas de la negociación entre ETA y el Gobierno. Entre los citados a declarar figura el que fuera director de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, los directores de apoyo operativo de ambos cuerpos y los respectivos jefes de Información.
JOAQUÍN MANSO / Madrid
La Fiscalía de la Audiencia Nacional planea actuar contra el policía que apuntó a mandos del Ministerio del Interior en el caso Faisán. Se trata de Carlos G., a quien su superior directo cuando se produjo el soplo, el comisario José Cabanillas, intentó desacreditar el martes al declarar ante el juez que aquél, con la excusa de preservar el proceso de paz, había intentado destruir la prueba clave.Sigue en página 6
DAVID GISTAU
Cómo matar un 'Faisán'
Por la desgana con la que apenas se arañan, se diría que Rajoy y Zapatero han delegado la riña en sus alfiles de segunda línea. Los dos líderes ejercen de apáticos teloneros y luego se ponen cómodos para ver a Rubalcaba, quien convierte la sesión en una de esas películas de artes marciales en las que a Jackie Chan le entran ninjas por todas las ventanas. Es levantarse en su escaño, alzar el micrófono, y el Congreso entero piensa lo mismo que el gallego de Airbag: «Aquí va a haber hondonadas de hostias». Se las lleva incluso quien no es su interlocutor, como el propio Rajoy, que puso cara de yo qué le he hecho cuando Rubalcaba, aprovechando una respuesta a Soraya Sáenz de Santamaría sobre el «fondo de reptiles» andaluz y las prejubilaciones falsas, se burló de que le costara reconocer su propia letra en los apuntes que consultaba durante una entrevista en Veo7. Puesto a pelearlo todo, Rubalcaba es capaz hasta de defender las políticas gubernamentales en materia de creación de empleo. Viene a ser como si Obélix presumiera de lo mucho que ha favorecido la expansión demográfica de los jabalíes.
¿Jackie Chan? ¿Airbag? ¿Obélix? Mmmm... Qué poco grecorromanas me están quedando las citas. Es hora de recurrir a una de más fuste.
Si Gil Lázaro trata de imitar la insistencia moral de un Cicerón, es significativo que sea el Catilina del Faisán quien advierta de que es su paciencia de la que están abusando. Rubalcaba, mientras le acusaban de oler a cloaca de Estado, se aferró a una ventaja judicial para exigir reparaciones en el honor de su secretario Camacho, cuyo número de teléfono goza de cierto protagonismo en la trama del chivatazo. De lo que ocurre respecto del Faisán en ámbitos subterráneos -campañas de desprestigio contra el investigador, tensiones policiales, maniobras jurídicas-, de poco hemos de enterarnos a pesar de las diligencias de la Audiencia. Pero sus ramificaciones parlamentarias son más visibles. Y éstas, por segunda sesión de control consecutiva, revelan que el asunto del chivatazo incomoda a la bancada azul, que está dispuesta incluso a usar la mismísima cohesión alrededor de la política antiterrorista a modo de manta ignífuga para sofocar el problema.
Es verdad que el PP, que ayer intentó en vano implicar en el chivatazo a otros dos ministerios -Justicia y Presidencia-, ha encontrado una herramienta de desgaste electoral. Pero no lo es menos que las reacciones de Rubalcaba delatan un nerviosismo virulento. Y no sólo porque acusara a Gil Lázaro de pretender lucirse en las cadenas «de la extrema derecha». Rubalcaba, coordinado con Jáuregui, dijo ayer cosas graves. Primero, que delitos como el chivatazo no deberían importar cuando se está acabando con ETA: un concepto de patente de corso semejante al que esgrimió cuando el GAL y por el que parece contar de antemano con la comprensión popular, que mitigaría el daño político. Y, segundo, que quien indague en el Faisán lo hace porque quiere sabotear el fin del terrorismo. Si llegó a estos extremos, es que en verdad teme las revelaciones. Hasta bajó la guardia, después de saludar con escepticismo la constitución de Sortu, al largar una frase optimista como la de Zapatero antes de que volara la T4: «La semana que viene estaremos mejor». ¿Por qué lo sabe, si a los batasunos no había que creerles?
El faisán está pasao y produce indigestiones. Por eso todo el mundo anda esperando el postre.
ResponderEliminarEstos de la kgb y sus dirigentes, merecen lo peor, han echo lo más ruin, y deben de pagar por ello.
No nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba)